Dante abrió los ojos y lo primero que sintió fue el sabor seco del polvo, mezclado con un amargo regusto a metal. Le dolía el cuerpo, en especial las muñecas. Estaban enrojecidas por unas esposas gruesas, diseñadas para impedir cualquier intento de huida. Intentó levantarse, pero las piernas le flaquearon. Al incorporar la vista, se dio cuenta de que no era su habitación ni su mundo. Era una mina subterránea con vetas brillantes incrustadas en la roca, rodeadas de un tenue fulgor azulado.
—¿Qué…? —murmuró.
Su propia voz le sorprendió: era aguda, casi la de un niño. Un escalofrío le recorrió la columna al observar sus manos, más pequeñas de lo que recordaba. Sintió que algo andaba muy mal, y la respuesta no tardó en llegarle como un martilleo dentro del cráneo.
Bienvenido al Sistema Kronos
Aquella frase resonó en su cabeza, tan clara como si alguien se la hubiese susurrado al oído. Al cerrarlos un momento, apareció ante sus ojos una interfaz traslúcida. Podía leerla sin problemas, a pesar de la escasa iluminación.
**Raza: Humano
Nombre: Dante (Usuario Transmigrado)
Edad aparente: 8 años
Estado: Esclavo – Aptitud Mínima
Condición especial detectada: "Transmigración Irregular"**
Dante tragó saliva. Ese panel no se parecía a nada de lo que hubiese visto en su vida anterior. Sin embargo, algo en su interior le decía que era real. Sintió un temblor en el pecho al verse catalogado como "esclavo"; no recordaba por qué estaba allí, tan débil y encadenado.
De pronto, dos hombres pasaron a su lado empujando un carrito de madera cargado de cristales brillantes. Uno de ellos miró en dirección a Dante, con aire despectivo.
—Otro enclenque más. Al menos, cuando cumpla la cuota de hoy, podrá comer algo —bufó.
El chico agachó la cabeza; no quería atraer la atención ni las burlas de quienes parecían ser capataces. Tanteó las rocas del suelo y se armó de valor para incorporarse. El lugar apestaba a sudor, cansancio y resignación.
Notificación:
Ha llegado la fecha de "Asignación de Clase".
La voz en su mente casi le provocó un sobresalto. Recordaba vagamente haber leído novelas sobre mundos de fantasía con estos sistemas. Pero aquello no era un juego: podía sentir el calor asfixiante, la humedad pegajosa, la sensación punzante de las cadenas en su piel.
En ese instante, la interfaz proyectó tres íconos brillantes frente a él. Cada uno parecía emanar un color y una energía diferente.
Guardián de Forja (Rareza: Común)Ladrón de Sombras (Rareza: Raro)Evolución Infinita (Rareza: Secreto)
Dante contuvo la respiración. El primero mostraba la silueta de un guerrero con un martillo de guerra, el segundo la de un asesino envuelto en penumbra, mientras que el tercero resplandecía con un contorno que cambiaba de forma sin cesar.
—¿Evolución Infinita…? —murmuró, intrigado.
Tanteó las opciones con su mente y un cuadro de texto se desplegó ante sus ojos.
Clase secreta: Evolución Infinita.
Descripción: Permite absorber orbes de esencia que dejan los monstruos tras su derrota. Cada orbe concede tres rasgos posibles, de los cuales el usuario puede elegir uno. Con suficiente esfuerzo y repetición, se pueden desbloquear y mejorar todos los rasgos de una misma criatura. Riesgo: La evolución es impredecible y los rasgos pueden traer efectos contraproducentes.
El corazón de Dante palpitó con fuerza. No entendía del todo las implicaciones, pero sonaba a un poder único, algo más allá de las clases normales que uno recibe mediante la magia tradicional de ese mundo. Sin embargo, la palabra "impredecible" le preocupó. Si fallaba o elegía mal, ¿qué le ocurriría a su cuerpo?
Un fuerte golpe en su costado lo hizo encogerse de dolor. Uno de los capataces, un hombre alto y fornido, lo había pateado sin miramientos.
—¡Niño! ¿Qué haces ahí parado? ¡A trabajar o no comerás! —espetó, escupiendo al suelo.
Dante reprimió un gruñido de frustración. Apretó la mandíbula y se acercó a un montón de escombros donde otros chiquillos picaban rocas en busca de cristales. Cada uno lucía igual de demacrado que él. Tomó una pequeña pala y empezó a cavar con las pocas fuerzas que tenía, notando que el cuerpo infantil era débil y estaba lleno de moretones.
Mientras picaba, el Sistema Kronos siguió abierto, flotando en su campo de visión. Sabía que todas las personas de ese mundo, al cumplir ocho años, recibían una clase asignada por la magia local. Pero él era distinto: un transmigrado, alguien que llegó a través de una fisura espacio-temporal. Y aquel privilegio de escoger una clase libremente podría ser su única oportunidad de escapar del infierno que lo rodeaba.
Inspiró hondo, intentando que no se le nublara la vista por la fatiga. A cada palada, revisaba con el rabillo del ojo las opciones que persistían frente a él. Guardián de Forja y Ladrón de Sombras parecían útiles, incluso tentadores. Sin embargo, algo en el fondo de su ser—una corazonada, quizá—lo empujaba hacia la tercera opción.
¿Seleccionar Clase: Evolución Infinita?
Titubeó. Sabía que no disponía de mucha información, pero tampoco tenía lujos para rechazar algo que sonaba tan extraordinario. Recordó su vida pasada, los sueños que había tenido de ser libre, de no depender jamás de la voluntad de otro. Tal vez esa clase secreta fuera la clave para forjar su propio destino.
Cerró los ojos y, en silencio, afirmó su elección.
—Aceptar —susurró.
Una leve descarga recorrió su espalda, como si miles de agujas heladas le penetraran la piel para grabar la información del sistema en cada fibra de su ser. Se quedó sin aliento y cayó de rodillas, confundiendo a los otros niños que lo veían retorcerse con un aire de pánico.
La pantalla se llenó de caracteres indescifrables que parpadearon unos instantes, hasta que volvieron a concentrarse en un solo mensaje claro:
Has obtenido la Clase Secreta: Evolución Infinita
Acompañó ese anuncio un susurro sordo en su mente. Sintió algo liberar un potencial desconocido dentro de su pequeño cuerpo. Su visión se nubló por un instante, y al recuperarla, notó cómo el sistema le mostraba un pequeño menú adicional:
Rasgos Disponibles: 0
Orbes de Esencia Absorbidos: 0
Siguiente Evolución: Indeterminada
Dante tragó saliva. La promesa del poder estaba allí, pero para activarla tendría que enfrentar monstruos y recolectar orbes de esencia. ¿Cómo iba a lograr algo tan arriesgado desde una mina controlada por capataces violentos?
Apretó con fuerza el mango de la pala. No había vuelta atrás. Había tomado una decisión que lo separaría del resto, y de un modo u otro, tendría que abrirse camino en aquel lugar donde cada segundo suponía un nuevo desafío.
En la penumbra de la mina, mientras los cristales mágicos esparcían destellos etéreos por los pasillos, Dante sintió que su nueva vida acababa de empezar.