El sol se elevaba lentamente sobre el horizonte, marcando el comienzo de un martes que prometía ser como cualquier otro. Los estudiantes se levantaban temprano, aunque la mayoría no tenía ganas de ir al colegio. Mientras algunos se preparaban desde mucho antes, incluso sin dormir, había tres que sentían una inquietud inexplicable. Un presentimiento oscuro les decía que algo no estaba bien. Decidieron que averiguarlo sería mejor después de la escuela.
Rosario se vistió como siempre, de manera sencilla pero elegante. Le gustaba verse bonita sin llamar demasiado la atención.Pato, por su parte, se preparó con su atuendo habitual: un sudadero negro con capucha, pantalones de tela marrones y su característico peinado desordenado.
Benjamin, sin embargo, se encontraba distraído. La inquietud que sentía parecía relacionada con alguien que conocía, y el hecho de que León no respondiera a sus mensajes solo aumentaba su preocupación.
Benjamin: —Es extraño, él nunca deja su celular y siempre responde rápido. Algo debió sucederle.Al llegar al colegio, notaron de inmediato que faltaba alguien. León, quien siempre llegaba antes que los demás, no estaba allí. La ausencia de León pasó desapercibida para muchos y el día continuó sin problemas aparentes. Las horas se sintieron interminables hasta que sonó el timbre de la primera salida. Los estudiantes se dirigieron al patio para comer, algunos esperando que las clases normales comenzaran de nuevo.Ya a mediodía, cuando el timbre volvió a sonar, todos se formaron en el patio y regresaron a sus salones. Sin embargo, al entrar en el aula, notaron que León seguía ausente. El único indicio de su presencia era el libro que siempre dejaba bajo la mesa, ahora abandonado y solitario. La vista del banco vacío daba la impresión de que León había desaparecido de repente.Benjamin: —¿Dónde te has metido?, Espero que no estés haciendo algo peligroso.Rosario, al escuchar la angustia en la voz de Benjamin, se acercó y le tocó el hombro con una mano tranquilizadora.Rosario: —Cálmate, Benjamin. Seguro está enfermo o trabajando. Siempre habla de su trabajo, así que no deberías preocuparte demasiado.Benjamin la miró y, aunque su preocupación no desapareció por completo, se calmó un poco. Regresó a su banco y se sentó, esperando que la clase comenzara. Sin embargo, cuando todos los alumnos ya estaban en sus lugares, la clase de geografía fue interrumpida bruscamente. La puerta del aula se abrió de golpe, golpeando la pared con un estrépito que hizo que todos se sobresaltaran.El aula se llenó de un silencio expectante cuando un joven de cabello largo, negro y oscuro, entró en la sala. Su cabello caía en cascada hasta la mitad de su espalda, y su presencia imponía una sensación de misterio. Vestía un chaleco de cuero a rayas, que se ajustaba perfectamente a su torso y resaltaba sobre una camisa negra ajustada de cuello bajo. Sus jeans eran negros y militares, complementados con unas botas militares completamente oscuras y bien lustradas. Cada paso que daba parecía resonar con autoridad mientras observaba a cada estudiante con una mirada penetrante, evaluando y analizando a quiénes podría considerar sus amigos y a quiénes sus víctimas mientras sonreía.
El profesor, al notar la llegada tardía del joven, alzó la voz con firmeza, intentando recuperar el control de la situación.Profesor: —Llega tarde, alumno. ¿Puede decirme su nombre? No lo reconozco; ¿es nuevo?León lo miró con una sonrisa que revelaba una calma casi desafiante y una seguridad inquebrantable. Respondió con una tranquilidad que sorprendió a todos.Leon: —Oh, lo siento, profesor. Soy León. Simplemente cambié un poco de estilo. ¿Se nota mucho? — dijo León, riendo suavemente con una chispa de descaro en sus ojos.El profesor quedó boquiabierto. No podía creer que ese joven, que antes siempre había sido conocido por sus lentes, su ropa simple y desalineada, y su comportamiento tímido y reservado, ahora apareciera con una apariencia tan llamativa y hablara con una confianza tan desinhibida. León, que solía mostrarse casi invisible, ahora irradiaba una seguridad y una actitud desafiante que lo hacían destacar en la sala.Con una mezcla de incredulidad y resignación, el profesor le indicó a León que se dirigiera a su asiento para que pudiera continuar con la clase. León pasó junto a Luna, quien, al verlo vestido con un estilo tan sofisticado y algo atractivo, decidió saludarlo amablemente. Le tomó del brazo con un gesto amigable, pero León se soltó con delicadeza, manteniendo la sonrisa burlona que había mostrado el día anterior.León: —No me toques. Seguramente estás tan usada que podrías darme cáncer y sida solo con el contacto. Además, no quiero ensuciar mi ropa con hipocresía.dijo León con un tono sarcástico, mientras limpiaba el lugar donde ella lo había tocado de manera exagerada y despectiva.
Luna se quedó paralizada, con lágrimas llenando sus ojos. La humillación pública la dejó sin palabras, incapaz de defenderse. Mientras ella permanecía en silencio, León se dirigió al último asiento, el que siempre solía ocupar. Allí, saludó a su amigo Benjamín con un entusiasmo enérgico y una actitud que parecía tan familiar y a la vez tan diferente de la que había mostrado antes.Las horas en la escuela transcurrieron sin incidentes notables hasta el segundo recreo. Cuando todos los estudiantes abandonaron el aula, Rosario tomó a León por la camisa con firmeza y lo arrastró hacia un aula vacía, forzándolo contra la pared. Rosario, dotada de una capacidad innata para percibir lo místico y lo oculto ya fueran fantasmas, espíritus, demonios y otros seres por ello sabía que la entidad frente a ella no era el verdadero León. A pesar de su esfuerzo por parecer asustado y confundido, el impostor no pudo ocultar por completo su verdadera naturaleza.Rosario: —¿Quién eres y por qué estás usando este cuerpo que no te pertenece?demandó Rosario con voz firme y autoritaria, mirando directamente a los ojos del impostor. Los ojos que hasta ese momento habían simulado miedo y confusión comenzaron a revelar una maldad cruel. Una sonrisa sádica se dibujó lentamente en el rostro del impostor mientras ladeaba la cabeza de manera perturbadora. Con una fuerza inesperada, tomó ambas muñecas de Rosario y comenzó a apretarlas y doblarlas de forma violenta. Rosario, incapaz de soportar el dolor intenso, se debilitó rápidamente y comenzó a caer arrodillada ante la impresionante fuerza del ser que habitaba el cuerpo de León.
Shadow: —Mira, solo fingí ser León porque él lo pidió, pero ya que me has descubierto, solo puedo decirte la verdaddijo el impostor, que se identificaba como Shadow, mientras reía con una locura satisfactoria y sedienta de maldad
Shadow: —Lo siento si querías a León, pero... nunca volverá.
Shadow soltó las muñecas de Rosario y, con una brutalidad renovada, la tomó firmemente del cuello, levantándola levemente antes de estrellarla contra una mesa cercana. Sus ojos brillaban con una mirada penetrante llena de pensamientos perversos mientras acariciaba el rostro de Rosario con sus dedos, moviéndose con un tono frío, sádico y seductor que, a pesar de su terrorífico matiz, resultaba inquietantemente atractivo.—Sería un desperdicio matar a alguien como tú... Quizás deberíamos jugar un poco antesdijo Shadow con un tono que mezclaba frialdad y seducción, provocando un escalofrío en Rosario.
A pesar del terror que sentía, Rosario intentó resistirse. Shadow, no dispuesto a perder su dominio, comenzó a someter su cuerpo debilitado con facilidad. Sin embargo, justo cuando parecía que Shadow iba a tomarla a la fuerza, un trozo de metal pesado fue lanzado a gran velocidad hacia el rostro del impostor, impactando de lleno y haciendo que cayera desmayado en el suelo. Benjamín, quien había sospechado que algo estaba mal, había decidido actuar. Tras escuchar la conversación y esperando el momento adecuado, intervino para proteger a Rosario.Benjamín: —¿Puedes traerlo de regreso? — preguntó Benjamín con firmeza, mirando a Rosario directamente a los ojos mientras se encontraban frente al cuerpo desmayado de León.Rosario vaciló al responder, pero finalmente dijo sin rodeos:Rosario: —Lo máximo que puedo hacer es traerlo de vuelta por unos minutos. Si quiere regresar, tendrás que convencerlo tú mismo.Benjamín contempló el cuerpo de su amigo, pensando en cómo actuaría León si estuviera en su lugar. Sabía que León, siendo sobreprotector y temeroso, habría tomado medidas aún más extremas. Sintió una punzada de culpa por no haber estado más cerca de él. Mirando nuevamente a Rosario, dijo con determinación:Benjamin: —Hagámoslo. Tráelo de nuevo. Yo lo convenceré, no importa si es a la fuerza. Intentaré convencer a los profesores para que nos ayuden, pero... si no funciona, tendremos que pensar en un plan B.