Al momento en que Agamedes toma la cruz, la luz tenue que iluminaba la habitación se apaga abruptamente, sumiéndolo en una oscuridad densa. Las paredes, antes silenciosas y quietas, empiezan a sangrar, manando hilos de líquido carmesí que gotean lentamente al suelo. Los susurros comienzan, reverberando en el aire, pero son incomprensibles, como voces antiguas que murmuran secretos ininteligibles. Agamedes, sin soltar la cruz, siente su peso incrementarse con cada segundo que pasa, tirando de él hacia el suelo con una fuerza abrumadora, como si la cruz misma quisiera aplastarlo bajo su carga.El frío hierro de la cruz quema sus manos, pero su mente es dominada por la sensación de un poder antiguo, como si la cruz estuviera hablando directamente a su alma, sin usar palabras. Antes de que sus piernas cedan y caiga al suelo, algo inusual sucede: Agamedes comienza a flotar, levantado en el aire por una fuerza invisible y divina, sus pies separándose del suelo. La cruz, aún en sus manos, parece fusionarse con su ser. En ese instante, los largos listones que colgaban inertes de cada esquina de la cruz cobran vida propia. Se deslizan y envuelven su cuerpo con fuerza, como serpientes envolviendo a su presa.Los listones se tensan alrededor de su torso, brazos y piernas, cada uno apretando con intensidad, y la sensación de que la cruz está "hablando" a través de ellos se intensifica. Agamedes, aún consciente de su entorno, siente una extraña conexión formarse entre él y el artefacto sagrado. Las voces en su mente se vuelven más claras, aunque aún misteriosas, como si lo estuvieran preparando para un destino que él aún no comprendía del todo.A medida que su cuerpo es cubierto casi por completo por los listones, algo llama su atención. En medio de la oscuridad y el caos a su alrededor, un destello aparece ante sus ojos. La forma de Atlok se materializa frente a él, prisionero en la confinación de su propio cráneo. La visión es perturbadora, pero imposible de ignorar. Los ojos de Atlok, aunque vacíos, parecen suplicar por liberación o alguna comprensión más allá del entendimiento de Agamedes.Agamedes siente cómo el dolor y el sufrimiento de Atlok lo invaden, como si su visión fuera más que una imagen: era una conexión profunda y espiritual. Mientras los listones continúan cubriéndolo, la prisión de Atlok resuena en su mente, atrapándolo en una mezcla de poder, sufrimiento y destino inevitable.El momento es breve pero eterno al mismo tiempo. La cruz y Agamedes están ya unidos de una manera que va más allá del entendimiento físico, y la imagen de Atlok se desvanece justo antes de que los listones terminen de envolver completamente a Agamedes.