Dextera Dei despierta en la entrada del trono celestial, con su visión todavía borrosa por los últimos momentos de su transformación. Al levantar la cabeza, el caos de la batalla lo recibe con una intensidad abrumadora. Los Primigenios, seres colosales y oscuros más allá de la comprensión humana, están a punto de destruir a los últimos soldados divinos que luchan en un acto desesperado. El cielo se tiñe de sangre y fuego, las nubes giran violentamente, mientras la guerra entre lo divino y lo primigenio consume todo.Dextera alcanza a ver a Sigryn, su figura volando con desesperación, alejándose de la batalla mientras se desvanece entre las nubes, y por un momento sus pensamientos se detienen en ella. Pero su atención rápidamente es capturada por otra visión: Atlok, su otrora mentor, devorado por la furia caótica de Azathoth, el Primordial del Caos. Atlok ya no es más que una prisionera alma atrapada en su propio cráneo, sin esperanza de escape. La vista llena de agonía y locura al devorar su ser es una imagen que Dextera Dei siente quemar dentro de sí, pero no le produce horror, sino una fría determinación. Él ya no es Agamedes.Su personalidad, sus miedos, sus antiguas creencias, todo ha sido consumido, reemplazado por la presencia de algo más grande. Él ya no es un simple mortal, ni siquiera un elegido. Es ahora el Heraldo de Dios, la Venganza Divina. Su nuevo nombre resuena en su ser: Dextera Dei, "La Mano Derecha de Dios".A su lado, la cruz que alguna vez fue un símbolo de redención, ha cambiado. Tres enormes hojas se extienden desde su centro, transformándola en un Espadón de tres metros de largo, resplandeciente con un poder divino. Para cualquier otro, este espadón sería una carga insoportable, pero para Dextera Dei, es ligera como una espada corta, una extensión natural de su voluntad.Con un movimiento lento y deliberado, recarga la enorme arma en su hombro, sus ojos se llenan de una mezcla de vacío y resolución. Mientras se prepara para entrar en la batalla, una armadura se materializa a su alrededor, cubriéndolo de pies a cabeza. Su brillo oscuro es tan profundo como la noche más oscura, y desde sus hombros cuelgan dos fragmentos de capa roja partida, cada una meciéndose en el viento cargado de destrucción.Pero en el momento en que se inclina hacia adelante, listo para lanzarse a la batalla, esas mismas capas se transforman. Arden en un fuego carmesí, transformándose en enormes alas flameantes que envuelven el aire a su alrededor. Dextera Dei siente el poder resonar dentro de él, sus alas reflejan la ira divina, listas para destrozar a los Primigenios que han osado desafiar el Reino de los Cielos.La guerra lo llama, y sin dudar, Dextera Dei se lanza hacia los enemigos. Los susurros del pasado ya no lo atormentan. Su única misión es destruir, purgar, y llevar el juicio divino a aquellos que lo merecen. El fuego de sus alas ilumina el cielo mientras su espadón se prepara para caer sobre los Primigenios, una extensión del mismo Dios en busca de venganza.Dextera Dei ya no es el hombre que fue, y el cosmos está a punto de conocer el peso de su nueva existencia.