Capítulo 12: El Corazón del Castillo y la Tormenta de Poder
El viento cortante de la tormenta rugía afuera, pero dentro del castillo, el caos era absoluto. La poderosa magia inmensurable del prisma había sido absorbida por Rayjou Tamashi, el líder de los samuráis, y con ello, el destino del reino estaba sellado.
Las aguas subían rápidamente, inundando cada rincón del castillo y arrasando con todo lo que se encontraba a su paso. Las paredes crujían bajo la presión de la marea y los ecos de los gritos de los habitantes resonaban a través de los pasillos.
En el corazón del castillo, Edgard, el rey, se encontraba en un enfrentamiento desesperado contra Rayjou. Los ojos de Edgard se abrieron desmesuradamente al reconocer la figura que estaba frente a él. La masa de agua lo rodeaba, y la sala parecía estar a punto de sucumbir al caos.
Pero lo que más lo sorprendió no fue la inundación, sino la monstruosa transformación de su antiguo aliado. Rayjou, el hombre que una vez había considerado un hermano, estaba ahora sumido en una oscuridad abrumadora.
("Edgard"): — Rayjou... ¿eres tú?
La voz de Edgard temblaba al pronunciar esas palabras, incapaz de comprender lo que veía. Rayjou no respondía, solo lo miraba con una mirada fría y despiadada, sus ojos brillaban con el mismo poder destructivo que emanaba de su cuerpo. El prisma lo había transformado en algo irreconocible, más allá de cualquier límite humano.
("Rayjou"): — ¿Tú qué creías, Edgard? ¿Que el poder no me cambiaría? Mi alma se ha fundido con la oscuridad. Y ahora todo lo que queda es destruir. Este reino será hundido, y todo lo que amaste será borrado bajo las aguas.
La voz de Rayjou resonaba en las paredes del castillo, mientras su poder seguía creciendo, absorbiendo todo a su alrededor. Las aguas del océano parecían haberse desatado bajo su control, inundando el castillo , el reino , y todo el país entero. El agua se elevaba a gran velocidad, engullendo la vida de todos los que se encontraban en su camino, como un tsunami arrasador.
En las calles, los gritos de los ciudadanos se perdían entre los rugidos de las olas. Los sobrevivientes corrían hacia cualquier lugar más alto, pero el agua los alcanzaba rápidamente. Todo estaba siendo engullido por la tormenta desatada por el líder samurái.
Mientras tanto, Mika se encontraba en el castillo, luchando contra el pánico que se apoderaba de su corazón. Había llegado para buscar a su padre, Edgard, pero la situación era aún peor de lo que había imaginado. Los muros del castillo habían sido destruidos por la corriente, y el agua subía rápidamente, arrasando todo a su paso.
("Mika"): — ¡Papá! ¡¿Dónde estás?!
Pero antes de que pudiera hacer más, una figura pequeña apareció ante ella. Ryu, el dragón con alas brillantes, apareció desde el vacío. Sin hacer ruido, se acercó rápidamente y con un simple movimiento de sus alas, creó un portal resplandeciente. El portal brillaba con una luz cegadora, invitando a Mika a escapar del castillo en ruinas.
El portal estaba abierto, y sin pensarlo, Mika dio un paso hacia él, aliviada por la aparición del dragón. La oscuridad del castillo y la furia del agua ya no importaban. Solo importaba salir de allí.
Mientras tanto, Juske y Frost estaban siendo arrastrados por las aguas. De repente, la corriente los alcanzó, cubriéndolos de pies a cabeza. El agua subía como un monstruo interminable, pero antes de que pudieran hacer algo, Ryu apareció nuevamente, sin emitir sonido alguno. Movió sus alas una vez más y creó un portal de emergencia.
Sin dudarlo, el grupo se apresuró a entrar al portal. En un parpadeo, llegaron a una sección más alta del castillo donde el agua aún no había alcanzado su nivel más peligroso. Sin embargo, el tiempo apremiaba, y Mika, con el rostro lleno de determinación, estaba lista para regresar al corazón del castillo.
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("Frost"): — ¡Princesa Mika! Que bueno que esta bien... pensé que le había pasado algo por el agua.
Dijo Frost preocupado mientras abrazo fuertemente a la princesa mika.
("Mika"): — ¡Tengo que ir por mi padre! ¡Él está ahí, con ese samurai psicópata en el corazón del castillo!
Pero Frost la detuvo con un gesto firme, evitando que se adentrara más en el castillo inundado.
("Frost"): — No es posible, Mika. El agua ha arrasado toda la parte inferior del castillo. Incluso el corazón está completamente inundado.
("Scarlett"): — Es demasiado peligroso. Necesitas estar a salvo.
Mika miró a su alrededor, sus ojos llenos de angustia. Quería ir a buscar a su padre, pero sabía que las probabilidades de sobrevivir en el castillo inundado eran escasas.
("Mika"): — Pero que pasara con mi papá.
Sin embargo, Juske, con una determinación férrea en el rostro, dio un paso adelante.
("Juske"): — Yo iré a buscarlo. No puedo quedarme aquí sabiendo que mi padre está allí.
("Frost"): — ¡No! Juske, es una locura. ¡Podrías morir!
Juske miró a Mika, su mirada era inquebrantable.
("Juske"): — Si me quedo, todos estarán perdidos. Yo iré. Pueden quedarse aquí.
Mika dudó, pero al final asintió, con los ojos llenos de preocupación. Juske se sumergió en las aguas, sin mirar atrás. La Máscara Carmesí que llevaba puesta le otorgaba un poder más allá de la lógica: el manto de mana que cubría su cuerpo le permitía respirar bajo el agua y nadar con agilidad, como si su cuerpo hubiera evolucionado al entorno acuático.
La corriente era fuerte, pero Juske nadaba con rapidez y precisión, pero no parecía afectar el cuerpo de juske. Más bien parecia una criatura marina, guiado por las instrucciones que Frost le había dado para llegar al corazón del castillo.
El agua lo rodeaba, pero gracias a la máscara, podía respirar y avanzar como si estuviera en su elemento. La oscuridad del agua y la fuerza de la marea no parecían detenerlo, juske podía ver con mucha claridad en la oscuridad que estaba bajo el agua.
En el corazón del castillo, la batalla entre Edgard y Rayjou continuaba. Rayjou, con el poder del prisma a su disposición, había alcanzado un nivel de fuerza imparable. Edgard, agotado y herido, ya no podía hacerle frente.
("Rayjou"): — El reino y el pais entero estan bajo mi poder, Edgard. Y tú serás testigo de su caída. No hay nada que puedas hacer.
("Edgard"): — Porque Rayjou... Qué te paso. Yo pensé que habías muerto.
("Rayjou"): — Morir. Qué palabra tan simple para describir lo que pasé. No, Edgard, no morí. Fui traicionado, abandonado por ti... y ahora he renacido.
La figura de Rayjou era imponente, envuelta en una armadura oscura que parecía absorber la luz misma. El poder del prisma brillaba en sus ojos, un fuego infinito que amenazaba con consumirlo todo.
("Edgard"): — Si alguna vez fui culpable de abandonarte, lo lamento, pero esto... Esto no es justicia, Rayjou. Esto es destrucción.
Rayjou extendió los brazos, la energía del prisma girando a su alrededor como un huracán.
("Rayjou"): — Justicia es un concepto para los débiles. Lo que yo ofrezco es un nuevo comienzo. Este reino será destruido, y de sus cenizas, renacerá bajo mi control.
("Rayjou"): — Tú, que te convertiste en rey, olvidaste a los que te rodeaban. Mientras tú crecías en la comodidad de tu trono, yo sufrí en las sombras. Pero ahora, Edgard, el tiempo de pagar tus deudas ha llegado.
Rayjou levantó una de sus manos, conjurando una púa de oscuridad que brillaba con un resplandor maligno. Estaba listo para dar el golpe fatal.
Pero en ese momento, algo inesperado ocurrió. Un ruido sordo, como si algo estuviera a punto de estrellarse, resonó en la sala. Sin previo aviso, Juske irrumpió en la escena de manera cómica, cayendo sobre Rayjou con la cabeza por delante, empujándolo hacia el suelo.
("Juske"): — ¡AAAAAY! ¡DUELEEE!
Rayjou se levantó rápidamente, atónito por la entrada tan… extraña de Juske.
("Rayjou"): — ¿Quién es ese payaso? Oye tú, ¿Quién te crees que eres imbecil?
Edgard, sorprendido y aliviado, observó como Rayjou quedaba desestabilizado por el golpe inesperado. Juske, aún atónito por su propia entrada, se levantó con torpeza.
("Juske"): — ¿Qué acaba de pasar?
Rayjou miró a Juske con furia, hirviendole la sangre por haber interrumpido su venganza.
("Edgard"): — ¿Y tú chico?
("Juske"): — Eso no importa ahora , vine a sacarlo de aquí.
Con Rayjou desorientado por la aparición inesperada, Juske sabía que era el momento de tomar la última oportunidad para detener la destrucción que él mismo había ayudado a desatar. La batalla por el futuro del reino estaba lejos de terminar.
El eco de la explosión aún resonaba en el corazón del castillo. Juske, con su peculiar entrada, se encontraba frente a Rayjou Tamashi, cuya mirada estaba cargada de una furia insondable. Edgard, todavía en el suelo, observaba atónito al extraño que había irrumpido en su combate y, de alguna manera, lo había salvado.
("Edgard"): — ¿Quién... quién es este sujeto?
Juske, aún sacudiéndose el polvo de la cabeza, se giró hacia Edgard con una sonrisa despreocupada.
("Juske"): — ¿Quién, yo? Solo un tipo con una máscara genial y muy mala suerte. Ahora, ¿podemos movernos antes de que el "samurái enojado" nos mate a todos?
Rayjou no compartía el sentido del humor. Su energía oscura comenzaba a pulsar, distorsionando el aire a su alrededor.
("Rayjou"): — Nadie saldrá de aqui con vida. Edgard es mío, y tú... tú pagarás por esta interrupción absurda.
("Juske"): — Uy, que miedo.
Sin previo aviso, Rayjou se lanzó contra Juske, desatando una ráfaga de cortes rápidos con su katana envuelta en energía oscura. Juske, sorprendentemente ágil, esquivó los ataques con movimientos improvisados que parecían más suerte que habilidad.
("Juske"): — ¡Whoa! ¿No te vas a calmar si te digo que lo hagas cierto?
Edgard, mirando la escena, no podía decidir si estaba impresionado o aterrorizado.
("Edgard"): — ¿Cómo está esquivando esos ataques?
("Rayjou"): — ¡Deja de moverte como un bufón y enfréntame!
("Juske"): — Bufón, ¿eh? Bueno, eso es ofensivo. Prefiero "atleta del caos".
("Rayjou"): — ¡TUS CHISTES FORZADOS NO DAN RISA ENANO!
Rayjou rugió de frustración y lanzó una onda de energía oscura que desintegro el suelo bajo los pies de Juske. Este cayó por un momento, pero su máscara reaccionó, envolviéndolo en un manto de mana que lo impulsó de vuelta al aire.
("Juske"): — ¡Ja! Está máscara es impresionante.
Rayjou, sin perder el ritmo, extendió una mano hacia el cielo. El aire se volvió pesado, y una presión invisible comenzó a envolver la sala.
("Rayjou"): — Basta de juegos.
El flujo de mana oscuro de Rayjou se comprimió, transformándose en una energía diferente. Las sombras parecían inclinarse hacia él mientras su figura irradiaba una fuerza abrumadora.
("Edgard"): — ¿Qué está haciendo?
("Rayjou"):
De inmediato, el peso en la habitación cambió. Juske fue arrastrado hacia el suelo con una fuerza que lo aplastaba contra las piedras.
("Juske"): — ¡Uf! Oye, ¿qué pasa con esto? ¿Intentas hacerme adelgazar a la fuerza?
Rayjou no respondió. Con un gesto, levantó su mano y el castillo entero comenzó a temblar. Las paredes se rompían, el suelo se deslizaba, y de repente, el agua que inundaba el castillo comenzó a fluir hacia el exterior.
("Edgard"): — No puede ser...
El castillo, con toda su inmensidad, comenzó a elevarse en el aire, flotando como si fuera una hoja atrapada en una corriente ascendente. El agua caía en cascadas hacia abajo, creando una lluvia torrencial sobre el reino sumergido.
Juske, todavía atrapado bajo la presión gravitatoria, miró a Rayjou con una mezcla de incredulidad y sarcasmo.
("Juske"): — ¿De verdad? ¿Ahora estamos volando? ¿Qué sigue? ¿Vas a crear tu propio planeta?
Rayjou respondió lanzando una esfera comprimida de gravedad directamente hacia Juske. Este, con un último esfuerzo, utilizó el mana de su máscara para impulsarse fuera del impacto, esquivándola por un pelo.
("Juske"): — ¡Eso estuvo demasiado cerca! ¿Cuando te volviste más fuerte?
Rayjou avanzó, cada paso resonando con la fuerza de su magia.
("Rayjou"): — Esto no es un juego. Literalmente vas a morir ¿Acaso no ves la gravedad de tu situación?
Juske se puso de pie, sacudiéndose el polvo. Su sonrisa había desaparecido, reemplazada por una expresión más seria.
("Juske"): — Entiendo, admito que esto ya no es divertido. Por todo lo que has causado en el país y el reino.
Edgard observaba la transformación de Juske con interés. Había algo en él, algo que iba más allá de la máscara y las bromas.
("Juske"): — Si vamos a hacer esto, entonces vamos a tener que pelear en serio.
Con un movimiento fluido, Juske activó la Máscara Carmesí. Una corriente de energía electrica envolvió su cuerpo, formando una armadura translúcida de manto de mana rojo oscuro que brillaba con intensidad.
("Juske"): — Muy bien. Hora de que veas lo que este "bufón" puede hacer.
Rayjou, sin inmutarse, levantó ambas manos. Las fuerzas gravitatorias se intensificaron, distorsionando el espacio a su alrededor.
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("Rayjou"): — Ven. Demuestra que no eres solo un desperdicio de tiempo.
Con el castillo flotando en el cielo y el destino del reino pendiendo de un hilo, la verdadera batalla estaba a punto de comenzar. Juske, por primera vez, dejaba las bromas de lado. Pero incluso en medio de la intensidad, había algo claro: no se rendiría.
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El castillo flotaba en lo alto del cielo, suspendido por una magia que retaba las leyes de la naturaleza. Las estrellas parecían tan cercanas que parecían que se podían tocar, y el viento frío del cielo acariciaba los rostros de los combatientes. Juske y Rayjou se enfrentaban en un duelo que parecía trascender la realidad.
("Rayjou"): — ¿Te impresiona? Este es el poder de la conversión elemental.
Rayjou extendió su brazo, y el flujo de mana oscuro comprimido comenzó a expandirse, emanando una presión abrumadora.
("Rayjou"): — La oscuridad pura es destructiva, sí, pero infinita. Sin embargo, al comprimirla, he alcanzado un nuevo umbral: el elemento gravedad. Con esta magia, puedo controlar a voluntad la gravedad.
("Rayjou"): — Aunque debo admitir que la magia de gravedad es nueva para mi y aún no estoy acostumbrado a su poder. Pero con esto podré conseguir mi cometido.
Juske observaba, atento, mientras la energía gravitatoria a su alrededor distorsionaba el espacio.
("Juske"): — Vaya, todo eso suena muy impresionante... Pero no entiendo ni la mitad.
Rayjou frunció el ceño.
("Rayjou"): — ¿Realmente estás bromeando en un momento como este?
("Juske"): — Claro que sí. Es lo que hago cuano ando nervioso. Pero si quieres hablar de magia y mana, déjame mostrarte algo.
("Edgard"): — No puede ser. Estoy muerto.
Dijo Edgard quien observaba desde una distancia a juske payaseando.
Juske dejó que el flujo de mana se manifestara, envolviendo su cuerpo en un manto carmesí brillante que se movía como fuego líquido. Sus movimientos parecían más ligeros, más precisos, mientras su energía fluía en perfecta sincronía con su máscara.
("Juske"): — Mira, no soy el tipo que entiende conversiones ni elementos, pero sé una cosa: ¡Si voy a pelear, para salvar a este país y al rey!
Rayjou, sin perder tiempo, alzó ambas manos, y fragmentos del castillo comenzaron a desprenderse y flotar en el aire, rodeando a Juske.
("Rayjou"): — No necesitarás tu forma de pelear si no tienes dónde pisar.
Los trozos de roca comenzaron a girar en el aire, dejando a Juske sin suelo firme. El castillo, su estructura otrora imponente, se convertía en una tormenta de escombros suspendidos por el mana gravitatorio de Rayjou.
("Rayjou"): — Admite tu derrota. ¡Esta pelea ya la tengo ganada!
Juske se lanzó hacia adelante, impulsado por su mana. Pisaba las rocas flotantes con agilidad, buscando puntos de apoyo mientras esquivaba los proyectiles de Rayjou. Sin embargo, en un instante de distracción, notó algo que lo preocupó: Edgard, herido, se tambaleaba en una sección inestable del castillo que aún quedaba.
("Juske"): — ¡No era necesario Despedazar el enorme castillo!
Rayjou, con una sonrisa sádica, lanzó una ráfaga de mana gravitatorio hacia la plataforma donde estaba Edgard, rompiéndola en pedazos. Edgard comenzó a caer.
("Edgard"): — ¡Maldición!
Juske reaccionó al instante. Reuniendo una cantidad masiva de mana, creó un flujo carmesí que lo lanzó en picado hacia Edgard.
("Juske"): — ¡Aguanta, viejo!
El flujo de mana de Juske envolvió a Edgard como una red, ralentizando su caída y estabilizándolo. Mientras Edgard descendía hacia el lugar donde estaban Mika, Frost y Scarlett, el flujo de mana carmesí no solo lo protegía, sino que también comenzaba a cerrar sus heridas.
("Edgard"): — ¿Qué...? ¿El mana de este chico me esta curando?
Desde abajo, Mika miraba asombrada cómo Edgard descendía suavemente hacia ellas.
("Mika"): — ¡Papá! Estas a salvó
("Edgard"): — O mika, que bueno que estas bien hija.
Scarlett observaba con seriedad.
("Scarlett"): — Que haces juske. Tienes que volver.
Mientras tanto, Juske regresó al combate en el cielo, quedando completamente solo con Rayjou.
("Rayjou"): — Eres molesto, lo sabes, ¿verdad? Pero no importa igual ya decidí lo que pienso hacer con el pais hyren una vez que estés muerto.
Rayjou canalizó su mana gravitatoria, creando un orbe oscuro que parecía devorar la luz a su alrededor.
("Rayjou"): — Esta magia está en otro nivel. No importa cuánto intentes, no puedes igualarme.
Juske aterrizó en una roca flotante, su manto de mana brillando con intensidad.
("Juske"): — ¡Ya cállate! Todos sabemos que manipulas la gravedad a voluntad, solo pelea.
Rayjou lanzó el orbe hacia Juske, quien lo esquivó en el último segundo. La esfera impactó contra un grupo de escombros, desintegrandolos por completo.
("Rayjou"): — ¡Cómo quieras!
("Juske"): — ("Esto va en serio").
El manto de mana de Juske comenzó a expandirse, envolviendo cada parte de su cuerpo con mayor densidad. Su energía carmesí resonaba como un tambor de guerra en el aire.
("Juske"): — Vamos a ver si tu gravedad puede soportar mi poder carmesí.
La batalla estaba lejos de terminar. Con el castillo flotando en el cielo y ambos luchadores desatando el máximo de sus poderes, el enfrentamiento prometía cambiar el destino de todo el reino.
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El aire en el cielo vibraba con una intensidad insoportable. Juske y Rayjou flotaban en medio de un campo de escombros, rodeados por estrellas y fragmentos del castillo que giraban a su alrededor como un cinturón de asteroides. Cada uno de sus movimientos resonaba en el vacío, una danza mortal de poderes que desafiaban la naturaleza misma.
La gravedad —explicó Rayjou, su voz cortante mientras un anillo oscuro de mana gravitatorio se formaba alrededor de él—, no era simplemente una fuerza que atraía los cuerpos hacia el suelo. Era una curvatura en el tejido del espacio-tiempo, una consecuencia de la masa que deformaba su entorno. Y al comprimir suficiente masa en un punto, al concentrar una densidad infinita, se podía crear algo inimaginable: un agujero negro.
Rayjou levantó ambas manos, y el aire a su alrededor comenzó a distorsionarse. Los fragmentos de roca que flotaban cerca eran arrastrados hacia un punto central que se formaba frente a él. Era pequeño al principio, del tamaño de un grano de arena, pero su densidad y atracción crecían exponencialmente. El flujo de mana gravitatorio se condensaba hasta que el punto negro pareció devorar la luz misma, dejando una esfera de oscuridad pura.
La presión del entorno se volvió insoportable. Las ondas gravitatorias generadas por la singularidad comenzaban a atraer todo lo que estaba cerca, deformando el espacio y creando un zumbido agudo que parecía resonar en los huesos.
Juske observó la esfera oscura con una mezcla de asombro y seriedad.
El flujo de mana que envolvía su cuerpo reaccionó instintivamente, estabilizándolo en medio del caos. Con un movimiento ágil, reunió su propia energía y lanzó pequeñas esferas de mana carmesí hacia Rayjou. Estas bolas brillaban con un resplandor intenso antes de impactar, ralentizando los fragmentos de roca en su trayectoria y explotando en ráfagas concentradas.
Rayjou esquivó los ataques de Juske con una precisión impecable, pero el impacto de las explosiones comenzó a alterar el equilibrio de su entorno. Las rocas, que antes flotaban en órbitas caóticas, ahora seguían trayectorias impredecibles. Juske, observando esto, tuvo una idea.
Aprovechando el flujo de mana que dominaba, comenzó a transmutar los objetos que lo rodeaban. Una roca que giraba en su dirección fue cubierta por un manto de energía y, al instante, comenzó a rebotar como si fuera una pelota de goma, desviándose hacia Rayjou con una velocidad inusitada.
Rayjou extendió su mano, deteniendo la roca con su gravedad comprimida, pero Juske no se detuvo. Otra roca, transformada en un objeto más ligero y flexible, lo golpeó desde un ángulo inesperado. Juske estaba experimentando, aprendiendo a manipular el entorno con una precisión calculada.
Rayjou, enojado por la resistencia de Juske, invocó un segundo agujero negro, esta vez más grande. La atracción gravitatoria era tan poderosa que incluso el flujo de mana de Juske comenzó a tambalearse.
Las rocas rebotaban erráticamente, algunas siendo arrastradas hacia la singularidad, otras escapando en trayectorias erráticas.
Juske, lejos de asustarse, se centró. Canalizó su mana en una gran esfera brillante que creció en sus manos, lo suficientemente densa como para contrarrestar las fuerzas gravitatorias de los agujeros negros. La esfera giraba rápidamente, su energía aumentando a cada segundo.
Cuando Rayjou lanzó su ataque, intentando atraer a Juske hacia la singularidad, Juske liberó la esfera. El impacto resultante creó una onda de choque que desvió los fragmentos flotantes y desestabilizó momentáneamente a Rayjou.
La pelea se convirtió en un espectáculo de habilidades y resistencia. Juske, saltando de roca en roca, manipulaba los objetos a su alrededor con un ingenio impresionante. Rayjou, por su parte, demostraba el control absoluto de su elemento, doblando la gravedad y el espacio a su favor.
El castillo flotante, ahora completamente despedazado, se asemejaba a un campo de batalla cósmico. Juske y Rayjou eran como titanes, luchando en medio de un cielo que parecía extenderse hasta el infinito.
Con cada movimiento, el flujo de mana se intensificaba, y la batalla se acercaba a un punto crítico. Ambos combatientes sabían que no podían mantenerse en equilibrio por mucho más tiempo.
Juske, mirando fijamente a Rayjou, respiró profundamente. Su manto de mana brilló con una intensidad renovada mientras se preparaba para su próximo movimiento. La batalla aún no había terminado, y Juske no tenía intención de retroceder.
El puño de Rayjou impactó el torso de Juske con una fuerza abrumadora, imbuida de gravedad comprimida que amplificó su poder más allá de cualquier límite natural.
La onda expansiva no solo desintegró los fragmentos restantes del castillo flotante, sino que resonó por todo el planeta como un eco cósmico.
Las aguas inundadas del reino se agitaron como si el océano hubiera cobrado vida, y el cielo se rasgó con el brillo del flujo de mana liberado por el golpe.
Juske salió disparado como un meteoro en ascenso, su cuerpo atravesando la atmósfera con una velocidad tan descomunal que el aire a su alrededor se comprimió, encendiéndose en llamas.
La capa orbitaria del planeta se rompió en un destello cegador cuando el flujo de mana que lo envolvía perforó la barrera como si fuera de papel.
Rayjou observó su propia obra desde el fragmento más alto del castillo destruido, con una mezcla de orgullo y enojo.
("Rayjou"): — ¡Toma eso, payaso! A ver si respiras en el espacio exterior. —Su tono goteaba desprecio, mientras su mirada permanecía fija en el cielo.
Mientras tanto, en la superficie, los ciudadanos del reino, atrapados en la devastación de las aguas y la destrucción, alzaron la vista. Un destello brillante cruzó el firmamento, como una estrella fugaz, y comenzaron a murmurar entre ellos.
("Ciudadano 1"): — ¿Qué es eso?
("Ciudadano 2"): — Parece un cometa… pero brilla demasiado.
("Ciudadano 3"): — ¡Miren cómo va hacia la luna!
Lejos de la vista de todos, Juske emergió al espacio exterior. El silencio absoluto lo envolvió como una manta infinita. Sus ojos se abrieron con asombro mientras veía el planeta azul y verde en toda su majestuosidad, suspendido en el vacío.
—Esto es… increíble. —Pensó Juske, su voz ahogada mientras sentía la falta de aire.
Por un breve momento, la asfixia lo golpeó, pero entonces el manto de flujo de mana reaccionó. La máscara carmesí que llevaba comenzó a adaptarse, generando un campo protector alrededor de su cuerpo. Juske sintió cómo el mana fluía dentro y fuera de su ser, estabilizando su respiración y protegiéndolo del vacío del espacio.
— ¿Acaso es la máscara? ¡Genial ahora puedo respirar en el espacio!
El asombro fue reemplazado rápidamente por determinación. Juske, flotando frente a la luna, plantó ambos pies en la superficie rocosa y canalizó su mana hacia ellos.
Un impulso poderoso lo lanzó hacia adelante, acumulando velocidad mientras atravesaba la distancia entre la luna y el planeta en cuestión de segundos.
Desde la superficie, el destello de su regreso fue más brillante que su salida. Un rayo de luz descendió con furia, atravesando las nubes y cortando el cielo como una lanza divina.
Rayjou, que apenas comenzaba a descender hacia el suelo, se detuvo en seco al sentir una presencia familiar. Sus ojos se abrieron de par en par mientras un grito brotaba de su garganta.
("Rayjou"): — ¡¡¡¿Cómo volviste?!!! ¡Te lancé hasta la lunaaaaa!!!
Juske apareció flotando frente a él, envuelto en un aura de mana tan intensa que parecía iluminar el cielo nocturno. Dos cuernos finos, de un rojo profundo, habían surgido de su frente, brillando con un resplandor ominoso. Su expresión era fría, pero sus ojos ardían con furia contenida.
("Juske"): — La máscara se adapta y evolucióna a su usuario a cualquier tipo de fenómeno y acción, y por lo que veo no tiene fin cuando lo hace.
El tono calmado de Juske solo enfureció más a Rayjou, que retrocedió unos pasos, incapaz de procesar lo que veía.
Juske extendió una mano hacia Rayjou, y su manto de flujo de mana comenzó a expandirse, resonando con una potencia renovada.
("Juske"): — Creo que me subestimaste. Eso fue un error.
La batalla no había terminado. Había comenzado una nueva fase, y el verdadero poder de Juske estaba a punto de desatarse.
CONTINUARÁ...