El cielo era un espectáculo de destrucción inminente. El meteoro conjurado por Rayjou no solo teñía las nubes de tonos carmesí y negros, sino que parecía doblar la luz misma a su alrededor, generando un vacío oscuro que engullía la esperanza de quienes lo observaban desde el suelo. Su impacto no solo prometía borrar Hyren, sino también hervir los océanos y borrar del mapa a miles de países en un solo instante.
Pero mientras la catástrofe se acercaba, las aguas inundaban las calles de Hyren y una historia paralela se desarrollaba.
El agua había cubierto todo a su paso, arrastrando restos de edificios, calles y la esperanza de la resistencia. En este caos, Mizuhara, el samurái del agua, permanecía inmóvil dentro de su prisión de hielo, resultado de la magia de Mika. A pesar de su inmensa habilidad, su derrota pesaba en su orgullo. Sin embargo, cuando las mareas comenzaron a alzarse, algo cambió.
La inmensa energía mágica del agua que lo rodeaba amplificó su conexión con su elemento. La presión y las corrientes intensas le permitieron romper el hielo que lo contenía con un estallido que sacudió las profundidades del castillo inundado. Mizuhara respiró profundamente mientras sentía el flujo del agua como una extensión de su voluntad.
No muy lejos de él, Yuzai, el samurái del veneno, se encontraba atado por una soga mágica. La presión del agua aumentaba, y con cada segundo, la oscuridad se hacía más pesada.
Había aceptado su destino, cuando una corriente potente lo envolvió y, frente a él, apareció Mizuhara.
Con un movimiento de su katana mágica, Mizuhara cortó las ataduras de Yuzai y, usando su magia de agua, creó una burbuja de oxígeno alrededor de ambos. Sus palabras fueron claras:
("Mizuhara"): — Yuzai, no podemos quedarnos aquí. El jefe Rayjou nos necesita. Este desastre no es fortuito; debemos detenerlo.
("Yuzai"): — ¿Rayjou? ¿Ese loco? Está claro que ha perdido el juicio. Pero si tenemos que enfrentarlo, lo haré... aunque eso signifique morir.
Los dos samuráis ascendieron a la superficie, arrastrados por una corriente generada por Mizuhara.
Cuando llegaron a las calles de Hyren, ahora un mar abierto, vieron el meteoro en el cielo. Era un recordatorio del poder absoluto que Rayjou había desatado.
Mientras el caos reinaba, Mizuhara y Yuzai sabían que su única esperanza residía en el Pergamino del Agua, una reliquia ancestral resguardada en la legendaria Bóveda de las Reliquias Mágicas.
La bóveda, más grande que cualquier montaña en Hyren, era un artefacto en sí misma, una creación de los antiguos magos del mundo. Su interior era una paradoja: un espacio infinito sostenido por una reserva de energía mana mágica ilimitada.
La bóveda utilizaba un principio conocido como la compresión mágica dimensional, una técnica que manipulaba el tejido del espacio y el tiempo para crear un espacio interno mucho mayor que su exterior.
Este espacio infinito estaba estabilizado por una fuente inagotable de maná que fluía desde los mismos cimientos del mundo, conectada a los "Las burbujas mágicas".
Su reserva de energía infinita permitía que dentro de la bóveda no hubiera límites para la creación o almacenamiento de objetos mágicos.
Este flujo de energía se regulaba por un conjunto de sellos arcanos, cada uno diseñado para reaccionar únicamente al hechizo de desbloqueo, conocido solo por el rey Edgard y el comandante Frost.
("Mizuhara"): — La bóveda es la clave. Si conseguimos el Pergamino del Agua, podremos amplificar mi control sobre este elemento y detener el meteoro.
("Yuzai"): — ¿Y cómo piensas entrar? Esa bóveda no se abrirá con fuerza bruta. Necesitamos a Frost, y rápido.
Ambos sabían que el tiempo jugaba en su contra. El meteoro no se detendría y, con cada segundo, Hyren y sus alrededores se acercaban a la aniquilación.
Con las calles sumergidas, encontrar al comandante Frost era una tarea monumental. Mizuhara utilizó su magia para generar un mapa fluido de la ciudad inundada, rastreando las corrientes en busca de signos de movimiento.
Mientras tanto, Yuzai liberaba pequeños rastros de veneno en el agua, esperando alguna reacción que indicara presencia humana.
Después de una hora de búsqueda desesperada, encontraron a Frost, y los demás. Estaban ayudando a los habitantes a encontrar refugio.
Estaban apunto de pelear , Pero el Rey Edgard se interpuso frente a ellos... Sabía lo que querían... Era obvio la expresión de miedo que tenían ellos.
("Mizuhara"): — Comandante Frost, necesitamos tu ayuda. ¡El pergamino del agua es nuestra única esperanza!
("Frost"): — ¿El pergamino? ¿Han perdido la cabeza? Esa cosa es inestable. Podría destruirnos tanto como salvarnos.
("Yuzai"): — Si no hacemos algo ahora, no habrá nadie vivo para preocuparse por las consecuencias.
("Frost"): — Muy bien, Rey Edgard, Mizuhara, Yuzai, Scarlett, Mika… creo que todos necesitamos entender exactamente qué estamos enfrentando aquí. ¿Qué es esta bóveda, de qué está hecha, y por qué es tan importante el pergamino del agua?
("Edgard"): — La Bóveda de Reliquias Mágicas no es solo un lugar de almacenamiento, Frost. Es un último bastión para contener lo que podría destruirnos a todos.
— Fue construida con cristal de éter, un material creado mediante la unión de magia condensada y cuarzo puro. Su resistencia física y mágica es incomparable. Puede absorber impactos y bloquear cualquier intento de manipulación mágica desde dentro o fuera.
("Mizuhara"): — Fascinante. ¿Y qué lo hace tan efectivo para contener magia tan poderosa?
("Edgard"): — La estructura de la bóveda está encantada con magia de compresión dimensional. Desde fuera, parece una simple edificación grande. Como una montaña, pero por dentro, alberga un espacio infinito, Teniendo Incontables burbujas con flujos de tiempo diferentes y propios diseñados para cada reliquia.
Cada burbuja tiene runas de aislamiento mágico que neutralizan cualquier efecto del objeto en su interior. Esto evita que las reliquias afecten o interactúen entre sí.
("Yuzai"): — Entonces, ¿hay incontables artefactos como ese pergamino aquí dentro?
("Edgard"): — Más de los que podría contar. Algunos son herramientas útiles, pero otros… son auténticos desastres en potencia. El Pergamino del Agua, en particular, es uno de los más peligrosos.
("Scarlett"): — ¿Qué hace exactamente ese pergamino?
("Edgard"): — Control absoluto sobre el agua y todo el contiente acuático. Quien lo maneje puede moldear mares, crear tsunamis o incluso hervir océanos enteros con un simple comando. Su poder es devastador, y por eso está sellado en el compartimento más profundo de la bóveda.
("Mizuhara"): — ¿Y qué hay de su acceso? ¿Por qué no simplemente destruirlo?
("Edgard"): — Porque algunas cosas no pueden ser destruidas. La magia que lo creó es tan antigua y poderosa que cualquier intento de eliminarlo podría liberarlo. Por eso está confinado aquí, en un lugar donde solo yo, o alguien con las palabras de desbloqueo, puede alcanzarlo.
("Mika"): — Pero si Rayjou está dispuesto a destruir Hyren, necesitamos usar ese pergamino, ¿verdad?
("Yuzai"): — Eso si logramos entrar a la bóveda sin que el tiempo se nos acabe. Es un meteoro lo que está lanzando, no tenemos días, tenemos pocos minutos.
("Scarlett"): — ¿Entonces cuál es el plan?
("Frost"): — Primero, llegar a la bóveda. Pero necesitamos las palabras de desbloqueo. Rey Edgard, usted es el único que puede abrirla, ¿no?
("Edgard"): — Correcto. Pero incluso abrirla no será fácil. Las runas responden solo a mi presencia, y cualquier intento de forzarlas provocará que la bóveda se cierre más.
("Mizuhara"): — Y si llegamos al pergamino, ¿qué entonces? ¿Alguien aquí puede manejar ese poder sin volverse loco?
("Edgard"): — Mizuhara, lo único que podemos hacer es intentarlo. La alternativa es la aniquilación total.
("Mika"): — Entonces no tenemos tiempo que perder. Si Rayjou ha decidido destruir Hyren, nosotros debemos detenerlo con cualquier medio necesario.
("Yuzai"): — Espero que tu bóveda sea tan segura como dices, Edgard. Porque si fallamos aquí, no habrá nadie que cuente esta historia.
("Edgard"): — Entonces que no fallemos. Dirijámonos a la bóveda y recemos para que lleguemos a tiempo.
El grupo se encontraba reunido junto al borde del océano, observando cómo la bóveda de reliquias mágicas descendía lentamente hacia las profundidades. El cubo de proporciones gigantescas, apenas más pequeño que el castillo, emitía un leve brillo mágico mientras desaparecía en las sombras del agua.
("Mika"): — Esto… esto es una locura. ¿Cómo vamos a alcanzar algo que está tan profundo? La presión nos aplastará antes de siquiera llegar a la mitad del camino.
("Frost"): — Y aun si llegáramos, estaríamos completamente vulnerables allí abajo. Cualquier error podría ser fatal.
Mizuhara, que permanecía en silencio mientras observaba las olas, se adelantó con confianza.
("Mizuhara"): — No será un problema. Mi magia de agua puede invocar burbujas capaces de soportar la presión y darnos oxígeno. Con ellas podremos bucear hasta las profundidades.
("Scarlett"): — ¿Y por qué no dijiste eso antes? Parece una solución perfecta.
("Mizuhara"): — No tan rápido. Crear esas burbujas requiere una enorme cantidad de mana. Puedo mantenerlas para mí y dos personas más, pero nada más.
("Yuzai"): — ¿Entonces solo tres de nosotros? ¿Y quién decide quién irá?
La tensión en el grupo aumentó. Era evidente que todos querían participar, pero el riesgo era demasiado alto como para permitir que el grupo entero descendiera.
("Edgard"): — Esto debe ser estratégico. Mizuhara necesita estar allí para manejar la magia, eso es obvio. Yo debo ir porque soy el único que puede abrir la bóveda. La tercera persona debe ser alguien con habilidades que complementen la misión.
("Mika"): — Entonces debería ir yo.
("Frost"): — No, Mika, no es seguro. Scarlett es la elección lógica. Su habilidad para ver en la oscuridad será esencial una vez que estemos dentro.
Scarlett dio un paso atrás, negando con la cabeza.
("Scarlett"): — Ni hablar. No me arrastrarán a esto.
("Mika"): — Scarlett, tienes que hacerlo. Si no conseguimos el pergamino, Rayjou destruirá todo.
("Frost"): — No tenemos tiempo para discutir. Eres nuestra mejor opción.
Finalmente, Scarlett aceptó a regañadientes.
("Scarlett"): — Está bien, iré. Pero más les vale que valga la pena.
("Yuzai"): — ¿Y yo qué? Debería ser yo quien vaya. ¡Scarlett ni siquiera quería hacerlo!
("Edgard"): — Yuzai, esto no se trata de orgullo. Scarlett tiene habilidades que necesitamos.
Mizuhara levantó ambas manos, comenzando a concentrar su mana.
("Mizuhara"): — Muy bien, prepárense. Esto no será fácil.
Con un movimiento fluido, invocó tres burbujas mágicas que rodearon a Mizuhara, Scarlett y Edgard. Las burbujas eran translúcidas, brillando con una tenue luz azul.
("Mizuhara"): — Estas burbujas no solo nos permitirán respirar, sino que también nos protegerán de la presión. Pero debemos movernos rápido; mantenerlas es un drenaje constante de mana.
El grupo descendió al agua, siguiendo el rastro de burbujas que había dejado la bóveda mientras caía. La oscuridad se hacía cada vez más densa a medida que bajaban, y las sombras de las profundidades los envolvían como una manta opresiva.
Finalmente, llegaron al fondo. La bóveda descansaba en un lecho de arena, rodeada por una calma inquietante.
("Edgard"): — Bien, aquí vamos.
Edgard extendió ambas manos hacia la puerta de la bóveda, recitando un hechizo antiguo. Las runas en la superficie del cubo brillaron intensamente antes de desvanecerse, revelando una abertura circular. Entraron rápidamente, rodeados por el agua que parecía desaparecer mágicamente en cuanto cruzaban el umbral.
Dentro, el espacio era imponente. Aunque por fuera la bóveda parecía una simple estructura cúbica, su interior era vasto y aparentemente infinito. Millones de reliquias flotaban en burbujas mágicas, suspendidas en un mar de oscuridad.
("Mizuhara"): — Es… enorme.
("Scarlett"): — ¿Cómo encontramos el pergamino aquí? Esto es un laberinto infinito.
("Edgard"): — Cada burbuja está diseñada para conservar su reliquia en perfecto estado, suspendida en el tiempo. El pergamino debería estar en el centro, pero el problema es llegar hasta allí.
Edgard intentó iluminar el lugar con un hechizo de luz, pero su alcance era limitado.
("Mizuhara"): — No sirve de mucho. Esta oscuridad parece absorber la luz.
("Scarlett"): — Déjenme a mí. Puedo ver en la oscuridad.
Scarlett lideró el camino, guiando al grupo hacia el interior. Pasaron junto a icontables burbujas que contenían todo tipo de objetos: armas antiguas, joyas mágicas, libros de hechizos e incluso artefactos cuyo propósito era imposible de discernir.
("Scarlett"): — Hay tantas reliquias aquí… y todas parecen peligrosas.
("Edgard"): — Por eso están aquí. Si caen en las manos equivocadas, podrían destruir el mundo.
Después de lo que pareció una eternidad, Scarlett se detuvo.
("Scarlett"): — Ahí está. Lo veo.
Frente a ellos, flotando en una burbuja más grande que las demás, estaba el Pergamino del Agua.
Su superficie brillaba con un azul etéreo, y las ondas de mana que emanaba podían sentirse incluso a través de la burbuja.
("Edgard"): — Ahora, solo tenemos que asegurarnos de no activar ninguna trampa.
("Mizuhara"): — Trampas… ¿qué trampas?
("Edgard"): — Solo recen porque no las descubramos accidentalmente.
Dentro de la bóveda, el grupo se encontraba frente al Pergamino del Agua, flotando majestuosamente dentro de una burbuja translúcida.
Su superficie brillaba con un azul cristalino, emitiendo una leve energía que parecía influir incluso en el entorno acuático.
Scarlett extendió la mano hacia la burbuja, pero Edgard la detuvo con un gesto firme.
("Edgard"): — Cuidado. Estas burbujas están diseñadas para conservar las reliquias en un estado perfecto, pero también sirven como un sistema de defensa. Si se manipulan incorrectamente, podrían desencadenar una reacción mágica peligrosa.
Scarlett lo miró con el ceño fruncido.
("Scarlett"): — Entonces, ¿cómo lo hacemos? No podemos simplemente quedarnos aquí mirando.
("Edgard"): — Las burbujas no son solo barreras. Son estructuras que contienen su propio flujo de tiempo interno. Cada reliquia está en un estado fijo, desconectada del paso del tiempo normal, para que nunca se degrade ni pierda su esencia mágica.
Mizuhara miró el pergamino con curiosidad.
("Mizuhara"): — ¿Tiempo interno? ¿Cómo es eso posible?
("Edgard"): — Piensa en ello como un espacio encapsulado. Cada burbuja es como una pequeña dimensión cerrada donde el tiempo está controlado por magia. Para una reliquia como el pergamino, su entorno interno está ajustado a un punto óptimo: ni demasiado húmedo ni seco, y con una constante infusión de mana. Eso mantiene su frescura y poder intactos durante siglos.
Scarlett observó la burbuja con más atención.
("Scarlett"): — Entonces, si rompes la burbuja, ¿qué pasa?
("Edgard"): — Si la rompes correctamente, el objeto simplemente se transfiere al flujo de tiempo normal, como si nada hubiera pasado. Pero si lo haces de forma descuidada… el desequilibrio de energía podría destruir tanto la reliquia como todo lo que esté cerca.
Scarlett suspiró y dio un paso atrás.
("Scarlett"): — Entonces, ¿vas a hacer los honores o qué?
Edgard asintió y levantó ambas manos, canalizando su mana. Un fino rayo de luz se extendió desde sus dedos, rodeando la burbuja del pergamino con precisión. Lentamente, la superficie translúcida
comenzó a desvanecerse como si se deshiciera en el aire, dejando al Pergamino del Agua flotando libremente.
Con cuidado, Edgard tomó el pergamino y lo guardó en un estuche protector que llevaba consigo.
("Mizuhara"): — ¿Es todo? ¿No hay trampas ni alarmas mágicas?
("Edgard"): — No, porque lo hicimos bien. Estas reliquias están aquí para ser preservadas, no protegidas con agresividad. Pero si hubiéramos fallado… bueno, preferiría no descubrir qué habría pasado.
Mientras el grupo se preparaba para salir, Scarlett miró hacia atrás, hacia las incontables reliquias flotando en sus burbujas mágicas.
("Scarlett"): — Es impresionante, todo esto. ¿Por qué no usamos más estas reliquias? Podrían resolver muchos problemas en el mundo.
("Edgard"): — Precisamente porque podrían causar más problemas de los que resolverían. Las reliquias son poderosas, pero también peligrosas.
Si se usan sin control, podrían alterar la naturaleza misma de la realidad. Por eso están aquí, aisladas y protegidas.
("Scarlett"): — Supongo que tiene sentido. Pero aún así… parece un desperdicio.
("Mizuhara"): — Menos hablar, más moverse. Este lugar me da escalofríos.
Con el pergamino asegurado, el grupo salió de la bóveda y regresó al exterior, donde las burbujas de Mizuhara seguían protegiéndolos del inmenso peso del océano. Mientras ascendían lentamente hacia la superficie, la luz del sol comenzó a filtrarse a través del agua, iluminando el cubo gigante que era la bóveda de reliquias mágicas.
("Scarlett"): — ¿Qué pasará con la bóveda ahora? ¿Simplemente la dejamos aquí?
("Edgard"): — Es el mejor lugar para ella. Aquí, bajo el océano, está a salvo. La presión del agua y las barreras mágicas la protegen de intrusos, y su estructura está diseñada para resistir el paso del tiempo.
("Mizuhara"): — Y si alguien intenta sacarla, ¿qué?
("Edgard"): — No podrán. La bóveda está anclada mágicamente al fondo del océano. Incluso si alguien la encuentra, necesitaría un poder inmenso para moverla.
Finalmente, el grupo emergió del agua, exhalando con alivio al pisar tierra firme nuevamente. Mika, Frost y Yuzai los esperaban ansiosamente.
("Mika"): — ¿Lo consiguieron?
Edgard asintió, sacando el estuche con el pergamino.
("Edgard"): — Lo tenemos. El Pergamino del Agua está a salvo. Ahora podemos pensar en detener a Rayjou antes de que sea demasiado tarde.
("Yuzai"): — Bien. Ahora déjenme ser yo quien haga algo útil. Estoy cansado de esperar mientras ustedes hacen todo el trabajo.
("Scarlett"): — Oh, cállate, Yuzai. No habrías aguantado ni un minuto ahí abajo.
El grupo comenzó a caminar hacia su siguiente destino, dejando atrás el océano y la bóveda que ahora descansaba en las profundidades, protegida por los mismos elementos que alguna vez amenazaron con destruirlos.
El cielo se teñía de un oscuro y caótico carmesí, con tonalidades naranjas y púrpuras irradiando desde el gigantesco meteoro que descendía lentamente hacia los vastos océanos del continente acuático.
Los países vecinos observaban con terror cómo el cielo parecía derretirse bajo la presión de aquel colosal cuerpo celeste, el cual parecía capaz de borrar todo a su paso. La atmósfera vibraba con la energía liberada por el meteoro, y la sensación de inevitabilidad se extendía como un eco de destrucción.
Desde lo alto, Juske observaba el inminente desastre con determinación grabada en su rostro. Con un estallido de poder, se lanzó hacia el meteoro con una velocidad impactante, envuelto en un aura carmesí que cortaba el aire como un cuchillo.
Sus puñetazos eran como ráfagas de energía pura, golpeando el meteorito con una fuerza titánica, pero su tamaño masivo y la densidad de maná que lo envolvía lo hacían prácticamente indestructible.
Sin embargo, Rayjou, que flotaba más arriba en el cielo, observaba la escena con una sonrisa torcida y llena de ira. Extendiendo su mano, invocó un vórtice oscuro frente a él.
("Rayjou"): — ¡No dejaré que arruines mi creación, Juske!
Con un movimiento brusco, lanzó un agujero negro directamente hacia Juske. El vórtice se expandió rápidamente, succionando el aire, la luz y hasta las ondas de sonido a su alrededor.
Juske fue atrapado, incapaz de resistir la fuerza gravitatoria que lo arrastraba hacia la vorágine.
Sin embargo, la máscara carmesí que portaba Juske comenzó a reaccionar. La boca de la máscara se abrió con un crujido profundo y gutural, absorbiendo el poder del agujero negro.
El vórtice, que parecía imparable, se desvaneció dentro de la máscara, dejando a Rayjou atónito.
("Rayjou"): — ¡¿Qué demonios...?!
Juske, flotando frente a él, dejó escapar una risa breve y oscura.
("Juske"): — Tu arrogancia será tu caída, Rayjou. La máscara no solo protege; también devora. Ahora sentirás el verdadero poder del Crimson Oni.
La máscara comenzó a brillar intensamente, liberando ondas de energía que se concentraron en la boca abierta. Una esfera carmesí oscura se formó en su interior, girando a una velocidad vertiginosa, fusionando la energía devorada del agujero negro con el poder latente de la máscara.
("Juske"): — <¡Explosión Carmesí!>.
Con un rugido ensordecedor, Juske disparó el ataque. Una ola de energía carmesí pura se desató hacia el meteoro, impactándolo con una fuerza inimaginable.
El coloso celestial comenzó a desintegrarse, sus fragmentos volando en todas direcciones.
Lo que quedó del meteoro se fragmentó en miles de pedruscos ardientes que cayeron al océano.
El impacto de los pedruscos en el agua generó olas gigantescas, que se alzaron como tsunamis hacia las costas de Hyren y los países vecinos.
Aunque el meteoro había sido destruido, las consecuencias de su fragmentación eran igual de catastróficas.
Rayjou, observando desde lo alto, apretó los dientes con furia.
("Rayjou"): — ¡¿Cómo te atreves a desafiar mi voluntad?! ¡Esto no termina aquí, Juske!
Pero incluso en su rabia, no podía ocultar la sorpresa ante el poder que Juske había desatado. La máscara que llevaba su enemigo no era un simple artefacto; era una manifestación del caos y el dominio absoluto.
Mientras las olas golpeaban las costas y los cielos volvían a llenarse de silencio tras el estruendo de la explosión, Juske miró a Rayjou, respirando con dificultad pero manteniéndose firme.
("Juske"): — Si quieres destruir todo este lugar tendrás que pasar por encima de mí.
Rayjou no respondió de inmediato. En su interior, algo comenzaba a quebrarse.
Rayjou, con los ojos llenos de rabia y un aura oscura envolviéndolo, se lanzó sobre Juske desde las alturas.
Su cuerpo estaba visiblemente debilitado; las grietas en su armadura y los temblores en sus extremidades eran signos claros del abuso excesivo de su magia.
El continuo uso de la magia de gravedad, combinada con la fatiga de su enfrentamiento previo, le estaba pasando factura. Pero su determinación de vencer a Juske y restaurar el control sobre el prisma lo empujaba más allá de sus límites.
("Rayjou"): — ¡No te dejaré destruir todo mi plan Juske!
Con un rugido, Rayjou canalizó su magia de gravedad, aumentando su peso y velocidad mientras caía como un meteoro oscuro hacia Juske.
La presión a su alrededor distorsionaba el aire, creando ondas gravitacionales que amenazaban con aplastar todo a su paso. Sin embargo, Juske permaneció impasible, sus ojos brillando detrás de la máscara carmesí.
("Juske"): — Lo siento Rayjou... Pero esto ya Acabó.
Con un movimiento rápido, Juske levantó su puño, rodeándolo con una intensa concentración de maná.
Las ondas de energía carmesí que emanaban de su cuerpo contrarrestaban el campo gravitatorio de Rayjou, anulando el impacto antes de que pudiera alcanzarlo. El golpe de Rayjou se detuvo en seco, su poder reducido a nada frente a la resistencia implacable de Juske.
("Juske"): — Tu magia no tiene efecto sobre mí ahora.
Aprovechando la apertura, Juske cargó su maná en el puño, envolviendo su brazo en un torbellino de energía carmesí. Con una velocidad sorprendente, lanzó un puñetazo directo al torso de Rayjou.
Este intentó contrarrestar el ataque con una combinación de magia de oscuridad y gravedad, creando un escudo de energía oscura. Sin embargo, las ondas de maná que liberaba Juske eran inmunes a estas fuerzas, disipando el escudo en un instante.
El impacto fue devastador. El golpe atravesó las defensas de Rayjou, enviándolo volando a una velocidad impactante.
Rayjou descendió como un rayo oscuro hacia Hyren, su cuerpo impactando el suelo con una fuerza tal que sacudió los océanos cercanos.
Las olas se alzaron en torbellinos masivos, y el estruendo resonó como un trueno que se escuchó a kilómetros de distancia.
En el momento del choque, algo inesperado ocurrió. El prisma, que había estado fusionado con el cuerpo de Rayjou, se separó de él.
Una explosión de energía pura iluminó el cielo cuando el prisma se desprendió, flotando en el aire antes de volver a su forma original. Sin la influencia del prisma, la magia de Rayjou comenzó a disiparse.
El agua que había inundado Hyren empezó a retroceder, como si el océano estuviera siendo absorbido por una fuerza invisible. Los trozos del castillo, que habían estado flotando suspendidos por la magia gravitacional de Rayjou, cayeron desde el cielo, chocando contra las aguas ahora en retirada.
Las tierras de Hyren emergieron lentamente, dejando a la vista los escombros y la destrucción que habían quedado tras la inundación.
Desde las alturas, Juske observaba el resultado con una mezcla de triunfo y cautela. Sabía que Rayjou había sido derrotado por completo, el prisma ya no estaba bajo su control. El equilibrio comenzaba a restablecerse, aunque las cicatrices de la batalla quedaban grabadas tanto en el paisaje como en las almas de quienes habían sobrevivido.
En el suelo, Rayjou yacía debilitado, sus fuerzas agotadas y su conexión con el prisma completamente rota. A lo lejos, las figuras de Mizuhara, Scarlett, Edgard, Mika, y Yuzai podían divisarse entre los escombros del antiguo castillo, mirando al cielo con una mezcla de alivio y temor.
("Juske"): — Por fin esto se ha acabado.
Dijo juske mientras caía hacia los océanos y con los ojos cerrados.
Mientras los cielos volvían a teñirse de su azul natural, las piezas del tablero se reorganizaban, dejando claro que la guerra a términado y la derrota de Rayjou fue inevitable.
Rayjou se encontraba entre los escombros, su cuerpo apenas capaz de sostenerse después de la devastadora batalla contra Juske.
Su respiración era pesada, y su mirada se perdía en el vacío mientras trataba de entender cómo había llegado a este punto. La derrota pesaba tanto como los escombros que lo rodeaban, y su magia, antes imparable, se sentía ahora como un eco distante.
En el océano cercano, Juske, igualmente agotado, empezaba a hundirse lentamente entre las aguas turbulentas.
Justo cuando parecía que sería engullido por las profundidades, un portal brillante se abrió bajo él. Una mano firme lo agarró y lo arrastró fuera del agua. Era Ryu, cuya habilidad para manipular portales espaciales había llegado justo a tiempo.
("Ryu"): — No voy a dejar que te pierdas ahora, Juske. Has llegado demasiado lejos.
El portal los llevó a tierra firme, donde Scarlett, Mika, Edgard, y Frost ya esperaban. Scarlett se apresuró a sostener a Juske, ayudándolo a mantenerse en pie mientras Mika y Frost evaluaban el estado del terreno. Los pedazos de meteoritos seguían cayendo del cielo, iluminando el horizonte con destellos de fuego y cenizas.
("Scarlett"): — Lo lograste, Juske... pero esto aún no ha terminado.
Juske asintió débilmente, su cuerpo temblando por el esfuerzo. Mientras tanto, Edgard, sosteniendo el Pergamino del Agua, sabía que era su turno de actuar.
("Edgard"): — Si no detenemos esto, los océanos devorarán más de lo que podrán sanar.
Con una voz firme, Edgard recitó un antiguo hechizo del pergamino. El cielo se llenó de una luz azul vibrante mientras una inmensa barrera mágica emergía de las aguas.
La energía del hechizo levantó los océanos hacia el cielo, formando un muro líquido que atrapó los meteoros restantes. Uno a uno, los fragmentos de roca se desvanecieron al ser absorbidos por el agua, desintegrándose antes de causar más daño.
("Mika"): — ¡Padre, lo lograste!
("Frost"): — Eso debería estabilizar las cosas por ahora.
Sin embargo, mientras celebraban el breve respiro, un movimiento en las sombras llamó su atención.
Mizuhara y Yuzai, que habían permanecido cerca durante la batalla, emergieron de entre los restos. Con expresiones decididas, caminaron hacia Rayjou, quien yacía arrodillado en el suelo.
("Mizuhara"): — Líder, hemos venido a sacarte de aquí.
Mientras Mizuhara ayudaba a Rayjou a levantarse, Yuzai desvió su mirada hacia Mika. Una sonrisa siniestra cruzó su rostro antes de extender las manos, invocando dos serpientes venenosas que se deslizaron rápidamente hacia ella.
("Yuzai"): — No tan rápido, princesa.
Las serpientes se enrollaron alrededor del cuerpo de Mika, inmovilizándola. El veneno que emanaban las criaturas emitía un aura púrpura brillante, mostrando la amenaza que representaban.
("Scarlett"): — ¡Mika!
("Frost"): — ¡Déjenla ir!
Yuzai se adelantó con calma, manteniendo a Mika como rehén mientras hablaba.
("Yuzai"): — Esto no es personal. Pero si quieren volver a verla con vida, entreguen el pergamino del agua.
La tensión llenó el aire. Juske intentó levantarse, pero su cuerpo apenas podía moverse. Scarlett lo detuvo, sus ojos mostrando preocupación.
("Scarlett"): — No puedes hacer nada en este estado, Juske.
Edgard apretó los dientes, su mirada fija en Mika. Sabía que no tenía otra opción.
("Edgard"): — Está bien... Tomen el pergamino.
Con cuidado, Edgard extendió el pergamino hacia Mizuhara, quien lo tomó sin vacilar. Mika fue liberada de inmediato, las serpientes desvaneciéndose en el aire. Scarlett corrió hacia ella, sosteniéndola mientras Yuzai y Mizuhara ayudaban a Rayjou a ponerse de pie.
("Mizuhara"): — Agradezcan que tenemos lo que queremos. No somos tan crueles como para ensañarnos con los débiles.
Con un movimiento de sus manos, Mizuhara invocó un ave gigante, cuyas alas parecían hechas de pura energía mágica. Subieron al ave con Rayjou en medio, todavía débil pero ahora a salvo bajo la protección de sus aliados.
Antes de irse, Yuzai miró hacia atrás, una sonrisa burlona en su rostro.
("Yuzai"): — Nos veremos pronto. Espero que estén más preparados para entonces.
("Rayjou"): — No lo puedo creer... ¡No!
El ave ascendió rápidamente, dejando atrás a Juske y los demás en medio de los escombros. Mika, aunque libre, parecía aún en shock, mientras Juske observaba el cielo con una mezcla de frustración y determinación.
("Juske"): — Malditos cobardes, pagarán por todo esto.
Edgard guardó silencio, mirando el horizonte mientras la lluvia de meteoros finalmente cesaba, dejando un cielo despejado.
("Edgard"): — Esto no pinta para nada bien... Se llevaron el pergamino del agua...
— Estámos Jodidos.
CONTINUARÁ