El amanecer comenzó a teñir de dorado las aguas turbulentas del continente acuático. Después de horas de caos, el silencio regresaba lentamente a Hyren. El océano, aunque marcado por los estragos de la batalla, había recuperado su ritmo, y las últimas gotas de lluvia se deslizaban por los escombros del palacio y las aldeas cercanas.
Edgard, de pie en una de las terrazas parcialmente derruidas, observaba en silencio cómo los habitantes emergían de sus refugios. A su lado, Mika miraba hacia el horizonte con una expresión cansada pero serena. El resplandor de la mañana iluminaba los rostros de los sobrevivientes mientras estos comenzaban a reagruparse.
("Edgard") — Nos enfrentamos a lo imposible… pero seguimos en pie.
("Mika") — Sí… pero todo esto pudo ser peor. Gracias a ellos…
Edgard asintió y miró hacia donde Juske y Scarlett estaban rodeados por un grupo de habitantes agradecidos. Los niños sonreían y corrían alrededor, y los adultos inclinaban la cabeza en señal de respeto y gratitud.
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Juske estaba en su elemento. A pesar de las heridas visibles y la fatiga en su cuerpo, sonreía con orgullo y aceptaba los elogios con una despreocupación característica.
("Juske") — ¡No fue nada, solo un pequeño calentamiento! (se golpeó el pecho con confianza).
Una anciana se acercó con un pequeño paño blanco lleno de frutas frescas.
("Anciana") — Héroe, por favor, acepta esto como muestra de nuestro agradecimiento.
Juske tomó el regalo con una risa genuina, inclinando la cabeza respetuosamente.
("Juske") — Muchas gracias, abuela. ¡Me lo comeré todo, lo prometo!
A su lado, Scarlett observaba en silencio, con los brazos cruzados. Aunque intentaba mantener su postura fría e imperturbable, había un pequeño destello de calidez en sus ojos.
("Scarlett") — …No nos dan las gracias todos los días, ¿eh?
Juske giró hacia ella con una sonrisa burlona.
("Juske") — ¿Ves? Te dije que podrías disfrutarlo.
Scarlett rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.
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Por otro lado, Frost caminaba entre las ruinas, organizando a los soldados y ayudando a los heridos. Su mirada seguía seria y enfocada, pero al ver a los aldeanos reunidos, su semblante pareció relajarse ligeramente.
("Frost") — El daño es grande… pero reconstruiremos. La gente de Hyren es más fuerte de lo que parece.
Cerca de él, Mika apareció con una mirada tranquila.
("Mika") — Gracias por todo, Frost. Si no hubiéramos actuado juntos, no sé qué hubiera sido de nosotros.
Frost negó con la cabeza.
("Frost") — No necesitamos agradecimientos. Aún queda mucho por hacer. Pero sí… estamos a salvo por ahora.
Mika miró hacia la multitud y vio cómo algunos ciudadanos comenzaban a trabajar para levantar las estructuras derrumbadas.
("Mika") — la verdadera fuerza de un Reino no está en los guerreros que lo defienden… sino en su capacidad de levantarse después de caer.
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Mientras tanto, en una playa no muy lejana, el pequeño dragón Ryu descansaba sobre una roca, cansado después de haber ayudado a Juske a regresar a tierra firme. Juske, apoyado en una palmera, miró al diminuto dragón y sonrió.
("Juske") — Buen trabajo, pequeño. Me salvaste justo a tiempo.
Ryu levantó la cabeza orgullosamente y soltó un pequeño rugido, como si entendiera el cumplido. Juske se rió suavemente y se dejó caer de espaldas sobre la arena.
("Juske") — Es bueno estar vivo…
Scarlett apareció a su lado, con una expresión levemente exasperada.
("Scarlett") — ¿Planeas quedarte ahí todo el día?
("Juske") — ¡Por supuesto! Después de todo lo que hice, me lo merezco.
Scarlett negó con la cabeza, pero en el fondo, estaba agradecida de que Juske mantuviera su espíritu despreocupado. En medio de tanto sufrimiento y destrucción, él era como un faro de luz.
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Por la tarde, Edgard reunió a Mika, Frost, Juske y Scarlett en lo que quedaba del palacio. La celebración había disminuido, y la calma del día permitía un momento de reflexión.
("Edgard") — Lo que ocurrió aquí no debe ser olvidado. Derrotamos a una amenaza enorme, pero esto no ha terminado. Los daños a Hyren son considerables, y debemos enfocarnos en reconstruir.
Mika miró a su padre con firmeza.
("Mika") — Estaremos listos para lo que venga. Hyren se levantará de nuevo.
Edgard sonrió levemente ante las palabras de su hija.
("Edgard") — Gracias a ustedes. Lo que hicieron hoy no fue solo salvar esta ciudad… fue salvar nuestra esperanza.
Juske se levantó de golpe, golpeando la mesa suavemente con un puño.
("Juske") — ¡Entonces no hay tiempo que perder! Vamos a seguir adelante, ¿no?
Scarlett suspiró, pero esta vez, sin molestia.
("Scarlett") — Eres incansable…
Frost miró a sus compañeros con una mezcla de orgullo y admiración.
("Frost") — El día de hoy mostró que cuando estamos juntos, podemos lograr lo imposible. No importa lo que venga, lo enfrentaremos como equipo.
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Esa noche, las estrellas brillaban sobre Hyren, reflejándose en las aguas calmadas del océano. Los habitantes del se reunieron alrededor de hogueras improvisadas, contando historias de lo sucedido y compartiendo risas.
En una de las colinas que daban vista al mar, Mika, Juske, Scarlett y Frost se sentaron en silencio, observando el horizonte.
("Mika") — Mañana, todo será diferente.
("Scarlett") — Pero seguiremos adelante.
("Juske") — ¡Claro que sí! Somos los héroes, ¿no?
Frost sonrió levemente, mirando hacia el cielo.
("Frost") — Que esta paz dure… aunque sea por un momento.
La brisa del mar sopló suavemente, llevándose consigo los últimos vestigios del caos. Aunque sabían que aún quedaban desafíos por delante, esa noche, en Hyren, encontraron algo más valioso que cualquier pergamino: la promesa de un nuevo comienzo.
Habían pasado tres días desde la gran batalla en Hyren. Los ecos de la celebración aún resonaban entre las aldeas reconstruidas, y la calma había regresado al continente acuático.
En un cuarto amplio de la fortaleza principal, Juske roncaba con fuerza, boca arriba sobre un futón desordenado.
Sus vendajes estaban ya sueltos, y sus heridas, aunque profundas, habían sanado sorprendentemente rápido gracias a su extraordinaria resistencia.
A su lado, Scarlett dormía en silencio, envuelta en una manta fina, con una expresión tranquila por primera vez en días.
El sol comenzaba a filtrarse tímidamente por las ventanas, y el suave sonido de las olas acompañaba el amanecer. Mientras tanto, en la sala del consejo, Edgard y Mika compartían una conversación seria, sentados frente a una mesa llena de mapas y pergaminos.
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("Mika") — Padre, aún no entiendo por qué Rayjou… ¿Por qué hizo todo esto? ¿Quién era realmente?
Edgard respiró profundamente, su mirada reflejando un peso antiguo y lleno de tristeza. Sus dedos tamborilearon sobre la madera de la mesa mientras buscaba las palabras correctas.
("Edgard") — Es hora de que lo sepas, Mika. Rayjou no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que no era un enemigo… sino familia.
Mika frunció el ceño, sorprendida.
("Mika") — ¿Familia?
Edgard asintió lentamente, y su voz adquirió un tono nostálgico mientras se remontaba al pasado.
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Hace muchos años…
La escena se despliega en un palacio antiguo, con corredores iluminados por antorchas y jardines exuberantes.
Edgard, apenas un joven aprendiz con vestiduras simples, camina junto a Miryam, una joven elfa de cabellos dorados y mirada serena.
Ambos habían llegado a Hyren después de un largo viaje desde tierras lejanas. Miryam, con su sabiduría élfica, guiaba a Edgard mientras exploraban la fortaleza, que entonces era gobernada por el rey Edwert Jespert, un monarca fuerte pero de corazón bondadoso.
("Edgard") — ¡No puedo quedarme aquí!
("Miryam") — No te culpes así Edgard por favor.
Cuando llegaron al gran salón, Edwert los recibió con una sonrisa cálida, aunque cansada. El rey, ya con signos visibles de enfermedad, observó a Edgard detenidamente, como si estuviera viendo a un fantasma del pasado.
("Edwert") — Muchacho… ¿Cuál era tu nombre?
("Edgard") — Edgard, Edgard Jespert señor.
Edwert guardó silencio por un momento, su mirada examinando los rasgos del joven.
("Edwert") — Eres igual a él… Mi difunto hermano. que desapareció hace años junto a su familia.
Miryam tomó la mano de Edgard con suavidad, como si ya lo supiera desde el principio.
("Miryam") — Edgard… tú eres parte de la familia real de Hyren. Eres el sobrino perdido del rey Edwert Jespert.
El silencio en el salón fue total. Edgard no podía comprenderlo al principio, pero poco a poco las piezas encajaban en su mente. Edwert, que nunca tuvo hijos propios, vio en Edgard al heredero legítimo que tanto buscaba.
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("Mika") — Entonces… ¿El tío Rayjou…?
Edgard asintió, interrumpiendo los recuerdos.
("Edgard") — Rayjou era un chico el cual sus padres me adoptaron cuando tenia 2 años , Después del accidente de carruaje con mis padres.
Mika miraba a su padre con ojos compasivos. Los años de culpa en el rostro de Edgard eran evidentes.
("Edgard") — Después de que Edwert falleció por su enfermedad, el reino cayó en tristeza. Hyren perdió a un gran rey, y yo… yo heredé el trono.
— Pero nunca dejé de buscar a Rayjou. Mandé espías, exploradores, cualquiera que pudiera encontrarlo y traerlo de vuelta.
Mika escuchaba con atención mientras Edgard continuaba.
("Edgard") — No pude salvarlo, Mika. Y ahora, verlo regresar de esta manera… con tanto odio y resentimiento… me duele más de lo que puedo expresar.
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Mientras Edgard hablaba, la escena cambia a una sucesión de recuerdos dolorosos: un Rayjou joven entrenando junto a Edgard en los jardines de los Tamashi, sonriendo bajo el sol; luego, el mismo Rayjou, años después, con una mirada oscura y una máscara incompleta cubriendo parte de su rostro, alejándose en la penumbra de una tormenta.
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("Mika") — Padre, no puedes culparte por todo. La verdad, las personas toman caminos que no podemos controlar.
Edgard miró a su hija con una pequeña sonrisa llena de melancolía.
("Edgard") — Tal vez tienes razón. Pero debo asumir la responsabilidad. El pergamino del agua era demasiado importante, y ahora está en sus manos.
Mika asintió con firmeza.
("Mika") — Lo recuperaremos, padre. Juntos.
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El sonido del océano resonó desde las ventanas abiertas, como si el agua tratara de ofrecer consuelo. Edgard se levantó lentamente y posó una mano en el hombro de Mika.
("Edgard") — Gracias, Mika. Tu madre estaría orgullosa de ti.
Mika sonrió levemente al escuchar el nombre de Miryam, la reina que, según las historias, unió el linaje humano de Edgard con la sabiduría élfica. Una reina que siempre actuó como un puente entre mundos y que, a pesar de su ausencia, aún vivía en la memoria de Hyren.
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En el exterior, Scarlett y Juske seguían dormidos, ajenos a las historias que los habían precedido. La paz de esos días parecía un pequeño respiro antes de la tormenta que aún se avecinaba.
Hyren había sido salvada, pero en el horizonte, la sombra de los pergaminos ancestrales aún acechaba, y el nombre de Rayjou era solo un fragmento de un problema mucho mayor.
Por ahora, sin embargo, el reino disfrutaba de un amanecer claro y sin amenazas.
Capítulo 15 - Parte 3: Reflexiones en la Costa
El sol empezaba a elevarse en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rosados. El suave oleaje del mar rompía contra las rocas de la costa de Hyren, arrullando al continente acuático con un canto de calma.
Juske, con el torso descubierto y la máscara en su mano, salió lentamente de la tienda improvisada donde había estado descansando.
Sus músculos aún sentían la presión de la batalla, pero sus heridas habían cerrado con rapidez sorprendente, como si la máscara misma acelerara su recuperación.
Ryu, el pequeño dragón que lo había seguido en cada paso desde su llegada a ese mundo, revoloteaba sobre su hombro con curiosidad.
Se detuvo frente al océano, quedándose en silencio. El viento salado le azotaba el rostro, mientras sus ojos se perdían en el vasto y hermoso horizonte.
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("Juske") — Todo lo que hemos pasado… desde aquel primer día.
Juske sostuvo la máscara frente a él, observándola detenidamente. El reflejo del sol en su superficie carmesí hacía que pareciera viva, como si entendiera sus pensamientos. Ryu giró alrededor de él, emitiendo pequeños gruñidos que, aunque no hablados, parecían intentar consolarlo.
("Juske") — Kitsune… ¿Qué estará haciendo ahora? —musitó—. Espero que haya lanzado mi ordenador al agua como se lo dije.
Por un momento, imágenes de su hermana mayor llenaron su mente: Kitsune, desde el día que la vio después de mucho tiempo.
("Juske") — Mis amigos, mi trabajo… Todo lo que dejé atrás.
Ryu se posó sobre su hombro y lo miró con ojos comprensivos, inclinando su pequeña cabeza. Juske exhaló, intentando contener sus emociones.
("Frost") — ¿Ya te despertaste, eh? —dijo una voz detrás de él.
Juske giró levemente la cabeza y vio a Frost acercándose. El guerrero de armadura plateada llevaba sus manos en los bolsillos, mirando también el horizonte, aunque con una expresión más tensa. Por un momento, los dos hombres permanecieron en silencio.
("Frost") — El horizonte nunca se cansa de ser hermoso… incluso después de todo lo que ha pasado.
("Juske") — Es lo único que no cambia. —Respondió sin apartar la mirada—. El mar, el cielo… siempre iguales.
Frost asintió, acercándose un poco más. Tras una pausa, su tono cambió ligeramente, como si buscara las palabras correctas.
("Frost") — Mira, Juske… —dijo, con un dejo de incomodidad—. Quería… disculparme.
Juske arqueó una ceja, sorprendido. Frost se rascó la nuca, visiblemente incómodo.
("Frost") — Por cómo te traté al principio. Te subestimé. Pensé que no durarías ni un día en este mundo… Y luego está lo de Scarlett.
Juske dejó escapar una leve risa nasal.
("Juske") — ¿Te refieres a todo lo que me has hecho pasar con ella?
("Frost") — Sí. Eso también. No fui justo contigo, y lo admito. Pero… me demostraste que estaba equivocado. Eres fuerte, Juske. Más de lo que imaginé.
Juske miró de reojo a Frost y sonrió levemente.
("Juske") — Lo tomo como un cumplido. Gracias.
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Tras unos segundos de silencio más, Juske volvió a mirar el horizonte con una expresión seria.
("Juske") — Frost… ¿Qué pasó con la bóveda de las reliquias mágicas?
Frost frunció el ceño, como si hubiera esperado esa pregunta.
("Frost") — Está en el fondo del océano. Muy, muy profundo. Cuando colapsó, cayó en una zona abisal.
— Nadie puede llegar tan abajo sin arriesgar la vida.
Juske apretó los dientes, preocupado.
("Juske"): — ¿Qué, y no harán nada? No pueden quedarse de brazos cruzados con esas reliquias ahí cayéndose al mar.
("Juske") — No podemos dejarla ahí. Es demasiado importante para su país. Es como si tiraran un tesoro nacional a la basura.
("Juske"): — ¿Y si alguien la encuentra?
("Frost") — No te preocucpes . La profundidad es inmensa, y las corrientes son letales. Así nadie podría acercarse a ella.
Juske negó con la cabeza, determinado.
("Juske") — No puedo arriesgarme. Tengo que ir por ella.
Frost lo miró alarmado, cruzándose de brazos.
("Frost") — ¡¿Estás loco, Juske?! ¿Acaso no escuchaste lo que dije? No sabes lo que hay allá abajo.
("Juske") — Puedo hacerlo. La máscara me protegerá mientras buceo, Iré.
Frost se plantó frente a él, bloqueándole el paso.
("Frost") — ¡No! No entiendes lo que estás diciendo. ¡No es solo presión! Hay criaturas en las profundidades que ni siquiera nosotros hemos visto.
— Oscuridad total, temperaturas que te congelarían en segundos. Podrías no poder sobrevivir
Juske lo miró con firmeza, su mandíbula tensa.
("Juske") — Ya veras . No puedo ignorar esto, Frost. Esa bóveda no puede quedarse ahí.
Frost suspiró con frustración, mirando al cielo como si buscara ayuda divina.
("Frost") — Tienes una maldita terquedad que no puedo soportar…
("Frost"): — Y cómo vas a cargar esa bóveda, tiene un paso muy grande... más por la dimensión infinita que contiene adentro.
Juske dio un paso al frente y puso una mano en el hombro de Frost.
("Juske") — No es terquedad, Frost. Si no responsabilidad. Y si algo malo pasa por no actuar, nunca me lo perdonaré.
Frost bajó la cabeza, resignado.
("Frost") — Bien… Si insistes, al menos no lo harás solo.
Juske lo miró con sorpresa.
("Frost") — Déjame reunir algo de equipo y apoyo. Si vas a meterte en esa locura, será con un plan.
("Juske") — Trato hecho.
En su hombro, Ryu emitió un pequeño rugido, como si aprobara su decisión. El mar frente a ellos seguía rugiendo con calma, ignorando por completo los problemas de los humanos que miraban sus profundidades.
Bajo el cielo despejado y el rugido constante de las olas, Frost terminaba de asegurar una cuerda mágica alrededor de su cintura. La cuerda brillaba con un tenue resplandor azul, como si poseyera vida propia.
("Frost") — Escucha bien, Juske. Esta cuerda está hechizada. Si pierdes el control allá abajo o algo sale mal, te traerá de vuelta en segundos. No intentes hacerte el héroe y arriesgar más de lo necesario.
Juske, ajustándose la máscara en el rostro, asintió con determinación. Ryu, el pequeño dragóncito, revoloteaba cerca, observando los preparativos con curiosidad.
("Juske") — Entendido. Esto no será nada.
Frost le lanzó una mirada seria, pero no pudo evitar sonreír ligeramente.
("Frost") — Solo no te confíes demasiado, ¿de acuerdo?
Juske sonrió bajo la máscara, alzando una mano en señal de afirmación, y comenzó a acercarse lentamente al borde del agua. Las olas lamían la arena, como si lo invitaran a sumergirse.
Pero justo antes de lanzarse, Ryu descendió en picada y aterrizó sobre el hombro de Juske, frotándose contra su mejilla.
("Juske") — ¿Eh? ¿Qué haces, pequeño?
—dijo con sorpresa, intentando entender el comportamiento del dragón.
De repente, una onda de energía recorrió el cuerpo de Ryu. Era como si el pequeño dragón liberara un poder dormido.
La energía brilló en tonos azules y dorados, envolviendo no solo a Ryu, sino también a la máscara de Juske. El brillo carmesí habitual de la máscara comenzó a cambiar, tintándose con un fulgor dorado y púrpura.
La energía se acumuló, y en un instante, la máscara absorbió la esencia liberada por Ryu. Juske sintió una vibración recorrer todo su cuerpo, como si una descarga eléctrica lo sacudiera desde el interior. Sus ojos se abrieron de par en par bajo la máscara, mientras una voz profunda y etérea resonó en su mente.
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(Voz de la Máscara)
—
—
—
Sello de Poder Desbloqueado>. Juske dio un paso atrás, su respiración acelerada. La voz sonaba antigua, inhumana, como si perteneciera a un ser muy lejano y poderoso. Su mente seguía resonando con las palabras que había escuchado. ("Juske") — ¿Qué… fue eso? Frost, que había estado observando todo, lo miró confundido. ("Frost") — ¿Qué pasa? ¿De qué hablas? ("Juske") — ¿No escuchaste eso? Una voz… dijo algo sobre "habilidades" y "poderes". Frost negó con la cabeza, claramente desconcertado. ("Frost") — No he escuchado nada, Juske. Estás hablando solo. Juske miró nuevamente la máscara, que ahora lucía un brillo extraño, como si respirara. Ryu se acomodó tranquilamente en su hombro, como si no hubiera pasado nada, su cola moviéndose lentamente. ("Juske") — Habilidades espaciales, ¿eh? observando sus manos—. Esto cada vez se pone más raro. Aunque las preguntas abundaban en su mente, Juske decidió no darle más vueltas. Había una misión que cumplir, y las respuestas tendrían que esperar. --- Se acercó nuevamente al agua, tomó una bocanada profunda de aire y, sin más preámbulo, se lanzó al mar. La fría marea lo envolvió rápidamente, pero esta vez algo había cambiado. Juske sintió una ligereza extraña, como si el agua ya no representara un obstáculo. Mientras se hundía más y más en las profundidades, la máscara carmesí brilló tenuemente, respondiendo a la energía que había absorbido. --- Desde la superficie, Frost observó el lugar donde Juske había desaparecido. Sus manos apretaron la cuerda con firmeza, su mirada cargada de preocupación. ("Frost") — No hagas ninguna locura ahí abajo, Juske… El viento soplaba suavemente, y el océano parecía guardar sus secretos en silencio. Juske descendió al abismo con una velocidad y fluidez asombrosas, como si hubiera nacido para moverse en las profundidades insondables del océano, Eran 12, 000 metros de profundidad. El flujo de maná liberado por la máscara lo envolvía como una segunda piel, una capa etérea que bloqueaba la presión aplastante y le permitía respirar sin dificultad, a pesar de la oscuridad eterna que lo rodeaba. Al moverse, las corrientes de agua parecían separarse ante él, como si la propia naturaleza del océano reconociera el poder que emanaba de su cuerpo. Mientras avanzaba, la temperatura descendía, alcanzando niveles tan bajos que habrían congelado a cualquier ser ordinario. Sin embargo, Juske no lo sentía. Su cuerpo, protegido por el flujo constante de maná, seguía impulsándose hacia adelante con una fuerza implacable. La bóveda de reliquias mágicas, colosal y majestuosa, comenzó a aparecer en el horizonte del abismo. Desde esa distancia, parecía aún más grande que una montaña, un leviatán de piedra y magia que dormía en las entrañas del océano. Justo cuando se acercaba, algo cambió en el entorno. Las corrientes empezaron a agitarse, y Juske sintió una presencia. La criatura surgió de entre las sombras, un titán marino de forma serpentina, su cuerpo de decenas de metros envolviendo la bóveda como un guardián ancestral. Ojos luminosos y dientes afilados relucían en la oscuridad, y con un rugido bajo y profundo que reverberó en todo el abismo, la bestia se lanzó hacia él. ("Juske"): —¿Asi que tu eres una de esas criaturas? — Juske, apretando los puños con una confianza casi desafiante. La criatura avanzó con velocidad brutal, pero Juske no retrocedió ni un instante. Cuando el monstruo estuvo lo suficientemente cerca, extendió su brazo y, canalizando el flujo de maná a través de su cuerpo, arremetió con un puñetazo. Una onda expansiva se liberó en todas direcciones, distorsionando el agua y aplastando la presión circundante. La criatura emitió un gruñido amortiguado antes de quedar noqueada, su enorme cuerpo inerte alejándose lentamente hacia las profundidades. Sin perder tiempo, Juske nadó hasta colocarse justo debajo de la bóveda. Desde cerca, su tamaño era abrumador, y el peso de su presencia parecía doblar el espacio a su alrededor. Juske colocó ambas manos sobre la estructura y comenzó a empujar, gruñendo mientras el flujo de maná recorría su cuerpo como un torrente imparable. La bóveda, inmóvil durante siglos, comenzó a temblar ligeramente. ("Juske"): —¡Vamos...! , — entre dientes, forzando cada músculo de su cuerpo. Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado. El portal se manifestó. A su alrededor, el océano se distorsionó como un espejo de agua que se rompe. El aire —o lo que simulaba ser aire a esa profundidad— pareció vibrar, y una grieta espacial se abrió frente a Juske. Era enorme, titánica, una puerta de luz y oscuridad entrelazadas que parecía conducir a otra realidad. Juske quedó momentáneamente impresionado por lo que acababa de lograr. <"Habilidad de portales espaciales aplicada con éxito">. Esa voz resonó en su mente una vez más, grave y metálica, como si estuviera grabada en el núcleo mismo de su conciencia. ("Juske"): —¿Tú otra vez? Con un último rugido de esfuerzo, empujó la bóveda hacia el portal, su cuerpo iluminándose con el brillo carmesí de la máscara. La estructura colosal comenzó a entrar lentamente, su masa titánica siendo absorbida por el espacio distorsionado. El océano vibró, y ondas sísmicas sacudieron las profundidades. Arriba, en la costa, Frost esperaba impaciente, mirando el horizonte con los brazos cruzados. ("Frost ") —¿Qué tanto tarda ese chico...? ("Frost"): — Lo voy a sacar. pero de pronto sintió un temblor bajo sus pies. Antes de que pudiera reaccionar, un portal gigante se abrió en el aire sobre la playa. Frost se quedó boquiabierto al ver cómo la bóveda de reliquias mágicas emergía lentamente del portal, cayendo con un estruendo atronador que hizo vibrar toda la costa. ("Frost"): —¡¿PERO QUÉ...?! — Frost gritó. sus ojos abriéndose como platos al ver el tamaño de la estructura. La bóveda aterrizó con un impacto ensordecedor, levantando una nube de arena y temblando como si acabara de sacudir el mundo mismo. Frost cayó de espaldas, completamente aturdido. Unos segundos después, Juske emergió del portal, sacudiéndose el agua del cabello y con una sonrisa satisfecha. ("Juske"): — ¿Qué tal eso? dijo, mirando la bóveda detrás de él como si fuera un trofeo. Frost, aún en el suelo, señaló la bóveda con el dedo tembloroso. ("Frost"): — ¿T-Tú... tú la sacaste del fondo del océano...? ("Juske"): — Pues claro. — respondió Juske con calma, quitándose el exceso de agua del hombro—. No podía dejarla ahí. Frost abrió la boca para responder, pero se detuvo al sentir otro pequeño temblor. Miró la bóveda y luego a Juske, incapaz de procesar lo que acababa de presenciar. ("Frost"): — Tú... realmente no eres humano. Juske simplemente sonrió, mirando la bóveda con orgullo. En ese momento, supo que su poder y la máscara habían alcanzado un nuevo nivel. La noche había caído nuevamente sobre Hyren, el aire fresco soplaba suavemente mientras las estrellas se reflejaban en el mar sereno. Juske, Frost y Ryu regresaron al campamento donde los demás los esperaban. Al verlos llegar, Scarlett y Mika se levantaron de inmediato, con curiosidad y ansiedad por saber qué había ocurrido. —¿Lo lograron? —preguntó Edgard, dando un paso adelante, sus ojos clavados en Juske y Frost. Juske cruzó los brazos con una sonrisa orgullosa y señaló detrás de él, hacia donde se encontraba la bóveda de reliquias mágicas, su colosal silueta aún visible a la distancia. ("Juske"): —No solo lo logramos... la bóveda está a salvo. —Su tono era firme, pero cargado de alivio. Edgard lo miró con sorpresa, un brillo de gratitud iluminando su rostro. Caminó hasta Juske y, sin titubear, colocó una mano firme en su hombro. ("Edgard"): — Gracias, Juske. De verdad. —Edgard hizo una leve reverencia—. — Esto no solo salvó al reino, sino también mi honor. Les estaré eternamente agradecido. Scarlett sonrió, cruzándose de brazos y lanzándole una mirada orgullosa a Juske. ("Scarlett"): — Si que me impresionas mucho. Frost, aún recuperándose del impacto de lo que habían logrado, se desplomó sobre una silla improvisada y se dejó caer hacia atrás. ("Juske"): —¡Sí, sí! Lo hicimos! Pero casi muero del susto. No volveré a bajar al fondo del océano por nada del mundo. Ryu, el pequeño dragóncito, revoloteó con alegría y se posó en el hombro de Juske, emitiendo un pequeño rugido de celebración. --- Horas después, el ambiente en el campamento era festivo. Una fogata iluminaba el centro del refugio, mientras el sonido de risas y canciones llenaba el aire. Juske, Scarlett, Mika, Edgard, Frost y Ryu estaban sentados alrededor del fuego, celebrando con comida y bebidas que los habitantes de Hyren habían traído como agradecimiento. Frost, como siempre, no pudo resistirse a la bebida. Después de unas cuantas copas, su rostro estaba rojo como un tomate y hablaba sin parar, balbuceando historias sin sentido. ("Frost"): —¡Escuchen, escuchen! ¡Les contaré cómo le salvé el trasero a Juske allá abajo! —gritó Frost, agitando una botella vacía en el aire. Scarlett soltó una carcajada y negó con la cabeza. ("Scarlett"): —¿Salvar? Estabas temblando más que una hoja, Frost. —Dijo burlona, dándole una palmada en la espalda. Mientras tanto, Juske se apartó un poco del grupo y desenrolló un mapa antiguo que había conseguido de Edgard. Lo extendió sobre una roca plana y, con una expresión seria pero emocionada, comenzó a estudiarlo. Su mirada se detuvo en un lugar marcado con tinta roja: el Continente Areo. ("Juske)" —¿El Continente Areo? — Juske para sí mismo, mientras Ryu observaba el mapa desde su hombro—. Un continente que flota en el cielo... ¿Cómo es eso posible? En ese momento, Edgard, quien había notado la atención de Juske, se acercó y se inclinó hacia el mapa. ("Edgard"): —Si planeas ir al Continente Areo, necesitarás algo muy especial —dijo Edgard con seriedad. ("Juske")—¿Especial? —Juske levantó la mirada. ("Edgard"): —Un barco volador. ("Juske"): —¡¿Un qué?! —exclamó Juske, sus ojos abriéndose con incredulidad—. ¿Barcos que vuelan? Eso suena como una locura. Edgard sonrió con calma y asintió. ("Edgard"): —No lo es. Los barcos voladores existen, pero no los encontrarás aquí en Hyren. Tendrás que ir a una isla llamada la Tierra de la Hierba. Allí abundan los barcos voladores, y los navegantes conocen las rutas seguras hacia el Continente Areo. Juske miró el mapa nuevamente, sus ojos brillando con emoción. ("Juske"): —La Tierra de la Hierba... Ese será nuestro próximo destino. —Dobló el mapa con cuidado y lo guardó entre sus pertenencias. --- Mientras el grupo seguía celebrando, Mika permanecía en silencio. Observaba a Juske y Scarlett desde la distancia, su expresión pensativa y un poco inquieta. Miró a su padre, Edgard, quien hablaba animadamente con Frost y Ryu, y luego bajó la mirada hacia el suelo. Ella quería decirlo. Quería viajar con Juske y Scarlett, quería explorar el mundo más allá de Hyren. Pero las palabras simplemente no salían. ("Mika"): —¿Por qué no puedo decírselo? —murmuró para sí misma. Se levantó lentamente y caminó hacia el borde del campamento, donde el horizonte se perdía en la oscuridad de la noche. Juske, quien había notado su ausencia, se acercó en silencio. ("Juske"): —¿Todo bien, Mika? —preguntó con calma. Mika giró ligeramente la cabeza, sorprendida. ("Mika"): —Ah... Sí, estoy bien —respondió con una sonrisa forzada. ("Juske"): —No lo parece. —Juske cruzó los brazos y la miró con seriedad—. Si tienes algo que decir, dilo. Mika lo miró por un momento y luego desvió la mirada hacia el cielo estrellado. ("Mika"): —Quiero... Quiero ir con ustedes. —Susurró, apenas audible. Juske parpadeó, un poco sorprendido. ("Juske"): —¿Con nosotros? ("Mika"): —Sí —dijo con más firmeza—. Quiero ver el mundo. No quiero quedarme aquí. Juske sonrió levemente y asintió. ("Juske"): —Pues díselo a tu padre. Estoy seguro de que entenderá. Mika bajó la cabeza, aún dudosa. —No es tan fácil... Juske se rascó la cabeza y se encogió de hombros. ("Juske "): —Si realmente lo quieres, encontrarás la manera. —Se giró hacia el campamento, donde Frost cantaba desafinadamente mientras Scarlett intentaba callarlo—. Vamos, regresemos. Mañana será un día largo. Mika lo siguió en silencio, su mente aún llena de pensamientos y dudas, pero en su interior. El día había amanecido claro y brillante en Hyren, un contraste con la emoción que se respiraba en el aire. Los habitantes del pequeño pueblo se habían reunido en el puerto, listos para despedir a los héroes que habían salvado a su tierra. Juske, Scarlett, Ryu y Mika estaban preparados para embarcarse en su nuevo viaje hacia Eldoria, cruzando el vasto reino antes de dirigirse a la isla conocida como la Tierra de la Hierba, donde los barcos voladores esperaban para llevarlos más allá. Los aldeanos se alineaban, algunos con sonrisas, otros con ojos llenos de tristeza, pero todos mostraban gratitud. El pueblo estaba agradecido por todo lo que habían hecho, especialmente por recuperar la Bóveda de Reliquias Mágicas, que prometía cambiar el destino de Hyren. Scarlett, con su característica sonrisa y una mirada decidida, se despedía de todos con una actitud que reflejaba tanto su determinación como su afecto por los que dejaban atrás. Juske, parado al lado de Scarlett, no podía evitar pensar en todo lo que había vivido desde que había llegado a este mundo. Su máscara descansaba con calma a su lado, pero en su interior sentía la energía de todo lo que aún estaba por venir. Mientras observaba a los aldeanos, no pudo evitar preguntarse cómo cambiaría su vida en el futuro, después de esta nueva etapa de su aventura. De repente, la voz de Mika lo sacó de sus pensamientos. Ella se acercaba a su padre, Edgard, con una mirada nerviosa pero decidida. Había algo en su postura que mostraba que no iba a dejar pasar la oportunidad. ("Mika"): — Padre... quiero ir con ellos. Quiero unirme a Juske y Scarlett en su viaje. Edgard, que observaba a su hija con una mezcla de orgullo y preocupación, la miró fijamente. A lo largo de los años, había visto la evolución de Mika, la joven que había crecido a la sombra de su familia, la que siempre había tenido miedo de no cumplir con las expectativas. Pero ahora, frente a él, estaba la mujer que había decidido tomar su propio destino. Sabía que era hora de dejarla seguir su camino. ("Edgard"): — Mika... sabes lo difícil que es para un padre dejar ir a su hija, pero también entiendo que esto es lo que debes hacer. Es tu destino, al igual que el mío en su momento. Mika lo miró con gratitud. Estaba agradecida por la confianza de su padre, pero también sabía que este paso significaba que debía enfrentarse a su propio destino. ("Mika"): — Gracias, padre... no te fallaré. Edgard asintió, su rostro se suavizó y, con un gesto lleno de cariño, sacó un collar de su bolsillo. Un cristal brillante estaba en su centro, envuelto por un fino hilo de plata. ("Edgard"): — Este collar le pertenecía a tu madre. Ahora es tuyo. Te lo doy como símbolo de todo lo que has heredado de ella, y como recordatorio de que siempre estaré contigo, sin importar la distancia. Mika, sorprendida y profundamente emocionada, aceptó el collar. Las lágrimas brillaban en sus ojos, pero una sonrisa sincera apareció en su rostro mientras lo colocaba alrededor de su cuello. ("Mika"): — Gracias, padre... antes de abrazarlo. La despedida, aunque emotiva, fue breve. Sabían que la partida era un paso necesario para sus respectivos destinos. Al alejarse del abrazo de Edgard, Mika se unió a Juske, Scarlett y Ryu, quienes ya estaban preparados para embarcarse en el barco. Justo antes de que se subieran al barco, Frost se acercó con una sonrisa de complicidad, entregando un paquete a Juske y otro a Scarlett. Ambos eran mapas actualizados del mundo, en los que se indicaban rutas, territorios desconocidos y áreas con gran poder mágico. Aunque Juske ya tenía un mapa, este nuevo parecía mucho más detallado, especialmente hacia Eldoria. ("Frost"): — Este mapa está actualizado. Como saben, el mundo cambia con el tiempo. ("Juske"): — Gracias, Frost. Esto será muy útil. Scarlett también observó el mapa, agradecida por el gesto. ("Scarlett"): — ¡Es perfecto! Vamos a necesitar toda la ayuda que podamos para este viaje. El viento soplaba con suavidad, moviendo las velas del barco que los llevaría a Eldoria, y los habitantes del pueblo continuaban observando mientras el barco comenzaba a zarpar. El cielo estaba despejado, prometiendo un buen viaje hacia el reino que sería su primer destino antes de llegar a la Tierra de la Hierba. A medida que el barco se alejaba del puerto, Juske miró a Mika, luego a Scarlett, y finalmente a Ryu. Había un aire de determinación en el grupo, pero también una sensación de unidad. Sabían que el futuro que les esperaba no sería fácil, pero juntos, enfrentarían lo que fuera. ("Juske"): — Adiós, Hyren... El viento soplaba más fuerte, impulsando el barco hacia su destino. Eldoria estaba más cerca que nunca, y el camino que les esperaba a los aventureros sería tan desafiante como prometedor. CONTINUARÁ... Muchas gracias por haber llegado hasta aquí querido lector... Esta es la parte 1 del Volumen 1 de The crimson Oni mask, Próximamente el capitulo 16 iniciará la parte de VOL 1 de TCOM.