Chereads / The Crimson Oni Mask / Chapter 12 - Capítulo 11: El Lazo y la Oscuridad

Chapter 12 - Capítulo 11: El Lazo y la Oscuridad

El sol de la tarde bañaba los campos dorados, donde dos figuras caminaban juntas, rodeadas por la brisa primaveral. Rayjou, con su inconfundible energía y determinación, blandía una espada de madera, practicando cortes al aire. 

A su lado, Edgard avanzaba en silencio, con un libro apretado contra el pecho, sus pasos ligeros como si temiera perturbar la tranquilidad del momento.

 A pesar de sus diferencias, los dos se complementaban como el día y la noche, unidos por un destino forjado en la tragedia.

El accidente había sido devastador. Una tormenta violenta, un carruaje volcado, y la pérdida de los padres de Edgard. El no tiene recuerdos desde ese momento, pero su vida cambió cuando los Tamashi lo encontraron y lo acogieron como uno más de la familia. Aunque siempre agradecido, Edgard no podía evitar sentirse diferente.

("Edgard"): — Rayjou, ¿alguna vez sientes que el destino puede ser cruel? 

preguntó con suavidad, mirando los campos que se extendían a su alrededor.

 

("Rayjou"): — No pienso en eso. El destino es solo una excusa para los que no luchan. Yo hago mi propio camino, y tú deberías hacer lo mismo, hermano.

Rayjou sonrió con la seguridad de alguien que nunca había dudado de sí mismo.

Edgard asintió, aunque no del todo convencido. Admiraba a Rayjou, pero no compartía su valentía desenfrenada. Para él, el mundo era un lugar lleno de preguntas, de misterios que solo podían responderse con conocimiento.

El pueblo estaba lleno de vida. Las calles, decoradas con guirnaldas y linternas, resonaban con risas y música. 

Los niños corrían emocionados mientras los adultos intercambiaban historias y preparaban mesas llenas de comida. En el centro de la plaza, el estrado de madera esperaba al próximo niño que descubriría su afinidad mágica.

Rayjou avanzaba con paso firme, su espada aún colgando del cinturón. Edgard lo seguía de cerca, mirando a su alrededor con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Cerca del estrado, dos figuras destacaban entre la multitud.

Benjamin, el elfo viajero, era joven pero poseía una presencia de hermosura y majestuosidad. Su cabello plateado brillaba bajo el sol, y sus ojos azules parecían captar cada detalle. 

A su lado estaba Miryam, su hija. Era una niña de rasgos delicados, con orejas puntiagudas que asomaban entre su cabello dorado. Su mirada, aunque tímida, irradiaba una calidez que capturó la atención de Edgard de inmediato.

("Edgard"): — ¿Es… es una elfa? 

susurró, deteniéndose por un momento.

("Rayjou"): — Sí, ¿y qué? No te pongas raro ahora. Vamos. 

Rayjou lo empujó suavemente hacia adelante.

El gran mago subió al estrado. Vestía una túnica azul oscuro que caía hasta el suelo, y su barba blanca llegaba hasta su pecho. Su voz, aunque suave, resonaba con autoridad.

("Gran mago"): — Bienvenidos todos. Hoy, Rayjou Tamashi cumple doce años, y es el momento de que descubra su afinidad mágica.

Benjamin entregó una caja con diez esferas, cada una representando un elemento. Las esferas brillaban débilmente, como si estuvieran vivas, esperando ser tocadas por el elegido. El gran mago hizo un gesto hacia Rayjou.

("Gran mago"): — Coloca tu mano sobre las esferas. Déjalas sentir tu mana, y ellas revelarán tu destino.

Rayjou avanzó con confianza, ignorando los murmullos a su alrededor. Cerró los ojos y colocó la mano sobre las esferas. Al principio, no ocurrió nada. Luego, una de las esferas comenzó a brillar, pero no era una luz brillante ni cálida. Era un resplandor oscuro, profundo, que parecía absorber toda la luz a su alrededor.

El silencio cayó sobre la multitud. Algunos susurros comenzaron a oírse, llenos de miedo e incertidumbre. El gran mago frunció el ceño, pero rápidamente recuperó la compostura. Benjamin cruzó los brazos, observando atentamente a Rayjou.

("Gran mago"): —Rayjou Tamashi… posees afinidad con el elemento oscuridad. Es un don poderoso, pero también una carga peligrosa. Debes ser fuerte de voluntad, no solo en cuerpo, sino en espíritu.

Rayjou levantó la cabeza, su mirada decidida.

("Rayjou"): — Elemento Oscuridad. Pero que peculiar. ¡Me gusta lo peculiar!

("Gran mago"): — Esa es la actitud chico. Jajajaja. 

Benjamin intervino, su voz calmada pero firme.

("Benjamin"): — La oscuridad no debe ser temida, pero sí respetada. Si aceptas este poder sin comprenderlo, muchas cosas interesantes guardan para tu futuro. 

Rayjou asintió, agradecido por las palabras. Mientras tanto, Edgard no podía apartar la mirada de su hermano. Aunque admiraba su valentía, no podía evitar sentir una sombra de preocupación.

Después de la ceremonia, Rayjou y Edgard se quedaron en la plaza. Miryam, tímida pero curiosa, se acercó a ellos.

("Miryam"): — Tu magia… es interesante. 

Su voz era suave, pero había una sinceridad en sus palabras que llamó la atención de Rayjou.

("Rayjou"): —¿Interesante? Yo diría que es impresionante. 

Rayjou sonrió, tratando de ocultar la tensión que sentía.

Edgard, por su parte, estaba más interesado en Miryam que en la conversación. Sus ojos captaron cada pequeño gesto de la elfa, desde la forma en que jugaba con un mechón de su cabello hasta cómo miraba a su alrededor con curiosidad.

("Edgard"): — ¿Es… difícil ser una elfa aquí? 

preguntó, intentando no parecer demasiado ansioso.

Miryam lo miró, sorprendida por la pregunta.

("Miryam"): — No estoy acostumbrada a este lugar, pero… todos parecen amables. Aunque es raro ver a alguien como tú. 

("Miryam"): — Lees mucho, ¿verdad?

Edgard parpadeó, sorprendido de que lo hubiera notado.

("Edgard"): — Sí, me gustan los libros. Me ayudan a entender cosas que no puedo aprender en otro lugar.

("Miryam"): — Entonces creo que nos llevaremos bien. 

Sonrió tímidamente, y Edgard sintió que su corazón se aceleraba.

Mientras los niños conversaban, Benjamin y el gran mago se reunieron con los padres de Rayjou en una sala apartada. La preocupación era evidente en sus rostros.

("Benjamin"): — El elemento oscuridad es raro, pero no imposible de manejar. Sin embargo, debe ser guiado con cuidado. Rayjou necesita apoyo, no solo como mago, sino como persona.

("Gran mago"): — La oscuridad no es intrínsecamente mala, pero puede ser peligrosa si no se controla. Deben estar atentos a sus emociones. Si el rencor, el odio o los celos crecen en su corazón, el elemento oscuridad se alimentara de ellos.

Los padres de Rayjou asintieron, sus rostros serios. Sabían que el camino por delante sería difícil, pero estaban decididos a apoyar a su hijo en todo lo que necesitaría.

("Señora Tamashi"): — Rayjou es un buen chico, y tiene un corazón noble y lleno de mucho amor.

("Señor Tamashi"): — Mi esposa tiene razón, Rayjou fue criado perfectamente con buenos padres.

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Afuera, bajo el cielo estrellado, Rayjou y Edgard hicieron una promesa silenciosa: protegerse el uno al otro, sin importar lo que el destino les tuviera preparado.

La noche había caído sobre el pueblo, y las estrellas brillaban en un cielo despejado. La reunión entre los padres de Rayjou, Benjamin y el gran mago había terminado. Las preocupaciones respecto al elemento de oscuridad seguían presentes, pero todos sabían que no había vuelta atrás. Ahora, todo dependía de cómo Rayjou crecería.

Benjamin y Miryam se despidieron de los Tamashi al pie de la colina que llevaba a las casas del pueblo. El elfo ajustó su capa ligera, mientras su hija, aún llena de energía después de haber jugado con Rayjou y Edgard, bostezaba suavemente.

("Benjamin"): — Gracias por su hospitalidad. Mi hija y yo nos quedaremos en el pueblo unos días.

("Señora Tamashi"): — ¿En serio? Y ¿ a que se debe su hospedaje durante esos días a nuestro pueblo? 

("Benjamin"): — Es que soy arqueólogo, además de viajero, y este lugar tiene una importancia histórica significativa.

El padre de Rayjou inclinó la cabeza con respeto.

("Señor Tamashi"): — ¿Qué tipo de historia? ¿Acaso tiene algo que ver con las ruinas al sur de aquí?

Benjamin asintió, sus ojos azules brillando con interés.

("Benjamin"): — Exactamente. Este lugar guarda fragmentos de una leyenda que data de la Era Arcana, hace más de mil años. Estoy siguiendo las pistas para entender mejor los eventos de aquel entonces. La leyenda habla de un grupo de cinco héroes que derrotaron a una criatura dimensional. Las ruinas cercanas podrían contener más detalles sobre ese suceso.

Los Tamashi escucharon en silencio, intrigados.

("Señor Tamashi"): — ¿Cinco héroes? ¿Puedes contarnos más?

Benjamin miró a Miryam, quien lo tomó de la mano, lista para irse. Aun así, el elfo se tomó un momento para explicar.

("Benjamin"): — Un Espadachín legendario, un Oni con una máscara de inconmensurable poder, un hombre con magia desconocida que parecía venir de otro mundo, un hada con poderes irreales, y un caballero bendecido por las diosas más allá del Universo. 

("Benjamin"): — Ellos derrotaron a una bestia dimensional que trascendía el espacio y el tiempo. Pero el precio fue alto. El legendario espadachín utilizó un hechizo prohibido para sellar a la bestia, dividiendo su esencia en cinco pergaminos, cada uno oculto en diferentes continentes. Desde entonces, esa bestia nunca ha regresado… o al menos, eso es lo que dicen las historias.

La señora Tamashi frunció el ceño.

("Señora Tamashi"): — Es fascinante, pero también inquietante. Esperemos que esa criatura solo sea un mito. 

Benjamin asintió, pero no respondió. Su rostro reflejaba una mezcla de fascinación y preocupación, como si supiera más de lo que estaba dispuesto a revelar.

El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Rayjou ya estaba en el patio trasero de la casa Tamashi. Había pasado la noche pensando en lo que Benjamin y el gran mago dijeron sobre la oscuridad. No temía su magia, pero tampoco la entendía del todo. Sostuvo su mano frente a él, concentrándose. Un pequeño espiral negro comenzó a formarse, girando lentamente como un remolino.

("Rayjou"): — Vamos… solo un poco más grande.

El espiral creció, pero apenas alcanzaba el tamaño de una manzana. A pesar de ello, sonrió satisfecho. Era débil, sí, pero estaba aprendiendo.

Edgard observaba desde una distancia segura, con un libro en las manos. Aunque no tenía afinidad mágica propia, se sentía fascinado por los procesos mágicos y había estado leyendo todo lo que podía sobre el mana y sus aplicaciones.

("Edgard"): — Eso es impresionante, Rayjou. Pero… ¿no te da miedo?

Rayjou lo miró con una ceja levantada.

("Rayjou"): — ¿Miedo? ¿De qué? Es solo magia. Además, si no la dominó yo, ¿quién lo hará?

Edgard cerró el libro, pensativo.

("Edgard"): — Solo digo que tienes que ser cuidadoso. La magia oscura es peligrosa, no es un juego. Así que ten cuidado. 

Rayjou se rió y se acercó, golpeando suavemente el hombro de Edgard.

("Rayjou"): — Siempre estás preocupado. Relájate. Vamos al bosque. Quiero probar esto con algo real.

El bosque era denso, lleno de sonidos de la naturaleza. Rayjou avanzaba con confianza, mientras Edgard lo seguía de mala gana, mirando a su alrededor con nerviosismo.

("Edgard"): — ¿Por qué siempre tenemos que venir aquí? Hay animales… y cosas que podrían matarnos.

("Rayjou"): — Por eso venimos. Es la mejor forma de aprender.

Rayjou levantó una rama del suelo y la lanzó al aire. Extendió su mano, y el pequeño espiral negro absorbió la rama antes de desvanecerse.

("Rayjou"): — ¿Ves? Estoy mejorando

Un rugido suave resonó a lo lejos, y Edgard se detuvo en seco.

("Edgard"): — ¿Qué fue eso?

Rayjou sonrió, emocionado.

("Rayjou"): — Perfecto. Vamos a ver.

Antes de que Edgard pudiera protestar, Rayjou avanzó. Encontraron a un jabalí pequeño, que levantó la cabeza al escuchar sus pasos. El animal bufó y se preparó para cargar.

("Edgard"): — ¡Rayjou, volvamos al pueblo! ¡Esto no es una buena idea!

Rayjou lo ignoró, extendiendo su mano para formar otro espiral. El jabalí cargó, y Rayjou lo enfrentó, desviándolo con un palo. Sin embargo, el espiral de oscuridad falló, disipándose antes de alcanzar al animal. Finalmente, el jabalí huyó, dejando a Rayjou frustrado y a Edgard temblando.

("Rayjou"): — Tch. Aún necesito más práctica.

("Edgard"): — ¡¿Más práctica?! Estuvimos a punto de morir.

Rayjou se rió y le dio una palmada en la espalda.

("Rayjou"): — Relájate, hermano. Si algo hubiera pasado, yo te habría protegido.

("Rayjou"): — Bueno ahora vamos a ver a miryam hermano... ¿Que tal?

("Edgard"): — ¿Mi... Miryam? ¿La niña Elfa?

("Rayjou"): — Por favor ya no empieces. 

 

Dijo Rayjou con una voz tediosa ante a edgard que tenia la cara toda roja.

De regreso al pueblo, los hermanos encontraron a Miryam jugando con otros niños en la plaza. Su risa resonaba en el aire, y su presencia parecía iluminar todo a su alrededor. Al verlos, corrió hacia ellos, con su cabello dorado ondeando al viento.

("Miryam"): — ¡Edgard! ¡Rayjou! ¿Dónde estaban?

Rayjou sonrió con arrogancia.

("Rayjou"): — Entrenando. Edgard sigue siendo un cobarde.

Edgard frunció el ceño, pero Miryam se rió suavemente.

("Miryam"): — Edgard no es un cobarde. Solo es más… prudente.

Edgard sonrió tímidamente, agradecido por el comentario. Los tres pasaron el resto del día jugando en la plaza, compartiendo historias y risas. A pesar de las diferencias entre ellos, había un lazo innegable que comenzaba a formarse. 

Mientras tanto, en una cueva cercana, Benjamin examinaba las ruinas. Las inscripciones en las paredes hablaban de los cinco héroes, del espadachín y su sacrificio. El elfo frunció el ceño, sus dedos rozando una línea de texto que parecía desgastada.

("Benjamin"): — La bestia no fue destruida… solo sellada. ¿Cuánto tiempo más permanecerá atrapada?

El eco de sus palabras resonó en la cueva, mientras afuera, el sol comenzaba a ponerse.

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La mañana había llegado, pero para Edgard, el amanecer no trajo alivio. En la profundidad de su sueño, su mente quedó atrapada en un paisaje oscuro y retorcido. Todo era incierto, y la sensación de peligro era tan real como la tierra bajo sus pies. En medio de la penumbra, apareció un venado negro, majestuoso y enorme. Su figura era imponente, con ojos de un brillo rojo profundo que parecían perforar el alma.

El venado habló, pero no con palabras audibles. Sus pensamientos se filtraron en la mente de Edgard, como un eco que resonaba en todas direcciones.

("Venado"): — Tu pueblo es interesante... ¿Porque no me invistas? Al fin y al cabo la oscuridad te persigue. 

De repente, apareció la figura de su madre, pálida y desesperada, señalando con urgencia hacia un punto en la distancia.

("Madre de Edgard"): — ¡Corre! ¡No mires atrás, Edgard! ¡Corre ahora!

Edgard quería obedecer, pero sus pies estaban clavados al suelo. El mundo a su alrededor comenzó a distorsionarse. Los árboles se retorcieron, el cielo se deshizo en jirones oscuros, y el suelo bajo sus pies comenzó a desmoronarse. Gritó mientras caía en un abismo infinito, la voz de su madre desvaneciéndose en el eco.

Edgard despertó sobresaltado, su corazón latiendo con fuerza y su respiración acelerada. Su grito había resonado en la pequeña habitación, y no pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera bruscamente. Rayjou apareció, con una expresión entre alerta y molesta.

("Rayjou"): — ¿Qué demonios fue eso? ¿Estás llorando? 

Una sonrisa burlona apareció en su rostro.

— No me digas que tuviste una pesadilla. ¿Qué eres, una niña?

Edgard lo fulminó con la mirada, todavía intentando calmarse.

("Edgard"): — No estoy llorando. Solo… tuve un mal sueño. Eso es todo.

Rayjou se encogió de hombros, cruzándose de brazos.

("Rayjou"): — Claro, claro. Bueno, si terminaste de gritar como una niña, vístete. Vamos al bosque. Miryam nos espera.

Edgard suspiró, resignado. A pesar de las bromas de Rayjou, estaba agradecido de no estar solo. No podía sacarse la imagen del venado de la mente y lo que dijo, pero decidió no decir nada. Después de todo, era solo un sueño… ¿verdad?

La luz del sol se filtraba a través de las copas de los árboles cuando los tres amigos se encontraron. Miryam, con su habitual sonrisa tímida, los saludó mientras se ajustaba el cabello tras sus orejas puntiagudas.

("Miryam"): — Llegaron tarde. ¿Todo bien?

Rayjou soltó una carcajada.

("Rayjou"): — Edgard tuvo una pesadilla. Un monstruo debajo de su cama, seguro.

Edgard bufó, evitando mirar a Miryam.

("Edgard"): — No fue nada. Ya estoy bien. Vamos al bosque.

Los tres caminaron entre los árboles, como de costumbre, buscando un lugar para entrenar. Sin embargo, algo diferente llamó su atención ese día. Entre las raíces de un árbol caído, descubrieron la entrada de una cueva. Era oscura y emanaba un aire extraño, como si estuviera impregnada de magia antigua.

Edgard se detuvo en seco, su instinto gritándole que dieran la vuelta.

("Edgard"): — Esto no me gusta. Deberíamos volver.

Rayjou, por el contrario, parecía emocionado. Sus ojos brillaban con curiosidad.

("Rayjou"): — ¿Estás loco? Esto es increíble. ¿No quieres saber qué hay adentro?

Miryam observó la entrada, intrigada, pero lanzó una mirada preocupada a Edgard.

("Miryam"): — Quizás Edgard tenga razón. Podría ser peligroso.

("Rayjou"): — ¿Dijeron peligroso? Eso suena divertido. Vamos.

Antes de que Edgard pudiera protestar, Rayjou ya había entrado. Miryam suspiró y lo siguió, dejando a Edgard sin opción más que acompañarlos.

La cueva estaba envuelta en penumbra, pero al avanzar, encontraron antorchas mágicas en las paredes, que se encendían con su paso, iluminando el camino. El aire era pesado, cargado de magia, y las runas antiguas decoraban los muros, brillando tenuemente en azul.

Llegaron a una sala amplia, donde dos pilares imponentes se alzaban hacia el techo, cubiertos de inscripciones y símbolos. Estatuas de Onis y guerreros decoraban el lugar, junto con restos de armas y armaduras que parecían de otro tiempo. Miryam se acercó a uno de los pilares, fascinada.

("Miryam"): — Esto es… increíble. Nunca había visto algo así.

Rayjou exploraba el lugar con entusiasmo, mientras Edgard permanecía cerca de la entrada, nervioso.

("Edgard"): — Deberíamos volver. Esto no es normal. ¿No sienten esa energía?

Rayjou lo ignoró, acercándose a una palanca que sobresalía de la pared. Sin pensarlo dos veces, la activó. Un ruido profundo resonó en la cueva, y las runas de los pilares comenzaron a brillar con intensidad. Un portal apareció en el centro de la sala, emanando una luz azul brillante.

("Miryam"): — ¡Rayjou! ¿Qué hiciste?

Rayjou miró el portal con asombro, ignorando la pregunta.

("Rayjou"): — Esto es… asombroso. ¿Qué creen que sea?

Antes de que alguien pudiera responder, una figura comenzó a emerger del portal. Era un venado negro, alto y majestuoso, idéntico al de los sueños de Edgard. Sus ojos rojos brillaban mientras avanzaba con elegancia hacia los niños.

Edgard retrocedió, su corazón acelerado.

("Edgard"): — Es él… ¡Es el venado de mi sueño!

Rayjou y Miryam miraron al venado, pero no compartían la misma inquietud que Edgard. Para ellos, el animal no parecía hostil. Rayjou incluso se acercó, acariciándolo.

("Rayjou"): — ¿De qué hablas? Es solo un venado. Míralo, es increíble.

Miryam también se acercó, extendiendo una mano temblorosa. El venado inclinó la cabeza hacia ella, permitiéndole acariciarlo.

("Miryam"): — Es tan… hermoso. No creo que sea peligroso.

Edgard, sin embargo, no podía sacudirse la sensación de amenaza. El venado podía parecer amable, pero algo en su mirada lo inquietaba profundamente. Mientras Rayjou y Miryam jugaban con él, Edgard sintió como si el animal lo estuviera observando directamente, como si supiera algo que los demás no podían comprender.

La magia de la cueva se intensificó, y el portal seguía abierto, pulsando con energía desconocida. Edgard no podía evitar preguntarse: ¿por qué el venado estaba allí, y qué significaba su aparición?

El sol empezaba a descender en el horizonte, bañando el pueblo con un cálido resplandor anaranjado. Rayjou, Edgard y Miryam caminaban por las calles adoquinadas llevando al majestuoso venado negro. La criatura se movía con una gracia imponente, llamando la atención de todos los aldeanos. Sus ojos, profundos y centelleantes, parecían observar cada rincón del pueblo con un aire enigmático.

Edgard, que aún sentía una incomodidad latente desde su extraño sueño, caminaba unos pasos detrás de sus amigos. El venado le inspiraba un miedo inexplicable, pero no quería arruinar el entusiasmo de Rayjou y Miryam.

("Rayjou"): — ¡Miren cómo todos lo admiran! Este venado es increíble. Seguro que se convertirá en el símbolo del pueblo.

("Miryam", sonriendo): — Es tan tranquilo y majestuoso. Parece salido de una leyenda.

Edgard no compartía ese entusiasmo. Miró al venado una vez más, intentando encontrar algo concreto que justificara su desconfianza, pero lo único que encontró fue su propio reflejo distorsionado en los ojos de la criatura.

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Cuando llegaron a la casa de los Tamashi, la señora Tamashi los recibió con los brazos abiertos.

("Señora Tamashi"): — ¡Qué venado negro más hermoso! Puede que traiga buena fortuna a este pueblo. 

El Señor Tamashi, mientras tanto, conversaba con Benjamin en el patio delantero. El elfo, con su aire elegante y su mirada amable, había logrado ganarse rápidamente la confianza y admiración de los aldeanos. Las jóvenes lo miraban de reojo, sonrojándose cada vez que les dedicaba una sonrisa casual.

("Benjamin"): — Este pueblo tiene una energía única. Me intriga cómo las leyendas parecen converger aquí, como si este lugar fuese un punto de encuentro para historias olvidadas.

Los Tamashi, emocionados por la presencia del gran mago y el elfo, decidieron organizar una fiesta en el centro del pueblo. Querían celebrar la armonía que había traído este momento único y agradecer a los visitantes.

("Señor Tamashi"): — ¡Una fiesta hará que todos recordemos este día con alegría!

El aire nocturno estaba lleno de música y risas. Farolillos iluminaban la plaza central del pueblo, creando una atmósfera cálida y festiva. Los aldeanos bailaban al ritmo de una alegre melodía mientras los niños corrían alrededor del venado, fascinados por su apariencia imponente.

Rayjou, Miryam y Edgard también disfrutaban de la fiesta. Rayjou, siempre enérgico, intentaba enseñar a Miryam algunos movimientos de kendo con una rama que había recogido del bosque, mientras ella reía y se cubría con las manos.

("Rayjou"): — ¡Vamos, Miryam! Tienes que aprender a defenderte. Nunca se sabe cuándo un samurái necesitará un escudero.

Expreso Rayjou bromeando ante Miryam. 

("Miryam"): — ¡Prefiero usar un arco! Seré más útil desde lejos.

Dijo mika entre risas.

Por otro lado, Edgard se mantenía más reservado, observando a sus amigos con una sonrisa tenue. Sin embargo, su mirada se desviaba constantemente hacia el venado. Algo en su postura, en la forma en que sus ojos brillaban bajo la luz de los farolillos, seguía inquietándolo.

En medio de la celebración, el venado levantó la cabeza repentinamente. Sus ojos parecieron oscurecerse mientras una energía palpable lo envolvía. Sin emitir un sonido, giró y se alejó hacia un callejón oscuro. Nadie pareció notarlo, excepto Edgard, que lo siguió a una distancia prudente, impulsado por una mezcla de curiosidad y temor.

El venado llegó a un claro apartado, donde el ambiente cambió abruptamente. La luz de la luna parecía desvanecerse, reemplazada por una penumbra antinatural. Frente a los ojos atónitos de Edgard, el venado comenzó a cambiar.

Su cuerpo se alzó sobre dos patas, sus extremidades se alargaron y se cubrieron de marcas luminosas. Sus cuernos pasaron de ser astas grandes a finos cuernos de color rojos que estaba en su frente que brillaban con un resplandor siniestro. Finalmente, el rostro de un Oni apareció con una piel de color normal, con ojos rojos penetrantes y una sonrisa maliciosa.

El Oni estaba desnudo de cintura para arriba, su torso entrenado y delgado cubierto de tatuajes antiguos que parecían pulsar con poder. Su presencia emanaba autoridad, como si perteneciera a un linaje indomable.

("Sujetó"): — Hay Hanzo Hachimizu, tuve que hacerme el ridículo y fingir ser un venado durante el resto del día para llegar aquí.

Dijo Hanzo Hachimizu con una expresión sarcástica y repudia de sus labios. 

("Hanzo Hachimizu"): — Pero para ser sincero... ese muchacho y yo nos conectamos mientras soñabamos... gracias a eso pude localizar este lugar. 

("Hanzo Hachimizu"): — Por Dios este niño vive en una distancia inaccesible, era obvio que iba a necesitar un portal para llegar aquí.

La expresión de el Oni era muy cómica y humoristica a la vez con mucho sarcasmo... con una personalidad muy quejado.

("Hanzo Hachimizu"): — Yo mejor dejo de hablar mucho.

("Hanzo Hachimizu"): — Finalmente. Este lugar será el inicio de un nuevo territorio para los Oni.

Hanzo Hachimizu levantó una mano y recitó un hechizo en un idioma antiguo. Frente a él apareció un círculo mágico que vibraba con una energía oscura. Desde el círculo surgieron tres figuras translúcidas, sus aliados, conectados a él mediante la magia de telepatía.

("Figura 1"): — *con voz grave* ¿Está listo el territorio?

("Hanzo"): — Pronto lo estará. Los humanos aquí son dóciles. Aprovecharemos su ignorancia para establecer nuestra base.

("Figura 2"): — *con tono calculador* Tenga cuidado, señor Hanzo. Si el gran mago se involucra, podríamos enfrentar problemas.

("Hanzo Hachimizu"): — Espera... ¿Y tú como sabes del gran mago?

("Figura 3"): — Telepatía señor... Nuestras mentes están conectadas mediante este hechizo de comunicación.

Respondió la figura con una voz tranquila, sería y muy serena ante un Hanzo burlon y humorista.

("Hanzo" ): — Bueno agua fiesta. Entocnes que lo intente. Igual los humanos son seres estúpidos e inferiores, un tonto viejo como el gran mago nunca tendría oportunidad contra mí.

("Figura 1"): — Eso lo sabemos señor, pero necesitamos mantener el perfil bajo para no levantar sospechas, mientras tanto estaremos preparando un ejército hacia allá.

("Hanzo"): — Bien... bien, mientras que hacen todo eso de los ejércitos, por favor pasen en el mismo portal que yo llegue. Ya que el tonto de un niño llamado Rayjou lo dejó abierto, así podrán cruzar aquí y salir del bosque.

La figura 1 suspiró agradeciéndole la obvia información que le paso Hanzo a el con mucha gratitud. 

("Hanzo"): — Por cierto y antes de que se vayan... Podrían traerme ropa por favor... es que deje la mía y con esta transformación tengo que permanecer desnudo...

("Figura 3"): — Esta bien señor le diré a las sirvientas que preparen una canasta de ropa para usted. 

("Hanzo"): — Gracias ... qué buenos panas son, igual...

("Figura 2"): — Nos tenemos que ir señor. Adiós.

Las figuras se desvanecieron, y Hanzo cruzó los brazos, mirando hacia el pueblo con una expresión satisfecha.

("Hanzo"): — *para sí mismo* Este lugar no tiene idea de lo que está por venir.

Edgard, que había observado todo desde las sombras, sintió su cuerpo temblar de miedo. No sabía cómo regresar al pueblo sin llamar la atención del Oni. Retrocedió lentamente, asegurándose de no hacer ruido, pero pisó una rama seca.

Hanzo giró la cabeza, sus ojos rojos buscando el origen del sonido. Edgard contuvo la respiración, su corazón latiendo con fuerza.

("Hanzo"): — *murmuró* Interesante...

Edgard logró escabullirse y correr de regreso al pueblo, donde la fiesta continuaba como si nada hubiera pasado. Sus pensamientos eran un torbellino. ¿Cómo advertirles a todos sin revelar que había espiado al venado? ¿Quién era realmente un Oni llamado Hanzo Hachimizu, y qué tenía planeado para el pueblo?

La tensión en su pecho era sofocante, pero sabía que no podía enfrentarse a esto solo. Encontraría a Rayjou y Miryam. Tenían que hacer algo, y tenían que hacerlo rápido.

CONTINUARÁ...