El frío calabozo era opresivo, su atmósfera impregnada de humedad y desesperación. Scarlett observaba a los guardias desde los barrotes, su mirada fija y calculadora. Juske, sentado en un rincón, acariciaba a Ryu, quien descansaba en su regazo, mientras lanzaba suspiros nerviosos.
("Scarlett"): — Juske, tengo un plan.
("Juske"): — ¿Plan? Por favor, dime que no implica golpear a alguien…
("Scarlett"): — Bueno, entonces no te lo diré.
Scarlett se acercó a los barrotes, llamando la atención de uno de los guardias con un susurro meloso.
("Scarlett"): — Oye, tú. Ven aquí, tengo información importante para tu Comandante. Algo sobre una conspiración...
El guardia se acercó con desconfianza, inclinándose hacia los barrotes. Scarlett actuó con rapidez: lo agarró, lo golpeó en la sien, y el hombre cayó inconsciente. Buscó las llaves en su cinturón y abrió las celdas.
("Scarlett"): — Hora de salir de aquí.
Juske se inclinó hacia el guardia tirado en el suelo y murmuró, lleno de culpa:
("Juske"): — Lo siento. Espero que no te duela mucho cuando despiertes.
Con las cadenas rotas y la puerta abierta, Ryu revoloteó felizmente alrededor de Juske antes de posarse en su hombro. Scarlett los miró con una sonrisa.
("Scarlett"): — Vamos. Hay cosas importantes que recuperar.
El castillo era un laberinto, cada pasillo parecía idéntico al anterior. Scarlett y Juske decidieron separarse para cubrir más terreno.
Mientras ella buscaba su espada y sus pertenencias, Juske vagaba por los corredores, abriendo puertas al azar con la esperanza de encontrar la Máscara Carmesí.
En uno de esos intentos, Juske abrió una puerta y quedó paralizado al ver a Mika, sentada junto a una ventana.
Ella abrazaba un cojín mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Frente a ella, un retrato de una mujer elfa colgaba en la pared. Mika levantó la vista, sorprendida.
("Mika"): — ¿Juske? ¿Qué haces aquí?
("Juske"): — ¡Ah! Perdón, no sabía que esta era tu habitación mika.
("Mika"): — No que Scarlett y tu tenían que esperar a que mi padre los juzgará mañana.
("Juske"): — Eso dijo el señor bigotudo... Había olvidado su nombre pero Scarlett decidió actúar... jijiji... ella no cambiará.
Respondió juske arrepentido y con lagrimas chorreante salir de sus ojos por el arrepentimiento que sentía.
Por otro lado mika parecía escuchar lo que pasaba. Pero a la vez no prestaba tanta atención.
Juske se detuvo en seco al notar su rostro lleno de tristeza. Mika apartó la mirada, regresando su atención al cuadro. Juske, sintiendo una punzada en el pecho, se acercó con cuidado.
("Juske"): — ¿Estás bien mika?
("Mika"): — No… Pero supongo que tú tampoco. ¿Por qué estarías aquí si no fuera así?
Juske no respondió. Su mirada se posó en el retrato. Una mujer elfa de ojos amables y serenos parecía observarlo desde la pintura.
("Juske"): — ¿Ella es tu madre?
("Mika"): — Sí. Miryam. Era una elfa. Era una exploradora y arqueóloga, falleció por una enfermedad.
Juske al escuchar la palabra "Elfa" Salir de la boca de mika... Juske se sorprendió mucho por dicha revelación.
("Juske"): — Qué... ¡Queeeeeee! ¿Como que elfa?, Pero tu ....
Antes de haber terminado su palabra mika lo interrumpió.
("Mika"): — Yo soy una medio elfo... Bueno no se nota porque yo no tengo orejas puntiagudas... eso es porque mi padre es humano.
("Juske"): — B... bueno... Vaya dato... Pero igual debes extrañarla mucho... ¿Y como era ella?
Dijo juske con una empatizacion muy notable desde sus ojos por mika.
Mika soltó un suspiro pesado, abrazando más fuerte el cojín. Juske se sentó en el suelo frente a ella, su voz suave pero firme.
("Mika"): — Es que cada vez que pasa algo por culpa de mi padre que me tiene encerrada aquí, siempre la extraño.
("Mika"): — Lo siento mucho de veras.
Juske miró a mika con mucha tristeza. El alrededor del lugar estaba inundado por un ambiente vacío y triste. Como si por años todas las lágrimas de mika estuvieran conservadas en estos aposentos.
("Juske"): — ¿Sabes? Mi madre solía decir que las cadenas más fuertes no son las de hierro, sino las que nosotros mismos nos ponemos.
Mika lo miró, intrigada.
("Juske"): — Estar atrapado no siempre significa estar en un lugar. A veces, estamos atrapados por el miedo, por las expectativas de otros… o por nuestro propio pasado. Pero también creo que siempre hay una salida, aunque sea difícil de encontrar.
Mika parpadeó, sorprendida por sus palabras. Una pequeña sonrisa comenzó a asomar en sus labios.
("Mika"): — Hablas como si lo supieras todo.
("Juske"): — No sé mucho. Pero sí sé que si sigues esforzándote para volverte una aventurera, tarde o temprano lo lograrás.
Los pasos de los guardias resonaron en el pasillo. Juske se levantó rápidamente, mirando a Mika con una leve inclinación de cabeza.
("Juske"): — Tengo que irme, pero… cuida de tus sueños, Mika. Son lo único que realmente es tienes.
Mika lo vio desaparecer por la puerta, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza en su interior.
En otra parte del castillo, Scarlett había encontrado un almacén con cofres llenos de armas y objetos confiscados. Entre ellos, su espada brillaba bajo la tenue luz de la habitación.
("Scarlett"): — Perfecto. Ahora solo falta la máscara.
Con su katana nuevamente en su poder, Scarlett estaba lista para enfrentarse a lo que viniera.
Sabía que el tiempo era crucial y que Juske también tendría sus propios desafíos, pero su determinación era inquebrantable.
El destino de ambos estaba entrelazado, y el castillo pronto sería testigo de una fuga que nadie olvidaría.
El sonido de una puerta abriéndose de golpe resonó en el almacén del castillo. Scarlett, quien estaba asegurándose de que su katana estuviera bien ajustada en su espalda, giró la cabeza y vio a Frost, el comandante de los guardias reales, entrando con una furia helada en su semblante.
Su bufanda ondeaba tras él, y su espada estaba desenvainada, emanando un aura de escarcha que hacía que el aire a su alrededor se tornara frío como un amanecer invernal.
("Frost"): —Lo sabía. No podía esperar menos de una Oni. Ladrona, mentirosa, y ahora también una fugitiva.
("Frost"): — Yo recuerdo haberte encerrado en una celda... No se como es que conseguiste escapar de ahí.
("Frost"): — Igual no me interesa. Pero voy a darte una lección aquí para que dejes cualquier plan malévolo que estés planeando junto a tu amigo.
("Scarlett"): —¿Vas a seguir con ese discurso todo el día o solo quieres pelear? Porque no tengo tiempo para tus prejuicios.
Frost alzó su espada, apuntando directamente hacia Scarlett.
("Frost"): TSK.... ¡CÁLLATE!
("Frost"): —Ustedes los Onis no deberían existir. Cada paso que das es una amenaza para la paz de este mundo. Y no permitiré que ensucies más el castillo del reinó.
Un silencio tenso llenó la habitación antes de que ambos se lanzaran al ataque.
Frost desató su magia de hielo al instante, haciendo que pilares de escarcha emergieran del suelo y buscaran encerrar a Scarlett.
Ella respondió con rapidez, desenvainando su katana envuelta en un aura de fuego carmesí, desintegrando las columnas de hielo antes de que pudieran atraparla.
("Scarlett"): —¡No te metas en mi camino!
Avanzó hacia él con un salto veloz, su katana destellando con un corte preciso. Frost bloqueó con su espada, el choque creando una explosión de vapor donde el fuego y el hielo se encontraron.
Ambos retrocedieron por la fuerza del impacto, pero ninguno parecía dispuesto a ceder.
Frost comenzó a rodearla, su espada dejando un rastro de partículas de hielo en el aire.
Con un gesto rápido, lanzó un ataque en forma de ráfagas heladas que atravesaron el almacén, congelando cofres y armas a su paso.
Scarlett giró su katana en un arco ardiente, contrarrestando los proyectiles de hielo y haciendo que el calor del fuego derritiera los suelos congelados.
("Scarlett"): —¿Es todo lo que tienes? ¡Pensé que eras el famoso comandante poderoso de Hyren!
("Frost"): —Y yo pensé que los Onis eran más que bravuconerías.
La pelea escaló con cada segundo. Frost invocó una tormenta de ventiscas que llenó la habitación, dificultando la visión.
Scarlett, sin embargo, dejó que su magia de fuego la rodeara como un manto protector, haciendo que la tormenta retrocediera en su cercanía.
En un movimiento audaz, Scarlett desató una onda de fuego que dividió el almacén en dos, destruyendo cajas y derritiendo las barreras de hielo que Frost había creado.
Frost, por su parte, respondió invocando una espada de hielo gigantesca, la cual usó para bloquear el ataque y lanzarse de nuevo contra Scarlett.
Mientras tanto, Juske y Mika.
En otro lado del castillo, Juske seguía abriendo puertas, desesperado por encontrar la Máscara Carmesí. Cada habitación que revisaba estaba llena de cosas que no le servían: tapices, muebles decorativos, pero nada de lo que buscaba.
Ryu, su pequeño dragón, revoloteaba creando portales que atravesaban paredes, explorando otros sectores del castillo.
("Juske"): —Esto es imposible. ¿Dónde demonios pueden haberla escondido?
Mientras tanto, Mika, quien había decidido seguirlo en secreto, lo encontró en un pasillo.
("Mika"): —¡Juske! ¿Qué estás haciendo?
("Juske"): —¡Buscando mi máscara! No puedo irme de aquí sin ella.
("Mika"): —Entonces déjame ayudarte. Este castillo es mi hogar… bueno, casi. Conozco lugares donde podrían haberla escondido.
Juske dudó por un momento, pero asintió.
("Juske"): —Gracias, Mika.
Ambos comenzaron a buscar juntos. Mika lo guiaba por pasillos y habitaciones escondidas mientras Ryu seguía abriendo pequeños portales, buscando en zonas donde ninguno de ellos podía entrar.
Lejos del caos, en una sala decorada con estandartes y candelabros de cristal, el rey de Hyren presidía una reunión con líderes de otros reinos y figuras nobles.
Semi-humanos de aspecto imponente, humanos de ropajes lujosos y emisarios de regiones lejanas estaban reunidos en una discusión acalorada sobre temas diplomáticos y estrategias para fortalecer alianzas en el continente de agua.
Uno de los nobles, un semi-humano de piel grisácea y ojos brillantes, habló con tono firme:
— Si no actuamos pronto, los territorios neutrales caerán en manos de las fuerzas invasoras.
El rey asintió, su mirada solemne.
("Rey Edwert"): — Entiendo sus preocupaciones, pero no podemos apresurarnos. Un movimiento en falso podría desatar una guerra mayor.
En ese momento, un consejero entró apresuradamente, inclinándose ante el rey.
("Consejero"): —Su Majestad, se ha informado de un disturbio en el calabozo. Los prisioneros se han escapado.
El rey entrecerró los ojos, pero mantuvo su compostura.
("Rey Edwert"): — Manejen el asunto discretamente. No permitiremos que esto interrumpa nuestras negociaciones.
De vuelta en el almacén, Scarlett y Frost continuaban su feroz enfrentamiento. De el cuerpo de Ambos fluía mucho flujo de Maná, pero ninguno cedía terreno.
("Frost"): — Tu existencia es un peligro, Oni. Nunca permitiré que una criatura como tú lastime a la hija del rey.
("Scarlett"): — ¡No tienes idea de quien soy! No soy el monstruo que crees. Pero si sigues metiéndote en mi camino, lo seré para ti.
Con un gran grito, ambos desataron sus poderes al máximo. El hielo y el fuego chocaron en una explosión que hizo temblar las paredes del castillo, destruyendo el almacén y dejando a ambos combatientes de rodillas, agotados pero llenos de determinación.
Y en algún lugar del castillo, Juske sintió la onda expansiva.
("Juske"): —Scarlett… ¿qué estás haciendo ahora?
El eco de las puertas gigantes resonó en el salón principal cuando los líderes y nobles comenzaron a despedirse del rey Edgard. La reunión había concluido, dejando tras de sí un aire de solemnidad y diplomacia.
El monarca observó en silencio cómo los invitados abandonaban la sala, mientras su mente se dividía entre las preocupaciones del reino y los informes recientes de los disturbios en el calabozo.
En ese momento, un consejero se acercó.
("Consejero"): —Majestad, ¿desea atender lo ocurrido con los prisioneros?
("Rey Edgard"): —No todavía. Si la situación escala, entonces actuaré.
Edgard suspiró, agotado, pero el rugido de una explosión le interrumpió. El sonido venía del almacén. Frunció el ceño y miró hacia sus guardias.
("Rey Edgard"): —Parece que mi intervención será necesaria después de todo.
En otra parte del castillo, donde las sombras se extendían como si estuvieran vivas, tres figuras encapuchadas observaban el flujo del mana en el aire.
Sus presencias eran inquietantes, rodeadas de una oscuridad que parecía consumir la poca luz que quedaba. Uno de ellos, con una postura imponente, extendió su mano y conjuró un portal oscuro que destelló con energía negra y púrpura.
("Líder de los Samuráis"): — El tiempo ha llegado. El castillo oculta más secretos de los que imaginábamos.
Los tres cruzaron el portal y llegaron a un pasillo subterráneo del castillo, donde runas azules grabadas en las paredes brillaban tenuemente, proyectando un aura mágica que iluminaba apenas el camino. El líder habló con un tono bajo y autoritario.
("Líder de los Samuráis"): — Nos dividiremos aquí. Lo que buscamos está cerca. No desperdicien tiempo.
Los otros dos asintieron y abrieron sus propios portales oscuros, desapareciendo al instante. El líder continuó solo, sus pasos resonando en el corredor extenso mientras se dirigía hacia el origen de un poder inmenso que hacía vibrar el lugar.
Por otro lado, Juske y Mika finalmente llegaron a una sala escondida en el ala este del castillo. Al abrir las puertas, un destello rojo intenso iluminó sus rostros. Allí, sobre un pedestal de mármol negro, descansaba la Máscara Carmesí.
("Mika"): —¿Es esto lo que buscabas?
Juske se acercó lentamente, sintiendo una conexión profunda con la máscara. La energía que emanaba parecía resonar con su propia alma.
("Juske"): — Sí… es ella. Por fin la encontré.
Mika lo observó con curiosidad.
("Mika"): — ¿Por qué esta máscara es tan importante para ti?
("Juske"): — Es una larga historia. Pero… digamos que, sin ella, no puedo llegar a donde voy.
Antes de que pudieran celebrar, Juske miró a su alrededor.
("Juske"): —¿Dónde está Ryu? Hace un momento lo vi con nosotros.
En el almacén, la batalla entre Scarlett y Frost continuaba con una intensidad abrumadora.
Los golpes de la katana de Scarlett y la espada helada de Frost provocaban explosiones que desestabilizaban las paredes del castillo. El fuego y el hielo llenaban el aire, creando un espectáculo caótico de luz y vapor.
Scarlett se lanzó hacia Frost con un grito, su katana envuelta en llamas carmesí que cortaron el aire. Frost bloqueó con su espada, creando un muro de hielo que logró resistir por un instante antes de estallar en mil fragmentos.
("Frost"): —¡Ríndete, Oni! Tu resistencia es inútil.
("Scarlett"): —¡Nunca! No necesito que me des lecciones, humano lleno de odio.
Ambos combatientes estaban muy enérgicos , pero su determinación seguía intacta. Fue en ese momento cuando la explosión más grande se produjo, haciendo temblar el castillo entero. El rey, al escuchar el ruido, decidió abandonar sus planes inmediatos y se dirigió al lugar de los hechos, escoltado por varios guardias.
En el subsuelo del castillo, Ryu había seguido el flujo del mana hasta un salón oscuro y vasto.
En el centro, un cristal mágico de un azul profundo flotaba, emanando un poder inmenso que era inmensurable. El pequeño dragón se acercó con cautela, sus ojos brillando con curiosidad.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, el líder de los samuráis apareció desde las sombras. Su armadura negra brillaba bajo la luz del cristal, y su máscara oculta reflejaba una mirada fría y calculadora.
("Líder de los Samuráis"): — ¿Qué hace un insecto como tú aquí?
Ryu rugió, preparándose para defenderse, pero el líder fue más rápido. Con un movimiento certero, lo pateó con fuerza, enviándolo contra la pared. Ryu apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el samurái abrió un portal oscuro bajo él, enviándolo de vuelta a otra parte del castillo.
El líder se volvió hacia el cristal, colocó su mano sobre él y murmuró algo en un idioma antiguo. El prisma respondió, emitiendo una pulsación de energía que parecía extenderse por todo el castillo.
Mientras tanto, el rey Edgard avanzaba rápidamente hacia el almacén, seguido de sus guardias. Sus pensamientos eran un torbellino de preocupaciones.
La explosión reciente no era un evento común, y la presencia de prisioneros fugados solo complicaba la situación.
("Rey Edgard"): — Sea quien sea el responsable, pagará por poner mi reino en peligro.
El destino de todos en el castillo, incluyendo Juske, Scarlett y Mika, parecía estar a punto de colisionar con las sombras que se habían infiltrado en los secretos del reino.
CONTINUARÁ...