La primera vez que estuve verdaderamente cara a cara con Kael, sentía una mezcla de alivio y desconcierto. Sus palabras habían sido directas, casi frías, pero ahora que tenía un momento para hablar con él, no pude evitar que las preguntas brotaran de mí como una cascada.
—Kael, ¿qué es este lugar? ¿Por qué hay tantas sombras? ¿Qué está pasando aquí? —La urgencia en mi voz era evidente, pero no me importaba. Necesitaba respuestas.
Kael me observó por un momento antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Este lugar... —empezó, haciendo un ademán con la mano que abarcaba todo a su alrededor—. Estás en el piso 66 del Nexocrist.
—¿Piso 66? —repetí incrédulo. Mis pensamientos iban y venían, intentando recordar cuánto había caído. Era imposible que siguiera con vida después de semejante caída.
Kael asintió.
—Sí. Este piso es un santuario. No sé cómo, pero aquí las heridas se curan rápido. Es como si este lugar estuviera hecho para que sobrevivamos... al menos por un tiempo.
—¿Por qué dices "al menos por un tiempo"? —insistí, notando un destello de preocupación en sus ojos.
Kael suspiró, como si cargar con la explicación fuera un peso que había llevado durante demasiado tiempo.
—Porque los demás pisos no son así —dijo, finalmente—. Los pisos superiores e inferiores están dominados por sombras fuera de control. Aquí, las sombras no se acercan. Es como si este lugar fuera su opuesto.
—Pero ¿qué son las sombras? ¿Por qué están aquí? —Las preguntas seguían acumulándose en mi mente. Todo esto era demasiado.
Kael se encogió de hombros.
—No recuerdo mucho. Apenas algunas cosas vagas. No sé cómo llegué aquí ni cuál era mi vida antes de esto. Lo único que tengo claro es que las sombras se alimentan de algo dentro de nosotros. Es como si quisieran devorar nuestra esencia, nuestra voluntad.
Mis pensamientos regresaron a la serpiente de cristal, a su presencia aterradora y al líquido negro que emanaba de las sombras cristalizadas.
—Kael, cuando caí, había una serpiente gigante. Era como una sombra, pero cristalizada. ¿La viste? —pregunté, esperando que él pudiera arrojar algo de luz sobre esa criatura.
—No —respondió Kael con un tono neutral—. Cuando llegaste, parecías completamente solo. Si esa cosa te siguió, no bajó hasta aquí.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. La idea de que esa criatura pudiera seguir acechando más arriba no era en absoluto reconfortante.
—¿Qué hacemos ahora? —pregunté, intentando mantener la calma. Sentía que mi vida pendía de un hilo, y Kael parecía ser mi única esperanza.
Kael cruzó los brazos y se apoyó contra una pared cercana.
—Por ahora, nos quedamos aquí. Necesitas descansar y recuperar fuerzas. Luego, encontraremos una forma de salir de este lugar.
—¿Salir? ¿Cómo? ¿Tienes un plan? —No podía evitar sonar escéptico. Este lugar no parecía tener salida.
Kael sonrió levemente, pero su sonrisa no llegó a sus ojos.
—Todavía no, pero lo encontraremos. Siempre hay una salida, incluso en el Nexocrist.
Me dejé caer al suelo, tratando de procesar todo lo que había escuchado. Mi cuerpo se sentía pesado, pero mi mente seguía corriendo a mil por hora. Este lugar, este piso 66, podría ser un santuario, pero no significaba que estuviéramos seguros. Las sombras, la serpiente, el caos... todo seguía allí afuera, esperando el momento adecuado para atacar.
Mientras Kael se alejaba unos pasos para explorar, me quedé observando las paredes cristalinas que nos rodeaban. Sus reflejos parecían mostrar sombras que no estaban allí realmente, como si este lugar tuviera memoria de los horrores que había contenido.
—Kael... ¿y si no hay salida? —murmuré, mas para mí mismo que para él.
—Siempre hay una salida, Serpias —respondió él, sin voltear a verme—. Solo necesitamos encontrarla antes de que las sombras encuentren una forma de entrar.
Su respuesta no me tranquilizó, pero al menos me dio algo a lo que aferrarme. Por ahora, era suficiente.