El túnel quedó en silencio, salvo por los ecos distantes del combate. La sombra controlaba el cuerpo de Serpias, cada movimiento suyo impregnado de una elegancia macabra. Sus ojos negros como el vacío relucían con un brillo extraño mientras avanzaba entre los restos del primer minotauro.
-¿Ves, Serpias? -dijo, su voz resonando con una calma perturbadora-. Esto es lo que pasa cuando dejamos atrás nuestras limitaciones.
-¿Qué eres? -La voz de Serpias resonó débilmente dentro de su propia mente, llena de pánico. ¡¿Qué me estás haciendo?!
La sombra soltó una carcajada suave, casi encantadora.
-Oh, querido Serpias, no soy tu enemigo. Si lo fuera, ya estarías muerto, ¿no crees? Su tono era educado, pero las palabras tenían un filo venenoso-. Lo que soy... Bueno, digamos que soy una parte de ti que no sabías que necesitabas.
Antes de que Serpias pudiera responder, el túnel tembló de nuevo. Un rugido más profundo y gutural llenó el aire, haciendo que las paredes vibraran. Desde las sombras emergió una figura colosal: un segundo minotauro, más grande y aterrador que el primero. Su cuerpo estaba cubierto de cicatrices, y sus ojos brillaban con una ira infernal.
La sombra alzó una ceja, mostrando una sonrisa ladeada.
-Vaya, vaya... parece que la diversión aún no termina.
El minotauro cargó hacia ellos, su velocidad impresionante para su tamaño. La sombra apenas esquivó el primer golpe, moviéndose con una gracia antinatural.
-Esto será interesante. La sombra giró el cuerpo de Serpias, sus movimientos llenos de confianza. ¿Qué opinas, Serpias? ¿Quieres tomar el control y enfrentar a esta bestia?
-¡No puedo! -gritó Serpias desde lo más
profundo de su mente, su voz temblando de terror-. ¡Esto es una locura!
-Exacto. Es una locura... Y por eso lo disfruto tanto.
El combate fue brutal. El minotauro atacaba con una fuerza descomunal, sus golpes resonando como truenos en el túnel. La sombra esquivaba la mayoría, pero algunos impactos alcanzaron el cuerpo de Serpias, lanzándolo contra las paredes. Sin embargo, la sombra no mostraba dolor, solo una creciente emoción.
-¿Es todo lo que tienes? -preguntó, su voz teñida de burla mientras se levantaba con facilidad-. Pensé que serías un reto.
El minotauro rugió y lanzó otro ataque, esta vez con un movimiento que hizo temblar el suelo. La sombra lo esquivó por un pelo y se giró rápidamente, golpeando al minotauro en el costado con una fuerza que hizo crujir sus huesos.
-Eso estuvo mejor -dijo, sacudiendo la mano como si se hubiera ensuciado-. Pero aún estás muy lejos de impresionarme.
Dentro de su mente, Serpias luchaba por procesar lo que estaba viendo. Cada movimiento de la sombra era preciso, despiadado. No había duda, no había temor.
-¿Cómo puedes hacer esto? -preguntó, su voz apenas un susurro. ¿Qué eres realmente?
La sombra rió, un sonido que resonó como un eco siniestro.
-Eso, querido Serpias, es una pregunta complicada. Pero te diré esto: alguna vez fui como tú. Débil. Temeroso. Humano.
Esas palabras hicieron que el corazón de Serpias se detuviera por un momento.
-¿Humano...? -murmuró, incrédulo. ¿Qué significa eso?
-Significa que sé lo que es fallar. Lo que es caer al abismo y ser consumido por él. La sombra giró el cuerpo de Serpias hacia el minotauro, que se preparaba para otro ataque-. Pero, a diferencia de ti, yo aprendí a disfrutarlo.
El minotauro lanzó un rugido ensordecedor y cargó de nuevo, pero esta vez la sombra no esquivó. En lugar de eso, atrapó el golpe con una mano, deteniendo al enorme monstruo en seco.
-Oh, ¿crees que puedes intimidarme? -dijo, su voz suave pero cargada de amenaza-. Yo he enfrentado horrores que harían que tu pequeña existencia se desmoronara.
Con un movimiento brutal, la sombra lanzó al minotauro contra la pared, haciendo que el túnel temblara. Luego avanzó lentamente, sus pasos resonando como un metrónomo en la penumbra.
-Déjame darte un consejo, Serpias -dijo, su tono ahora más serio mientras hablaba directamente en su mente-. Este lugar... este mundo... no tiene lugar para los débiles. Si quieres sobrevivir, tendrás que aceptar lo que realmente eres.
-¿Y qué soy? -preguntó Serpias, su voz temblando.
La sombra se detuvo frente al minotauro, que yacía aturdido pero aún con vida. Se inclinó hacia él, su sonrisa ampliándose de forma aterradora.
-Eso depende de ti. Pero si me dejas guiarte... te prometo que nunca volverás a temer nada.
El minotauro intentó levantarse, pero la sombra lo pisoteó con fuerza, hundiéndolo aún más en el suelo.
-En cuanto a mí... Puedes llamarme Dragoverd.
Un título que obtuve después de sobrevivir al infierno. Literalmente.
La sombra extendió una mano hacia el pecho del minotauro, atravesándolo con facilidad. Extrajo un núcleo oscuro y brillante, mirándolo con fascinación antes de aplastarlo en su puño.
-¿Por qué haces esto? -preguntó Serpias, su voz llena de angustia.
-Porque puedo. Porque me gusta. La sombra sonrió, mirando hacia el túnel vacío-. Y porque, querido Serpias, este es solo el principio.
El túnel quedó en silencio nuevamente, salvo por el goteo lejano del agua y el eco de las palabras de la sombra. Dentro de su mente, Serpias estaba atrapado entre el miedo y la incertidumbre, incapaz de comprender qué significaba realmente todo esto.