El amanecer trajo consigo un silencio sepulcral, roto solo por el crujir de los escombros bajo los pies de Serpias.
Cada paso resonaba como un eco interminable en las calles vacías. Había decidido quedarse en la ciudad, buscando respuestas sobre lo que había sucedido la noche anterior.
El aire todavía estaba cargado de polvo, y el recuerdo del cristal pulsante no dejaba de rondar su mente. Pero lo que realmente lo atormentaba era la voz de su hermana.
¿Era real? ¿O solo una alucinación provocada por el miedo?Serpias caminó hasta lo que una vez fue el corazón de la ciudad.
Los escaparates estaban vacíos, las luces de las farolas parpadeaban intermitentemente, y los autos abandonados llenaban las calles como monumentos a una evacuación precipitada. No había signos de vida humana, ni siquiera animales.
Era como si la ciudad entera hubiera sido borrada de la existencia.
De repente, una luz parpadeante llamó su atención. Era una televisión encendida dentro de una tienda de electrodomésticos.
Serpias empujó la puerta de cristal, que sorprendentemente se abrió con facilidad. La pantalla mostraba un canal de noticias congelado en una transmisión de emergencia.
Las palabras en la parte inferior decían:"Zona de Serpias: Evacuada por caos. 456 personas desaparecidas."El número lo golpeó como un puñetazo. Casi quinientas personas habían desaparecido, y no había ninguna explicación clara.
La reportera en la pantalla hablaba, pero el sonido estaba distorsionado, como si el tiempo hubiera erosionado las palabras.
Serpias alcanzó el control remoto y subió el volumen, pero solo pudo captar fragmentos:"... evento inexplicable... evacuación masiva... riesgo desconocido."—Esto no puede estar pasando —murmuró, dejando caer el control remoto.Mientras salía de la tienda, la desesperación empezó a instalarse en su pecho.
Todo lo que conocía había desaparecido, y lo único que quedaba era ese cristal. Si quería respuestas, tendría que volver a él.
Esa noche, acampó en un edificio abandonado, pero el sueño fue esquivo. Los sonidos del viento silbando entre las grietas y el eco lejano de pasos —que no podían ser suyos— lo mantuvieron alerta.
La imagen del cristal seguía clavada en su mente, junto con la voz de su hermana. "¿Y si ella está atrapada ahí?", pensó. Esa idea se convirtió en su único motor para seguir adelante.El segundo día amaneció gris y pesado.
Las nubes cubrían el cielo como un manto oscuro, y pronto la lluvia comenzó a caer. No fue un aguacero violento, sino una llovizna constante y fría que empapaba hasta los huesos. Serpias se abrigó lo mejor que pudo con una chaqueta desgastada que había encontrado la noche anterior.
Su objetivo era claro: llegar al cristal.La ciudad estaba irreconocible bajo la lluvia. Los charcos reflejaban un cielo que parecía llorar junto con él.
Serpias avanzó con pasos decididos, ignorando el agua que resbalaba por su rostro. Cada vez que cerraba los ojos, escuchaba la voz de su hermana llamándolo, como un eco lejano que lo guiaba.Finalmente, después de horas de caminar, el cristal apareció ante él.
Era mucho más grande de lo que recordaba, incrustado en el suelo como una lanza de luz celestial.
Pulsaba con una energía que casi podía sentir en su piel, un calor que contrastaba con la frialdad de la lluvia. Serpias dio un paso adelante, luego otro, acercándose lentamente.
Pero algo estaba mal.