Poco a poco, estaba siendo rodeado por las Little Nepents, por la izquierda, por la derecha… Incluso si quería correr ahora era imposible. La velocidad máxima de esas plantas monstruo superaba la velocidad que mi avatar podría entregar ahora mismo. Correr no serviría de nada. Había caído directamente en su trampa y fui tan estúpido que no me di cuenta antes. Era tan obvio. Incluso con mi habilidad de no lo había detectado antes hasta que hizo su acto de presencia a solo un par de metros de distancia. Debí haberme dado cuenta de su plan desde un inicio y habría evitado toda esta situación. La imagen de Klein junto a sus amigos como espectros a mi alrededor se materializó. Solo hay dos cosas de las que estaba seguro ahora; tenía razón en no tener su compañía conmigo en este momento.
— Tú no sabes de eso… Ese es tu único error en tu gran plan.
Pese a haber entrado en un pequeño ataque de ansiedad no era por el temor a la muerte, era porque estaba preparándome para mi siguiente decisión; matar a Coper. Si bien ya estaba sereno, no fue nada fácil decidirme sin antes dudar y entrar en pánico. Lo que me mantenía sereno es porque había algo que él no conocía que yo sí.
— Hay una razón por la que no tomé esa habilidad de ocultamiento en primer lugar. Solo sirve para oponentes que pueden ver y como sabrás, las Little Nepents no son monstruos que se rigen por la vista. Debe ser tu primera vez con esa habilidad. ¿No es cierto, Coper?
Alcé la voz con las últimas líneas mientras comenzaba a correr entre los árboles para evadir alas Nepents que ya se estaban formando. Fui atrayendo un grupo pequeño y el resto seguía el olor de esas esporas hacia la espesura donde Coper se encontraba oculto. Estaría bien dejar tranquilo ese grupo por ahora. Tomé mi espada Small Sword como tantas veces anteriormente. Mis ojos oscuros se reflejaron en la hoja repleta de fragmentos y rasguños como resultado de las cien y varias decenas de batallas que atravesó hasta ahora. Si llegara a usarla toscamente podría romperse en pedazos durante esta última batalla.
— Préstame tu fuerza una vez más.
Sintiéndome más tranquilo que nunca puse mis ojos en las filas de Nepents corriendo desde allí. Un grupo estaría acosando a Coper por ahora y antes de que concluya su combate si yo llegaba a aniquilar las tantas que tenía delante podría ser la oportunidad de regresar con vida. Sonreí involuntariamente al sentir una presión en mi pecho que me provocó algo de dolor; era ansiedad. Inhalé profundamente.
— ¡AAAAAAH!
Me abalancé sobre las Little Nepents con un grito de guerra. Mi espada llegaba a impactar con precisión una y otra vez justo debajo de su gran hocico en las raíces que sostenían su cuerpo gelatinoso, su punto débil reduciendo así el número de cortes al mínimo. La hoja dañada de mi espada brillaba intensamente mientras activaba habilidades de espada con las que impulsaba y giraba mi brazo con fuerza. Maté cada una de un solo golpe. Si yo no era capaz de al menos hacer eso seria cierto que la peor forma de muerte me saludaría al perder mis armamentos. Todos mis sentidos en estos momentos estaban centrados en los enemigos con los que me enfrentaba entre destellos de luces brillantes y explosiones incandescentes que iluminaban el oscuro bosque. Por detrás de mi escuchaba continuamente ataques y la voz de Coper quien parecía gritarme. El sonido de su voz era tan opaco para mi y por supuesto, yo no tenía intenciones si quiera de escucharle. No ahora.
La adrenalina me impulsaba a seguir moviéndome, mis gritos fluían de mi garganta como si liberaran mucha de la energía que ahora mismo estaba desbordándose con mis movimientos. Prediciendo los tipos y trayectorias de los ataques procedentes de las plantas monstruo lograba evitarlos con mínimos movimientos para continuar atacando. No podía detenerme ahora. Contraatacaba con mi espada hundiéndose en aquellas Nepents que explotaban.
En estos momentos estoy haciendo uso de una característica del juego que no fue precisamente añadida a consciencia. Kayaba Akihiko anuló la magia en Aincrad y eso solo podía significar una cosa; No existen los ataques ineludibles. Todo ataque en SAO podría esquivarse si el jugador poseyera una capacidad de reacción altamente ridícula. Sumado a eso, no existe el retroceso de habilidades de espada, pero un paso en falso me provocaría la muerte.
El retroceso por abusar demasiado de estas propiedades podría ser fatal para mí, si demoraba medio segundo en conectar otra habilidad y no esquivara uno de los ataques directos de las Little Nepents mi avatar se aturdiría y entonces recibiría montones de ataques consecutivos ocasionándome la muerte instantáneamente. Sin embargo, un desempeño perfecto para lidiar con múltiples enemigos es algo que no existe y no soy tan poderoso como para no recibir daño. A medida que pasaba el tiempo entre mis ataques mi barra de vida decaía. Las lianas me rasguñaban en todas direcciones y las gotas de los líquidos corrosivos lanzados contra mi hacían agujeros en mi abrigo de cuero, una tras otra.
¿Qué pasará primero?, ¿Qué es lo que conducirá a mi muerte próxima?, ¿El daño de los roces bajando mi HP a cero, o el recibir un impacto directo que provocaría mi muerte instantánea? Las decenas de minutos desde entonces, no tenía recuerdos exactos de ningún detalle desde ese período, incluso después del largo paso del tiempo. Perdí la mayor parte de mi pensamiento lógico. Lo único de lo que estaba al tanto, eran los enemigos delante de mí, esa espada recta con mi cuerpo guiándola con rayos de luz esparciéndose en todas direcciones.
Todo este espacio fue ocupado por una pregunta que invadía mi mente. ¿Por qué estoy luchando?, ¿Cuál es mi objetivo? Ante la ausencia de una motivación real, los recuerdos de estar en esta misma situación en juegos anteriores vinieron a mi mente cuando simplemente esperaba mi muerte y mi única preocupación era la penalización de la muerte que iba a tener o que ítems iba a perder. Por lo menos si hiciera eso comprobaría si realmente Kayaba hablaba en serio sobre el juego de la muerte y podría saber si moriría o no. Se sentía como una pequeña voz hablándome, diciendo que me rinda como en mis anteriores experiencias, pero a pesar de todas estas dudas mi cuerpo seguía moviéndose solo, mis gritos seguían saliendo. Decidí ignorarla y seguir luchando, pero, ¿por qué?, ¿Por qué seguía resistiéndome a morir?, ¿Simplemente no quería hacerlo?
— ¡AAAAH!
Ahogué mis dudas una vez más, con un fuerte gritó exterminando a una de las últimas Nepents que yacían frente a mi y por detrás, escuché un sonido diferente que casi me obligaba a voltear por puro instinto y reflejo, pero de nuevo resistí esos impulsos y eliminé a las últimas dos que tenía delante, una tras otra. Al girar pude ver claramente las últimas partículas de Coper flotando en el aire. Él había muerto y su grupo con el que peleaba era de siete Nepents que ahora dirigían su sed de sangre hacia a mí. Blandí mi espada una vez más dispuesto a enfrentar a esas últimas siete Nepents. Quizá escapar en ese momento habría sido una mejor idea, pero no se me ocurrió hacerlo en ese momento.
Esa hoja recta corroída que sostenía con firmeza daría finalmente sus últimos cortes antes de desaparecer explotando en miles de pedazos. Sentí un coraje inmenso invadiendo mi cuerpo cuando una de esas siete comenzaba a surgir algo encima de su cabeza, una gran flor de color rojo oscuro. Si tan solo Coper no hubiera tratado de matarme y simplemente hubiera trabajado duro un poco más habría conseguido su propio óvulo también. Entendí la gravedad de lo que uno podría tener como consecuencia. Consecuencias, eso era todo. Eliminé a aquella con la flor y la batalla terminó.
En el lugar donde fue eliminado Coper, su Small Sword y escudo estaban tendidos, ambos estaban tan desgastados como mi espada. Un jugador que sobrevivió durante unas horas y terminó muriendo por puro egoísmo. Decidió engañar, estafar, burlar y salirse con la suya adoptando la nueva realidad de la esencia de este juego de la muerte. Su cuerpo se dispersó y murió, pero no había forma para mi de poder comprobar si ese desconocido en alguna calle, en alguna casa realmente habría muerto. Todo lo que podía hacer ahora era despedirlo.
Después de pensarlo tomé la espada de su pertenencia y la clavé profundamente en las raíces del árbol más grande que pude encontrar en los alrededores y después saqué el óvulo; ése ultimo ítem dropeado por mi última gran enemiga y la coloqué en esas raíces.
— Esto es tuyo, Coper.
Murmuré y me levanté contemplando la pequeña tumba improvisada que había hecho. Sabía que los objetos dejados en el suelo eventualmente perderían su durabilidad hasta desaparecer, pero al menos deberían servir como lapida por varias horas. Mi barra de vida estaba iluminada en un gran rojo intenso, era menos del 23% del total, pero para este punto había agotado las pociones y no tocaba más que regresar por donde vine; hacia el pueblo de Horunka. Una última mirada bastó para despedirme de Coper y pese a que fui testigo de la muerte del compañero que me engañó y me enfrenté a la muerte solo, apenas saliendo con vida de su propia trampa parecía que seguía sin inmutarme ante los hechos recientes ignorando todo lo sucedido. De lo que sí estaba seguro es que mi propia necesidad de ser más fuerte y sobrevivir era mucho más fuerte que antes. Mientras sigan pasando los días probablemente me cuestione sobre mis motivos de luchar tan desesperadamente. Ni siquiera sabía asignarle un valor a mi propia vida.
Coper y yo habíamos eliminado una gran parte de los monstruos de la zona. Quizá esa fue la razón por la que mi camino de regreso fue totalmente pacífico y reflexivo. Eran pasadas las nueve de la noche. Han pasado ya tres horas desde que el juego de la muerte fue anunciado por Kayaba en la Ciudad de los Inicios y como era de esperarse, podía ver a varios jugadores en la plaza del pueblo. Quizá eran beta testers también. No tenía ganas de conversar con alguien más, ni mucho menos que se fijaran en mi con mi atuendo destruido y corroído por la experiencia anterior. Fui caminando por los callejones y me dirigí a la parte interior del pueblo. Afortunadamente los patrones de comportamiento de los NPC's parecían no haber cambiado a sus versiones nocturnas, por lo que la ventana de la casa a la que me dirigía todavía estaba iluminada con un tenue resplandor naranja. Golpeé el picaporte por cortesía. Me atendió una mujer que estaba con algo a fuego lento en la estufa como siempre. Flotando por encima de su cabeza el resplandeciente símbolo amarillo "!" que denota una misión en curso.
Me acerqué a ella con pasos calmados sacando de mi bolsa aquel ítem preciado que tanto trabajo me había costado conseguir; el óvulo de la Little Nepent y se lo entregué. La expresión facial de la señora cambió radicalmente al ver el objeto en sus manos, era tan humana que daba miedo. Un rostro iluminado, agradecido y lleno de esperanza, un rostro que contrastaba demasiado con el mío; muerto, perdido, desinteresado. La mujer se acercó a la olla y colocó en ella el preciado objeto y después se acercó a un gran cofre situado en el sur de la habitación y abrió la tapa. Se pudo escuchar el rechinar de la madera de aquel gran baúl abriéndose. Desde el interior y con calma sacó una gran espada en una vaina oscura. Tenía un aspecto descuidado, decrépito, pero pese a eso desprendía una presencia totalmente diferente de la del equipo inicial. Se giró con aquella arma en sus manos, en sus suaves manos y la tendió ante mí con delicadeza.
— Gracias…
Musitó entre sus labios con una voz temblorosa que seguía siendo indiferente para mi. La tomé con mi mano derecha y pude sentir su peso, podría decir que era cinco veces mayor a la Small Sword. Esta arma en especial me sirvió demasiado durante los inicios de la prueba beta. Al seleccionarla con mi dedo índice pude ver finalmente su nombre; Anneal Blade.
— Me hará falta un poco de práctica…
Sonreí con tranquilidad, pero mi rostro no se mantuvo tranquilo.
— Descuide joven, si fue capaz de luchar contra esas bestias para conseguir lo que yo necesitaba para mi hija, es seguro que no le tomara mucho tiempo.
No esperaba nada más que mi propio monólogo, pero esa NPC me respondió con tanta naturalidad. Mis ojos asombrados la miraban de arriba abajo, llegué a pensar que era una víctima más atrapada en Sword Art Online, limitada por las acciones con las que un NPC común podría realizar, ¿era así? El silencio en la sala fue invadido por una ventanilla cuadrada que aparecía justo frente a mi indicando que la misión había finalizado exitosamente. El dinero y los puntos de experiencia fueron añadidos aumentando un nuevo nivel; seis. El brillo dorado iluminó el interior de aquel hogar mientras rodeaba mi cuerpo y el viento ondeaba nuestra ropa con calidez hasta que poco a poco esa densa luz incandescente se fue apagando en mi pecho y con ello, puntos de atributos y una nueva ranura de habilidad había sido desbloqueada. Mis ojos no se despegaban de la figura de la mujer y ésta simplemente se dio la vuelta para continuar mezclando el contenido de su olla. No tenía ni siquiera como pensar en este momento. Con la sobrecarga de fatiga finalmente apoderándose de mi seguí vigilando los movimientos de la mujer que preparaba algo en su olla, la medicina secreta del bosque. No tardó mucho en dejar de mezclar cuando sirvió el contenido en una taza de madera que había sacado de los estantes usando una cuchara. Sus suaves manos trataron con una delicadeza mucho mayor la taza humeante en comparación con el arma que me había entregado que ahora reposaba enfundada en mi espalda. Ella empezó a caminar hacia una puerta que se encontraba al fondo y sin un motivo real decidí seguirla. Cuando la madera rechino después de que el picaporte giró sobre su muñeca se reveló finalmente una habitación con poca luz, dentro había un pequeño dormitorio, ideal para una niña pequeña. Estaba amueblado con un armario junto a la pared y una cama junto a la ventana junto con una silla pequeña en uno de sus costados. Sobre la cama reposaba una silueta femenina mucho menor a la mujer. Quizá tuviese siete u ocho años de edad. La palidez de su rostro era evidente incluso bajo la luz de la luna. Su cuello era delgado, con los hombros huesudos asomándose desde las sábanas.
Cuando finalmente se percató de su madre y por supuesto mi presencia, la niña levantó los párpados ligeramente y seguidamente, me miró. Yo permanecí inmóvil con mis pensamientos aún desordenados, sus labios carentes de color formaron una leve sonrisa. El comportamiento de estos NPC no era normal. Su madre se acercó con aquella humeante taza, con una de sus manos apoyándose en la espalda de la niña, ésta se inclinó en ese instante dominada por un ataque de tos.
— Agatha —habló la madre con calma.— Aquí, el viajero espadachín trajo algo de medicina para ti desde el bosque. Si bebés esto seguramente vas a mejorar. Ya verás.
Seguido a sus palabras, la niña nombrada Agatha asintió obedeciendo a su madre bebiendo de aquella taza. Me preguntaba que sabor podría tener, pero no imaginaba que fuese agradable. Agatha sostenía con sus dos manos la taza mientras bebía con una expresión de claro desagrado en su rostro mientras bebía un par de tragos y en ese momento una luz dorada fluyó con un efecto de sonido parecido al de una campana alegre y mágicamente por la ironía del sistema Agatha ya estaba curada. Su color pálido ya no existía más en su piel. Bajó la taza con un ligero rubor en sus mejillas y con una sonrisa le entregó a su madre el recipiente vacío y después me miró a mi con esa misma cálida y brillante sonrisa. Yo seguí congelado en ese lugar, contemplando su mirada totalmente agradecida con mi ser, siendo que yo en puro principio lo único que me importaba de esa niña y su familia era obtener la Anneal Blade y nada más, pero estas expresiones en su rostro, estos diálogos tan humanos en esos NPC no eran normales.
— Gracias.
— Uh…
Su voz dulce y tierna llegó a mis oídos y no fui capaz de entregarle una respuesta apropiada. Algo así había sucedido antes en mi vida. En un pasado lejano mi hermana tuvo un resfriado que la forzó a estar reposando en cama un periodo de tiempo prolongado. Ante la ausencia de mis padres. Mi madre iba a volver, pero hasta entonces, yo debía hacerme cargo de ella por lo menos dos horas. Para mi en ese momento fue un problema, pero aún así no la dejé sola para irme a jugar. Me quedé con ella limpiando el sudor que escurría de su frente por la fiebre, cambié sus toallas húmedas sobre su cabeza constantemente. Estuve así un buen rato hasta que se me ocurrió hacerle un delicioso té que mi madre me solía preparar cuando yo estaba en esos casos. En la cocina guiándome de la memoria, seguí el espectro fantasmal de mi madre preparando el té de jengibre con extracto de aquel ingrediente y miel para disolver en agua caliente. Después de llevar esa taza caliente a costa de rallar mis propios dedos cuando usé el rallador hasta la cama de mi hermana y se lo di de beber fue cuando recibí esa misma dulce y tierna voz agradeciéndome.
Sonidos involuntarios comenzaron a manifestarse desde mi boca mientras miraba a Agatha. Mi vista se nublaba por lo que parecía ser un mar de lágrimas que ya comenzaba a desbordarse desde mis ojos. Mis rodillas temblaron, se volvieron débiles al punto de caer arrodillado.
Quiero reunirme con ellos.
Quiero reunirme con mi hermana, con mi madre, con mi padre. Esos impulsos atravesaron exageradamente mi avatar, mis manos cayeron sobre la cama de la pequeña niña y aferrándome a las sábanas con fuerza esos sonidos ásperos salieron de mi una vez más.
Quiero reunirme con mi familia. Pero eso no era algo que me sería permitido, no ahora ni en estas circunstancias. Después de todo los múltiples campos eléctricos liberados por la consola mortal que usaba en estos momentos romperían mi consciencia desde el mundo real por completo si llegara a morir, aprisionado en este mundo mientras sollozaba. Sentí que por fin había comprendido mi situación. La situación en la que me encontraba ahora mismo. La verdad de este mundo.
No se trataba solo acerca de morir o vivir. La realidad de este mundo era el secuestro en el que todos los jugadores nos encontramos, separados de nuestros hogares, de nuestros amigos, de nuestros seres queridos. Inclusive si la relación no es una tan armoniosa como se supone que debiera ser, el impacto de haber sido arrastrado a una prisión mortal era la realidad de este mundo. Mi respiración agitada y sollozante no tardó mucho en explotar. Mis gritos agonizantes de desesperación podían escucharse fuera de la casa. Mis lágrimas empapaban las sábanas mientras ocultaba mi rostro en sus profundidades. Todo mi cuerpo temblaba. Probablemente esas mismas lágrimas estarían desbordándose en mis ojos reales ahora mismo, sobre la cama en la que permanece mi cuerpo y probablemente mi hermana y mi familia estén mirándome desde un costado.
Escuché la voz preocupada de la niña que me hablaba, pero su sonido fue opacado por mi propio llanto. Su pequeña mano torpemente se paseaba sobre mi cabellera acariciándome mientras me retorcía entre las sábanas. Así fue hasta que mi llanto finalmente cesó.