La brisa de la llanura se había detenido, como si incluso el aire se negara a aventurarse en el terreno que Kirito y Ene estaban por cruzar. A lo lejos, el oscuro y amenazante arco del Calabozo de las Sombras Vacuas se alzaba entre la maleza, sus muros de piedra negra cubierta de líquenes parecían absorber la luz, dejando al paisaje en un tono grisáceo desolador. Ene revisaba su equipo con una precisión casi militar, sus dedos ajustando el guantelete de cuero reforzado que cubría su brazo derecho.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó, su tono neutro, aunque sus ojos delataban una ligera inquietud.
Kirito, aferrando con firmeza la empuñadura de su espada, soltó un suspiro.
—No hemos venido hasta aquí para dar la vuelta ahora. Este cofre es nuestra mejor oportunidad de conseguir los materiales raros y garantizar una mejora de nuestras armas. Si no lo intentamos, estaremos en desventaja más adelante.
Ene asintió lentamente.
—Solo digo que estas mazmorras tienen fama por una razón. No serán simplemente unos cuantos murciélagos o slimes.
Kirito sonrió de medio lado.
—Si no nos arriesgamos, tampoco ganamos nada. Además, siempre podemos improvisar.
Ene soltó un suspiro resignado y comenzó a caminar detrás de él.
El interior del calabozo era tan opresivo como su exterior prometía. Una densa penumbra cubría cada rincón, y las antorchas esparcidas en las paredes apenas iluminaban lo suficiente para distinguir los relieves que representaban antiguos guerreros enfrentándose a sombras informes. El aire olía a moho y algo metálico, un indicio claro de que otros jugadores habían perecido allí.
Ene sacó su estoque Silver Edge, la hoja reflejando el tenue resplandor de su interfaz.
—Mantente alerta. Las trampas en este tipo de calabozos suelen estar diseñadas para jugadores confiados.
—Tranquila. —Kirito escaneó la sala con la mirada, su habilidad de detección ayudándole a ubicar enemigos cercanos. Luego señaló un pasillo estrecho hacia la derecha—. Por aquí. El mapa de la beta indicaba que el cofre debería estar al final de este corredor.
Ene frunció el ceño.
—¿"Debería"? —repitió, enfatizando la palabra con escepticismo.
Kirito se limitó a encogerse de hombros, y continuaron avanzando.
La atmósfera del calabozo era pesada y opresiva, como si el aire mismo fuera una advertencia para cualquier intruso. El eco de sus pasos resonaba en el pasillo estrecho mientras Kirito y Ene avanzaban hacia la cámara central. Aunque Ene mantenía su compostura habitual, la curiosidad empezaba a reflejarse en su mirada.
—Tengo una pregunta —dijo finalmente, rompiendo el silencio mientras ajustaba su estoque en la cintura—. ¿Conociste al jugador o solo fue un rumor?
Kirito, que caminaba un poco por delante, se detuvo y se giró hacia ella. Su expresión era tranquila, pero sus ojos parecían analizar cada rincón de la sala antes de responder.
—Fue alguien con quien hice party en la beta. Un jugador bastante... reservado, pero muy eficiente. Fue quien me explicó que ciertos cofres especiales, como este, están ocultos en calabozos poco explorados.
Ene frunció el ceño, procesando esa información.
—Me da algo de lástima que nadie más pueda llegar a tener este material.
—No importa.—respondió Kirito, su tono grave— Al final del día cuando las cosas empiecen a ponerse feas para nosotros, seremos más fuertes y podremos defendernos… Aunque suene egoísta, los monstruos en este juego no son el único enemigo… Habrá jugadores que intentarán lastimarnos.
Ene lo observó en silencio, su rostro mostrando una mezcla de asombro y preocupación.
—¿A qué te refieres?
Kirito volvió a mirar hacia adelante, como si las sombras del calabozo le dieran forma a sus pensamientos.
—Cuando los jugadores entiendan que los mejores botines, los mejores materiales y las mejores zonas de caza son limitados... comenzarán a pelear entre ellos por el control. Gremios enteros podrían declararse la guerra por estas cosas. Y nosotros, los beta testers, seremos los primeros en ser señalados.
Ene ladeó la cabeza, confundida.
—¿Por qué nosotros?
—Porque ya llevamos ventaja. Sabemos dónde están las mejores rutas y cómo funcionan las mecánicas del juego mejor que nadie. Para ellos, seremos una amenaza, una especie de "élite" que acapara recursos que todos necesitan para sobrevivir… En el peor de los casos, todos se aliarán en nuestra contra.
El silencio cayó entre ellos, más pesado que nunca. Las palabras de Kirito parecían abrir un abismo invisible, uno que Ene no había considerado hasta ahora.
—Así que... ¿estás diciendo que eventualmente los jugadores podrían perseguirnos solo por ser beta testers? —preguntó Ene, con una leve nota de incredulidad en su voz.
Kirito asintió lentamente.
—Es solo cuestión de tiempo. Por eso tenemos que ser cuidadosos, Ene. No podemos confiarnos ni permitirnos errores. Este mundo es mucho más peligroso de lo que parece.
—No es justo… Solo por haber tenido acceso anticipado al juego nos cazarán.
—Mientras se pueda, debemos mantener un perfil bajo. Afortunadamente en SAO no hay ningún indicador sobre alguien que haya sido beta tester, así que podemos disfrazar nuestro avatar con equipamiento básico. Hay que ocultarnos.
Ene permaneció en silencio mientras procesaba sus palabras. Kirito, sin esperar respuesta, continuó avanzando hacia la cámara principal.
Cuando finalmente llegaron al corazón del calabozo, la vista del cofre iluminado por la tenue luz de las antorchas les dio una breve sensación de victoria. Su diseño ornamentado brillaba como una promesa, pero no había alegría en el rostro de Kirito.
—Ahí está —murmuró Ene, intentando reprimir su emoción—. Esto definitivamente vale la pena.
—Sí, pero no bajes la guardia —advirtió Kirito mientras escaneaba la sala con su habilidad de detección.
Ene, aún intrigada por la conversación anterior, no pudo evitar agregar:
—Sabes, Kirito, parece que siempre piensas tres pasos por delante. Como si estuvieras preparándote para lo peor.
Kirito le dirigió una mirada seria.
—Es la única manera de sobrevivir en un lugar como este.
Y con eso, se acercó al cofre. Kirito empujó la pesada tapa del cofre, sintiendo cómo el esfuerzo hacía crujir sus músculos tras la caminata prolongada. El sonido del metal raspando contra la piedra resonó en la cámara, pero fue rápidamente reemplazado por un destello brillante que emanó del interior. Dentro del cofre, un cristal negro resplandecía con una tenue luz azulada. Era el material raro que prometía garantizar la mejora de cualquier arma al 100%.
—Ahí está —murmuró Kirito, casi aliviado. Estiró la mano para tomarlo, pero tan pronto como lo hizo, el cofre comenzó a desvanecerse en un polvo brillante, como si jamás hubiera existido.
Mientras lo hacía, una sensación inquietante recorría la sala, como si las sombras mismas estuvieran al acecho, esperando el momento adecuado para atacar… Y atacaron.
—¡Espera, ¿qué está pasando?! —exclamó Ene, dando un paso hacia atrás.
Antes de que Kirito pudiera responder, la sala entera se iluminó con un tono rojizo intenso. Una alarma ensordecedora reverberó por todo el calabozo, haciendo que ambos jugadores cubrieran sus oídos. Las puertas por las que habían entrado se sellaron con un estruendoso golpe, mientras runas rojas se encendían en las paredes, marcando un sello que bloqueaba cualquier posible salida.
—Esto no puede ser bueno —dijo Kirito con un tono bajo y tenso, desenvainando su espada instintivamente.
Un sonido viscoso, como si algo húmedo se arrastrara sobre piedra, comenzó a resonar en la sala. De las sombras, surgieron varias figuras alargadas. Los Poisonous Crawlers aparecieron uno por uno, moviéndose con una precisión inquietante. Sus cuerpos segmentados brillaban bajo la luz rojiza, cada movimiento acompañado por un goteo de líquido verdoso que chisporroteaba contra el suelo. Esos monstruos son criaturas insectoides de aproximadamente un metro de largo, con un cuerpo alargado y segmentado que está protegido por un exoesqueleto negro y brillante. Este caparazón refleja la luz de manera inquietante, dificultando a los jugadores predecir sus movimientos en cavernas mal iluminadas. Cada segmento de su cuerpo está cubierto de finas espinas que destilan un líquido verdoso corrosivo, señal del potente veneno que alberga en sus glándulas.
Sus patas largas y puntiagudas terminan en afiladas garras, diseñadas para perforar tanto carne como armaduras ligeras. Sus ojos compuestos, de un verde venenoso brillante, brillan en la penumbra y parecen observar cada movimiento de su presa con precisión mortal. En combate, el Poisonous Crawler tiene un comportamiento errático, moviéndose en patrones zigzagueantes y utilizando su velocidad para confundir a los jugadores, quienes deben reaccionar rápidamente para no ser rodeados.
—¡No puede ser! —exclamó Ene, con los ojos abiertos de par en par—. Estas cosas... ¡estos monstruos no deberían estar aquí, son del cuarto piso!
Kirito apretó los dientes, sus manos firmes en la empuñadura de su espada.
—Lo sé. Esto no estaba en la beta...
Los Poisonous Crawlers avanzaban lentamente, sus patas puntiagudas golpeando la piedra con un sonido metálico. Sus ojos compuestos brillaban con un verde venenoso, observando a los dos jugadores como si fueran presas atrapadas.
—Kirito, esto es malo... muy malo —dijo Ene, retrocediendo un paso. Su voz tenía un matiz de preocupación que no intentaba ocultar—. Estos no son simples monstruos de veneno. Sus toxinas son de estado "tóxico."
Kirito asintió, sus pensamientos acelerados mientras analizaba la situación. Sabía exactamente a qué se refería Ene. En Sword Art Online, los estados negativos como el veneno ya eran peligrosos, pero las toxinas eran otra historia. Mientras que el veneno podía ser tratado con pociones básicas que muchos jugadores ya llevaban consigo, las toxinas eran mucho más letales. Hacían un daño continuo durante un tiempo prolongado, y en el primer piso, no había forma de contrarrestarlas.
—No podemos permitir que nos golpeen. Ni una sola vez —dijo Kirito, su voz firme pero cargada de tensión.
—¿Oh, de verdad? Porque pensé que la mejor estrategia era dejar que me mordieran, ¿sabes? —replicó Ene con sarcasmo, aunque su mirada no dejaba de escanear a los enemigos que los rodeaban.
—Concéntrate, Ene. Este juego no es un juego. —respondió Kirito, intentando mantenerse calmado.
Los monstruos comenzaron a moverse más rápido, acercándose en un círculo cerrado. Uno de ellos dejó caer un hilo de toxina desde sus glándulas, que chisporroteó al tocar el suelo, dejando una marca corrosiva. Ene tragó saliva, retrocediendo ligeramente hasta quedar espalda con espalda con Kirito.
—Entonces, ¿alguna idea brillante? —preguntó Ene, girando su estoque en las manos con movimientos rápidos y precisos.
Kirito levantó su espada, sus ojos analizando cada movimiento de las criaturas.
—La única forma de salir de aquí es derrotarlos. Pero hay demasiados... no podemos dejar que nos rodeen.
Ene resopló, aunque el miedo en su voz era evidente.
—Perfecto. Un calabozo, monstruos de alto nivel y una trampa que no estaba en la beta. Este día mejora cada vez más.
Kirito no respondió, concentrado en los monstruos. Sabía que un solo error podría significar su muerte, y más allá de eso, temía por Ene. Sus instintos lo llevaban a protegerla, incluso si no lo decía en voz alta.
—Bien, Ene. Nos movemos juntos. Yo voy al frente, tú cuida los flancos. Si logramos mantenernos fuera de su alcance, tenemos una oportunidad.
Ene asintió, aunque el nerviosismo seguía reflejado en su rostro.
—Espero que tengas razón. Porque si no, va a ser un pésimo segundo día en este infierno.
Con esas palabras, los Poisonous Crawlers lanzaron su ataque. Sus cuerpos alargados parecían flotar mientras sus patas puntiagudas se deslizaban por la piedra del suelo, emitiendo un sonido metálico y seco.
Kirito levantó la Anneal Blade, girándola en su mano mientras avanzaba hacia el primer enemigo.
—¡Ene, mantente a mi izquierda! No dejes que te rodeen —gritó, clavando su mirada en uno de los Crawlers.
Ene asintió, ajustando su postura con rapidez. Su estoque, Silver Edge, brillaba bajo la luz rojiza de la sala. Aunque ligera, era un arma mortífera en las manos adecuadas.
—¡No tienes que decírmelo dos veces! —respondió Ene mientras daba un paso hacia atrás para mantener distancia. Uno de los Crawlers se lanzó hacia ella, su cuerpo alargado flexionándose como un látigo.
Con una rapidez impresionante, Ene giró sobre su eje, esquivando por poco la embestida del monstruo. Su estoque se movió como una extensión de su brazo, perforando el costado de la criatura. Un sonido agudo, como el chillido de un insecto, resonó en la sala mientras el Silver Edge atravesaba el exoesqueleto del Crawler.
—¡Uno menos! —gritó Ene, pero su sonrisa se desvaneció al ver que el líquido verde comenzaba a burbujear desde la herida del monstruo. El Crawler, aunque herido, seguía moviéndose y su barra de HP apenas decayó.
—¡No te distraigas! —advirtió Kirito mientras bloqueaba un ataque con la Anneal Blade. Las patas del Crawler golpearon su espada con una fuerza inesperada, empujándolo hacia atrás. Apretando los dientes, Kirito se giró y contraatacó con un corte rápido que logró partir una de las patas del enemigo.
—¡Son más duros de lo que parecen! —gritó, respirando con dificultad.
—¿Eso fue todo lo que sacaste de la beta, Kirito? —bromeó Ene mientras retrocedía para evitar un ataque. Su estoque se movió en rápidos movimientos de estocada, perforando al monstruo una y otra vez. Aunque lograba herirlo, el veneno que goteaba de sus heridas comenzaba a formar charcos en el suelo, limitando sus movimientos.
—¡Te aseguro que no recuerdo esto en absoluto! —respondió Kirito, cortando a otro Crawler con un movimiento en arco. El golpe dejó una grieta en el exoesqueleto del monstruo, pero no fue suficiente para acabarlo.
De repente, uno de los Crawlers giró hacia Ene, sus glándulas venenosas hinchándose visiblemente. Antes de que pudiera reaccionar, el monstruo lanzó un chorro de líquido verde brillante en su dirección.
—¡Cuidado! —gritó Kirito.
Ene se lanzó hacia un lado, rodando por el suelo justo a tiempo. El líquido venenoso cayó donde ella había estado parada, chisporroteando y dejando una marca negra en la piedra.
—¡Eso estuvo demasiado cerca! —jadeó Ene mientras se ponía de pie.
Kirito corrió hacia ella, bloqueando el avance de otro Crawler con su espada.
—¡No podemos seguir así mucho tiempo! Necesitamos eliminarlos rápido antes de que nos rodeen.
Ene miró a su alrededor, contando mentalmente a los enemigos.
—¡Son como veinte, Kirito! Y apenas hemos herido a dos. ¿Tienes algún plan brillante?
Kirito apretó los dientes, sus ojos escaneando la sala. La luz roja que inundaba el lugar hacía que cada movimiento de los Crawlers pareciera más amenazante.
—Si logramos separarlos, tendremos una oportunidad. Tú eres más rápida; los distraerás y yo los atacaré
Ene bufó, pero no discutió.
—¿Y si me rodean?
—No lo harán. Confía en mí, ¿ok? —respondió Kirito con una convicción que sorprendió incluso a Ene.
—¡Bien! Pero si muero, voy a arrastrarte conmigo en el más allá.
Ene cargó hacia el grupo de Crawlers, usando su velocidad para mantenerse fuera de su alcance. Su estoque Silver Edge se movía con precisión letal, perforando el exoesqueleto de los monstruos en puntos estratégicos. Sin embargo, cada golpe liberaba más toxinas en el ambiente, llenando el aire con un olor acre.
Mientras tanto, Kirito buscaba deshacerse de uno de los Crawlers que se había lanzado hacia él, abriendo sus mandíbulas con un chillido agudo. Kirito giró sobre sus talones, esquivando por poco el ataque, y contraatacó con un corte diagonal que partió el monstruo en dos.
—¡Uno menos! —gritó, pero no tuvo tiempo de celebrar. Otro Crawler ya estaba sobre él, sus patas puntiagudas golpeando con rapidez. Kirito levantó la Anneal Blade para bloquear, sintiendo la vibración del impacto recorrer su brazo.
Ene, mientras tanto, se movía con gracia entre sus oponentes, esquivando ataques y contraatacando con rapidez. Aunque su velocidad era una ventaja, sabía que no podría mantener ese ritmo por mucho tiempo.
—¡Kirito, más te vale estar acabando con los tuyos! —gritó, girando para esquivar otro chorro de toxina.
—¡Estoy en eso! —respondió Kirito, cortando al segundo Crawler con un golpe limpio.
El último de su grupo lo observaba, sus ojos verdes brillando con una inteligencia animal. Kirito respiró hondo, levantando su espada.
—Vamos, tú y yo.
El Crawler cargó hacia él, pero Kirito se mantuvo firme. En el último momento, giró su espada en un movimiento en espiral, atravesando el abdomen del monstruo. La criatura chilló y se desplomó, dejando un charco de toxina a su alrededor.
La luz rojiza de la sala pulsaba con una intensidad que parecía reflejar el latido frenético de los corazones de Kirito y Ene. Los Poisonous Crawlers emitían chillidos agudos mientras se desplazaban rápidamente por el suelo, sus patas puntiagudas resonando contra la piedra como un eco siniestro. El aire estaba cargado con un hedor químico proveniente de las glándulas venenosas de los monstruos, y el líquido tóxico goteaba al suelo, dejando cicatrices ardientes en las baldosas.
Otro Crawler cargó hacia Kirito, moviéndose a una velocidad que parecía imposible para su tamaño. Sus patas afiladas se alzaron para perforarlo, pero Kirito reaccionó justo a tiempo.
—¡Hah! —gritó mientras realizaba un parry, desviando el ataque con un golpe perfectamente cronometrado. La fuerza del impacto lo hizo retroceder un paso, pero no perdió el equilibrio. Con un giro rápido, lanzó un corte diagonal, partiéndole una pata al monstruo.
Ene, mientras tanto, estaba rodeada por otro grupo de Crawlers que atacaban en perfecta sincronización. Uno de ellos lanzó un golpe con sus patas delanteras, y ella rodó hacia un lado, sintiendo el aire cortarse donde había estado un segundo antes.
—¡No tan rápido, insecto asqueroso! —gritó mientras contraatacaba con un movimiento rápido de estocada. El estoque perforó el abdomen de la criatura, pero en lugar de retroceder, el Crawler se giró hacia ella con un chillido y lanzó un chorro de toxina.
—¡Mierda! —Ene saltó hacia atrás, esquivando por poco el líquido venenoso que chisporroteó al caer al suelo.
Kirito bloqueó otro ataque, sintiendo cómo sus brazos temblaban bajo la presión. Su barra de vida había disminuido un poco solo por el choque de fuerzas.
—¡No aguantaremos mucho más si seguimos a la defensiva! —gruñó, saltando hacia un lado para evitar que otro Crawler lo embistiera.
Ene lanzó una mirada desesperada mientras giraba para esquivar una embestida doble de los Crawlers.
—¡Entonces dime qué hacemos, genio! ¡No puedo ni siquiera con dos de estos al mismo tiempo!
Kirito apretó los dientes. Sus ojos se movían rápidamente, analizando el movimiento de los monstruos, buscando cualquier apertura. Finalmente, gritó:
—¡Céntrate en uno! ¡Haz que te ataque solo a ti mientras yo lo golpeo desde un ángulo ciego!
Ene resopló.
—¡¿De carnada, en serio?!
Ella avanzó hacia el más cercano, moviéndose con rápidos pasos laterales mientras agitaba el estoque para atraer la atención del Crawler. La criatura reaccionó, lanzándose hacia ella con sus patas delanteras. Ene esquivó por poco, su respiración pesada mientras daba un giro para mantenerse fuera de su alcance.
—¡Ahora, Kirito! ¡Haz algo antes de que me maten!
Kirito no esperó más. Aprovechando que el Crawler estaba enfocado en Ene, saltó hacia adelante y lanzó un golpe en espiral, utilizando una habilidad de espada de un golpe concentrado. La Anneal Blade brilló con un destello azul mientras cortaba profundamente el flanco del monstruo, partiéndolo en dos.
El Crawler chilló una última vez antes de desvanecerse en partículas de luz.
—¡Otro menos! —gritó Kirito, girando hacia Ene. Pero no había tiempo para celebrar. Los otros tres Crawlers se movían hacia ellos, rodeándolos.
—¡No puedo con esto, Kirito! ¡Son demasiado rápidos! —dijo Ene, su voz cargada de desesperación.
Kirito se posicionó a su lado, respirando pesadamente.
—Escucha, podemos salir de esto. Pero necesitamos mantener la calma. No pienses en cuántos quedan. Solo enfócate en sobrevivir.
—¿Sobrevivir? ¡Esa es una forma bonita de decir que estamos jodidos! —respondió Ene con sarcasmo mientras bloqueaba un ataque con su estoque, desviando la pata de un Crawler con un esfuerzo monumental.
—¡Concéntrate! —gritó Kirito, parando un golpe con su espada y contraatacando con un golpe lateral que dejó una marca profunda en el abdomen del monstruo.
El combate se convirtió en una frenética danza de movimiento y precisión. Cada segundo era un cálculo perfecto entre esquivar, bloquear y atacar. Los Crawlers lanzaban golpes rápidos, sus patas dejando cortes en el aire mientras los jugadores se movían con desesperación.
Ene finalmente logró realizar un golpe crítico en uno de los Crawlers, perforando su ojo compuesto con el Silver Edge. La criatura se desplomó, desapareciendo en un destello de luz.
—¡Dos menos! —jadeó, su barra de vida parpadeando en amarillo.
Kirito utilizó una habilidad de espada de área, lanzando un corte en arco iluminado en un astro de luz verde que golpeó a los dos Crawlers restantes. Aunque no fue suficiente para matarlos, les dejó grietas profundas en sus exoesqueletos.
—¡Termina con el de la izquierda! ¡Yo me encargo del otro! —gritó Kirito.
Ene cargó hacia el Crawler designado, utilizando una ráfaga de estocadas rápidas que finalmente lo derribaron. Mientras tanto, Kirito saltó hacia el último, esquivando su ataque con un giro aéreo antes de clavar la Anneal Blade directamente en su glándula venenosa.
El último Crawler chilló antes de desaparecer, dejando un silencio mortal en la sala que fue rellenado por el sonido de sus explosiones brillantes.