Chereads / LAS CRÓNICAS DE AINCRAD | Vol. 1 / Chapter 15 - 15. Tolbana

Chapter 15 - 15. Tolbana

El ambiente dentro de la cueva seguía cargado con la tensión del combate reciente. A pesar de la aparente calma, el veneno seguía carcomiendo la vida de Kirito, y la rapidez con que las toxinas lo debilitaban obligaba a que las decisiones se tomaran sin pensarlo dos veces. 

Argo observó la condición de Kirito y Ene con la mirada fija, y sin dudarlo, comenzó a hablar con una seriedad que dejaba claro que no había tiempo que perder. 

—Escuchen, no podemos quedarnos aquí mucho más tiempo. Para mantener a Kirito estable hasta que el efecto del veneno pase, necesitarán muchas más pociones de salud. Yo tengo algunas, pero no suficientes para todo el camino —dijo Argo mientras empezaba a moverse hacia la salida de la cueva con rapidez, como si cada segundo fuera crucial.

Ene, con la respiración agitada y los músculos tensos, observó a Kirito. Aunque ahora su barra de vida estaba algo más alta, la realidad era que las toxinas aún seguían haciendo su trabajo. Tenían que actuar rápido.

—Tolbana cerca de aquí —continuó Argo mientras avanzaba—, pero si conseguimos llegar, podremos comprar las pociones necesarias. Ahí tienen el mercado más grande de la zona. Necesitamos que Kirito no pierda más vida. Yo iré al frente, asegurándome de despejar el camino. 

Ene asintió, con el rostro demacrado pero decidido. No podía permitirse dudar ahora. Con un esfuerzo sobrehumano, levantó a Kirito una vez más sobre sus hombros, esta vez con más cuidado, para que la presión sobre él no fuera tan fuerte. Kirito, aún grogui por los efectos de las toxinas, apenas podía mantenerse consciente, pero su confianza en Ene era clara. Él confiaba en ella.

—Vamos —dijo Argo con un tono que no admitía objeciones, mirando a Ene con una expresión seria. 

El grupo comenzó a avanzar rápidamente por el oscuro y sinuoso camino de la cueva. La luz del atardecer que se filtraba desde las bocas de salida les mostró un rayo de esperanza, pero las sombras de la cueva seguían siendo su amenaza. Mientras caminaban, la ansiedad de que cualquier momento podría ser el último de Kirito o de Ene se sentía palpable.

Ene, con cada paso, sentía el peso de Kirito más y más. Estaba agotada, su cuerpo temblaba por el esfuerzo de mantener a Kirito sobre sus hombros, pero su voluntad de protegerlo la mantenía firme. Kirito, aunque débil, también estaba concentrado, observando a Argo como si su vida dependiera de sus decisiones. Y, de hecho, lo hacía.

— ¿Por qué haces esto? —preguntó Kirito, con un hilo de voz, mirando a Argo que marchaba al frente sin dudar. El veneno todavía le dificultaba hablar.

Argo giró levemente la cabeza para mirar a Kirito y le dio una sonrisa ligera, aunque no sin cierta gravedad. 

—Porque no voy a dejar que mueran aquí. —respondió con una calma casi desconcertante— Este juego ya se lleva demasiadas vidas. No voy a dejar que la mía sea una de ellas, pero tampoco voy a dejar que ustedes pierdan la suya.

Ene observó a Argo en silencio, el deseo de confiar en ella creciendo a medida que avanzaban. La situación era difícil, pero algo en la manera de Argo, su pragmatismo y sentido de urgencia, la hacía parecer confiable. 

El camino hacia Tolbana fue largo. La cueva de Aincrad se abría en caminos sinuosos que parecían no tener fin. Aunque la salida estaba a la vista, la marcha hacia el pueblo aún tomaba tiempo. Cada paso era crucial. El estado de Kirito empeoraba a medida que avanzaban, y Ene, aunque exhausta, no dejaba de moverse y darle de beber las pociones de salud a Kirito.

Argo, sin embargo, mantuvo el paso firme. De vez en cuando se detenía a verificar si la ruta estaba despejada o si había algún monstruo por el camino, pero la prioridad ahora era llegar a Tolbana lo más rápido posible. 

—Ya casi llegamos. —Argo gritó, alzando la voz para que ambos pudieran escucharla, especialmente a Ene, que tenía los oídos atentos mientras caminaba, casi como si todo su ser estuviera enfocado en Kirito y en no caer por la presión de su peso. 

El aire se sentía denso, casi pesado, mientras el tiempo avanzaba rápidamente, pero los temores de la toxina que aún mantenía a Kirito al borde del colapso eran inminentes. 

Cuando por fin, tras lo que pareció una eternidad, alcanzaron la salida de la cueva, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte. Tolbana, estaba al alcance de la vista.

Tolbana es una ciudad amurallada ubicada al norte del Primer Piso de Aincrad, estratégicamente construida en una planicie elevada con vistas al vasto paisaje circundante. Sirve como un punto crucial para los aventureros que buscan avanzar en el juego, gracias a su proximidad al Laberinto del Primer Piso. Su diseño combina elementos medievales con un toque fantástico, característico de Aincrad, ofreciendo una atmósfera de desafío y preparación para los jugadores que se aventuran en sus tierras.

La ciudad está rodeada por altos muros de piedra gris, diseñados para proteger a sus habitantes de los ataques de monstruos y posibles incursiones hostiles. En sus puertas principales, dos enormes portones de hierro son custodiados por NPCs guerreros, que agregan un toque de realismo y seguridad.

En el corazón de Tolbana se encuentra una amplia plaza adoquinada, presidida por una fuente ornamentada con una estatua que representa a un guerrero kobold caído, un símbolo del desafío que aguarda en el laberinto cercano.

Las construcciones son de piedra y madera, con techos inclinados de tejas rojas y ventanas con contraventanas decorativas. Las tiendas y forjas se alinean en las calles principales, ofreciendo a los jugadores todo lo necesario para prepararse para el combate: desde armas y armaduras hasta pociones y herramientas.

Una torre central se alza sobre la ciudad, permitiendo vistas panorámicas del área circundante y el Laberinto del Primer Piso. La torre también sirve como un punto de encuentro para organizar incursiones en el laberinto.

Argo, al ver la ciudad a la distancia, no mostró signos de cansancio, pero si el alivio de haber alcanzado la meta ante la crisis que tenía detrás. Sin embargo, aún quedaba mucho por hacer. Una vez dentro de Tolbana, tenían que asegurarse de encontrar las pociones, y luego, se podría dar un respiro real.

Ene, aunque agotada, no se permitió relajar ni un momento, pues la vida de Kirito seguía en juego. Y la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros era más que un peso físico. 

La llegada al pueblo se convirtió en su única meta, y con esa última pizca de esperanza, Kirito no dudó en sonreír débilmente al ver las luces del lugar acercándose.

—Lo... lo logramos...—dijo Kirito, apenas audible, pero su voz era clara en su deseo de sobrevivir.

Ene apretó los dientes, determinada a llegar. Ya no había más dudas ni temores. Sólo quedaba la supervivencia. Y lo conseguirían, cueste lo que cueste.

La entrada a Tolbana fue un alivio absoluto, como un respiro tras una larga inmersión en aguas turbulentas. Los Poisonus Crawlers ni ninguna otra criatura hostil ya no representaban una amenaza, y la seguridad del pueblo proporcionaba un refugio necesario, un respiro del caos y el peligro.

A pesar de la aparente calma, el cuerpo de Kirito seguía siendo una bomba de tiempo. Aunque el terreno dentro de la zona segura no permitía ataques de enemigos, las toxinas que consumían su vida aún estaban muy presentes.

Ene, aún cargando a Kirito sobre sus hombros con cuidado, dejó escapar un suspiro profundo. Aunque las luces de Tolbana los rodeaban con una sensación de seguridad, el veneno seguía siendo su enemigo principal.

—Vamos, Kirito, ya casi. —Ene murmuró, apurando el paso mientras su agotamiento se hacía más evidente. 

Argo, al frente, estaba algo más relajada, pero su mirada fija en Kirito indicaba que no todo estaba bien. La chica, a pesar de ser una desconocida, no dudaba en ofrecer su ayuda sin cuestionar demasiado. A medida que avanzaban por las calles de Tolbana, Argo giró hacia Ene con una mirada inquisitiva.

—¿Qué ocurrió exactamente allá abajo? —preguntó, su voz directa y curiosa. Sabía que algo no cuadraba. —¿Cómo es que él terminó con ese tipo de toxinas? Eso no existe en el primer piso.

Ene, sin dudarlo, empezó a caminar más rápido, con el rostro tenso y determinado mientras seguía buscando la tienda más cercana. 

—Te contaré todo, pero primero déjame encargarme de Kirito. —respondió, sin entrar en detalles, pero la situación era urgente. No quería perder más tiempo. —¡Ahí! —Ene señaló un establecimiento cerca de la plaza principal.

Argo asintió, mirando alrededor con una ceja levantada, pero no hizo comentarios. Sabía que se necesitaba desesperadamente un suministro masivo de pociones para salvar a Kirito. Entonces, cuando llegaron a la tienda, Ene no dudó ni un segundo en entregarle todo el dinero que había acumulado en su inventario.

— ¡Todo! ¡Todo lo que tengo! —exclamó Ene, mientras miraba las pociones sobre el mostrador y las entregaba al comerciante con manos temblorosas. —¡Necesito todas! Cuanto más rápido mejor.

El comerciante la miró con un parpadeo, pero no hizo preguntas. Era obvio que no había tiempo para negociaciones, y la desesperación en los ojos de Ene le dijo que había una vida en juego. Sin más demora, empezó a entregar una gran cantidad de pociones de salud medianas, las cuales Ene no dudó en tomar y comenzar a dárselas a Kirito. 

—Bebe... Kirito, por favor, bebe... —murmuró Ene, mientras le ayudaba a beber una de las pociones. La toxina seguía haciendo su trabajo, pero cada poción parecía darle algo de alivio, restaurando lentamente su vida mientras la carga toxica parecía irse desvaneciendo, aunque aún no de forma total.

Argo observó en silencio todo el proceso, cruzando los brazos mientras observaba la escena con atención, pero algo en su mirada no podía ocultar su curiosidad. Al ver que Kirito había tomado ya varias pociones y parecía empezar a estabilizarse, Argo no pudo evitar acercarse a ellos y, con una sonrisa algo picaresca, rompió el silencio.

—Eso fue un gasto exagerado, ¿no? No hay forma de que te queden muchas monedas después de eso. —dijo Argo, su tono algo burlón, pero aún con una pizca de preocupación.

Ene levantó la vista, aún concentrada en darle de beber la última poción de salud, y asintió lentamente.

—No importa. Kirito tiene que sobrevivir. No me importa gastar todo. —dijo Ene con determinación en la voz, pero con un cansancio palpable. Sabía que, si Kirito no se recuperaba, todo lo que habían hecho hasta ahora habría sido en vano. —¿Puedes tomarlas tú mismo?

Kirito asintió y Ene enseguida le transfirió todas las pociones de salud que había comprado, pequeñas, medianas, grandes, de regeneración, todas. Es así como Kirito empezó a consumirlas, una por una cada vez que su barra de HP se coloreaba en rojo para optimizar el uso de las pociones.

Argo, observando la situación, mantuvo la calma, aunque no pudo evitar lanzar una mirada curiosa hacia Kirito. Cuando vio que parecía estar recuperándose, finalmente habló.

—¿Qué pasó allá abajo? —Argo insistió, esta vez más directa. —¿Cómo es que Kirito terminó con esa toxina tan poderosa?

Ene la miró de reojo, respirando pesadamente mientras observaba como Kirito bebía las pociones, pero antes de hablar se aseguró que nadie estuviese tan cerca como para escuchar su conversación.

—Eres una beta tester, ¿no es así?

—Si, no es ningún misterio. ¿Por qué? —respondió Argo con un tono despreocupado.

—Quizá debería ser un misterio… Kirito cree que tarde o temprano los demás jugadores empezarán a cazarnos, probablemente.

—Bueno, ahora que lo pienso sí es una posibilidad… —Argo mantuvo una pose pensativa por unos segundos.

—¿Qué hacías ahí sola, Argo? —preguntó de pronto Ene.

—¿Yo? Recolectaba información, hay que hacer dinero de algún lado, ¿no? Siendo lo que somos se me ocurrió que podría al menos garantizarme una buena dosis de Col para no morirme de hambre. ¿Entiendes? Pero me di cuenta de que la información de la beta no es del todo confiable.

—Eso fue justo lo que nos ocurrió. Fuimos por un cofre que almacenaba un material raro para mejorar nuestras armas y entonces, la cueva nos dejó encerrados y salieron Poisonus Crawlers por todas partes. —Ene se ajustó su capucha oscura.

—¡¿Qué? Esos bichos se supone que deben estar en el cuarto piso.

—Si, eso mismo pensamos nosotros.

—Claro, tiene sentido ahora…

Argo observó a Ene por un largo momento, sus ojos escaneando a los dos jóvenes con una mirada penetrante. Finalmente, se cruzó de brazos y dejó escapar una risa baja.

—Bien, bien... lo que sea que haya pasado, ahora lo importante es que sigamos adelante. Este juego ya nos quitó mucho, y no vamos a permitir que nos siga arrebatando lo que nos queda.

Con eso dicho, el sonido de las campanas de Tolbana sonó en la distancia, y Ene, finalmente respiró aliviada con la promesa de tener tiempo para sanar a Kirito, supo que el siguiente paso sería planear cómo seguir adelante en este mundo peligroso.