Chapter 10 - 10. Ene

La luz de la luna bañaba el pequeño pueblo de Horunka, arrojando un resplandor frío sobre sus calles desiertas. Las ventanas de las casas estaban oscuras, y el único sonido que rompía el silencio era el crujir ocasional de las ramas de los árboles bajo la brisa nocturna. Era la primera noche después del anuncio de Akihiko Kayaba, y el peso de la realidad se sentía en el aire, como si incluso los NPC compartieran la tristeza y la desesperación de los jugadores atrapados. En una de las esquinas del pueblo, una figura solitaria se movía con pasos ligeros. 

Ene, una joven esgrimista de cabello corto y expresión astuta, había decidido explorar el pueblo en busca de pistas sobre misiones u oportunidades. Había aprendido desde el periodo beta que cada rincón de un asentamiento podía esconder secretos útiles, y en un juego donde la vida pendía de un hilo, la información era su mayor arma. 

Caminando por las calles casi desiertas, Ene mantenía una expresión serena, aunque en su interior estaba alerta. Su mente trabajaba a toda velocidad, evaluando opciones, rutas de escape y estrategias. Como beta tester, sabía que cada decisión contaba, especialmente en las primeras horas.

Sin embargo, algo peculiar llamó su atención esa noche. Un sonido apagado, irregular, como si alguien intentara contener su voz entre sollozos. Ene frunció el ceño. «¿Un jugador llorando?» pensó sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación. Aunque no era alguien que se metiera en los asuntos de otros sin motivo, había algo en ese sonido que le hizo detenerse.

Siguiendo el sonido, Ene llegó a una pequeña cabaña. Desde la ventana entreabierta, vislumbró una escena que la hizo detenerse. Un chico de cabello negro estaba sentado al borde de una cama, con la cabeza baja y los hombros temblorosos. Frente a él, una niña NPC dormía plácidamente, su pequeña figura envuelta en una manta, su respiración tranquila contrastando con la tensión palpable del chico. Ene lo observó por un momento, notando los detalles: la espada que descansaba a su lado —una Anneal Blade, reconocida por su durabilidad y buen rendimiento en los primeros pisos—, su postura derrotada y la leve rigidez en sus hombros, como si estuviera luchando por contener algo más que lágrimas.

Decidió entrar. La puerta crujió suavemente al empujarla, y Kirito levantó la cabeza, sorprendido. Sus ojos, enrojecidos y húmedos, se encontraron con los de Ene. 

—¿Qué haces aquí llorando como un idiota? —preguntó Ene con un tono directo, pero no cruel. Cerró la puerta tras de sí y cruzó los brazos, mirándolo fijamente. 

—¿Quién eres? —preguntó él, con una mezcla de alarma y cansancio. Ene suspiró, avanzando un par de pasos hacia él. 

—Mira, entiendo que esto es una pesadilla. Ninguno de nosotros debería estar aquí, pero si te quedas sentado llorando, no durarás ni una semana. 

—No necesito nada. Déjame en paz —replicó él, su voz firme pero quebrada. 

Ene levantó una ceja, ignorando su tono defensivo. 

—¿Seguro? Porque no parece que estés en las mejores condiciones.

Kirito no respondió de inmediato. Después de un momento, Ene se acercó y se sentó en la silla más cercana. Su mirada se detuvo de nuevo en la Anneal Blade. 

—Por cierto —añadió Ene después de un momento—, soy Ene.

—Vale. Ene. —dijo al fin, secándose las lágrimas con la manga—. Y supongo que tienes razón. 

Ene se levantó, estirándose ligeramente. 

—Claro que tengo razón. Ahora, deja de compadecerte. Si vamos a sobrevivir, vamos a necesitar gente que sepa lo que hace. Y creo que, con un poco de suerte, tú podrías ser útil. 

La sinceridad de sus palabras, mezclada con un toque de sarcasmo, arrancó una sonrisa amarga de Kirito.

—Miras mucho mi espada… ¿Por qué?

—Curiosidad. Pero ya que estamos hablando... ¿cómo te llamas? 

Él dudó un momento antes de responder. 

—Kirito.

Ene parpadeó, sorprendida. El nombre activó un recuerdo en su mente, algo que no había considerado hasta ese momento. 

—¿Kirito? —repitió lentamente, evaluándolo con más detalle. Había algo diferente en su apariencia, pero esa forma de hablar, esa presencia...—. ¿Eras beta tester, verdad? 

Kirito levantó la mirada con cautela. 

—¿Y si lo fui? 

Una sonrisa apareció en el rostro de Ene. 

—¡Lo sabía! Tú eras el chico que usaba una lanza, ¿cierto? Un jugador increíblemente fuerte en los pisos bajos durante la beta. 

Kirito la miró fijamente, como si intentara recordar. 

—¿Nos conocimos? 

—No directamente, pero te vi en acción un par de veces. Difícil olvidar a alguien que prácticamente limpiaba las áreas solo. Aunque parece que ahora cambiaste de arma. 

Kirito soltó un suspiro, sus hombros relajándose ligeramente. 

—Sí, lo hice. 

—¿Por qué? —preguntó Ene, inclinándose un poco hacia adelante, genuinamente interesada. 

Kirito se encogió de hombros, como si la respuesta fuera evidente. 

—No tengo un gusto particular por un arma o estilo de combate. Me enfoco más en las estadísticas y en lo que funcione mejor. La Anneal Blade es una buena opción por ahora. Tiene durabilidad, es relativamente ligera, y con las mejoras correctas podría servirme hasta el quinto o sexto piso. Además, ahorrar dinero y viajar ligero son prioridades para mí. 

Ene lo observó en silencio por un momento antes de asentir. 

—Tiene sentido. No esperaba menos de alguien como tú. 

Kirito frunció el ceño ligeramente, como si no estuviera seguro de si eso era un cumplido o no.

—¿Qué quieres decir con eso? 

—Digo que la mayoría de los jugadores que usaron lanzas en la beta no cambiarían su estilo tan fácilmente. Es un arma completamente distinta, y adaptarse no es tan sencillo. Así que, o eres alguien muy versátil o muy práctico. 

Kirito dejó escapar un suspiro, como si su mente aún estuviera procesando todo lo que había ocurrido ese día. 

Ene lo observó en silencio por un momento antes de esbozar una ligera sonrisa. 

—Eres más metódico de lo que pensaba. Supongo que eso explica cómo lograste sobrevivir hasta ahora. 

Kirito la miró, un destello de reconocimiento en su expresión, como si algo en sus palabras o actitud le resultara familiar. 

El silencio cayó entre ellos, solo roto por el suave sonido de la respiración de la niña. Después de un momento, Ene se puso de pie. La luz del amanecer comenzaba a filtrarse por las ventanas de la cabaña, pintando las paredes de tonos cálidos.

Kirito rompió el silencio. 

—Gracias por lo de antes. 

Ene, quien estaba ajustando su inventario, alzó una ceja sin apartar la vista de su menú. 

—¿Por qué? ¿Por no dejar que te hundieras en tu miseria? 

Kirito soltó una risa breve y amarga. 

—Supongo que sí. 

Ene cerró el menú con un gesto rápido y lo miró directamente. 

—¿Cuál es tu plan, Kirito? Porque si vas a sobrevivir aquí, necesitas algo más que habilidades de combate. 

Kirito suspiró y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa. 

—Por ahora, avanzar. Este pueblo ya no tiene nada más que ofrecerme. Solo vine por la Anneal Blade, y ahora que la tengo, necesito planear mi siguiente movimiento. 

Ene levantó una ceja. 

—¿Solo por la espada? 

—Claro. Los NPC son solo parte del sistema. Completé la misión, obtuve mi recompensa, y eso es todo. —Kirito hizo una pausa, notando la expresión en el rostro de Ene—. ¿Qué? ¿Acaso no es lo que cualquiera haría? 

—Quizás. Pero la forma en que lo dices suena... desapegada. 

Kirito se encogió de hombros. 

—No podemos permitirnos el lujo de encariñarnos con un programa. Esto es un juego, incluso si nuestras vidas dependen de ello. 

Ene lo observó detenidamente antes de cambiar de tema. 

—Entonces, hagamos esto juntos. 

Kirito la miró, sorprendido. 

—¿Qué? 

—Formemos equipo. Tú y yo —dijo Ene con firmeza—. Ambos somos beta testers, y sabemos más sobre este juego que la mayoría de los jugadores aquí. Si unimos nuestras fuerzas, nuestras posibilidades de sobrevivir serán mucho mejores. 

Kirito se quedó en silencio por un momento, considerando su propuesta. Sabía que Ene tenía razón. Por muy hábil que fuera, estar solo lo hacía vulnerable. 

—Está bien —dijo finalmente—. Pero hay que ser claros desde el principio. Esto no será fácil, y las decisiones que tomemos deben ser estratégicas. 

—Eso me parece justo —respondió Ene, asintiendo—. Además, si voy a arriesgar mi vida contigo, quiero saber algo.— Ene lo observaba con atención, apoyando un brazo sobre la mesa mientras sus ojos seguían fijos en él.

—¿Qué?— preguntó Kirito.

—¿Por qué llorabas? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio. 

Kirito apartó la mirada, incómodo. 

—No es algo importante —respondió con un tono frío, pero sus ojos delataban que sí lo era. 

—No pareces el tipo de persona que lloraría por nada —insistió Ene, con una mezcla de curiosidad y seriedad en su voz—. Si vamos a formar equipo, creo que al menos deberíamos confiar un poco el uno en el otro. 

Kirito suspiró, cruzando los brazos. Por un momento, pareció debatirse internamente antes de finalmente ceder. 

—Está bien, te lo diré. Pero no te hagas ideas equivocadas. 

Ene asintió, inclinándose ligeramente hacia adelante para escuchar. 

—Estaba en el bosque, completando la misión para obtener esta espada —dijo Kirito, señalando la Anneal Blade que descansaba a su lado—. Me encontré con otro jugador llamado Coper. Decidimos hacer equipo para terminar la quest más rápido. El quería el arma tanto como yo, así que, si ambos cazábamos lo haríamos el doble de rápido y obtendríamos cada quién el ítem para completar la misión.

Hizo una pausa, su mandíbula apretándose mientras recordaba los eventos. 

—Todo iba bien hasta que llegamos a las Little Nepenthes. —Su voz se endureció, como si el simple recuerdo le provocara un peso en el pecho—. Coper... Aún no sé si fue por descuido o intencionalmente, golpeó una de las semillas. Eso provocó que más de esas cosas aparecieran de la nada y nos rodearan. 

—¿Qué pasó después? —preguntó Ene, su tono ahora más suave, como si percibiera el dolor en sus palabras. 

Kirito cerró los ojos un instante antes de continuar. 

—El combate se volvió demasiado complicado. Intenté mantenerlas a raya, pero eran demasiadas. No tuve otra opción... —Su voz se quebró ligeramente, pero rápidamente se aclaró la garganta y continuó—. Usé a Coper como señuelo. 

Ene abrió los ojos sorprendida, pero no dijo nada, dejando que él siguiera. 

—Él no lo vio venir. Las Little Nepenthes lo rodearon y... lo mataron. 

La habitación quedó en silencio, solo interrumpida por el débil sonido del viento afuera. Ene bajó la mirada, procesando lo que Kirito acababa de contar. 

—¿Su muerte te afectó? —preguntó finalmente. 

Kirito negó con la cabeza, apretando los puños sobre la mesa. 

—No. No lloraba por él. Hizo su elección cuando me traicionó. Si no hubiera golpeado esa semilla, nada de eso habría pasado. 

—Entonces, ¿por qué? 

Kirito la miró directamente a los ojos, pero esta vez, su mirada estaba vacía, como si tratara de ocultar algo más profundo. 

—Porque este juego es más real de lo que esperaba. Pensé que podía mantenerme al margen, tratarlo como un simple juego. Pero no es así. Cada decisión pesa, cada acción tiene consecuencias... 

Ene lo observó en silencio. No insistió, como si entendiera que había algo más que él no estaba dispuesto a compartir. 

Después de un momento, Kirito cambió de tema abruptamente. 

—Entonces, ¿formaremos equipo o no? 

Ene parpadeó, sorprendida por el cambio, pero finalmente asintió. 

—Sí, creo que será lo mejor. 

Kirito asintió, extendiendo la mano hacia ella. Ene la estrechó con firmeza, sellando su alianza. 

—Solo una cosa más —dijo Kirito, rompiendo el silencio—. ¿Por qué un estoque? 

Ene sonrió levemente, entendiendo que él prefería desviar la conversación. 

—Porque es mi estilo desde la beta test —respondió Ene con seguridad—. Me siento cómoda con él. Cada movimiento, cada técnica, se siente natural. Cambiar de arma sería como intentar escribir con la mano equivocada.

Kirito asintió, reconociendo su punto.

—Supongo que tiene sentido. Cada quien tiene su forma de jugar.

—Exacto. Pero eso no significa que no podamos aprender el uno del otro —dijo Ene con una sonrisa leve—. Si vamos a formar equipo, tendremos que combinar nuestras fortalezas y cubrir nuestras debilidades.

Kirito la observó por un momento antes de responder.

—De acuerdo. Formemos equipo.