Lleva como diez minutos dando vueltas alrededor de la mesa balbuceando. Casi nos rompe los oídos de un grito en el momento que Papá dijo "Bellion". La escena pasó de risas y cotilleo a tensión extrema, literalmente de un segundo para el otro. Mejor me apresuro a tomar el café. Ya se me enfrió. Qué rápido. Siento algo duro en mi boca, al meter mis dedos para extraer la molestia, me topo con un grano de café intacto. Discretamente lo tiro al piso.
—¡Ese tipo no puede haber regresado! —vocifera señalando a Papá.
—Créeme que sí. —Confirma.
—¡¡Es imposible!!
—¡Te digo que no!
—¡¿Cómo puedes estar tan seguro?! —Fleknör se regresa a su silla—¡¿Cómo sabes que es el Bellion que conocemos?!
—¡Neil mismo me lo dijo!
—¡¿Y qué tal si mentía?! —Fleknör azota la mesa con la palma de su mano.
—Algunos de nuestros viejos compañeros siguen en el ejército. Le avisaron a tiempo y el vino a mi casa a comunicármelo. No hay forma de que sea otra persona. ¿Qué otro Bellion conoces además de este?
Fleknör se inclina para atrás y mira a todos lados, como si intentará encontrar una forma que compruebe que todo es mentira, una simple mala pasada que su mente le hace, como si no creyera que esto está pasando... cómo si supiera que algo está por venir.
—Ayer por la noche, cuando volví a la Capital con mi hijo, todo estaba desértico, no había nadie por las calles excepto nosotros, ¿entiendes lo que te digo? —dice Papá con tono severo.
—¡Por favor, eso puede pasar de vez en cuando! —rechaza Fleknör.
—Jamás pasó, excepto por la noche en que nos llevaron a ti y a mí. ¿Lo recuerdas?
Esta información parece impactar fuertemente en Fleknör, pues su expresión se torna en una mezcla de mucha impresión y miedo. ¿Se llevaron a Papá y a su amigo? Si esto supuestamente está volviendo a suceder, entonces quiere decir también que se están llevando a la gente ahora. ¡Pero si solo están buscando a los élites! El sargento me dijo que era por crímenes de guerra. Quisiera preguntar por eso ahora, pero no me parece un buen momento.
—El ambiente, el silencio... la última vez que se había visto un paisaje así en Strademburg fue... bueno, cuando la guerra había empezado. Algo así no pasa porque sí, Fleknör. Cuando volvimos a la noche con mi hijo, —pone su mano en mi hombro—, todo estaba tal cual ese día. La policía estaba merodeando las calles a causa de un toque de queda. No hay forma en que me equivoque.
—Ve al grano de una vez: ¿es Bellion o no? —vuelve a preguntar.
—¡Ya te dije que sí, maldición!
—¡¡Pues no lo creeré hasta que me des una prueba!! —dice escéptico.
—¡Ya te dije! Capital sin gente, luces apagadas, autoridades en las calles y la palabra de Neil, ¿qué prueba más necesitas? El 12 de zaitzen se está repitiendo, Redondo, ¡solo que esta vez es mucho peor! ¡Sangre de nuestros compañeros está siendo derramada ahora mismo en Strademburg!
—¿A qué te refieres? —cuestiona Fleknör, impactado.
—Están buscando casa por casa a la élite de nuestra generación. Neil me dijo que se los están llevando al centro del país, dijo que no sabe dónde con exactitud, pero sabe que a los que no se llevan allá los matan en sus propias casas.
—Santa mierda… —murmura—... espera, ¡¿qué ocurrió con Neil entonces?!
—Se quiso quedar en Strademburg, me rogó que no le insista y me vaya cuanto antes de la capital con mis hijos. Rezo para que no le haya ocurrido nada al pobre. ¡Tan mal que la pasó y ahora vienen con esta barbarie!
¿No estará insinuando que al tío Neil se lo llevaron o lo que es peor, lo asesinaron? Tan solo pensar en eso me da escalofríos. ¡Pero no lo creo, el tío es una persona muy fuerte y a veces muy inteligente!, seguro también consiguió escapar, o a lo mejor debe estar escondido en alguna parte, donde no lo hallarán tan fácilmente. ¡Si él también es de la élite, entonces no debería preocuparme en lo absoluto!
—¡Bueno, ya! Ve a lo importante: ¿es Bellion o no? —pregunta otra vez.
—Hijo de...¡¡que sí, carajo!!
—¡¡No lo creo!!
Es un poco terco este señor. Nunca imaginé que a Papá lo habían... secuestrado, por así decirlo. Suena muy atemorizante decirlo de esa manera, pero no hay otro término que lo describa, y al parecer, el 12 de zaitzen fue un momento importante y oscuro en Strademburg, según leí una vez en una enciclopedia, antes de que Papá me la arrancara de las manos furioso. Qué raro fue ese momento, ¡más aun que Papá me prohibiera investigar a fondo ese tema! Y eso que a él y a mí nos gusta bastante sobre historia. En su momento no le di mucha importancia por creer que sería un día menos de estudio, pero ahora quisiera saber que pasó ese día. También me pregunto para que los habrán secuestrado a los dos.
—¡Vamos, dame otra prueba más! —exige Fleknör seguro de que tiene todavía puede tener la razón.
Papá parece pensar y pensar algo que le aclare la mente a su amigo, es desesperante por el hecho de que pareciera que estuviesen jugando.
—Y si te digo que Neil vio soldados en la calle portando de el estandarte del Árbol Unilunar, ¿me creerás?
—Yo también lo vi mientas volvía a casa. —Interviene Fròderin.
Papá mira a Fleknör con una mirada de esas que dicen "¿ya ves desgraciado?", pero él se queda callado. Pareciera querer decir algo, pero es incapaz. Seguro intenta buscar cualquier otra excusa que refute una vez más lo que acaba de oír.
—No... debieron ver mal, ¡no pudo ser eso!
—Solo Bellion usaría el estandarte Unilunar en estos días. Ya tienes dos testimonios amigo, será mejor que lo creas. —Papá se reclina en la silla con los brazos cruzados.
Ya me estoy cansando de que se la pase negando y negando. No es tan difícil de asimilar, las pruebas son irrefutables.
—¡¡No tienes idea... de la miseria a la que me tuve que someter por culpa de ese imbécil!! —grita enfurecido señalando a Papá.
—Estuvimos juntos en aquella época, Redondo. Puedes tener la certeza de que ambos y todos nuestros compañeros pasaron por lo mismo, así que sí: sí tengo idea. —Por su parte, Papá habla con calma, ondeando su mano.
Fleknör se mantiene cabizbajo y se toma un tiempo para respirar, haciéndolo fuertemente, bajando de forma gradual. Se dirige a la mesa y agarra su taza con cuidado, pero aún se le notan las venas hinchadas de sus manos temblorosas por el enojo. Le da un largo sorbo al café mientras el mismo se desparrama por toda boca y ropa, hasta que se lo termina todo. Qué asco. Aparto mi vista para disimular.
—Debí recalentarlo... —estampa la taza contra la mesa y se limpia con la manga de la bata. Parte de la bebida sale disparada hacia arriba, cayendo sobre la madera del mueble. Una pequeña parte me salpica el pelo.
Luego de esto, noto de reojo que Fleknör cambia su mirada a mí. Hay una intensidad e inexpresividad en sus ojos que me perturba. Creí que iba a decirme algo, pero no lo hizo, vuelve a cambiar su mirada, esta vez a Papá.
—Okey, entonces puedo suponer que si me estás dando esta gran revelación; todo lo que me dijiste antes era mentira, porque además tu madre ya se murió, así que debo preguntar: ¿cómo rayos terminaste… así?
—Pues… mientras salíamos de la Capital nos topamos con unos policías. Tuve que luchar a muerte con uno de ellos. —Responde Papá con rapidez.
—Hmph, me impresiona que sigas vivo. A juzgar por ese guardabrazo que llevas, debió haberte hecho una herida horrenda. ¿Qué clase de policía te cruzaste, eh?
—Uno muy jodido, amigo mío. Si mi hijo aquí no hubiera acomodado el hueso ¡la habría pasado mal! —dice riéndose mientras me da una palmada.
Sin embargo, a Fleknör no parece darle ninguna gracia, y si queda con la boca cerrada hasta que Papá guarda silencio. Una vez hecho, continúa.
—¿Y a qué van a Halley?, si sabes que no es el mejor lugar para esconderse… no sabemos cuánto tiempo durará esto. Es un lugar muy pequeño.
—¡No digas bobadas, Redondo! No pretendo que nos escondamos allí. Además, es un lugar demasiado caro para pasar siquiera dos días. Apenas y tengo dinero para ello.
—Entonces, ¿cuál será su verdadero destino? —pregunta Fleknör curioso, reclinándose en su asiento.
—¿Te acuerdas de Klàinz?
La inexpresividad de Fleknör desaparece para quedarse casi boquiabierto y luego reírse silenciosamente.
—Ya no debes estar en tu juicio, hermano, ¡son casi ocho meses de viaje!, ¿para qué quieres ir tan lejos? —dice inclinándose hacia nosotros entre risas.
Fròderin casi pierde el equilibrio y por poco no se cayó de su asiento. A mí por otro lado, me agarra un pequeño mareo mientras un frío, de esos que me ponen la piel de gallina, me recorre todo el cuerpo. Va a ser más largo de lo que pensé.
—Es de las pocas que no forman parte de la unión inútil esa, y también la opción más cercana que tenemos. —Afirma Papá.
—Pero podrían ir a Goler. Está más al sur de aquí pero es mucho más cerca.
—En Rutterforx son todos partes de la unión.
—¿Qué? ¡Imposible! ¿Desde cuándo?, que yo sepa se separaron. —Fleknör se confunde.
—Sí, pero los canallas se reintegraron en la cumbre del año pasado. No podían mantenerse por su cuenta los muy inútiles.
—Bueno, no se puede esperar mucho de los sureños. —Comenta revoleando los ojos—. Llegar hasta Klàinz no les va a ser sencillo por la época, hay dos naciones que tendrán que atravesar: Harmàitz y Nordion... ¡espera!, ¿y porque no van a alguna de esas?
—También son parte de la unión, pero igual tendremos que pasar por ellas, el invierno seguramente congelará el sur del océano y Puerto Klano se bloqueará. Pero tomaremos el barco a Nordion para no tener que ir por Harmàitz… bueno, si es que en el momento en que llegamos hay barcos a Nordion… —Papá menciona esto último con un tono sombrío—... no tenemos otra opción, amigo. Esto no se quedará solo en Strademburg y lo sabes.
—¡Ja! ¡Entonces eso quiere decir que estoy jodido!
¡Pero qué basura! Tantas opciones que teníamos... sí o sí tendremos que ir a Klàinz, y si tenemos que pasar por dos países aliados a Strademburg, ¡no significaría otra cosa que problemas y más problemas! No solo eso, ya que teniendo en cuenta que son ocho meses de viaje, ¡eso quiere decir que estaremos allá en verano! Tiene que ser un chiste. No estoy preparado para viajar tanto tiempo.
—Entonces sí que estoy bien, pero bien jodido.
—¡Pero podrías venir con nosotros! Este no es un buen lugar para ti, podrías salir de esta pocilga. ¡No sabemos que es lo que nos podrían hacer! —propone Papá a su amigo.
—Agradezco tu oferta, hermano. —Fleknör se levanta y se dirige a la ventana—. Pero ya estoy viejo para esto. Además, he pasado demasiado como para seguir corriendo, ¿me entiendes? Si quieren venir, que vengan...
—¿Y qué pretendes?, ¿dejar que te maten? —pregunta Papá molesto.
—¿Qué? ¡Nah! —se posiciona frente la ventana y mira el paisaje—Tú no te preocupes por mí. Me las voy a arre...
Algo sucedió que hizo que Fleknör no termine de hablar. Parece haber visto algo allá fuera, pero como lo tengo en medio, no puedo ver qué es.
—Oye Bryo, ¿dijiste que nos estaban buscando?
—¡Sí! ¿cambiaste de opinión? —Papá sonríe ilusionado.
—No, pero hay un grupo de soldados viniendo.
—¡¿QUÉ?!
Todos corremos a la ventana para confirmar lo anunciado y, efectivamente, a lo lejos se los puede ver: son soldados a caballo, con ese distintivo brillo rojo. Se acercan con rapidez, ¿otra vez tendremos que luchar? ¡¿Cómo rayos se supone que vamos a enfrentarlos?! ¡¡De por sí la policía ya nos ha dado suficientes problemas como para ahora tener que enfrentarnos al jodido ejército!! ¡Desde aquí se les nota el peso de la armadura, cien veces más imponente que la del sargento!
—Son como cinco... —Papá toma el mango de su espada.
Fleknör se le queda viendo, con ojos atónitos.
—¿Qué planeas, señor duro? ¿Vas a luchar contra cinco tipos entrenados estando con un brazo roto? ¡No jodas Bryo, ahora mismo eres el equivalente a una hormiga frente a esos!
—¡¿Y tú que propones?! —Papá le reprocha a Fleknör.
—¡Esconderlos, obviamente!
¿Escondernos?, ¿dónde lo va a hacer, si esta casa ni siquiera tiene habitaciones? ¡¿Bajo la mesa?!, ¿¡las sábanas?!, ¡¿dentro de la hoguera?! ¡No hay ningún lugar en donde podamos resguardarnos! ¡No quiero pelear otra vez! Todo parecía perdido hasta que Fleknör se dirige con calma hacia la hoguera y, con su pie, la mueve lo suficiente hasta revelar una trampilla debajo de donde estaba. No voy a preguntar por qué eso está ahí y simplemente voy a decir "guau".
—¡Guau! —digo.
—Bueno ¡entren rápido y no se muevan demasiado! Es algo estrecho, así que dudo que puedan hacerlo de todos modos, je. —Fleknör abre la trampilla.
—¿Que hay allí abajo? —cuestiona Fròderin preocupado.
—Nada, solo tierra y uno que otro insecto amigable, ¡ahora entren!
Sin más, y confiando en sus palabras, decidimos escondernos allí. Entro yo primero. Está algo oscuro, pero un poco de luz del exterior entra por unos huecos. Luego entra Fròderin, quien se resguarda a mi lado. No es tan estrecho como dijo, de hecho, puedo moverme con normalidad. ¡Estamos bajo la casa!
—¡Bryo, agarra el sable y escóndelo contigo! —ordena Fleknör.
—¡Sí!
Me arrastro hasta llegar a uno de los hoyos en las vigas. Al mirar, veo que los soldados ya casi llegan. Nos damos un gran susto cuando oímos el sable caer detrás nuestro, con Papá siendo el siguiente en bajar. Como puede se acomoda en el suelo.
—¡Ya, ciérralo! —avisa Papá.
Fleknör cierra la trampilla y acto seguido tapa la salida acomodando la hoguera de nuevo. La tierra vibra cuando esa cosa se mueve. Se le oye agarrando las tazas, guardándolas y yendo de un lugar a otro frenéticamente. Todo arriba nuestro se está moviendo. Miro una vez más a través del hoyo. No me di cuenta y estos sujetos ya se detuvieron en frente de la casa. Son todos muy jóvenes, como de setenta y cinco años, diría yo. Uno de ellos, de pelo corto y marrón y de piel pálida, se baja del caballo y camina hasta la puerta.
—¡Sal de allí! —Papá me jala de la pierna, sacándome de ahí.
A los pocos segundos se escuchan fuertes golpes contra la puerta.
—¿Hay alguien ahí? ¡El ejército de Strademburg llama! —exclama un soldado allá fuera.
—¡Un segundo, ya voy! —avisa Fleknör con imponencia.
Se dirige hacia dónde estamos y se agacha. Lo vemos a través de los finitos espacios en las maderas.
—No hagan ni un maldito ruido. —Nos susurra.
Fleknör se apura a abrir la puerta. Papá nos tapa la boca y nos pega a él.
—Buenos días. —Se presenta el soldado—. Me llamo Kaitl y soy parte de...
—Con todo respeto muchacho, ¡me importa un comino quien seas! —interrumpe Fleknör—Estaba durmiendo y me vienes a llamar de esa forma, ¿qué te sucede? ¿Ya no enseñan modales en la academia?
—Oh... lamento si le estoy causando molestias, pero le aseguro que esto no tomará mucho tiempo… en tanto usted coopere, claro está. —Explica el soldado.
Me sorprende lo gentil que suena este sujeto, a comparación de aquel desgraciado sargento de policía. Ese era un falso, pero que descanse en paz. Aunque todavía no sabemos si este también está fingiendo, y por como lo viene tratando Fleknör, creo que lo descubriremos pronto.
—Bueno, ya profanaste mi soledad de todos modos. Pasa si quieres. —Dice de manera un poco más amable—¿Tus amigos se quedarán ahí?
—Eh... si, los llamaré solo si lo requiero. Puede estar tranquilo.
Oímos la puerta cerrarse, ya debe haber entrado. Escucho los rechinidos de su armadura. Es tan aterrador como ayer. Los pasos son más marcados, siendo mejor dicho pisotones que un gigante daría. Me da escalofríos solo oír ese sonido metálico chirriante.
—Tengo café, ¿quieres? —ofrece.
—Le agradezco, pero paso, señor...
—Fleknör... Fleknör Schleper. —Completa.
—Bien, señor Fle-
—Por favor..., toma asiento. —De nuevo, interrumpe.
—Sí, gracias.
La silla se corre, y posteriormente el tipo se sienta. El peso de su armadura hizo rechinar el suelo fuertemente.
—Admito que tiene una casa demasiado hermosa para estar aquí. —Dice de manera cortés.
—Ajá, ¿a qué vienes? —pregunta Fleknör con seriedad.
—Vengo a hacerle un par de preguntas y luego me iré.
—¿Preguntas de qué?
—Sobre miembros élite de la trigésima segunda generación.
No oímos una respuesta de Fleknör.
—¿Con qué fin, joven? —finalmente oímos su voz.
—Temo que no puedo brindarle una respuesta a eso.
—Je..., entonces temo que no puedo responderte. —Fleknör lo rechaza con algo de molestia.
Hay un pequeño momento de silencio.
—Señor Schleper, es necesario que coopere conmigo a fin de que este encuentro ya de por sí tan inesperado como incómodo para usted dure lo menos posible. Si no me ayuda, temo que entonces tendremos que resolver el asunto en Strademburg.
—No me digas: ¿al calabozo por portarme mal? —Fleknör se burla.
—Como no quiere hablar, tengo todo el derecho de pensar que puede ser participante o estar estrechamente relacionado con quienes buscamos, y a quienes buscamos no daremos el mismo trato que a usted. Negarse solo acrecentará mis sospechas hacia usted.
—¿Sospechas de qué? —pregunta Fleknör
—Buscamos miembros de la trigésima segunda generación por presuntos crímenes de guerra que se les han atribuido. —Explica—. Por favor, le estoy ahorrando un largo proceso que le aseguro: no querrá pasar.
Fleknör suspira profundamente.
—¡Bueno ya, tú ganas!, pero que sea rápido, tengo sueño.
—Entendido. Bueno, antes de dar inicio al interrogatorio, intente darme el mayor número de detalles posibles y, ante todo, sea claro por favor. Yo anotaré lo que me diga en mi libreta.
—¡Hecho!
—¿Cuál es su edad, señor Schleper?
—Ciento cincuenta y tres años. Si quieres lo puedo deletrear, digo, así no se le escapan los detalles. —Dice con ironía.
—Em... no creo que sea necesario... —dice inseguro. Se le oye anotar en su libreta.
Papá se ríe en silencio. Para ser joven, me sorprende la paciencia de este soldado. Tan solo por eso lo admiro.
—¿Ejerce alguna profesión? —lanza la segunda pregunta.
—Actualmente no, pero antes fui parte del ejército también. —Le revela Fleknör con orgullo.
—¿En qué rama sirvió, señor? —el soldado se mantiene serio.
—Bueno, es complicado… si ser el que limpiaba las cagadas de los hombres contaba como ser parte del ejército, entonces sí. Oh, ni te imaginas lo que vi, algunos parecían cascadas de choco-
—¡Okey ya!... "Recolector de… desechos"... —el joven reprime una pequeña arcada mientras lo oímos escribir—...¿En qué... época ejerció?
—Um..., no recuerdo muy bien, pero diría que cerca del año 200 de la Primera Era.
—¡¿Cómo dijo?! —pregunta el joven confundido.
—Nah, es broma. Fue en el 2025 de la Segunda Era.
—Oh, okey, ya lo tengo. —Anota—. Teniendo en cuenta esa fecha, podría adivinar que estuvo presente durante la guerra contra el Imperio Zirenio, y que estuvo al lado de la trigésima segunda generación de la élite.
—¡Es correcto! Tuve que limpiarles el culo a varios, sobre todo a los que quedaron inva-
—¡Omitamos ese detalle, por favor! —intercede reprimiendo otra arcada—¿Conoció a alguno de los élites?
—¡Oh, a muchos!
—¿Recuerda a alguno en específico?
—¡Ja! Recuerdo muchos nombres. Sobre todo recuerdo a un bribón llamado Bryo Yenk, ¡un rarote de primera categoría! —revela riéndose a carcajadas—Le gustaba sentarse en las caras de los soldados mientras dormían, a veces hasta se pedorreaba. ¡Un desgraciado total!
—¿Okey...? Creo que no hará falta escribir eso.
—¡Oh, deberías! Te servirá por si te encuentras de malas algún día, ¡realmente es gracioso de imaginar! —Fleknör sigue riéndose.
—¿Sabe el paradero de ese hombre? —el soldado permanece inmutable.
—Sé el paradero de muchos Élites de la Trigésima Segunda Generación.
—¡Vaya! Al fin dice algo interesante. Estaría encantado si me da las ubicaciones.
—Pues la mayoría están en Higürendurf y Favòtn, sobre todo en Favòtn: y le estoy hablando de una gran cantidad de ellos.
—¿Cuantos exactamente? —pregunta con algo de emoción. Qué perverso.
—¡Puff! Tengo decenas y decenas de viejos camaradas allí… creo.
Hablan de esta gente como si fueran mercancía, resulta algo tenebroso.
—Higürendurf... y... Favòtn, ¡listo, anotado!
—¿Y qué más quiere saber? —Fleknör suspira exhausto.
—Es todo. —Cierra su libreta de golpe.
—¿En serio?, ¿no hay nada más? —pregunta asombrado.
—Considero que es suficiente información, me largo.
—Bueno, si tú lo dices, amigo.
Ambos se levantan de la mesa y parecen estar caminando hacia la salida. Al fin, estar recostado tanto tiempo en la tierra ya se siente raro. La puerta se abre, y se escucha al soldado irse.
—¡Fue un gusto charlar con usted, soldado Kaitl! ¡Espero que vuelva, así le cuento más anécdotas! —Fleknör lo despide con felicidad.
—¡Sí, hasta pronto!
Y la puerta se cierra. Me quito de encima la mano de Papá y me dirijo una vez más al hoyo para observar. El soldado ese Kato o como se llame se sube al caballo. Parece molesto. Toma las riendas de su animal y sus compañeros hacen lo mismo.
—Les dije que no valdría la pena. Gordo demente… —se queja—... la próxima háganlo ustedes. Andando.
Y sin más, se van de nuevo, en dirección a la Capital. Menos mal que fue rápido. Espero que no vuelvan.