Chapter 18 - X V I

Vaya que caminar aquí es complicado, tantas ramas, hojas tiradas por el suelo y arbustos hacen que tenga que hacer un gran esfuerzo para dar cada paso. Fròderin y yo necesitamos agarrarnos mutuamente para no tropezarnos, pues hay mucho obstáculo oculto en el suelo. El otoño pegó fuerte aquí. La cantidad de árboles que hay son tal, que tapan el cielo; es como si estuviera cayendo el sol, cuando ahora mismo estaríamos más o menos en el mediodía.

—¡Este lugar es increíble! ¿No es así? —exclamo contento hacia Fròderin.

Él suelta mi mano bruscamente, observando a Papá, como si estuviera planeando hacerle algo terrible durante la noche o algo así. Cuanto más furioso está Fròderin, más tierno y manipulable es.

—Pero si llevamos apenas unos minutos aquí, no es la gran cosa. —Dice Papá.

Me da igual. Él sí estuvo aquí, yo no, por lo tanto; que se calle. Papá abre la mochila y hurgando un poco, saca la cantimplora. Extrae la tapa del embace con la boca, para luego darle un buen trago. Al parecer, el agua podrida no es ningún impedimento para tomar.

—Ahhh..., ya me venía bien. ¿No quieren? —Papá nos extiende la botella.

Al principio dudé de si era buena idea, pero ya qué: ¡definitivamente no puede ser peor que seguir sufriendo la sed!, así que agarro la botella y por precaución acerco mi nariz e inhalo. Me esperaba un olor no muy fuerte, pero el hedor a huevos podridos sin dudas me tomó por sorpresa incluso sabiendo de las no muy excelentes condiciones en las que está esta "agua", si es que así puedo llamarle a este brebaje. ¿Qué carajos había dentro de ese pozo?

—¿De verdad es seguro hacer esto? —cuestiono preocupado por mi salud.

—Aprilio..., ¿qué opción tienes? —me pregunta.

Me esperaba algo más esperanzador. Sin embargo, ese es un muy buen punto, por lo que arriesgándome a sufrir de una diarrea extrema, me armo de valor y le doy un pequeño sorbo. ¡Ugh... el sabor es fuertísimo! Trago con el mayor esfuerzo posible y reprimo una arcada.

—¿Quieres? —se la paso a Fròderin.

Me aparta la mirada. Creo que no quiere..., je.

—El rencor no lleva a ningún lado, Fròd. —Comenta Papá apartando las hojas del camino con sus pies.

Fròderin emite un pequeño gruñido. Le devuelvo el recipiente a Papá y lo guarda de nuevo en la mochila. Gracias a esa cosa tengo un gusto extraño en la boca: es como el de un queso muy fuerte y pasado. Creo que no voy a digerir bien esto. Santo Padre Fundador: ¡este asqueroso sabor me acompañará un largo rato!

—¿Y cuándo llegaremos a ese camino? —pregunto tratando de limpiarme la lengua con las manos.

—Pues..., realmente no hay un camino como tal. —Confiesa Papá por lo bajo.

—Espera, ¡¿qué?!

—Es que en todos estos años a ninguna persona se le ocurrió crear una ruta segura aquí, así que tuvimos que crear nosotros mismos el camino: con la mente.

—¿Pero qué hay de los monstruos? —Fròderin se interpone en la charla.

—Íbamos tan preparados que ni miedo nos daba, si uno aparecía al instante se iba al ver que lo superábamos en numero.

—¡¿Y para qué nos mientes?! —reprocha Fròderin.

—¡Quería un poco de silencio pues! —responde Papá.

Al final sí vamos a cruzarnos con un montón de bestias. ¿Podría decirse que estamos bien fritos? Sí. ¿Podría decirse que la probabilidad de encontrar una criatura malandrina sea baja? También. La verdad que no quiero pelear contra bichos feos, pero bien en el fondo quiero probarme a mí mismo, aunque ya bastante lo he hecho. El problema es que mi valeroso deseo no me valga la vida en el proceso.

—¿Y qué tan peligrosos pueden llegar a ser los seres de por aquí? —pregunto temeroso—No son como dicen en los libros ¿no?

—Y..., a los gafníres teníamos que enfrentarlos mínimo de a cinco con tal de ahuyentarlos.

¡No pues si estamos jodidos!

—Pero relájate, son muy escasos y prefieren la soledad. Tampoco te pienses que intentarán cenarnos a primera vista. No son taaaan salvajes como se los representa.

—Pero puede que si lo hagan, ¿no? —Fròderin vuelve a hablar.

—¡Eso es correcto!

Espero que la relajación con la que Papá nos dice esto sea un buen indicio. De lo contrario, yo mismo pegaré la media vuelta hacia Strademburg de nuevo. Si para un gafnír se necesitan cinco soldados de élite solo para ahuyentarlo, entonces no quiero saber que podría pasar si un hombre mayor lisiado y dos niños se le cruzan en el camino. He leído sobre Nilard, pero muy poco sobre su gran fauna. Lo poco que he leído de eso no es muy alentador, y ahora se confirma con las declaraciones de Papá.

—Y en caso de encontrarnos con una bestia de esa magnitud, la única solución sería evidente...

—¿Enfrentarla? —propongo.

—¡Correr pues! —corrige Papá.

—Eso es muy del cobarde. —Afirma Fròderin.

—¿Para qué ponernos en peligro?, lo mejor sería salir de aquí ilesos, ¿no?

—Pues yo pelearía con un gafnír. —Digo envalentonado, entonando mis palabras con seriedad.

—¿Te animarías a dar la cara contra un animal de cuatro metros que tiene un aguijón con un veneno tan potente que si te llegará a pinchar sentirías como si estuvieras ardiendo, sin mencionar el poder de sus colmillos y garras tan filosas como para partir un tronco con facilidad?

—Bueno..., más bien..., creo que no sería tan malo escapar. —Me corrijo yo, ya no tan envalentonado.

—Eso suena mejor.

¡Huir no me sirve! Sería genial el poder demostrarle a Papá que soy tan fuerte como él, aunque tampoco es que lo envidie, pero sin dudas sería muy gratificante para mi decirle:

"¡Ja! Te ha superado un niño, ¿cómo se siente, barbón? Soldado de élite mis pelo-"

Okey, tal vez no sea lo mejor para decirle a un padre... pero lo haría. Decirle eso ha sido mi deseo desde que salimos de la Capital, además de no morir en el camino.

—Entonces…¿cual es la ruta para llegar a Klàinz?—pregunto.

—¡Buena pregunta! Primero tendremos que cruzar Nilard, luego pararemos dos días en Halley, después iremos hacia el noroeste hasta llegar a la ciudad industrial de Vorno que serían uno o dos días más de caminata. Después tendremos que atravesar el Valle Verde, en donde hay otro pueblo pequeño en donde nos asentaremos otro tiempo...

—Dime que eso es todo. —Pido desmotivándome.

—¡Obvio que no, Aprilio! Luego de eso iremos a la bahía de Rutterforx en donde tomaremos el barco a Obörmman.

—Espera, ¿vamos a salir del continente? —pregunta Fròderin

—Pues sí: Klàinz está allí. ¡¿No estudiaron nada de lo que les di?!

—Geografía es muy aburrido, prosigue. —Digo antes de que nos siga regañando.

—Ni quien los entienda..., —murmura—, por último, tendríamos que caminar por Èsmitzon en donde nos adentraremos en Hàrmaitz y luego Nordion hasta llegar a Klàinz.

—¡¿Y en qué momento hiciste todo ese plan?! —le pregunto yo mareado de tanto nombre y región que oigo.

—Mientras íbamos a buscar el pozo. —contesta Papá—. Desde aquí hasta Harmàitz son cinco meses, y con el invierno nos retrasaremos más.

—¿Cinco meses?, ¿Qué no eran ocho? —cuestiono contrariado.

—Si, porque atravesar Nordion nos tomaría el resto del tiempo, pero como dije, el invierno nos retrasará antes de que lleguemos allá. El plan original es desembarcar en Nordion, ¿pero quién sabe qué puede ocurrir? Por lo tanto no puedo decirles exactamente cuando llegaremos. Sin embargo, puedo asegurarles que no será rápido, ¡así que arriba esos ánimos! —nos dice riéndose.

Primero me dijo que sería una semana hasta Halley..., bueno, yo dije eso, luego que ocho meses de viaje a pie para llegar hasta Klàinz, ¡¿y ahora dice que no sabe?! Estoy confundido. Son tantas cosas las que tenemos que hacer, que ya se me olvidaron casi por completo. Que si el pueblo de aquí, que si atravesar lo de allá, que si cruzar lo otro. ¡Soy un niño, debería estar haciendo cualquier otra cosa ahora mismo! Quedarse estudiando en casa ya no suena tan malo después de todo.

—¡Mejor deberíamos volvernos con tu amigo y pensar en otra cosa! —propone Fròderin muy alterado.

—¡Ah, vamos! Tomará solo una pequeña parte de nuestras vidas, ¡no es para tanto!

—¡¿No es para tanto?! —vocifero.

—¿Se te ocurre algo mejor? —Papá se molesta por tanto griterío.

Esa pregunta me deja callado. Intento pensar en una alternativa para callarlo a él, pero nada se me viene a la mente. Mi orgullo está dañado.

—Ahora escúchenme bien..., —Papá se detiene y voltea hacia nosotros—..., de todas las naciones cercanas a Strademburg, y me refiero a las de Rutterforx, absolutamente todas son parte de la unión; lo que significa que inevitablemente somos objetivos para todos en esta parte del Reino, y de los muchos países existentes, solo un puñado están exentos de ese acuerdo de mierda, Klàinz entre ellos.

—Pero podríamos-

—¡Silencio! —apunta a Fròderin—Si nos llegaran a atrapar: en primer lugar, a mí me matarían porque sí y a ustedes dos, chamacos revoltosos, se los llevarían a quien sabe dónde ¡para hacer quien sabe qué! Klàinz es nuestra única opción más cercana y viable; allí no podrán seguirnos. Pero parece que ustedes saben más. Entonces, niños, les pregunto, ¿se les ocurre una mejor idea?

Okey, ni Fròderin o yo tenemos algo para contradecir eso, desafortunadamente tiene razón.

—Eso creí… —reanuda la caminata.

Y así estuvimos: caminando y tropezando todo el día. Haciendo pequeñas paradas ¡porque las piernas ya no nos daban más del cansancio!, y me refiero a Fròderin y a mí; ¡Papá no se detuvo en ningún momento! Apenas nos dio unos instantes para descansar y luego seguir y seguir por horas. El asombro que tenía por este lugar ya no existe. Me aburre tanto árbol, ¡me quiero ir! El sol ha caído hace ya un rato y no veo absolutamente nada... bueno, un poco. Aun así, a Papá no parece importarle en lo absoluto y continúa marchando. Ya no es aburrido, me da un poco de miedito.

—¿Podríamos dejar de caminar? ¡Tengo mucho sueño! —suplica Fròderin bostezando prolongadamente.

—Estaba esperando a que alguno lo pidieran. —Dice Papá jadeando.

Pero si veníamos pidiéndolo hace horas...

Paramos en un lugar en donde algo de luz lunar logra atravesar el bosquejo. ¡Qué alivio! Papá se sienta al pie del árbol, quitándose la mochila con cuidado. Fròderin se acuesta a un costado alejado de él, todavía rezongando. Sí que está enojado.

—¿Sabes?, podrías contarnos historias, ¡como en los viejos tiempos! —propongo animado.

—Ya están grandes para esas cosas. —Menciona Papá.

—Pues cuéntanos cosas más... qué sé yo. ¡Oh! Ya sé, ¿alguna vez estuviste en otros reinos? —lanzo curioso.

—¿Para qué quieres saber eso?

—Eso no responde a mi pregunta, ¡deja de ser tan cerrado!, ¿o quieres esconderme algo?

—Ay como jodes..., no, no estuve en otros reinos. Sin embargo: tu bisabuelo; mi abuelo, sí pudo ir más allá de Gùnderzon. —Al momento de haber dicho eso, Fròderin se acerca para escuchar—fue poco antes de que todo se fuera al diablo, cuando todavía había un poco de diplomacia entre Gùnderzon y los demás reinos.

—¿En cuáles estuvo?

—Solo Terra.

—Vaya… jamás pude encontrar detalles sobre los reinos, lo único que sé es que son cinco sin contar Gùnderzon. —Comento con sorpresa.

Una vez me enteré, leyendo un antiguo poema, que más allá de mi Reino habían otros más, con tanta riqueza y belleza como el mío. Al principio, creí que solo eran fantasía, pues los poemas son generalmente eso: fantasía. Lo único que tengo sabido es que existen cinco de ellos, nada más. No recuerdo ninguno de sus nombres, al menos hasta que Papá mencionó este. Lo que sea que esté más allá de Gùnderzon es un total misterio para toda la población al parecer, o casi toda. Sin embargo, ahora, gracias a Papá puedo descubrir dicho misterio. Quien sabe, quizás haya vivido más cosas. Una pena no haber conocido al abuelo, habría sido más interesante oírlo de él.

—¿Y cómo es Terra? —Fròderin parece muy interesado en saber también.

—Mi abuelo era muy joven cuando fue de misión diplomática a Terra. Era militar como yo, pero no de rango alto, tan solo era escolt. En fin, cuando volvió, toda la familia se reunió para oír su testimonio sobre el exterior. Las cosas entre Gùnderzon y el resto de los reinos ya no estaban del todo bien, por lo que el acceso a las cruzadas era muy limitado. Tan solo los embajadores y los reyes supremos podían ir y volver con relativa normalidad. Según dijo: Terra es lo mismo que nuestro Reino, solo que se llevó una gran sorpresa al no ver dýmonos allí.

—¿No hay dýmonos?, ¿o sea que ese lugar está deshabitado? —pregunto.

—No. Así cómo aquí hay dýmonos: en Terra hay humanos. —Responde Papá.

—¡¿Huma-qué?! —pregunta Fròderin desconcertado.

—Humanos. —Repite Papá—. Son literalmente idénticos a nosotros en apariencia..., bueno, aunque son un poco bajitos. Su similitud física a nosotros no fue tan impresionante como saber que tan solo viven menos de la mitad de lo que un dýmono puede vivir.

—¿O sea?

—Suponte que un dýmono vive en promedio ciento sesenta años; un humano solo llega hasta los sesenta como mucho..., aproximadamente. Los humanos envejecen demasiado rápido.

—¿Quieres decir que yo podría tener la edad de un adulto en Terra? —Fròderin se asombra.

—Supongo que sí. No sé cómo envejecen allá.

¡Increíble! El saber que en ese lugar llamado Terra hay gente totalmente distinta a la que conozco. El hecho de que vivan menos que nosotros me entristece un poco. Si yo pudiera hacer un amigo humano, no me duraría ni un respiro.

—¿Y qué más sabes? —interroga Fròderin.

—Creo que lo más interesante de todo es el hecho de que ahora estemos hablando en terranóro.

—¿Qué? ¿Estoy hablando terranóro? —pregunto atónito.

—¡Exactamente! Aquí originalmente se hablaba en gönder, y se sigue haciendo en algunas partes. Cada Reino tenía su lengua nativa, pero como este idioma es más fácil de hablar y aprender; entonces se propuso extenderlo por todos los reinos como lengua universal. Hace muchísimos siglos, jerarcas de aquellas épocas lo aprobaron después de muchísimo tiempo de debate. Lo hicieron para facilitar la comunicación para absolutamente todos. Si vas a cualquier otro Reino, no tendrás problemas en comunicarte. Me duele admitirlo, pero funcionó bastante bien. Eso es genial y un poco triste. Nuestro idioma era muy bonito como para haberlo dejado casi abandonado.

—¡Vaya, suena genial! Con suerte yo sabía cantar el himno, pero no le entendía ni una palabra cuando usaban el gönder. —Digo felizmente. Fròderin rezonga.

—En el ejército es obligatorio saberlo. Tampoco te pienses que borramos nuestro idioma por este; sería un crimen gravísimo…, —se detiene, y lentamente se gira a mí—..., ¿cómo que cantabas el himno sin saber ni una palabra?

—Pues es que… no me interesaba estudiarlo en su momento…, je je. —Contesto tartamudeando.

—¡¡Te dije y me prometiste que ibas a estudiar eso!!!

—¡Era demasiada lectura! —añade Fròderin.

—¡¡¡Mis longevas bolas son mucha lectura!!! ¡¡Cuando lleguemos a Klàinz buscaré un trabajo decente y ustedes dos, mocosos holgazanes, se irán a la maldita escuela!! —reprende severamente señalándonos.

—¡¿Y por qué no lo hiciste en Strademburg?! —le reprocho yo.

—¡Porque me costaba un riñón hacerlo! Tú querías hacer piano y Fròderin quería aprender a cazar conmigo, entonces pensé: bueno, la maldita biblioteca tiene todo lo que necesitan y encima es gratis, entonces puedo por lo menos pagarle las malditas clases de piano a uno y puedo enseñarle a malditamente cazar al otro, ¡¡pero no supuse que no fueran a estudiar ni mierda!!

—¡¡Es tu culpa por no vigilarnos!! —añade mi hermano.

—¡¡¡Bésame el trasero, Fròderin!!! ¡Aunque no descarto que tengas razón en eso! Y en cuanto a ti..., —se dirige a mí—..., no volverás a tocar el piano ¡hasta que te formes como se debe!

—¡Tonterías, yo si traía dinero a la casa con mi talento! —exclamo enfadado.

—¡Yo también, mocoso! ¿O te piensas que yo iba a flojear como ustedes?

—¡¿Bueno quien sabe?!, ¡no me extrañaría! —lanzo.

—¡¿Ah sí?!, pues tú-

—¡Ya cierren la boca!, ¡son irritantes ustedes dos! —Fròderin nos detiene airado.

Papá y yo nos quedamos exaltados y mudos ante esta inesperada intervención, mirándonos con los ojos entrecerrados, desafiantes, con ganas de seguir tirándonos a diestra y siniestra hasta que alguno de los dos ceda. Las típicas discusiones entre Papá y yo. Jamás las gané, obviamente. Permanecemos en un silencio tenso un pequeño rato, mirando al suelo, en tanto Fròderin silba sus melodías. Noto como poco a poco se va quedando dormido. A pesar de eso, no deja de silbar, tal vez en un intento de alivianar las tensiones entre nosotros, hasta que Papá le ordena que deje de hacer más ruido del que ya hemos hecho.

—Olvidemos este tema… por el momento, y hagamos las paces. —Papá me extiende su mano abierta.

Al principio dudo, pero termino por entregar mi mano. Ambos las estrechamos. Hace lo mismo con Fròderin.

—Schelörenn… —dice en gönder.

—¿Y eso que significa? —le pregunto.

—Si hubieses estudiado lo sabrías. Ahora a dormir. ¡Vamos, vamos! Mañana hay mucha más caminata y más caminata. —Dice dando rápidos aplausos.

¡Oh, vamos! La conversación se estaba poniendo bien interesante al fin…, excepto por ese último percance. ¡No quiero dormirme todavía! ¡No tengo sueño!

—¡Pero yo quería seguir hablando! —insisto.

—Habla con el árbol, no he dormido nada desde hace largo rato.

—Eres un élite, estas entrenado para soportarlo.

—Ajá, adiós.

—Pero-

—¡¡Adiós dije!! —me corta la palabra para luego acurrucarse en el suelo y taparse el rostro.

Al darme la vuelta para ver a Fròderin veo que ya se había ido a dormir antes que nosotros…¡ay al diablo!

—Aburridos... —balbuceo tirándome al suelo boca arriba.

Me quedo viendo las estrellas un largo tiempo. Aquí en el bosque, sin nada de iluminación: el cielo se ve increíble. Tiene una magia indescriptible. Ellos se lo pierden.

Será mejor que me duerma cuanto antes, aunque hacerlo aquí, en este sombrío y no tan inhóspito lugar me da un poco de miedo, pero considero que no estamos lo suficientemente dentro del bosque para que algo nos sorprenda todavía… pero eso no es importante ahora. Mañana querré arrancarme las piernas...