Chapter 20 - X V I I

El sol ya está bajando. No dejamos de caminar en todo el día. Hubiera sido bueno poder decir que algo vimos o algo encontramos, pero de momento, Nilard no tiene nada que ofrecer. A pesar de no haber parado desde la mañana, me siento con energía a pesar de no haber cenado ni desayunado, ¿será normal? Aún así, tuve que detenerme varias veces para bueno... hacer mis necesidades. Sabía que esa agua me haría mal. Llevar tantas ramas me agota. Además, algunas son un poco filosas, duele. Estuvimos un largo rato buscándolas; es ridículo porque estamos en un bosque. Papá podría llevarlas, pero con ese brazo no puede ni levantar a Fròderin. Tampoco he dejado de pensar en el sueño que tuve anoche; fue raro y triste. Me habría gustado tocar por lo menos en mis sueños. ¡Maldito cerebro!

—¡Aquí mi espada, aquí mi espadita...! —Papá empieza canta mientras marcha como soldado.

—¿Qué haces? —pregunto, tratando de imitar su caminar.

—¡…Una asesina y la otra dispara!

—¡Qué maldito asco Papá..., deja de cantar eso! —digo disgustado dejando de copiarlo.

—¡Es de las mejores canciones, Aprilio! No me lo arruines.

—¿De qué hablan? No entiendo. —Fròderin se mete.

—Lo sabrás cuando llegues a la adolescencia. Aprilio ya es todo un experimentado. —Papá se ríe.

—¡Cállate por amor al Reino! —reniego avergonzado.

—Y bien..., ¿cuándo llegamos? —pregunta Fròd sin dar mucha importancia a lo acontecido.

El desgraciado de Papá se da la vuelta y lo mira, creyendo que le está tomando el pelo. Quizás es cosa del bosque, o caminar mientras oía mis buenas anécdotas le hizo perder la noción del tiempo, pero estamos aquí desde ayer al mediodía. Tenemos unos largos días por delante antes de llegar a la mitad de este trayecto.

—Falta poco..., sí..., poco. —Dice Papá extrañado y molesto por tal pregunta.

Recién ahora me está empezando a dar algo de hambre. Es muy raro que diga esto: pero me alivia bastante sentir hambre. Ya me estaba empezando a preocupar. Creí que se me había muerto el estómago. Nunca estuve tanto tiempo sin comer nada. Esa galleta no cuenta. ¡Qué maldita miseria! Podría tomar discretamente un pedazo de carne… no, falta enfermarme por eso también. Mejor me espero un rato más, porque como dijo mi madre una vez: «la paciencia lleva al placer».

—¿Cuándo comemos? —pregunto impaciente.

—Por mi madre...¡¿hoy se dedicarán a molestarme?!

—¿Tú no tienes hambre? —le reclama Fròderin.

—¡Claro que la tengo, pero no voy a comer la carne cruda! A la noche haremos un fogón, por eso las ramas.

¿Y por qué no lo dijo antes?, o mejor dicho: ¿cómo no se me ocurrió antes? Creí que era para hacernos una carpa o algo por el estilo. Hmm, un fogón…¿en la noche?, ¿y en Nilard? No podría ocurrírseme algo más peligroso que eso y tonto para revelarle nuestra posición a cualquier criatura que ronde por aquí.

—¿Qué estará haciendo Fleknör ahora? —lanza Fròderin de repente.

—Siendo Fleknör, probablemente. —Papá contesta con sarcasmo—¿Lo extrañas?

—Solo me cayó bien, ¡además sigo sorprendido por como engañó a ese soldado!

¿Todavía sigue con eso? Qué obsesión. Sí, fue increíble hasta para mí, pero tampoco es para tanto. ¿Acaso se olvidó del tío Neil?

—Te diré algo, Fròdy: un soldado entrenado... uno bien entrenado, siempre revisa bien un lugar por más simple que este pueda ser, más aún cuando de encontrar a alguien en específico se trata. Damos vuelta cada hoja, cada mesa, cada silla; inspeccionamos cada habitación, cada grieta, cualquier hueco, en el suelo, en la pared o en el techo, no importa cuán pequeño sea. Para resumir: si queremos encontrar a alguien escondido, lo encontraremos. Imagínate yo que fui de la élite.

—¿Pero entonces cómo es que no nos encontró? —pregunto.

—¿No es obvio? Un simple novato. Ni siquiera se tomó la molestia de analizar el entorno en el que se hallaba, solo hizo sus preguntas y se fue. Hasta un bebé lo habría hecho mejor que él. Se supone que un soldado tiene que imponer respeto y miedo en el lugar cuando interrogan a alguien, solo así lograrás sacarle la información. Ese chico no estaba preparado, Fleknör lo dominó sin esfuerzo; no por nada es de Operaciones Especiales.

—¿Conclusión?

—Qué tuvimos suerte. —Dice Papá.

Entonces eso quiere decir que si hubiese sido alguien experimentado las cosas habrían salido muy mal. Me da un poco de miedo el imaginarlo.

—Nuestro capitán siempre decía: «Cuando el ratón se esconde, deben pensar como el ratón: en que lugarres se esconderría. Cuando el ratón va morder: deben pensar en cómo morderrá.». —Imita con un tono sureño—. Y no recuerdo como seguía, pero, en resumen: de un soldado común puedes salvarte, pero de un élite... es cosa difícil, quiero decir, ¡en su momento fuimos una de las tres unidades militares más poderosas en todos los putos Reinos!

Suena a que nos estaríamos enfrentando a personas que pasaron por un entrenamiento tal, que son casi tan inescapables como invencibles. Yo mismo lo vi aquella noche en Strademburg; ¡el tipo literalmente soportó cuanto mi padre le arrojaba de todo sin parar!, ¡y tan solo era un sargento de policía!

—¿Crees que tengamos chance contra ellos? —pregunta Fròderin.

—Tu viste como me dejó aquel tipo. Es obvio que ya no tengo la fuerza que tenía antes para pelear contra semejantes hombres.

Pues no lo parecía en aquella pelea. Fròderin se muestra preocupado ante esa declaración, yo también. De ser así, espero que no nos encontremos con uno que esté loco.

—Pero tampoco tiene sentido que solo haya élites buscándonos, ¿o sí?

—Créeme, cuando te topas con la élite, es porque cosas interesantes van a pasar. —Expresa Papá en un tono sombrío.

—¿Ellos son los mejores en encontrar personas?

—Exacto, Aprilio. Además, vendrán en grupos más grandes. Los de mi generación no tardarán en enterarse de lo que sucede, alguien correrá la voz. Estoy seguro de ello. Es ahí cuando ocurrirá un desastre.

—¿Qué insinúas? —pregunto.

—Estamos hablando de una violación injustificada hacia los derechos básicos, es lógico que no se quedarán de brazos cruzados. Se levantarán en armas, no solo los élites de mi generación, me animo a decir que serán incluso apoyados por otras naciones enemigas de la Capital y hasta podría haber golpes internos. Se desataría una guerra terrible. —Explica Papá seriamente. Hasta el tono le cambió y todo.

—¿Qué es esa teoría tan descabellada? No es posible que algo así ocurra; nunca hubo una guerra entre dýmonos desde lo del Imperio Zirenio.

Por unos segundos Papá hace una mueca de desagrado.

—No creo que otras naciones quieran pelear con Strademburg, ¡no te olvides que es amiga de muchos otros países! —añade Fròderin.

—Mi generación fue particularmente numerosa en el ejército. —Explica—. No es que hayan pocos que matar todavía. Esto seguramente armará un escándalo tremendo. Además, cuando hablamos de una nación tan problemática y odiada como Strademburg... pueden darse excepciones.

A mí modo de ver esto: ha escalado a niveles exagerados. Iniciamos teniendo que huir de casa y hasta ahora Papá espera una guerra posiblemente catastrófica.

—Pero no hay de que preocuparse, dudo que eso llegue a pasar.

—¿Y si sucede? —cuestiono.

—Entonces-

Se escucha un crujido fuerte muy cerca nuestro. Papá desenfunda rápidamente y se pone en posición. Fròderin y yo sacamos nuestros cuchillos. Los tres tratamos en silencio de ubicar lo que sea que provocó ese sonido.

—Atentos... —susurra Papá.

Fròderin tiembla. Siento el sudor escurriéndose por mi rostro. Veo de reojo una rama caerse, todos nos giramos hacia allí. Hay algo en ese árbol...

—Prepárense.

Tengo miedo de lo que pueda salir de ahí. ¿y si es esa criatura de la que Papá nos platicó ayer? De entre las hojas se asoma la cabeza de un klochivon, y luego otra, y otra, y otra. ¡Qué extraño! ¿Aquí, en Nilard? Creí que estos pequeños monstruitos se hallaban únicamente en las llanuras. Bueno, pudo haber sido mucho peor. El destino nos ha jugado una no tan mala broma.

—Oh..., son esas cosas. —Dice Papá con cara de asco.

Fròderin ama a esos animalitos de pelaje a veces blanco y otras veces negro. Son suaves como una almohada de plumas, aunque siempre se me hizo raro el nombre. Tienen un particular, por no decir notorio parecido a los gatos, solo que son más dóciles que ellos, aunque muy miedosos, todo hay que decirlo.

Cuando él se acerca para tratar de acariciarlos, los klochivones bajan en manada del árbol y salen corriendo a toda velocidad lejos de nosotros, desapareciéndose en la oscuridad de las sombras de los árboles y arbustos, crujiendo ramas y hojas secas.

—Oh...¡qué mal! —exclama Fròderin pateando una piedrita con frustración.

—Pff... bichos repugnantes. —Papá guarda su espada.

El motivo del asco que mi padre le tiene a esas cosas es porque son capaces de comerse su propio excremento, solo en situaciones extremas... por lo que leí una vez, hace mucho tiempo. Eso podría explicar el porque a veces, cuando se me aparecían, percibía un no muy agradable olor a caca proveniente de ellos. Sin embargo, degustadores de popó y todo: para mi siguen siendo cositas apapachables.

—¡Ya, sigamos! —ordena Papá.

Avanzamos en nuestro viaje sin que nada más interesante se nos haya presentado en las largas horas venideras. La noche cae una vez más. Estuve un largo rato frotando estas malditas ramas y las porquerías no se encienden. En mi desesperación e ira froto con más fuerza. Una chispa emerge entre la oscuridad.

—¡Eso es, continúa! —Papá me alienta.

—¡Silencio!

Sigo y sigo. Me estoy cansando, ¡pero esa carne me motiva lo suficiente como para seguir! Papá cubre la zona con su mano y sopla hasta que las chispas se convierten en una pequeña llama. Me hago a un lado y Fròderin tira el resto de los palos. No tarda mucho en alimentar el fuego.

—Bueno..., ¡prepara la cena! —suspiro dejándome caer al suelo.

Papá abre la mochila y buscando un poco saca con dificultad el saco. Ya era hora. Al abrirlo, lo huele detenidamente y acto seguido hace un gesto de rechazo, tirando la cabeza para atrás.

—Por favor dime que no es lo que pienso... —digo incorporándome.

—Todavía... se puede comer… —dice.

Eso es lo que quería oír. Espero que tampoco me vaya a dar diarrea. Papá saca tres pedazos de carne y clava cada una en cada rama. Nos entrega nuestra parte a Fròderin y a mí.

—Manténgalo en el fuego hasta que les diga.

Y así estamos un par de minutos en silencio, mirando el fuego, esperando para comer. Es el momento perfecto para tener una charla filosófica, ¡de esas que tienen los últimos amigos del grupo cuando estos alcanzan la vejez!

—Me parece que ya llegamos a un punto en el que nos puedes explicar un poco sobre este tal Bellion, ¿no? —propongo a Papá.

—¿Para qué quieres saber de él? —me pregunta no muy animado.

—Pues en primer lugar él es la razón por la que estamos aquí afuera. —Intercede Fròderin. ¡No pudo haberlo dicho mejor!

Papá permanece en silencio, mirando su trozo de carne.

—Vamos, ¿recuerdas lo que te dije ayer? No más secretos entre nosotros.

Me mira finalmente a los ojos, luego a Fròderin, hasta que se acomoda mejor y se prepara para hablar.

—… No me jodan, quiero comer tranquilo.

—¡Ah, vamos!, ¡seguro será entretenido! —aseguro motivadoramente.

—No…, ¡no es algo "entretenido"! —me mira con intensidad fulminante...

—¿Qué fue lo que hizo que te pone así?

—Era una mala persona. Punto. No voy a hablar de eso.

—¿Y por qué era una mala persona? —insisto.

Luego de haberle repetido la pregunta, parecía que iba a responderme, pero cuando iba a hacerlo, su voz se cortó de repente, y su cuerpo enteró se congelo. Así se queda: quieto y en silencio, observando el fogón con una mirada extraña.

—¿Papá?

No responde a mi llamado. Está en un estado de desconexión tal, que hasta deja caer su comida al frío pasto. Observa calladamente el fuego. Noto su acelerada respiración y el misterioso miedo en sus ojos. ¿Qué estará pasando por su mente? Fròderin se para y se dirige a él. Lo toca en la mejilla, a lo que Papá, de forma casi instantánea, reacciona violentamente dando un alarido, como si estuviera despertando de un muy mal sueño. Fròderin pega un salto hacia atrás, revoleando su comida hacia la oscuridad y cayendo al suelo. A mí me dio un espasmo tremendo del susto que me provocó. Papá logra volver en sí. Su rostro está empapado en sudor.

—Lo... lo lamento. —Dice secándose con la manga de su abrigo y levantando su comida.

Fròderin se coloca detrás mío. Se puso más pálido de lo que ya es. Vaya susto se dio el también.

—¡Ya no me caben dudas de que ese tipo haya sido tan malvado como para hacer que te pongas así! —afirma Fròderin nervioso.

—Si, yo..., nadie la pasó bien en aquellos tiempos.

—¿Hay algo que quieras sacarte de encima? Puedes hablarlo sin miedo. —Le ofrezco amablemente.

—No, ¡no quiero quitarme nada de encima! Fin del tema, por favor.

—¡Okey, okey!

La carne ya está lista para comer. Baaah, se me quemó un poco.

—¿Dónde está mi comida? —pregunta Fròderin

—La tiraste cuando te gritó Papá. —respondo.

Sin dudarlo ni un segundo, Papá le extiende su carne a Fròderin a pesar de que en estos días solo comió una galleta y hacer eso seguro haría que, teniendo en cuenta lo exigente que es con racionar la comida, decida saltarse su cena de hoy. Fròdy asoma su mano y lo toma.

—¿Tú no vas a comer nada? —me pregunta Fròderin, preocupado.

—Tengo un plan de contingencia…

En seguida vuelve a abrir el saco y saca otro pedazo de carne, y allí nomás, empieza a comer. ¡Qué asqueroso!

—¿No sería mejor cocinarlo? —opino.

—Estoy muriendo de hambre, Aprilio. Además, no sabe tan mal. Ahora come, que se te enfría.

Por fin, después de dos días, puedo tener una cena cuánto menos decente. Le doy una probada a la carne y... nah, está bien. Me alegra haber tenido un día tranquilo, aunque no por ello poco agotador. Hacer estas cosas nuevas: comer con mi familia a la luz de una fogata en un bosque durante una fría noche pre invernal, me hace sentir tan vivo...