—Hola, pequeño.
—Hola, de nuevo…
—¿Eso es todo lo que me vas a decir?
—¿Qué más quieres que te diga?
—Después del momento que pasamos juntos, esperaba algo más digno de oír.
—No hay nada que pueda decirte.
—¡Porque no hay nada que puedas decirme, muchacho!
—¡Ya, no tienes que gritar!
—Sientes como te carcome la culpa ¿no?
—Cállate.
—Pues claro, total si no lo hacías tú, sin dudas lo habría hecho yo con todo gusto. Teniendo eso en cuenta no sé cómo puede seguir echándote la culpa. Eres muy ingenuo, niño. ¿Crees que yo habría sentido remordimiento de lo que podría haberles pasado?
—¿No?
—¡Exacto! De todos modos, Aprilio, si me ibas a matar, hubiese querido que lo hagas de forma más… valerosa. Eso de arrastrarse en la oscuridad y atacar a espaldas no es de hombres. Si me lo preguntas, no es la mejor forma para debutar como asesino.
—¡No me llames asesino!
—¿Y por qué no?, si tú me mataste, ¿acaso no me mataste?
—Hice lo que debía hacer… nada más.
—Y por ello ahora eres un asesino. Un asesino cobarde.
—¿Cómo puedes ser tan descarado para llamarme cobarde?
—Lo dice el que literalmente te apuñala por atrás.
—Hablas como si nunca hubieses querido hacernos daño. Yo mismo vi como tratabas de asfixiar a mi padre hasta casi matarlo. Yo solo salvé a mi familia.
—¿Qué te hace pensar que te habría hecho algo? Si mi objetivo era tu padre, no tú, ni tu hermano.
—Antes dijiste que nos habrías matado con gusto. ¿Lo ves? Te estás contradiciendo solo.
—¡No, tú te estás contradiciendo!
—No tiene sentido lo que dices.
—Ohhh… pero vaya que lo tiene, Aprilio, todo estuvo en tu mente. Todo fue una suposición tuya que te llevó a matarme.
—¡Cállate!
—¡Mejor cállate tú! Ahora que has renacido como una nueva persona: ¿qué harás?
—Yo… no lo sé
—¡¡Contesta!!
—¡¡¡He dicho que no sé!!!
—¡¿No lo sabes eh?! ¿Qué harás, Aprilio? Ya no eres un niño, ahora te has convertido en un superviviente. Dime, ¿dudaras la próxima vez que alguien te ponga las manos encima?
—…
—¿Qué harás cuando "hagas lo que debas hacer"? ¿Seguirás culpándote como un llorón?
—…
—Claro, no me contestes, total ni ese respeto recibo, pero no te preocupes, pronto descubriremos las respuestas.
—Ya ni sé por qué sigo oyéndote. Solo quieres hacerme enloquecer.
—¿Enloquecer? ¿Yo? ¡Disparates! Yo ya estoy muerto niño. No me cambia nada hacerte enloquecer. Solo quiero saber qué es lo que… harás.
—Pronto ni me acordaré de ti…
—¡Ohhhhh… con que así! ¿Pretendes olvidarme?
—Así es.
—Eso no te será posible, Aprilio. Siempre me recordarás. Siempre estaré en tu mente. Hoy, mañana, el próximo año, la próxima década. El resto de tu larga vida: yo estaré ahí, en el rincón más apartado de tu memoria. Pero allí estaré.
—¡Ya quisieras!
—Recordarás el nombre de Gunther ¡como el nombre de tu primera víctima fatal! Y tu familia…¡ja!, ¿crees que te lo agradecen? ¡Desde luego no lo creo!
—Hablas demasiado…
—¡Ja! Mejor ten cuidado, pececito. El océano es muy grande.