Papá gira sus ojos a mí, me empuja lentamente detrás suyo y haciendo un gesto con la mano me da a entender que me quede atrás de él. Ojalá no equivocarme… espero de verdad que haya sido Fròderin. Aunque me cuesta creerlo, ya que de ser él, ya habría salido. Genial, lo último que necesitábamos era que algún desconocido se nos metiera a la casa.
—¿Quién est-
Rápidamente me tapa la boca con su mano y señala que me calle. Pasan segundos de silencio en los que nos quedamos muy alertas mirando hacia la oscura habitación, hasta que de repente, otro ruido se escucha: algo abriéndose allá dentro; un raspante rechinido. Ambos retrocedemos, chocándonos con la mesa en el acto y generando mucho ruido. Pasa otro intervalo desesperante. Papá me retira la mano de la boca y con el mayor cuidado y silencio posible agarra el saco lleno de carne que llevó sobre el hombro todo este tiempo y lo coloca sobre la mesa, para luego dar unos cuantos pequeños pasos adelante.
—¿F-Fròderin? —llama con pavor.
Transcurre un pequeño rato que se siente eterno… nadie responde. Otro ruido vuelve a escucharse, está vez más fuerte: un pisotón. Papá vuelve a retroceder y me aferra a él. Escuchamos pasos y en respuesta a eso me pega contra la mesa, a la vez que se pone en posición para atacar. Una cosa es segura, quien sea que esté allí, no es Fròderin, ya que esos pasos no se escuchan como los de un niño pequeño, si no como los de un adulto. Lo que me preocupa bastante es: si Fròderin no está ahí, entonces ¿qué le ocurrió?, ¿quién estará allí dentro? No tengo tiempo de pensar una respuesta, pues de repente y sin previo aviso los pasos, que se oían cada vez más cercanos a nosotros se detienen, dando lugar una vez más al inquietante ambiente insonoro. Solo se escucha mí ya acelerada respiración. Me va a dar algo.
—¿Bryo? —dice una voz muy familiar desde la habitación.
Por una fracción de segundo sentía que tenía mi corazón en la garganta al oír esa voz, pero al darme cuenta de a quién pertenece, ya logro recuperar un poco la calma a la vez que la confusión vuelve a ser presente, porque es raro que él esté aquí.
—¿Neil? —dice Papá.
Es ahí cuando Fròderin se asoma desde la entrada con el tío Neil; nuestro supuesto tío, detrás suyo. Finalmente, Papá me suelta, acompañado de un gran suspiro de alivio.
—¿Qué haces tú aquí? —pregunta Papá confuso.
Antes de que Neil pueda responder a la pregunta, Fròderin sale por detrás suyo y lo empuja hacia un lado para correr desenfrenado hacia mí mientas llora. Me abraza con tanta fuerza que soy incapaz de siquiera moverme. A pesar de ser mi hermano menor, es más fuerte de lo que su enana, tierna y flacucha contextura aparenta. Total, que comienza a zarandearme de un lado para el otro, mientas balbucea cosas incomprensibles a causa de su incontenible lloriqueo.
—¡¡Ya deja de hacer tanto ruido!! —exclama Papá muy tenso.
El abrupto reproche de Papá hace qué Fròderin me suelte y se quede mudo en tan solo un segundo. Me cuesta demasiado contener la risa al ver su cara toda inexpresiva, es tan tierna con sus ojitos rojos. Ja ja, pobrecito, me da un poquito de lástima, pero no puedo culparlo por estar así.
—Ay, Bryo, deja que se quite toda la ansiedad de enci-
Mejor dime… —interrumpe a Neil agarrándolo de la ropa—¡¡qué putas estabas haciendo aquí con mi hijo!!
—¡Vaya, tranquilo amigo! Te juro por mi madre que no hice nada raro, ¡¿cómo se te ocurre?! Solo relájate, te lo explicaré. Pero antes debes soltarme.
Papá termina por quebrarse, acompañado de un temblor que recorre todo su cuerpo. La sala se torna realmente tensa. Todos en silencio, viendo a Papá impresionados por su chocante reacción. Se le ve cansado, asustado, sumamente nervioso, pareciera como si estuviera a punto de golpear a Neil en el rostro. Y eso que apenas llegamos a casa. Sin lugar a duda este no está siendo de nuestros mejores días.
—¿Qué es todo esto, Neil?
—Bueno… sobre eso, ¿tienes un momento a solas?
El silencio termina por romperse, oyéndose únicamente a Papá sollozando por un rato mientras recuesta su cabeza en el pecho de Neil.
—Papá…
—Calla.— Interrumpo a Fròderin abruptamente.
Es mejor darle su espacio antes de que nos pegue el alarido.
—Ustedes dos… váyanse a su habitación… y no salgan hasta que se los diga.
Papá finalmente suelta Neil y con lentitud se dirige a la mesa, en la cual se sienta mientras se lleva sus manos a la cara, secándose las lágrimas, aspirando y exhalando con frecuencia. Fròderin pasa al lado suyo veloz como un rayo se dirige hacia la habitación, yo voy detrás de él. Al pasar por al lado de Neil, me lanza una sonrisa, lo menos que puedo hacer es devolvérsela tratando de disimular mi incomodidad. A pesar de ser un "familiar" bastante presente en nuestras vidas… como que no le pude agarrar mucho cariño.
Estando ya adentro, cierro la puerta mientras Fròderin prende los faroles, con la luz casi al mínimo, dejándonos casi a oscuras. La iluminación de esta casa se basa únicamente en esas cosas. De nuevo, es una habitación simple: pequeña, con paredes blancas. En el piso un espacio de juegos, o alfombra no muy limpia para ser exactos, dos camas desordenadas incómodamente no tan incómodas en cada lado y en la pared del fondo, en medio de nuestras camas, una pequeña mesita de luz en dónde está uno de los faroles. Me quito mi saco un tanto desgastado, lleno de tierra por el día austero. Con cansancio, lo sacudo para sacarle la suciedad y lo dejo tirado por ahí y me masajeo mi adolorido cuello, trueno los huesos de mis nudillos, estiro mi espalda y, como si de un pozo lleno de cerezas se tratase, me lanzo de cabeza a mi cama. Se siente tan bien luego de todo este tema tener por lo menos algo de tranquilidad.
Giro mi cabeza para mirar a Fròderin y lo veo ahí: sentadito en su cama, observándome, como si esperara a que le dijera algo. Da miedo por la forma en la que me mira: tan inexpresivo.
—¿Qué te sucede? —le pregunto fatigado.
—¿No vas a decir nada? —contesta con otra pregunta.
—De hecho tú deberías decirme algo, ¿no crees, hermano?
Fròderin experimenta un pequeño temblor de arriba abajo, lo que obviamente quiere decir que algo debió suceder desde que llegó. Supongo que es buen momento para descubrir un poco más de todo esto. Al diablo con el sueño; me siento en la cama cual muerto de hambre en la mesa y curioso, a la vez que muestro seriedad tallada… inicio mi interrogatorio.
—Tú estuviste aquí antes que nosotros. Deberías saberlo.
Fròderin baja un poco la cabeza y acto seguido se viene a mi lado. Cabizbajo y sin mirarme se queda callado por un momento hasta que parece estar a punto de hablar.
—Cuando volví aquí por la tarde, todavía había gente en la calle, pero todos parecían tan apresurados en volver a sus casas y… rápidamente me enteré que estábamos en un toque de queda... —repentinamente se detiene.
¿O sea que esto ocurrió de la tarde a la noche?, ¿tan rápido? Pensé que los guardias exageraban, pero las palabras de Fròderin confirman lo que nos dijeron. Parece imposible. ¿Por qué no se anunció con antelación? ¿Por qué hacerlo tan de repente?
—Vamos, continúa.
—Había muchos grupos pequeños de policías marchando en las calles: gritando que nos apuráramos a llegar a nuestra casa… se veían tan diferentes… observarlos era incómodo; deberías haber visto la mirada que tenían en sus rostros.
—¿Y qué vendría a ser "diferentes"?
—Iban más armados de lo usual… yo estaba caminando cada vez más rápido, con cuidado para que no se me cayeran las cosas… y un grupo de ellos me rodea, creí que iban a hacerme algo, pero… solo me preguntaron si estaba volviendo a casa.
—¿Y tú que respondiste?
—Claramente les dije que sí. Luego me tiraron pregunta tras pregunta: qué era lo que llevaba, qué había estado haciendo, cuanto tiempo estuve fuera de Strademburg, si fui con alguien y por qué estaba volviendo solo y no recuerdo que más.
—¿Y bien?
—Les fui sincero en todo momento. Me trataron con amabilidad a pesar de su apariencia… incluso me ayudaron a llevar todo en lo que quedaba de camino. Igual seguían asustándome. Una vez que llegamos, me dijeron que no prenda las luces de la casa por nada hasta que… hasta que ellos lo digan.
—Eso es lo que tanto quiero saber, ¿qué pasa con las luces? —lanzo deseoso de saber que me va a decir.
—Exactamente eso fue lo que les pregunté… y nada más me dijeron que no me preocupara y que lo haga, qué estaría bien. Lo que sí me confundió fue cuando me cuestionaron sobre si tenía algún familiar que haya participado en el ejército… o si conocía a algún élite, quiero decir ¿qué tenía eso que ver?
—¿En serio?, ¿por qué querrían saber eso?
—Yo qué sé. Solo les dije que no sabía nada y entonces allí me dejaron, pero antes de irse, pusieron en la pared un sello. No quise verlo y tampoco preguntar, así que solo entré. Dejé todo apagado como ellos me dijeron
—¡Ja! Me extraña de ti, que tanto te asusta la oscuridad.
—Lo sé, pero ellos me superaron.
Esas palabras me causan un pequeño escalofrío. Me cuesta idear la clase de policías que están allí afuera por como Fròderin los describe. Aun así, ¿qué necesidad hay de que fueran "más armados de lo usual"?
—Y… a todo esto…¿qué hacia el tío Neil contigo?, o sea, él vive muy lejos de aquí. —Hago la última pregunta.
—No sé cuánto tiempo pasó; varias horas hasta que anocheció. Encendí la hoguera para tener un poco de iluminación. Estaba leyendo un cuento en la mesa para poder calmarme, hasta que alguien comenzó a llamar a la puerta. En ese momento casi me desmayo. No sabía que hacer hasta que oí la voz del tío. Me alegró bastante, después de todo… ustedes todavía no llegaron y yo quería estar acompañado.
Sé que me está culpando por quedarme dormido antes, pero no puedo evitar sentirme mal por él. Me imagino lo feo que la debió pasar en esas largas horas solo.
—Y entonces abrí la puerta… ni siquiera saludó, entró inquieto, cerró y comenzó a moverse por toda la casa… yo no entendía nada. Al no encontrarlos, preguntaba sin parar en donde estaban ustedes… antes de que pudiera explicarle… me agarró y me llevó a la habitación de Papá… nos escondimos bajo la cama y nos quedamos ahí hasta que ustedes por fin regresaron.
Todo esto me lleva a pensar que estamos frente a algo gigantesco. Esa palabra me resulta atractiva, suena muy… intensa y exótica, porque no siempre tengo la oportunidad de usarla para algo, pero ahora sí. Y no se trata de algo bueno. Lo más probable es que se trate de alguien o un grupo de personas muy poderosas, pero solo una autoridad máxima puede movilizar tropas, sin embargo, no hay nadie en al mando todavía…¿el Parlamento está haciendo esto?
—¡¡¿¿Qué??!! —se escucha a Papá gritar desde el otro lado de la habitación, rompiendo el silencio que se formó en el momento.
Ambos ponemos los ojos en la puerta, estremecidos por lo recién oído. ¿Qué diantres están hablando allá? Podría salir a ver, pero Papá nos ordenó quedarnos aquí hasta que él diga, así que no quiero causar más problemas. Entonces, sabiendo que salir no es una opción, me acerco a la puerta y adhiero mi oreja para tratar de escuchar al menos algo de lo que están hablando. Intento agudizar el oído: solo los oigo murmurar, no alcanzo a interpretar lo que están hablando. Fròderin se me quiere arrimar, pero le digo silenciosamente que se quede allí y vuelve a sentarse. Entre todo ese balbuceo incomprensible puedo apenas llegar a escuchar un nombre: Bellion, ¿quién será ese tipo? El panadero de la otra cuadra se llama así… no creo que estén hablando de él. Me despego de la puerta para dirigirme a mi cama, Fròderin sigue ahí sentado, mirándome.
Me recuesto y me quedo mirando hacia el techo, mientras hago un esfuerzo por procesar todo lo ocurrido. Repasando todo lo que sé hasta el momento: la policía anda medio rara y todavía están merodeando allá afuera desde la tarde quién sabe por qué y encima muy seguramente el Parlamento está detrás de todo. Mis pensamientos se detienen cuando desde el otro lado alcanzo a escuchar la puerta principal cerrándose, ¿el tío ya se habrá ido? No es por ser pesimista, pero no creo que sea seguro salir viendo cómo están las cosas, sobre todo porque vive en la Sección Sureste: es una hora de caminata. Total, que me quedo viendo hacia la puerta, mientras que allá no hay más que una profunda quietud. ¿No nos habrán dejado solos, o sí? Espero de corazón que no.
—Salgan. —Percibimos a Papá llamándonos.
Siento un gran alivio al escucharlo. Fròderin y yo salimos disparados de la cama. Salimos de la habitación, lo primero que noto es que el comedor está más oscuro debido a que bajaron la luz de los faroles. Lo segundo es que el tío ya no está, obviamente se fue. Lo tercero y último es a Papá, quien está sentado en la mesa, de espaldas a nosotros.
—¿Papá? —llamo desconfiado.
No hay réplica, generando gran tensión. Fròderin y yo nos vemos a las caras, me pregunto si debería acercarme… desde aquí puedo notar su alteración. Cuando estoy a punto de decirle a Fròderin que vaya, Papá larga un gran suspiro, que hace que giremos nuestras cabezas a él en un segundo.
—Tenemos que irnos de aquí… ahora.