Chapter 9 - V I I

Al momento en el que se escuchó la voz de alguien allá afuera, el cuerpo de Papá se estremeció a la vez que me presionó más contra su pecho, impidiendo así que pueda dar un respiro.

—¡Me estás… lastimando! —exclama Fròderin.

—¡Cállate!

—Debió de ser tu imaginación. —Dice otra voz, más grave y ronca, alguien muy mayor.

—¡Te dije que no!, ¡juro que los vi!

—Aquí no hay indicios de nadie, además ya nos hemos ocupado de esta área…, —agrega otra voz, está vez un poco más joven que la anterior—, te dije que deberías haberte quedado en el cuartel por hoy.

Con mi mano aflojo un poco el brazo de Papá, permitiéndome asomar la cabeza y poder tomar aire correctamente. ¡Por todos los cielos y las estrellas, si este maldito boca floja tan solo no nos hubiese visto! En este momento le pido al Padre Fundador y sus huestes que no sospechen que estamos escondidos. Uno de ellos dijo haberse "ocupado de esta zona", eso querría decir que más temprano que tarde se irán. Solo debemos permanecer quietos…

—¡Por favor, tienen que creerme! —grita desesperado el policía bocón.

—A ver a ver a ver… todavía no nos has dicho a quienes viste, muchacho. —El tipo de la voz grave vuelve a hablar—. ¡y más vale que esas personas de las que tanto hablas sean de las que buscamos!

—Hijo de perra… —susurra Papá furioso.

—Se trata de dos infantes y un tipo adulto, apenas los llegué a ver por diez segundos antes de que uno de los niños me notara.

Dejan de escucharse. Nadie parece contestarle, tal vez no debieron creerle, espero que sea así. Sin embargo, en medio de este horrendo silencio, comienzan a oírse las risas burlonas de los soldados.

—¿Es en serio, Haldrik?, ¿nos hiciste correr hasta aquí por un par de niños y un vejete? —pregunta la voz grave—Si fuera por mí, haría que te cuelguen nada más para que dejes de joder.

—¿Y que ocurre con el toque de queda?

—¡¡¡Nuestra prioridad son los élites, muchacho!!! —interrumpe el mayor.

—¿De qué están hablando esos sujetos? —tartamudea Fròderin.

—¡Silencio…! —repite Papá.

Tal vez me equivoqué, aunque es casi imposible que lo haga en este momento, pero si ese tipo dijo que los élites son "prioridad": entonces eso quiere decir que están buscando a Papá, ¿pero por qué?, ¡se supone que son del mismo equipo! De pronto comienzan a oírse pasos de nuevo. Uno de ellos parece estar alejándose.

—Si desde el principio no eras apto para esto, ¿entonces por qué mierda aceptaste la misión? ¡Te hubieses quedado en el maldito cuartel como dijo Amadeo! —exclama la voz grave.

—Mi señor, baje la voz, hay civiles en algunas de las casas. No creo que sea buena idea que nos oigan. —El otro soldado se mete a la discusión, ¿será el tal Amadeo?

Los pasos se detienen.

—Quien sea que esté aquí oyendo tiene el permiso para salir ¡y chuparme esta! —se escucha el arma desenvainándose. El ruido metálico me causa molestia en los oídos, generando un cosquilleo suave en mis dientes y erizándome la piel.

—Ay… maldito psicópata… —queja Papá.

Sí, ese tipo en verdad está demente. No puedo ni imaginarme de lo que es capaz solo este hombre si nos llegara a hallar. Ahora comprendo a la perfección porque Papá quiere sacarnos de aquí cuánto antes. No puedo esperar a que pasen los segundos y que estos maniáticos se larguen para dejarnos seguir. Estamos tan cerca…

—Entiendo su rabia, señor. —Dice Haldrik—. Pero reafirmo lo que vi. —Esto último lo dice en un tono imponente, seguro de sí mismo.

—No necesito que me entiendas: necesito que hagas tu trabajo… ¡y lo hagas bien! Tu trabajo es marcar casas… nada más…¿te quedó claro?

—Sí… señor. —Haldrik asiente dejando atrás su valentía, quedando totalmente sumiso a su superior. Cobarde.

—Como sea… volvamos a lo nuestro, ya hemos perdido mucho tiempo…, —el cabecilla del grupo suspira—, y tú… no vuelvas a meternos en estupideces, o personalmente te meteré en un calabozo, ¿me oyes?

—Sí, señor.

Otra vez se oyen pasos, se está. yendo, ¡al fin! Ya me daba la sensación de que no iba a terminar nunca . Ahora supongo que Papá nos retendrá a fin de esperar un intervalo hasta que con suerte se hayan alejado lo suficiente como para no cruzarlos de vuelta. Ya no puedo esperar para salir.

—Pero…¿si le digo que los niños iban acompañados de un élite? —los pasos se detienen casi al instante en que Haldrik menciona la palabra "élite".

¡No, maldito hijo de…

—¡Mocoso de porquería! —insulta Papá casi imperceptible. Noto de forma nada suave la fuerza y furia que recorre sus robustos brazos.

Hay silencio por un corto momento.

—¿Qué dijiste? —dice Amadeo.

—¡Claro! Llegué a ver, por unos instantes, que el hombre llevaba atada sobre su espalda una espada y… y bueno… solo los soldados y élites pueden llevar esa clase de arma, ¿no?

—¿Y si es un soldado común?

—Si así fuese, no habría desaparecido.

Otro corto intervalo de mudez tiene lugar. Se oyen pasos de proximidad y de pronto otro silencio vuelve a inundar el entorno.

—Hasta que por fin dices algo útil. —canta el jefe—. Okey, novato, este es el trato: en treinta minutos, y grábalo en tu cabeza: ¡en treinta minutos quiero a ese trío ante mi!

—¡Sí, se-

—¡No terminé de hablar! —interrumpe—Pero si al final vuelves ante mí con las manos vacías… ni el Rey Supremo te va a salvar, ¿te quedó claro?

—Sí, señor. —Repite como loro

—Muy bien entonces. Revisaremos todo en un perímetro de quince cuadras. Si dices que uno de ellos te vio, entonces no me caben dudas de que están escondidos en alguna parte. ¡Ahora largo ustedes dos! Yo buscaré aquí.

—¡Sí, señor!

Luego de eso, otra vez vuelven a oírse pasos que se van alejando poco a poco, indicando que el maldito bocón y su compañero se están yendo. Si no me equivoco y mis entrenados oídos tampoco me fallan: uno al sur y otro al norte. Me gustaría estar "feliz" por ello, pero todavía tenemos a este tipo, que tiene la sangre más fría que el maldito hielo de montaña en invierno, y nada de lo que le digamos haría que nos perdone la vida. Pasan escasos minutos, y ahora solo queda el silencio total, excepto por una cosa: se escucha la armadura de ese sujeto rechinando. Da pánico. No miedo… pánico.

—Muy bien… en dónde están… —dice en voz baja, en tanto se le oye caminar.

—Por favor… no me quiero morir. —Solloza Fròderin.

—Shhh… nadie va a morir… —dice Papá, mientras me quita el brazo de encima. Siento frío por toda la cara pues de los nervios no paro de sudar.

Puedo oírlo sacar lentamente algo. ¿Qué será…?

—¿Qué estás haciendo? —susurro.

Siento a Papá levantándose lentamente. Con miedo y curiosidad por saber qué es lo que pretende, abro los ojos. Lo primero que veo es a Fròderin temblando, acurrucado en la esquina de la pared en posición fetal, ¿En qué momento se fue allá? Giro hacia Papá. Puedo ver qué se está asomando por la ventana, bajando la cabeza cada tanto. Sin embargo, en lo que si me fijo, es que está agarrando su espada, y poco a poco la va levantando. Tengo un mal presentimiento. Se retira de la ventana, y se sienta a mi lado cuidadosamente.

—Aprilio, escucha con ate-

—¡Los encontré! —grita el tipo a lo lejos, interrumpiendo lo que Papá iba a decir y provocando que este casi salte al ataque—Oh, no hay nadie aquí. —Dice momentos después.

Casi me orino encima. Papá vuelve a asomarse rápida pero cuidadosamente por la ventana para ver qué sucedió, y luego volverse a dirigir a mí…

—Vamos de nuevo…, —dice segundos después, recuperando el aliento por el susto—, quiero que te aferres a tu hermano, y ni se te ocurra soltarlo. Por favor, que se tape los oídos. Toma, cuídalo. —Papá me entrega el saco de carne.

—¿Qué vas a hacer tú? —pregunto un poco desconcertado mientras arrojo la bolsa hacia la esquina, detrás de Fròderin, el ruido al caer al suelo lo hace estremecer, producto de la tensión que lleva acumulando.

—Voy a salir de la habitación. Estaré escondido, esperando a que el tipo entre…

—¡Voy a encontrarlos, malditos! —vuelve a gritar.

—Ahora… ve con tu hermano. —Dice comenzando a levantarse.

Haciendo lo que dice, me arrastro lentamente hasta Fròderin. Qué raro, antes temblaba, pero ahora está todo duro. No se habrá desmayado ¿o sí? Pongo mi mano en su hombro para llamar su atención para no exaltarlo y tan pronto como mis dedos entran en contacto con su cuerpo, este sufre de un espasmo terriblemente brusco como si de un cachorro aterrado se tratase, como si hubiese explotado por dentro. Los temblores vuelven a aparecer.

—Oye, tranquilo. Soy yo. —Digo tratando de calmarlo.

—¿Qué… qué… quieres? —murmura con una voz quebrada.

Sin responderle, lo abrazo con cuidado y lo pego contra mí. Rayos, ahora yo también estoy temblando, no porque tenga miedo, sino por Fròderin. Bueno, sí tengo miedo, más de lo que Fròderin tiene. En mi cabeza revolotean los mil y un finales que esta situación tiene.

—¿Qué… haces?

—¿Qué acaso no oíste lo que dijo Papá?

—¿Q-qué?…¿en dónde está él?

Parece que esta tan, pero tan asustado, que ni siquiera se da cuenta de lo que está pasando a su alrededor, tanto que ni escucha. Me extraña eso, pues cuando uno esta asustado, suele estar muy alerta. Parece que está vez llegó muy lejos, tanto que está inhibido por completo.

—No te preocupes, todavía sigue a mi lado. —Digo. Hasta a mí me dolió esa mentira.

Al girarme, veo a Papá abriendo la puerta provocando un ruido que convenientemente Fròderin si llega a escuchar.

—¡¿Quién… está… entrando?! —dice empezando a llorar.

—¡Shhh, cálmate! ¡Es tu imaginación, no hay nadie entrando! —respondo rápidamente presionándolo contra mi pecho.

Eso estuvo cerca, si tan solo Fròderin llegaba a gritar… vuelvo a girarme a Papá molesto, y veo que ya está a punto de salir del cuarto. Sin embargo, antes de hacerlo, con su dedo apunta hacia Fròderin y posteriormente me hace una seña cubriéndose los oídos. Asiento en silencio y Papá sale del lugar, dejándonos solos. Alto, no cerró bien la puerta.

—¡Salgan, si lo hacen prometo no herirlos! —exclama el policía.

Me gustaría poder creerle, pero no será así. Me sé los trucos persuasivos de estos sujetos.

—De-déjame ir con Papá.

—Te quedas conmigo. —Sentencio agarrándolo, envolviéndolo por completo.

Sea lo que sea que Papá tenga entre manos: ojalá que funcione. Solo espero de corazón que los otros dos perritos falderos no oigan el alboroto que seguramente está por desatarse en este momento. Los pasos de ese tipo se oyen a lo lejos, muy apresuradamente. No solo eso, parece estar aproximándose, y conforme se va acercando, más lento lo va haciendo. Carajo, ¿tan rápido va a venir aquí? ¡Danos un respiro, maldita sea!

—Fròderin, hazme un favor y tápate los oídos tan fuerte como puedas... —ordeno fijando mi mirada hacia la ventana. La sombra del policía empieza a proyectarse como una columna oscura.

—¿Q-qué?

—¡Tápate los oídos, haz lo que te digo! —repito tajantemente.

Se sienten las manitas de Fròderin moviéndose hacia arriba. No sé de qué sirve que lo haga, pero cuando Papá dice algo, por más ridículo que sea, en la mayoría de casos termina teniendo sentido. Los pasos, que ya suenan como pisadas, están cada vez más cerca. ¿En dónde está el tipo? Se oye cómo si lo tuviera al lado mío. En serio, ¿qué tan pesada es esa armadura?

—¿Es-están viniendo… aquí?

—Si algún polizonte se atreve a venir, Papá y yo te vamos a proteger. Lo prometo.

Mis palabras de algún modo logran consolar un poco a Fròderin, lo suficiente como para que pare de temblar descontroladamente. Me siento raro ahora, no recuerdo haber sido tan protector con Fròderin en el pasado. Se siente bien. ¡Me siento el verdadero hermano mayor! El estruendo provocado por la creciente proximidad del supuesto policía-cabecilla es tanto que ya ni siquiera puedo distinguir la distancia a la que está. Pero lo que sí puedo afirmar es que… ¿qué pasó? ¿Por qué se detuvo de la nada? ¿Dejo de caminar o acaso me quedé sordo?

—La tercera es la vencida, dicen por ahí. —Dice con un tono siniestro desde la otra habitación. Ya está aquí…

Santa madre de Ferguson y sus abuelos, puedo oír la espada del tipo rasgando el suelo, ¿Qué pasó con Papá? ¿Por qué no hace nada todavía? Nos va a encontrar en cualquier momento. Puedo verlo a través del espació que hay en la puerta, yendo de un lado a otro frenéticamente sin parar, moviendo todos los muebles que se le crucen. ¡¿En dónde está escondido Papá?!

—¡¡Salgan de una vez, malditas ratas!! ¡¡Sé que están aquí!! —vocifera enloquecidamente tirando uno de los tantos muebles al suelo.

—¡¿Q… —Fròderin trata de gritar asustado, pero logro taparle la boca casi al instante.

¡Oh, Ferguson Santo… eso estuvo demasiado cerca! De haberme tardado un segundo más y ambos éramos picadillo… ¿qué pasa? ¿Por qué no se está moviendo? Está ahí quieto, sin hacer nada, no lo habrá oído…¿no? Por favor, que alguien me diga que no lo oyó. No puede ser, se está dando la vuelta, mirando hacia aquí. Por favor no.

—¿Qué fue eso? —susurra.

Está moviéndose. Está viniendo hacia aquí. Por mi madre, ¡¿qué esta haciendo Papá?! ¡¡Nos van a encontrar!!

—Ya los oí… —afirma riéndose.

Presiono a Fròderin con todas mis fuerzas, lo que se traduce a casi nada, porque ya no soy capaz de tensar un solo músculo. Estoy totalmente paralizado. No sé qué hacer. No tengo como defenderme, mi cuchillo no servirá. No hay escapatoria. La puerta se está abriendo lentamente. Oigo la armadura rechinar, y la espada golpeando el suelo repetidamente. La puerta se abre por completo. El hombre da dos pasos adelante, posicionándose en aquel débil rayo de luz externo. Allí queda parado, empuñando su arma. No tarda ni un segundo en notarme. Es robusto como cualquier policía, más alto de lo que su longeva edad muestra. Medio rostro suyo está oculto tras una barba blanca que lo cubre hasta el cuello como un pañuelo, delatando su vejez. Casi no tiene pelo, a excepción de unos canosos mechones esparcidos irregularmente por su calva. Percibo con cada parte de mi cuerpo el aura ominosa que emana. La luz se combina con su armadura, formando un potente brillo rojo-anaranjado en su pecho.

Ni siquiera hemos salido de la Capital…