Chapter 10 - I X

—Hola, pequeño… —saluda el policía carismático.

No me salen las palabras para proporcionarle una respuesta rápida, mi garganta está seca.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Lo miro fijamente a los ojos, pero los míos se desvían sin querer, algo en él no me permite mirarlo de forma directa. Es una persona muy repulsiva. Su aspecto, llevado de la mano de su pesada y chirriante armadura solo lo hacen ver exageradamente peligroso. Es intimidante, de verdad.

—¿Cómo te llamas, muchacho?

Al no poder hablar, lo menos que puedo hacer es soltar a Fròderin y levantar mis manos en silencio en señal de rendición. Quizás, y solo quizás, no nos haga nada con eso.

—¿Qué… ha-aces? —pregunta Fròderin tartamudeando entre sollozos.

Solo quiero saber cuándo es que Papá va a aparecer para salvarnos de este tipo, pues no quiero que sea este sujeto el primero que se nos arrime. Tengo las herramientas, pero no la valentía para defendernos. No quiero ni puedo matar a una persona, ni aunque sea a esta persona.

—¿Ese es tu hermano? —le apunta con su dedo.

Fròderin reacciona inmediatamente y observa al hombre aterrador frente a él. No tarda más de cinco segundos, que luego de un silencio incómodo, termina desplomándose como trapo sobre mi regazo, pero a pesar de ello, continúo sin bajar los brazos. Lo más aterrador es el silencio que aún permanece, junto con la indiferencia que muestra este tipejo en su rostro ante nuestro creciente temor.

—¡Oye! —llama levantando la voz.

Un pequeño espasmo toma mi cuerpo. Mira por todo el cuarto, buscando algo o alguien más. Al terminar su discreta examinación, envaina su espada con delicadeza y elegancia en la funda colgada al lado derecho de su cadera. Dicha funda llega casi hasta el suelo. Hecho eso, procede a acercarse dando un paso adelante hacia nosotros.

—Voy a empezar de nuevo. —Anuncia secamente—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Hijo de…¿cómo se supone que voy a responder a esa pregunta? Cualquier excusa que invente no servirá. Este tipo será viejo y con pinta de poco cuerdo, mas por sus palabras y rango dudo que sea tan crédulo. No sé cómo contestarle, pero aun así me veo forzado a hacerlo. A lo mejor si respondo a sus preguntas nos dejará.

—Mi paciencia es corta al igual que mi tiempo, niño. —Dice momentos antes de que yo abra la boca. Teniéndolo cerca, su voz se nota más ronca, pero también grasosa—. ¿Qué. haces. aquí?

—Nos estábamos… escondiendo... —finalmente respondo con un hilo de voz.

Una pequeña sonrisa inquietante se dibuja en el rostro del hombre. Apoya su mano sobre el mango de la espada enfundada y da otro paso más hacia adelante. Yo trato de alejarme, sin embargo, la pared pronto me detiene.

—¿Escondiendo? —pregunta agachándose sin despegar la vista sobre mí—¿De qué exactamente? ¿Es esta tu casa?

De algún u otro modo tengo que ingeniármelas para engañarlo, por lo que asiento frenéticamente sin dudarlo. El policía da unos pasos más adelante en tanto agarra de forma discreta el mango de su arma. Noto esto y subo más las manos para aclararle a este estúpido que me rindo.

—Entiendo. ¿Cómo te llamas?

—A…Apri-

—¡Alto!, —interrumpe antes de que termine de contestar—, sería muy maleducado de mi parte si me dices tu nombre antes de que yo diga el mío, ¿no lo crees, pequeñín? Permíteme presentarme apropiadamente.

Sin más, se incorpora lentamente, se pone firme y coloca su mano derecha en su pecho de manera recta como hacen los soldados.

—Soy el sargento del décimo cuarto batallón de la Policía Strademburguesa Bilunar… o P. S. B. si quieres trabarte menos la lengua. Me llamo Gunther Hönnel. Mucho gusto, pequeño desconocido.—Dice inclinando su cuerpo y extendiendo su torso hacia un costado—. Ahora, te toca a ti.

—Yo… soy A-Aprilio.

El sargento Gunther vuelve a erguirse y posteriormente suelta una carcajada. Estoy confundido, ¿dije algo gracioso?

—¡Buen nombre, aunque no te queda!

Sigue riéndose por un largo e incómodo tiempo hasta que, como si sus cuerdas vocales se hubiesen cortado, deja de hacerlo. Esta persona es de lo más rara: sus cambios de humor lo hacen ver extraño e impredecible.

—Ay… mil disculpas por mi irrespetuosidad, Aprilio, no estuvo bien de mi parte. —Gunther respira hondo mientras se pasa un dedo por los ojos—. Ahora bien, ¿en qué estábamos? ¡Ah! Las preguntas, claro, claro. Bien, el niño que se quedó tieso, ¿es tu hermano? —pregunta volviendo a apuntarlo.

—… Sí.

—Claramente, si son casi iguales. —Expresa con sarcasmo —¿y cómo se llama?

—Frò-Fròderin.

—Vaya, que nombres más peculiares, a cualquiera le costaría creer que son hermanos. —Afirma sorprendido—. Pero volviendo al tema… para empezar, ¿tu hermano sigue vivo?, quiero decir… ya sabes, me miró y… ¡y plaf…!

—Sí… lo está. —Contesto enojado.

—Hmph… ya veo..., —suspira—, intenta despertarlo. Quisiera hablar con él también.

—¿Qué? ¿Po-por qué?

—Calma, no pretendo hacerle nada. Cómo dije… solo quiero hablar. —Aclara.

Ojala tuviese el derecho a negarme, sin embargo, no me queda más remedio que obedecer, por lo que finalmente bajo mis brazos y muevo la cabeza de mi hermano un par de veces con la esperanza de que despierte. Sigo haciéndolo unas cuantas veces más hasta que levanta un poco la cabeza. Gracias al cielo, realmente no me lo esperaba. En tanto Fròderin recupera el conocimiento, no le quito un ojo de encima al sargento. Estoy pendiente de cada uno de sus movimientos.

—¿Q-qué? —tartamudea.

No sé cómo explicarle la situación en la que nos encontramos, mucho menos que este hombre quiere hablarle. Me preocupa que cuando lo mire de nuevo, se ponga como loco. Sujeto mis manos suavemente sobre las suyas.

—¡¿Qué haces?! —Fròderin se resiste con fuerza.

—Ey, no pasa nada.

Para mí sorpresa, esas pocas palabras son más que suficientes para que en poco tiempo Fròderin se aliviane lo necesario como para que se deje agarrar. Me pongo delante de él para que no vea a Gunther todavía.

—Quiero que mantengas la calma, por favor... —pido nerviosamente.

Fròderin hace lo que digo… a su ritmo, eso sí. Me apena muchísimo como está de desorientado mirando a su alrededor, y evidentemente muy cansado y asustado. Siendo sincero, me descompone verlo de ese modo. No puedo evitar dejar escapar una pequeña lágrima. No sé cómo va a terminar esto. No dejo de rezarle a lo que sea con tal de una salvación. Papá no aparece, ni lo he visto asomarse en ningún momento.

—¿Qué te sucede? —me pregunta mi hermanito.

Me aparto de su vista, dejando que pueda ver a Gunther. Cierro los ojos y agarro con fuerza su mano con tal de que no salga despavorido.

—¡Saludos, segundo pequeñín! —exclama Gunther con… emoción.

No oigo a Fròderin contestarle, y me hiela la sangre que al vejestorio no vaya a agradarle eso. Extrañamente siento bastante relajada su mano. No se está tensando ni nada, cosa que me irónicamente me intranquiliza aún más.

—Estuve hablando un poco con tu hermano Aprilio y ahora me gustaría hacerte a ti un par de preguntas, ¿te parece, Fròderin?

Y de nuevo, no contesta, y ahora su mano se siente un poco fría.

—Em…¿te encuentras bien? —se escucha el peso de su armadura chocar con el suelo.

No lo soporto más y abro mis ojos. Lo primero que veo es a Gunther arrodillado en el suelo con cara de confundido mientras extiende su mano hacia nosotros y hace unos cuantos chasquidos. Cuando giro un poco mi cabeza, me doy cuenta del porqué. Mis sospechas eran ciertas. Fròderin está totalmente inmóvil, con los ojos entrecerrados mirándolo a Gunther; como si estuviera durmiéndose. Sin embargo, su rostro está tan inexpresivo, tan pálido que parece lo que la gente de aquí llamaría…"rostro de leche".

—¿Tu hermano está bien? Me incomoda la forma en la que me observa. —Dice dirigiéndose a mí mientras ríe nerviosamente.

Con mi otra mano le toco la frente a Fròderin, pero como ya esperaba: no reacciona. Ni siquiera me ve a los ojos. No contestó, no gritó, no salió corriendo y tampoco hizo nada cuando también le toqué la panza para ver si reaccionaba a las cosquillas. Entonces, ¿qué le sucede?

—¿Fròderin? —murmuro pasándole la mano frente a su cara.

Cierra los ojos y nuevamente se vuelve a desmayar, solo que esta vez, se reposa sobre la pared.

—Bueno, parece que solo estamos… nosotros dos para hablar, Aprilio.

Es entonces que Gunther vuelve a pararse y esta vez se aleja hasta quedar parado en el marco de la puerta, en dónde decide apoyarse. No dice ni hace nada, solo está de brazos cruzados. Su expresión cambió, ahora muestra más seriedad.

—Envié a mis dos hombres a revisar esta zona otra vez, y si mi juicio del tiempo no me falla, faltan veintidós minutos para que regresen aquí, lo que significa que tenemos un ratito para aclarar ciertas dudas que tengo—suspira—Por lo tanto, Aprilio, llegó el momento de ponernos serios de una vez y resolver la situación que nos reunió. Solos tú y yo, en calma, ¿de acuerdo?

—S…sí. —Contesto a duras penas subiendo las manos de vuelta.

—Puedes estar tranquilo. Te lo repito: no voy a hacerles nada ni a tú hermano o a ti. Solo deja que hable, y luego hablaras tú.

Espero de corazón que esté diciendo la verdad...

—Estoy seguro al cien por cien que oíste bien toda la conversación que tuve con mis subordinados, ¿o me equivoco?

Asiento calladamente mirando hacia abajo.

—Bien, como ya habrás escuchado, mi labor… —hace una pequeña pausa para toser—... dicta capturar a cualquier élite que encontremos. Y tú te preguntarás: ¿cómo es que identificamos a esta gente? ¿Cómo sé cuándo alguien es élite o no? Pues es más simple de lo que uno pensaría, porque basta con verles el hombro derecho y allí te darás cuenta. Otra forma de saberlo es que pueden llevar armas que normalmente civiles como tú no podrían. ¡Cómo esto! —exclama desenfundando su espada sorpresivamente.

Me echo para atrás bruscamente por el susto. Momentos después vuelve a guardar el arma. Por un segundo sentí mi corazón en la garganta.

—Pero estamos buscando a un tipo específico de élites, ya sabes, de otra generación…, —hace una pequeña pausa—, y como no quiero precipitarme, lo averiguaré rápido. Te haré tres preguntas, ¿okey?

—Sí… está bien…

—El hombre con el que estaban, que supongo debe ser su padre, lleva una espada. Dime: ¿la espada tiene una gema en el pomo?

—S-sí…

—¿Sí es tu padre, no?

—Sí.

—Oh, bueno. —Dice llevándose la mano a la barbilla con una expresión de decepción—. Y…¿tiene un símbolo grabado en la parte superior del brazo derecho?, lo viste, ¿no?

Confirmo su interrogativa.

—Describe el símbolo, por favor.—Ordena.

Reúno el suficiente valor como para intentar formular una respuesta.

—Las… do-dos… lunas y el árbol en…cerradas en un…ci-rculo de cadenas… es todo lo que recuerdo…

El sargento Gunther se queda pensando mis respuestas detenidamente, o quizás no lo está haciendo. No parece estar pensando en nada.

—Bueno, temo que tu padre es uno de los que buscamos. —Concluye.

¡Diablos, creí que nos habíamos salvado!, ¿por qué querrían a Papá? No hay nada que puedan sacar de él. Acabo de delatar a mi padre por accidente…¡¿y ahora que se supone que debo hacer?! Él está esperando una respuesta, ¡quiere que lo entregue! ¡De ninguna manera voy a hacer eso!

—Sé que tu padre está cerca, por lo que si me ayudas a encontrarlo, harías esta situación más fácil.

Yo también sé que Papá está cerca: está en el comedor de la casa, pero…¿y si no lo está? ¿Qué podría pasar cuando la paciencia del sargento se agote? A estas alturas dudo que nos mate, pero temo que sí le llegue a hacer algo a Papá. ¿Qué será de nosotros sin él? No tenemos a nadie más que nos cuide.

Gunther se queda callado a la espera, con una inexpresividad que ni Fròderin tendría. Hace que se me paralice el cuerpo. No sé que decirle. Despacio bajo mis manos, no para resignarme, sino para tomar mi cuchillo, pero sin sacarlo del cinturón. No quiero hacer esto, pero si se llega a acercar lo suficiente, le atravesaré el cuello.

—Yo… no puedo… —murmuro.

—¿Qué dices? No te oigo bien.

—Que no... puedo... —elevo la voz.

—¿No puedes con qué?

Bajo la mirada y presiono con más fuerza el mango, seguido de un suspiro. Miro al sargento a los ojos.

—¡No te diré donde está mi padre! —sentencio con falsa firmeza.

Pronunciar esas palabras hacen que sienta un gran vacío en el estómago y el cuerpo se me enfríe. Detrás de mi máscara de valentía al negarme a cooperar con él escondo las ganas de llorar y orinarme encima que traigo en estos momentos. Por su parte, el sargento de policía no dice nada ni tampoco hace gestos. Aun así, da la ilusión de que no se esperaba esa respuesta.

—En el fondo me esperaba esa respuesta..., —dice llevándose la palma a la frente—, tu padre es uno de los muchos criminales de guerra que buscamos y por eso necesito que me digas ya mismo donde está. —Añade a secas.

¿Qué?, ¿Papá, criminal de guerra? Me cuesta mucho creer eso con como es que es. Quiero decir, si es duro veces, pero…¿acusado de crímenes de guerra? Eso sí que es algo bastante fuerte para echar así como así. ¡No, me niego a creerle, no hay pruebas que avalen la veracidad de sus palabras, solo quiere manipularme!

—Aprilio, te estoy esperando. —Gunther se impacienta.

—Yo… no sé dónde está.

—Sí, lo sabes

—¡No lo sé!

—Dime dónde está tu padre.

—¡Ya te dije que-

—Ya no te estoy preguntando, niño.—Declara con rigidez y tono grave—. Dime dónde está tu padre.

Gunther se pone de lado y aprovecha para levantar levemente su arma enfundada, él cree que no me percato de ello. Apenas y puedo contener las ganas de echarme a llorar. Ya no puedo ni quiero seguir hablando con este tipo. Lo único que quiero es que se largue de una buena vez, quiero que Papá aparezca y nos salve. El tiempo se nos está agotando. Las herramientas se acabaron. El enfrentamiento es inminente, puedo sentirlo, mas no estoy preparado en lo absoluto. En mi mente se reproducen un montón de escenarios, un montón de formas que se me ocurren para defenderme en el peor de los casos. Ninguna me convence. ¿Ni en mis pensamientos me veo ganándole a un sargento de policía? Gunther camina hacia la ventana, corre las cortinas y mira al exterior. La luz de los faroles le pega de lleno, resaltando más su tétrico semblante. Percibo como con sus dedos levanta levemente la espada desde la cruceta y es allí cuando entiendo que ya se acabó el tiempo y que es cuestión de instantes para actuar. Hago lo mismo que él y saco mi cuchillo con todo el cuidado y silencio posible. No estoy listo para esto.

—Deberías saber que estás escondiendo a un criminal de guerra, y esconder a un criminal de guerra no es buena idea en estos días. La ley ha cambiado recientemente… —dice cerrando las cortinas.

Tengo miedo...