Chapter 8 - V I I

He tenido unos cuantos minutos para reflexionar sobre todo lo que ha ocurrido en éstas últimas dos horas: el drástico giro que han dado nuestras vidas de golpe y porrazo. Esto va para largo.

Cerca de la vereda Papá nos vuelve a detener y nuevamente revisa que no haya nadie a los alrededores. Una vez está seguro, proseguimos. Nos disponemos a caminar, a un paso rápido eso sí. Todavía sigo sintiendo la adrenalina al pisar el suelo empedrado de las calles, ¿desde cuándo cruzar la calle se volvió tan… emocionante? No solo eso, sino que además mi instinto me repite que debo tener cuidado, como si fuera una voz gritándome sin parar, por lo que miro discretamente a ambos lados. Sigo con mi camino, pero pronto vuelvo a hacerlo, y otra vez, luego otra, y otra. La inseguridad me agobia. Llegamos vivos al otro lado, ¡genial! Otra menos, quedan dos más. Esto se convirtió en una travesía mortal de suspenso de una duración de cuatro cuadras. Si así empezamos, no quiero saber que nos depara el exterior.

No sé cuántas veces me dije a mí mismo que no hay nadie cerca, pero en el fondo siento esa pequeña inseguridad y la duda de si mis afirmaciones son correctas. Creo que ya lo comprendo un poco más a Papá. También es incómodo el pensar que podríamos toparnos con algún alguacil y sus hombres. Quizás ya se hayan ido, lo que quiero es decir es que… es raro que todavía no los hayamos visto, o ellos a nosotros. No pueden haber desaparecido así como así, obviamente deben estar en algún lado; esa es la gran incógnita: ¿en dónde están ahora? Seguramente están escondidos viéndonos y nosotros no nos enteramos, ¡podrían aparecer ahora mismo!

Son muchísimas las preguntas que tengo en este momento y no encuentro una respuesta que me deje satisfecho. Solo es suposición, pero creo que Papá debe saber varias cosas respecto a todo esto, y cuando digo varias, no me refiero a pocas, sino a muchas, demasiadas.

—¡Atentos! —Papá se detiene súbitamente y se lleva una mano al oído.

—¿Qué pasa?

—¡Calla!

El enmudecido ambiente que ya había hace unos instantes se volvió más inquietante de lo que ya era, con Fròderin abrazando ese peluche raro de oso y yo quedándome más quieto que un cadáver, ambos mirando a nuestro alrededor y Papá dándonos la espalda.

—Menos mal... —larga un gran suspiro de alivio, poniendo su mano en el pecho.

—Pero ¿qué pasó?

—Me pareció haber escuchado algo, debió ser mi imaginación.

Pues yo no escuché nada, espero que sí haya sido su imaginación.

—Sigamos. —Reestablece el andar, con nosotros siguiéndolo pegados a él.

Puedo ver de reojo a Fròderin viéndome, creo que está asustado y esperando a que lo mire para así poder decirme cualquier cosa o que yo diga algo que lo tranquilice, pero paso. Normalmente me burlaría cómo es costumbre en una relación de hermanos, pero yo también lo estoy. Cada vez estoy más convencido de que hay alguien cerca. Me pregunto si hay alguien además de nosotros tres que está intentando escapar del país. Tal vez el tío. Seguro que mientras volvía a su casa, pensó: "Hmm… este lugar es peligroso, creo que debería largarme de aquí… si, eso haré", y lo esté haciendo en este momento, aunque conociéndolo, no lo haría, ya que el tío es algo… torpe… por así decirlo. Volviendo al tema, es raro que no nos hayamos topado con gente todavía. Siendo ellos, ¡ya habría empacado y empezado el escape! Lo que sí puedo afirmar es que esa gente debe estar todavía encerrada en su casa, me hace sentir un poco más calmado. Podría decirse que estamos un poco "acompañados". Solo espero que si nos llegamos a meter en un problema, algún generoso vecino no tan vecino nos salve el trasero.

—Ey, Aprilio. —Llama Fròderin silenciosamente acercándose a mi lado.

—¿Qué pasa?

—¿Crees que hayan policías por aquí?

Doy un lento suspiro y lo aparto suavemente de mí, dejándolo sin respuesta. No, no es que sea malo, es solo que ya es molesto pensar es si hay o no hay a cada maldito rato, para que ahora me lo pregunten, encima a mí…¡a mí!, ¿cómo voy a saber yo eso? No soy adivino, a este punto de la noche todo lo que pase en los próximos cinco segundos ya es solo cuestión del azar. No sé, tal vez estoy viviendo mis últimos momentos de vida y lo último que haré será quejarme o que sé yo. Por más irritante que sea atender a la cuestión de "¿solos o no?", simplemente no me lo puedo sacar de encima. No importa cuántas vueltas le dé, que tanto lo analice o lo que sea qué intente para llegar a una conclusión, siempre termina en esa pregunta, es un ciclo sin fin, tal vez porque soy un niño…¡se suponía que está noche sería otra más, no que íbamos a mudarnos para siempre, carajo! Lo único que puedo hacer ahora es pedirle al Padre Fundador que nos proteja con uñas y dientes al menos por esta noche.

Y bueno, es así como el viaje por la anteúltima cuadra llega a su fin, fue divertido transitarla por última vez.

Me detengo en la vereda antes de que Papá me vuelva a poner el brazo, porque si soy sincero, me molesta que lo haga. Pero para mí sorpresa, en lugar de hacer eso, solo sigue caminando de largo sin decir una palabra, y Fròderin no se tarda en acompañarlo. Rápidamente camino detrás de ellos, evitando no hacer mucho ruido al trotar dado que estas botas son un tanto "reveladoras" al pisar con un mínimo de fuerza. Al igual que la vez anterior, mi instinto me grita nuevamente que puede haber alguien cerca. Ya me estoy empezando a enojar bien feo. No obstante, mi enojo se ve opacado por el gran escalofrío que me recorre, como si nos estuvieran observando de nuevo, lo que me genera la necesidad de confirmar que no.

Miro hacia el lado derecho:

No veo a nadie.

Miro hacia el lado izquierdo:

Tampoco veo a nadie.

Alto…

—Oh mier…

—¿Qué dijiste? —Papá se voltea.

Me quedo quieto en medio de la calle. Un frío abismal me invade. La garganta se me cierra por completo. Mis pulmones se congelan. El corazón golpea con gran fuerza y mis músculos se tensan, todo eso en un solo segundo. A pesar de todo eso, logro volver a recuperar el control de mi cuerpo. Me precipito hacia Papá y Fròderin. Empujándolos con todas mis fuerzas nos hago caer en la otra vereda. Ambos quedan momentáneamente aturdidos.

—¡¿Pero qué estás haciendo?! —dice Fròderin tratando de no gritar.

—¡Vamos, levántense!, ¡hay que irnos! —exclamo viendo hacia atrás.

Papá rápidamente se pone de pie. Me toma por los hombros, tratando de contenerme, mientras yo sigo insistiendo en que hay que irnos. ¡Mi instinto estaba en lo cierto!

—¡¡Ya!!, —exclama—, ¡¿qué te sucede?! ¡Estás pálido!

—¡He visto a alguien!

Pronto el rostro de Papá también se pone blanco. Me estoy sintiendo mareado y la cabeza me está doliendo, como si estuviera a punto de desmayarme. Por favor… solo quiero irme de aquí.

—¿Q-Qué? ¡Vamos Aprilio, no es gracioso! —Fròderin se acerca a nosotros.

—¡Qué no es broma, idiota!

—Ay carajo, ¿llegaste a ver cómo era?

—Era… un po…licía... —digo con un hilo de voz.

Fròderin da un paso hacia atrás, con una mirada de incertidumbre y miedo, llevándose las manos a la cabeza, posiblemente en un desesperado intento por negar lo que está pasando. Siento esa avasallante duda que revoloteaba en mi mente desvanecerse. Siempre estuvieron cerca…

—¡Papá… vámonos! —pide Fròderin.

Papá apoya su cabeza sobre el hombro, mirando a Fròderin, para luego volver a girarse a mí. Se queda unos cuantos segundos así, hasta que de repente, me abraza suavemente.

—Tranquilo. —Dice de forma dócil tratando de calmarme, pero no lo logra—. Saldremos de aquí.

Rápidamente se para. Fròderin vuelve a acercase. Papá nos toma de la mano, y mira hacia el frente.

—Solo una cuadra más. —Añade.

Volvemos a movernos, solo que está vez más aceleradamente. Veo hacia todas las direcciones; izquierda, derecha, atrás, adelante e incluso, por pura paranoia, hacia arriba y abajo. ¿Una sola cuadra?, ¿cuándo se supone que terminará todo esto?, ¿por qué seguimos aquí todavía? ¡Nos está tomando una maldita eternidad!

—¡Corramos! —digo poniéndome al frente.

—¡Concuerdo con Aprilio! —asiente Fròderin.

Sigo esperando a que dé la orden, pero no creo que sea momento para estas cosas.

—Bien, pero estén atentos a cada maldito ruido que oigan.

Sin más, soy el primero en iniciar a correr a todo pulmón, sin importar el ruido que mis botas ocasionen. Aunque por momentos quisiera gritarles que se callen. Pronto veo a Papá pasarme por al lado, posicionándose delante de mí, mientras lleva a Fròderin sobre su cadera, ya que él es muy lento para seguirnos el paso. A pesar de la gravedad de la situación, ver eso me hace un poco de gracia. En poco tiempo, ya estamos a mitad de cuadra, y me sorprende por la velocidad a la que corremos, recién ahora que le presto atención al camino, me doy cuenta de lo extensas que son. Sin embargo, también me doy cuenta de algo peor: y es que la cuadra aledaña a la muralla está totalmente a oscuras, no veo ni un solo farol encendido allá. Tengo un muy mal presentimiento sobre lo que puede estar escondido ahí, mejor dicho; los que pueden estar escondidos ahí.

—Papá, no deberíamos ir por allá, ¿y si es una trampa? —digo.

—No hay otra forma de salir de aquí. Tranquilo, iremos con cuidado.

Espero que así sea. Por lo menos, si algún soldado apareciera, tendríamos una forma de defendernos; además debo recalcar que es un miembro de élite retirado, teniendo eso en cuenta, no creo que nos pase demasiado, pero no es como si quisiera saberlo. Pero… también sé que ocurrirá, o por lo menos tengo el presentimiento de ello, y tendré que estar preparado para ello. Ya casi llegamos.

—¡Alto! —Papá deja de correr abruptamente dando un pisotón, haciendo que me choque con su espalda.

Caigo al suelo, y me llevo las manos a la cara, siento un fuerte dolor en la nariz, que al cabo de unos segundos se termina yendo. Vuelvo a levantarme.

—¿Qué?

—¡¡Shhhhh!! —me calla Papá, mientras tiene el brazo medio levantado.

Debió oír algo. Inhalo muy hondo y contengo la respiración por unos segundos para poder escuchar detalladamente. Afortunada y desafortunadamente no llego a escuchar nada, puedo ver a Fròderin muy tenso, mirándolo a Papá. El aire se me está acabando, pero sigo manteniendo para que la respiración no interfiera. Un consejo que Papá me dio tiempo atrás cuando nos quiso empezar a enseñar a cazar. Parece que fue otra falsa alarma… uf, menos…

Giro mi cabeza en dirección a donde acabo de escuchar ¡un maldito ruido proveniente de la izquierda! Se oye bastante bajo, no puedo llegar a descifrar de que se trata. Sin embargo, antes de que pueda pasar otro segundo para pensar, siento a Papá agarrarme de la mano con muchísima fuerza.

—¡¿Qué estás haciendo?! —pregunto volviendo a respirar.

No me responde, estamos yendo hacia atrás, ¡¿por qué?! ¡La salida está del otro lado! Mientras corremos, Papá parece estar viendo casa por casa, ¿por qué? Alto, no estará pensando en…

—Confíen en mí, ¡y no hagan ruido! ¡Los desgraciados están viniendo hacia aquí!

Nos dirigimos a una casa, de esas que ya no tiene puerta, ¡mierda, no quiero entrar ahí! ¡Adentro está muy oscuro y no sé qué es lo que puede haber allí, pero no me salen las palabras ni las fuerzas para resistirme! Tendremos que hacerlo. Sin dudarlo, sin verificar la seguridad del lugar, Papá nos mete a la residencia ajena y nos suelta para buscar por todo el lugar un sitio donde escondernos. No tenemos mucho tiempo, él sabe eso, por lo que empieza a buscar más rápido, lo veo meterse en medio de la oscuridad para luego de unos segundos volver a aparecer, es aterrador. Ya puedo escuchar al fondo las pisadas metálicas de los policías… acercándose más y más. Un momento… ¿metálicas?

Papá corre hacia nosotros, nos vuelve a agarrar, y nos lleva hacia una habitación que hay en la derecha. Abre la puerta de una patada y nos tira al suelo frío, siento algo mojándome la cara y los dedos. Huele a hierro una vez más. Es sangre, indudablemente. Creo que voy a vomitar. ¡¿Han matado a alguien aquí?! Escucho la puerta cerrarse, haciendo ese rechinido de porquería. Puedo ver por la poquísima luz que entra por la ventana, a un metro nuestro, a Papá acercarse. Me hace un lado y se sienta en medio de nosotros. Nos mueve hasta una esquina del cuarto. Nos toma a ambos de la cabeza, y nos hunde en su pecho con suavidad. Puedo escuchar a Fròderin respirar fuertemente.

—Tranquilos… —susurra Papá, mientras los policías se oyen muy cerca de aquí.

Muevo muy lentamente la cabeza hasta que un solo ojo se asoma para encontrar el origen de este desagradable aroma, mi vista ya logró acostumbrarse un poco a la oscuridad, así que ya me es un poco más fácil ver el entorno. Es una habitación un poco extensa, al frente nuestro hay una cama y unos muebles que por lo poco que puedo ver, están hechos añicos. Aquí ha habido una encarnizada pelea.

Los pasos se oyen como si estuviesen al lado nuestro, pero solo continúan haciéndose más fuertes. ¿Por qué se oyen así?, ¡los policías no llevan armadura! Por cómo se escuchan, son varios. Esa maldita armadura que llevan debe ser pesada. Inesperadamente los pasos se detienen, solo queda el silencio sepulcral tan característico.

—¿Q-Qué pasó? —pregunta Fròderin.

—Calla… —silencia Papá.

Se sigue sin escuchar nada, ¿qué están haciendo? ¿Será que se fueron? No, de ser así, el ruido no se habría detenido de golpe, pero entonces, ¿Qué sucedió?

—¿Papá? —llama Fròderin.

—Aquí estoy hijo.

—¿Ya se fueron? —pregunto yo.

—No lo sé…

Quisiera saber la respuesta a esa pregunta. Y también quisiera pensar que estos sujetos no han entrado. También lo dudo… los habríamos oído.

—Juraría que los vi. —Dice una voz proveniente de allá afuera.