ALEJANDRO SCOTT
Cuando bajé del auto sentí un aroma dulce, un olor a jazmín, sabía que ese olor me llevaba a mi destinada.
Soy un hombre lobo que ha buscado durante mucho tiempo a su Luna. Había perdido la esperanza de encontrarla, pero hoy, entrando a mi empresa, la encontré. Su olor me atrajo.
Dirigí mi mirada a una chica bastante joven, me acerqué a ella.
— Eres tú — le sonreí. Ella entre abrió sus ojos de color azul— Vamos a mi oficina.
— No sé quién eres tú— la recepcionista la miró.
— Chica, él es el jefe. Acompáñalo. Buenos días, señor Scott.
Quería abrazarla y decirle que ella es mi amada Luna. Que la he esperado por mucho tiempo, pero debo guardar la calma.
Caminamos hasta la oficina, ella detrás de mí.
— Entra— le dije subiendo la ceja— te he estado esperando.
— ¿A mí? ¿Cómo sabía que iba a venir? Ando buscando trabajo de limpieza.
— ¿Quieres trabajar en ésta empresa?
Me repetía una y otra vez a mi lobo que guardara la calma. Que no podía decirle nada aun.
— Sí, quiero trabajar.
— ¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes?
— Me llamo Alana Quant. Acabo de cumplir 18 años.
— Tienes un bonito nombre y eres muy joven, pero eso no impide que trabajes en esta prestigiosa empresa. Solo que no tengo una vacante en limpieza.
— No hay — ella mostró una cara de decepción, se levantó de la silla — me retiro, voy a continuar con mi búsqueda de trabajo. Muchas gracias por atenderme.
Me levanté rápido y me dirigí a la puerta, no quería que ella se fuera. Había esperado demasiado como para que ella se fuera así.
— Siéntate. No hay vacantes en el área de limpieza pero tengo una vacante en otra área.
Ella sonrió. Tiene una sonrisa bella. Me sentía como un estúpido viéndola. Mi lobo Max, quería mostrarse, pero me negué.
— ¿Cuál es el trabajo? Sea lo que sea, yo lo haré.
— ¿Lo que sea? — la miré un poco serio.
—Siempre y cuando yo pueda hacerlo— ella bajó su vista.
Me sentí molesto un momento cuando vi a un lado de su cabeza una cicatriz. Alguien pudo haberle hecho daño o fue un accidente.
— ¿Qué te pasó en la cabeza, tienes una cicatriz?
— Tuve un accidente señor.
Su voz temblaba. La estaba asustando.
— El puesto es de asistente personal— quería tenerla cerca y escudriñarla.
—No sé que hacen las asistentes. Solo quería un puesto en limpieza.
— Yo te iré diciendo que vas a ir haciendo. Servir café, pasarme papeles, llevar documentos a otra área, son tareas sencillas. Puedes empezar hoy mismo.
— Siendo así, acepto. Usted me dice que hacer.
— ¿Usted? Dime Alejandro.
— Usted es el jefe y es un poco mayor, por respeto es usted o señor Scott, como le dijo la recepcionista.
— Está bien. Aunque prefiero Alejandro. Puedes hacerme un café y traerlo. La cafetera está allá— señalé la mesa.
Ella es una chica bastante sencilla, pero muy bonita. Quisiera abrazarla.
— Alana— ella se giró y me miró.
— Sí, dígame señor Scott.
— Voy a hacerte tu contrato. Y necesito información personal tuya.
Ella me trajo el café.
— Quiero tu dirección, número de celular, estado civil.
— Vivo en la casa de acogida de Ana. No tengo celular y estoy soltera.
— Bien, Soltera con novio o soltera sin novio— ella bajó su cara.
— Sin novio.
— Perfecto— imprimí el documento y ella firmó.
— Gracias señor Scott.
— Alana, a mí me gusta hablar mucho, me gustaría saber, ¿qué piensas de los hombres lobos?
— No hay nada que pensar, porque eso no existe.
—Y si te digo que yo si creo que existen.
— Está bien. Respeto su opinión.
Toda la tarde la puse a ordenar papeles. Me distraje en ella. Al llegar la hora de salida le dije.
—Sabes que las asistentes acompañan al jefe las 24 horas.
— ¿Las 24 horas? Pero, usted no me dijo eso.
— ¿No leíste el contrato? Ahí estaba.
— Solo puse mi nombre, pero 24 horas significa que tendría que ir o vivir en su casa y yo no me sentiría bien.
— Debiste leer.
— Mañana señor Scott, como no tengo celular, tengo que ir a mi casa y avisar que voy a trabajar como su asistente para que no me esperen.
— Yo te llevo. Le dices y te vienes conmigo.
La llevé a su casa y sin pedir permiso entré. Sentí un olor a hada. Salió una señora, en cuanto me vio bajó su cabeza.
— Señor.
— Podemos hablar en privado.
— Alana puedes ayudarme a ordenar los colchones mientras hablo con el señor
La señora y yo salimos al patio.
— Me reconoces.
— Usted es el alfa de los lobos del norte. No quiero que me haga daño.
— Alana es mi mate, pero no quiero decirle en este momento para no asustarla. Ella se viene conmigo como mi asistente.
— Está bien señor. Solo que le tengo cariño y me gustaría estarla viendo. Le pido que la cuide, ella es una mujer que ha sufrido.
— ¿Quién le ha hecho daño?
— Eso no lo sé, ella nunca habla de su vida, pero está escrito en su mano. Ella no es una simple humana, tiene algo especial. Aunque ahora le tocará a usted ayudarla encontrar eso especial.
— Yo me encargo de ella. Gracias por cuidarla.
Alana se vino a vivir a mi casa como mi asistente de 24 horas.