Chapter 6 - Miedo

ALANA QUANT

Me encerré en el baño, no entendía que es lo que pasaba. Recién consigo un empleo como asistente y mi jefe me dice que es un hombre lobo y que yo soy su mate, ¿Que es eso de mate?

Me puse a llorar del miedo y si ese monstruo me mata y me come. Odio mi maldita suerte.

Abrí un poco la puerta, solo para verificar que él había salido. Alejandro no estaba, así que salí y me vestí rápido. Me acerqué a la puerta y me agaché para ver por debajo, y él estaba afuera.

Me sentí hecha un mar de nervios, miedo y empecé a experimentar esos síntomas como cuando estaba en aquel burdel.

Me escondí en el closet. No dejaba de llorar. Me abracé, abracé a esa niña que aún no supera su pasado.

Escuché que la puerta se abría, ese sonido hizo que mi corazón palpitara demasiado rápido, tenía la piel erizada del miedo.

— Alana. ¿Dónde estás? No voy a hacerte daño. Te lo juro.

La puerta del closet se abrió y yo grité. Salté sobre él golpeándolo. Él me sujetó las manos con fuerzas.

— Ya cálmate, no voy a hacerte daño. Ya te dije que eres mi mate. Jamás te haría daño.

— Eres un monstruo. Tú eres igual que mi padre y que el maldito Martin. Solo quieren hacerme daño— lloraba y gritaba espantada.

ALEJANDRO SCOTT

Alana era una niña en el cuerpo de una mujer, era una niña rota. Su padre y un Martin la han lastimado, escuchar esas palabras hizo que mi sangre hirviera de enojado, pero tenía que soportarlo un rato, ella estaba muy asustada. Me dolió en mis adentro que me dijera monstruo. Yo tampoco pedí nacer en esta raza, pero no voy a renegar, porque con orgullo porto mi identidad.

La abracé a la fuerza, tratando que ella se calmase.

— No me tengas miedo, por favor— Sentía su corazón vibrar con tanta fuerza.

La obligué a verme, tenía sus ojos rojos, así mismo su nariz, y su cara llena de lágrimas. Era un desastre.

— Mírame, ¿Tú crees que yo voy a hacerte daño? — ella cerró sus ojos, su quijada le temblaba.

— Sí.

— Tú eres mi mate, mi destinada.

— ¿Mate? ¿Qué es eso? ¿Soy tu comida? ¿Un sacrificio?

— No eres mi comida. Un mate es la pareja eterna de un hombre lobo. Entonces, ¿cómo podría matarte o comerte si eres mi destinada por la diosa Luna?

Alana muy lentamente fue soltándose. Me miró fijamente, por primera vez. Me sostuvo la mirada. Limpió sus lágrimas. Inhaló y exhaló.

— ¿Puedo rechazarte? — Esa pregunta me dolió, le dolió aún más a Max, mi lobo.

— Si puedes, pero yo no quiero que me rechaces. La diosa Luna solo nos da una pareja una vez.

— Quiero irme de aquí. Renuncio al puesto de asistente. Déjame libre.

— No soy un monstruo. Solo que no puedo dejarte ir así sin más. Quiero protegerte, quiero amarte de los pies a la cabeza.

Me acerqué a ella y le tomé la mano.

— Te amo Alana, igual mi lobo te ama. Déjame quedarme a tu lado, aunque ahora no me aceptes. Por favor.

ALANA QUANT

Me sentía confundida, era como si en mis adentro le creyera a sus palabras. Sentía arder en mi sangre cada vez que él hablaba. No entendía que me sucedía. Era como algo quería salir de mi interior.

Lo miré, su mirada se había tornado triste, ¿por qué? ¿por qué lo rechacé?

— Si acepto seguir aquí, no me harás daño, verdad.

— No.

— Prometémelo.

— Te lo prometo.

— Perdón por golpearte, tenía miedo y sufrí un ataque de pánico.

— Max, quiere conocerte, pero creo que será otro día, ha sido demasiadas emociones por hoy.

— Seguro, que no me harás daño.

— Confía en mí. Voy a salir de tu habitación, regreso en un rato. Piensa lo que acabo de decirte. Yo voy a protegerte.

Solo asenté con la cabeza. Alejandro salió del cuarto. Me senté en el borde de la cama. Me sentía como que estaba en un vacío, un vacío que no me dejaba pensar. Me acosté un rato, cerré los ojos.

Unas imágenes aparecían de repente. Una loba blanca brillante estaba dormida en un lugar como un claro. Ella estaba sola, tenía como unas enredaderas alrededor de su cuerpo.

Abrí mis ojos. No entendía por qué había visto eso.

— Estoy quedando loca—Cerré nuevamente los ojos y me quedé dormida.

ALEJANDRO SCOTT

No sabía que esto podría ser difícil. Cuando era niño pensaba que Mi mate estaba en la manada y lo peor de todo es que pensaba que era Priscila, siempre fuimos tan afines.

Salí a caminar al jardín.

Priscila estaba sentada en una de las banquetas.

— Pensé que habías salido con Nana.

— Me siento traicionada— Estaba molesta.

— Priscila, tú sabías que tú no eras mi mate.

— Pero aun así, yo te amo. Todo lo que hemos vivido, dónde queda.

— Tú sabías que esto era momentáneo. Ya apareció mi mate, y quiero estar con ella. Lo siento. Creo que es tiempo que regreses a la manada. Mañana mismo quiero que viajes.

— Me despojas ahora que ya no te sirvo.

— Ve y encuentra a tu mate.

— No hay necesidad de mañana— Se levantó y salió de la casa muy enojada.

He cometido un grave error en dejarle pase libre a Priscila, aún cuando sabía que ella no era mi destinada.