ALEJANDRO SCOTT
Dejé a Alana en el cuarto. Fui donde mis padres. Ellos sabrían darme una explicación sobre los lobos blancos.
— Necesito hablar con ustedes.
— Buenas tardes, estimados padres, los extrañé mucho— Hablaba mi madre mientras me abrazaba.
— Encontré a mi Luna— Fui directo al grano— Solo que al parecer es una loba blanca.
Mis padres me miraron con un poco con sorpresa.
— Los lobos blancos ya no existen. Tú conoces esa historia. Fueron aniquilados en una voraz cacería por los vampiros hace años.
— Yo conozco la historia, pero mi mate es una loba blanca, una loba que no ha despertado y está muriendo. Necesito su ayuda. No sé qué hacer.
— Estás seguro de lo que dices. Llévanos con ella. Esto hay que mantenerlo en secreto, sabes la gravedad del asunto.
— No.
— La buscarían por su sangre. Siendo su sangre muy apetecible.
— Pero como ha sobrevivido entonces.
— El enemigo natural de los lobos blancos son los vampiros, pero algo paso con ella, que ha pasado de desapercibida. Tal vez usaron una magia fuerte para que su parte lobuna no aparezca.
— Wao madre, eres increíble. Sabía que tú tendrías respuestas.
— Solo sigo la lógica de ese suceso. Puede que solo sea una teoría sin fundamentos.
Llevé a mis padres a conocer a Alana.
— Ellos son mis padres Alana. Padres ella es mi mate y futura Luna de esta manada.
— Sabían que ustedes son como el Yin Yang, según teorías chinas el Yin Yang son dos energías opuestas, pero complementarias y ambos crean un equilibrio perfecto. Ahora tenemos que ver cómo despertar a esa loba…
— Creo que tengo la respuesta— dijo mi padre, quién no había dicho ni una sola palabra.
Todos quedamos en espera de esa respuesta.
— Forzar a tu loba a una lucha interna cuando suceda la marca.
Puede que todo esto que dicen mis papás solo sea teorías que pueden funcionar, pero el tema del sexo con Alana era un tema que quería ir al suave hasta que ella se sintiera segura.
— Gracias papá, mamá. Quiero hablar con Alana— Mis padres nos dejaron solos.
— Leí un libro. Perdón por tocar tus cosas. Ahí había algo, sobre que los lobos blancos están extintos por culpa de los vampiros. Eso quiere decir que ellos mataron a mis verdaderos padres. Toda mi vida he crecido creyendo que soy un estorbo, una basura porque había creído que mis padres no me amaban, pero realmente no me amaban porque no era su hija. Ahora entiendo todo, todo ese desamor.
— Alana.
— Hay tantas preguntas sin respuestas, pero hay un dicho humano, que no hay nada oculto entre cielo y tierra. Es cierto. Podemos hacer la prueba de sí mi loba despierta.
— Estás segura de todo— Lo dije observando su rostro.
— Sí. Cuando mi loba despierte, que se preparen esos hijos de su madre porque voy a vengar lo que hicieron. Por su culpa crecí siendo tan desdichada. Siento que me hierve la sangre.
— En dos días hay luna llena. Ese día prepárate porque voy a marcarte.
ALANA QUANT
Han habido muchos cambios últimamente que siento que todo esto es una fantasía de mi cerebro.
Llego el día de la luna llena, el día que Alejandro me va a marcar.
Él salió muy temprano, sin avisar. Me quedé en el cuarto contemplando desde la ventana lo hermoso que es este lugar.
Me acosté en la cama y di un par de vueltas. Me ponía nerviosa lo que iba a suceder hoy.
Por la tarde, decidí salir un rato al jardín. Alejandro llegó.
— Ya casi es hora— él puso una sonrisa en sus labios y solo asenté con la cabeza.
Lo seguí muy obedientemente. Entramos al cuarto, él entró a ducharse. Yo quedé sentada en la cama con mi corazón que parecía un tambor. Aunque no soy virgen, no sabría cómo actuar, esa vez fue horrible, dolorosa, traumante. Solo era una chavala de 15 años siendo abusada por un viejo asqueroso. Mi cuerpo recordó ese momento y empecé a llorar y a temblar, pero si quería descubrir si realmente era una loba blanca, tenía que enfrentar mis temores.
Alejandro salió del baño en toalla, mostrando sus pectorales. Lo vi y bajé mi rostro que estaba inundado de lágrimas.
Se acercó y se agachó.
— ¿Por qué lloras? ¿Por lo de hoy? Si no quieres, no lo hagamos. No quiero obligarte a hacer algo que no quieres— pasó sus manos por mi cara, dando una caricia.
— No te preocupes por mí, hoy a cómo sea tú me vas a marcar— Se puso de pie y me jaló hacia él.
— Vamos a ducharnos juntos.
— Pero tú ya te bañaste y yo siento vergüenza.
Puso aquella sonrisa en su cara que hizo que olvidará todo. Tomé su mano. Él entendió todo. Entramos al baño.
Que difícil fue ese momento, porque yo no podía desnudarme, me sentía paralizada. Él con toda la suavidad y la ternura acarició mis mejillas y se acercó tanto a mis labios que mi pobre corazón casi se salía de mi boca. Quitó mi blusa sin dejar de hacer contacto visual. A los pocos minutos, estaba frente a él, sin ropa. Juro que esa mirada de él, me tenía anonadada.
Él se quitó la toalla, quedando desnudo. Entramos a la tina. Él se puso detrás y tomó el jabón, pasándolo por mi espalda.
Alejandro empezó a tallar todo mi cuerpo. Me giré a él.
— Gracias.
— ¿Por qué?
— Por ser delicado conmigo—Alejandro se acercó a mis labios y me besó.
Yo acepté aquel beso, que para mí era lo más dulce.
— Salgamos. Voy a esperar a media noche, aunque tengo ganas de hacerte el amor ahora mismo. Me estoy conteniendo.
— Si te digo que quiero hacerlo, quiero que sigas besándome. Tus labios son dulces.
Alejandro se puso de pie, salió de la tina y me cargó hasta llevarme a la cama. Ahí, éramos los dos con un mismo deseo.
Empezó a besarme, acariciar mi cuerpo, mi piel temblaba con sus manos. Estuvimos en ese juego un par de horas o más, la verdad no sé. Me tenía en sus manos. Me hizo su mujer de la manera más tierna. Amaba esa sensación, amaba sus manos, sus labios, su sexo, su cuerpo, amaba todo de él.
Sin darnos cuenta ya era media noche.
— Es hora, va a doler un poco.
Me dio un beso con pasión para luego clavar sus colmillos en mi cuello. El dolor era fuerte, apretaba mis dientes. Empecé a marearme, sentía como mi sangre caliente recorría mi cuerpo, era algo que me quemaba, era insoportable. Gritaba de dolor.
— Alejandro— Fue lo último que dije. Perdí el conocimiento.