ALANA QUANT
Han pasado un par de días, me pasaron del cuarto a donde estaba a un calabozo de mala muerte, todo aquí es húmedo e inhumano. Mis manos y mis pies están lastimados. Lo único bueno es que ya no tengo esa incómoda estructura de hierro en mi cuello. Me preocupa que pueda pasar con mi bebe en este estado.
— Hola mi lobita — era el chupasangre
— Chupasangre.
— Me llamo Conde Alfred. No seas irreverente conmigo.
— Conde o no, para mí solo eres un maldito chupasangre— terminando de decir eso, sentí en mi cara el golpe de su mano.
Aunque trataba de ser fuerte y altiva, no puedo negar que mi estómago es un nudo de nervios.
— Nunca te enseñaron modales niñata. Estoy siendo tolerante solo porque tienes en tu vientre un lobito más para mis deseos.
— Maldita Priscila. Alejandro vendrá y te va a matar. Eres un enfermo.
—Enfermo no creo, sino un loco enamorado de tu sangre. Hoy en la noche me daré un pequeño banquete contigo, así que, prepárate mentalmente.
Fijé mi mirada en sus ojos.
— Está bien, Duque Alfred. Lo espero con ansias— le puse una sonrisa en mis labios.
Se fue del calabozo.
Un par de horas después, dos mujeres, supongo que vampiras junto con 6 hombres llegaron al calabozo, me soltaron y me llevaron a una habitación muy lujosa.
Me indicaron que me diera un baño y que me pusiera ropa limpia. Quise escapar corriendo, Pero en eso llegó Alfred.
—Sujétenla— dio la orden.
Me puso unas esposas que me hicieron sentir débil. Mis rodillas flaquearon hasta que caí al piso.
—Es acónito, es un derivado de una planta, es la principal debilidad para un Hombre Lobo. Dependiendo de la cantidad pueden provocar debilidad general, alucinaciones, e incluso provocar la muerte. Esa es la información. Tus esposas tienen ese derivado. No podrás escapar de mí.
Era como si todo me diera vuelta. Sentía esas arcadas que iban y venían.
— Quisiera probar tu sangre, pero prometí que el primero en probarla sería mi hijo.
Un joven alto de tez muy clara entró a la habitación. Todos salieron hasta el duque.
Me quise poner de pie, pero mis piernas me temblaban y cada intento era en vano.
El hijo del duque me cargó hasta la cama. Me acosté.
— Eres una loba muy joven y muy bella— pasó sus dedos por mi rostro.
— Como odio tu raza— apenas podía hablar, sentía la lengua pesada.
Se acercó y se puso encima de mí.
— Quiero poseerte como mi mujer, me has despertado mi instinto sexual— se acercó a mi cuello y lo lamió.
— No hagas nada por favor.
Se acercó a mis labios y me besó. Lo mordi hasta que de sus labios salió sangre.
— Eres muy agresiva. Quería ser un poco romántico antes de probar tu sangre, Pero te gustan las cosas por las malas.
Me tomó de cuello, me asfixiaba. Mi mirada se cruzó con la de él. Me soltó.
Me sujetó con fuerzas las manos. Clavó sus colmillos en mi cuello y empezó a beber de mi sangre un poco.
— Es deliciosa.
Mi cuello dolía, aunque creo que lo que más me dolía era mi orgulloso, la impotencia y saber que podía morir junto con mi hijo en manos de los chupasangre.
— Por cierto, mi nombre es Albert.
Miré hacia un lado.
— Para que te presentas, acaso vamos a hacer amigos. Yo solo soy un objeto de satisfacción para vos y tu padre. Si mi final es el mismo, ya mátame de una sola vez— mis lágrimas rodaban por mis mejillas.
Albert salió del cuarto sin decir nada.
Tenía otra vez un nudo en la garganta.
Quise hacer enlace con Alejandro, pero no pude. Me sentía débil.
ALEJANDRO SCOTT
Dos días de búsqueda y nada. Me sentía agotado físicamente.
— Hijo— mi padre se dirigió un poco pensativo.
— Papá, te juro que ya no se por donde buscar.
— Cuando fui alfa, hice muchas amistades y es hora de pedir ayuda.
— Ya las brujas de Neonarde nos ayudan.
— No me refería a ella, sino a la manada de los lobos rojos, Es hora de fortalecer los lazos con ellos. Te acuerdas de Jonh.
—¿John?
— Él es el alfa ahora, tú jugaste con él varias veces cuando eran las cumbres de la paz entre lobos.
— Ese niño de cabello rizado.
— Si. Vamos a ir a su manada y pediremos ayuda. Entre más busquemos a Alana, es mejor. Ademas, si fueron los vampiros, no son nada fácil, ellos son fuertes y necesitamos aliados.
Llevé mis manos a mi rostro, fruncí el entrecejo. No quería ayuda, los rumores de que soy un alfa débil era lo primero que iba a volar como pólvora.
— Padre, mi reputación.
— Alejandro, enfócate en lo importante.
— Tienes razón. Alana y mi bebé.
Fuimos de visita a la manada de los lobos rojos. Mi padre converso un rato con el antiguo alfa.
— Listo.
— Así que tú eres el alfa de los lobos negros— me extendió la mano el alfa, Daniel.
— Así es, igual tu.
— Buenos recuerdos se me vienen a la mente. Por esos buenos recuerdos, vamos a ayudarnos.
Hablé un rato con él y elaboramos un plan.
— Lo primero que haremos es averiguar la ubicación del clan de los vampiros. Aunque creo que hay como tres clanes que aún existen— hablaba Daniel.
Dejamos la manada de Daniel. Había acordado que en dos días el vendría a mi manada con sus mejores lobos guerreros y empezaríamos la cacería de los chupasangre.