ALANA QUANT
Una semana Daniel detrás de Elaine, hasta que ella aceptó ser la Luna de la manada de los lobos rojos.
— Amiga. No sabes lo feliz que soy.
— Felicidades,, Elaine. Te mereces ser feliz y tener tu compañía. No siempre es bueno estar sola.
Daniel le tomó la mano.
— Nos retiramos a nuestra manada, ustedes tienen las puertas abiertas para visitarnos— Daniel se despedía de nosotros.
Le di un abrazo a Elaine.
— Cuídate amiga, cuando nazca tu bebé Quiero ser la madrina.
— Está bien. Pronto te visito.
Ellos se fueron.
— Quien diría que el Danielito, iba a encontrar a su mate aquí.
— Ale, hay algo que aún no te he contado. Priscila se había aliado con los vampiros. Fue ella quien me vendió a esos malditos. Sé que fue tu amiga de la infancia, Pero yo tengo que ajustar cuentas con ellas y espero que no te vayas a meter.
— Eres la luna, puedes ajustar tus cuentas. Solo que ahora estás embarazada y quiero que cuides a mi cachorrito, ya hemos pasado un susto.
— No te preocupes por eso. Cuando Nazca mi bebé, mi cacería va a empezar.
— No sabía que tenías un lado agresivo y eso me gusta.
Pasaron algunos meses y yo estaba cerca del parto, últimamente me sentía cansada, con hambre todo el tiempo y sin mencionar que el sueño era parte de mi rutina diaria. Se me pegaron los antojos de comer chocolate blanco en las mañanas y cócteles de camarón por las tardes. El pobre de Alejandro hacía de todo para complacerme.
En una Luna llena, mi bebé nació con una marca en su pecho en forma de corazón. Alejandro tomó al bebé y lo presentó a la Diosa Luna y luego a la manada.
Por el momento el nombre de Priscila ya no importaba, lo único que deseaba era estar con mi hijo.
— Lyan, ese es el nombre para mi bebé.
Durante un año, todo fue tranquilidad y paz, las dos manadas cada vez eran más unidas y Elaine estaba embarazada de Daniel.
Después de tener una vida muy difícil, ahora todo es felicidad.
Un día salí a dar un paseo sola con Lyan, llegué al río que tanto me gustaba y quería que mi hijo amara ese sitio así como lo amaba Alejandro.
Ya no era la misma loba débil de antes. Ahora era fuerte y aunque estaba de maternidad, dedicaba un par de horas a entrenar. Quería ser una Luna que se defienda sola y no sea una carga para su alfa.
Lyan empezaba a caminar. Iba de un lado a otro. Escuché un sonido a lo lejos, si algo había desarrollado bien era el oído. Me puse de pie y tomé a Lyan en mis brazos. Visualicé a todos lados. Empecé a caminar de regreso a la manada.
— ¿Me tienes miedo? — era la voz de Priscila.
— Pensé que ya estabas muerta.
— Aunque sea una loba solitaria, tengo aliados.
Ella se acercó un poco más a nosotros.
— Ese es el hijo de Alejandro. Ya vi que pudo nacer aún con toda la mierda que te hicieron los vampiros.
— Si vienes a la manada es porque quieres morir. Aquí nadie te quiere y saben lo que me has hecho.
— Me gusta correr riesgos.
Ella se abalanzó sobre mí, caí al suelo con Lyan. Lyan estaba asustado y empezó a llorar.
— Eres una cobarde en atacarme sabiendo que estoy con un niño.
— Yo ya no tengo esas debilidades.
Mi loba salió. Puse a Lyan en el suelo. Y empecé una lucha cuerpo a cuerpo con ella.
— No eres nada para mí, por algo soy la luna de esta manada.— tomé del cuello a Priscila e iba apretando de a poco, mientras metía mis garras.
Alejandro llegó y tomó a Lyan en sus brazos. Miré a Ale, le di una sonrisa y terminé de desprender la cabeza del cuerpo de Priscila. Dejé la cabeza junto al cuerpo que aún se movía.
Regresé a mi forma humana y tomé a Lyan en mis brazos.
— Ya nadie nos podrá molestar. Ella acaba de pagar por su traición.
Alejandro no dijo ni una sola palabra.
Caminé hasta llegar a la casa. Ale detrás de mí.
— Eres una loba fuerte. Ha valido la pena cada entrenamiento— sonrió.
— Si es por mi Lyan, puedo ser agresiva. Las madres somos protectoras.
Después de la muerte de Priscila, mi corazón volvió a tener paz. Mi vida puedo decir que es perfecta junto a mi macho alfa.
Pasé de ser una chica que vivió una cruda infancia, siendo ultrajada, violada y mendiga a ser la Luna de una manada donde todos me respetan.
Mi felicidad se completó con Lyan, el tener una familia me hace sentir más fuerte, porque tengo una razón para luchar, una razón para ser más que una humana. Soy la última loba blanca de mi manada, Pero una loba importante para la manada de Alejandro. Con Lyan siendo una mezcla de blanco y negro, aún mi extinta manada esta en sus genes.
...Dos años después....
Nuestra familia tiene un integrante más, Quiana, una hermosa bebé.
FIN