Chereads / Alana la última loba blanca / Chapter 8 - Acepto ser tu mate

Chapter 8 - Acepto ser tu mate

ALEJANDRO SCOTT

Me siento más que ofendido, si es cierto, que los hombres lobos somos muy sexuales, pero respetamos cuando una mujer no quiere.

Dejé a Alana encerrada en mi cuarto. Yo quedé sentado a un lado de la puerta. No escucho ruidos. ¿Será que ya se durmió? Reviso mi reloj y son las 1 de la mañana.

Abrí la puerta sin hacer mucho ruido. Entré y puse seguro con la llave, quería dormir. Alana estaba dormida en posición fetal. Me acerqué a la cama y me senté en el piso, quería observar su rostro con un poco de tranquilidad. Pasaba todo el tiempo a la defensiva, con miedo o llorando. Me sentía como la famosa película de "Bella y Bestia".

Ella es muy bonita, tiene unas hermosas pestañas y sus labios son muy formados y carnosos, parece un corazón. Me acerqué a darle un beso dónde apenas pude rozar mis labios con sus labios. Moría por besarla de verdad.

Me acosté en la cama con cuidado. Tenerla cerca me estaba inquietando, quería abrazarla. Ella se volteó y se puso sobre mi brazo, como que tal que yo era una almohada. No podía ser más justo lo que deseaba. Pude sentir ese aroma a jazmín que salía de su cuerpo, pude abrazarla. Sin duda, ella es mi amada.

No pude dormir toda la madrugada.

Ella abrió sus ojos y se encontraron con los míos. Dio un brinco de la cama y cayó al piso.

— ¿Por qué estás aquí?

— Creo que eres sonámbula, fuiste tú quien me abrazó toda la madrugada, tengo mi brazo adormecido. No he podido dormir por tu culpa.

Ella se levantó y fue directo a la puerta. Intento abrirla pero no pudo.

— Abre la puerta, esto se llama secuestro.

Me levanté de la cama y me dirigí a ella.

— Anoche no me decías eso. Me abrazaste y no me soltabas.

— Aléjate, sí.

— De aquí no salimos, hasta que me aceptes como tu pareja, no me importa pasar hambre.

— ¿Y tu empresa? Se responsable.

— Tengo mi equipo de trabajo, que ya saben que hacer cuando no llego— le sonreí.

— Que quieres de mí, dime.

— Ya lo sabes. Acéptame como tu pareja.

— Ya te dije que no soy digna.

— ¿Por qué no eres digna?

— Ya no soy virgen— Ella puso un rostro triste.

— Yo tampoco lo soy. No voy a cuestionar eso de ti.

— Es por lo mismo que no puedo estar contigo, tengo miedo al sexo, a qué me lastimes.

— ¿Por qué me dices eso?

— Ayer te dije que me doy por vencida. No soy nada, ni nadie, solo una basura de mujer. No soy virgen, mi padre me vendió a un prostíbulo, y ahí el dueño me violó. Decepciónate de mí. Ves, porque no puedo ser nada tuyo. Ve detrás de Priscila y sé feliz con ella.

Ese que la violó debe ser ese Martin, juro que ese desgraciado la pagará con su vida. Y su padre no tiene perdón. Me sentía molesto.

— No me importa tu pasado. No tienes culpa de nada, vive solo el presente conmigo. Con más razón quiero protegerte y cuidar de ti. Esos dos pagarán por todo lo que te han hecho, lo juro.

— ¿Ellos pagarán lo que me han hecho? Me lo juras.

— Te lo juro.

— Entonces acepto. Acepto ser tu mate.

— ¿Aceptas?

— Sí.

Esas palabras han sido música para mis oídos.

— ¿Dónde firmo?

— Para qué quieres firmar, Alana.

— Si acepto ser tu mate, dónde firmo.

— Yo debo marcarte. Es algo doloroso. Y primero hacemos el amor para luego marcarte.

— ¿Sexo? Está bien, hagámoslo.

— No es así, debe ser en luna llena. El marcar no es solo tener sexo, voy a clavar mis colmillos de lobos en tu cuello. Y para eso debemos hacerlo en mi manada.

— ¿Frente a ellos?

— No, en nuestra habitación, pero de donde soy, en mi lugar.

— Ya entendí.

— Aunque el tener sexo, lo podemos hacer en cualquier momento. Max quiere conocerte.

— ¿Tu lobo? Está bien, quiero conocerlo.

Ella iba aceptando las cosas. Era como si estaba resignada a su destino. Hubiese querido que las cosas entre nosotros hubiesen ocurrido de distintas maneras, pero las cosas son como son.

Me transformé en Max, un lobo de pelaje negro brillante.

— Es hermoso— Alana veía a Max con asombro— puedo tocarte.

— Si— respondió Max.

Alana acarició a Max y lo abrazó.

— Eres muy hermoso.

— Tienes que liberar a tu loba— Max le dijo a Alana.

— Yo no tengo una loba, solo soy una humana.

— Ella está dormida. Puedo olerla. Su olor es tan suave, que apenas se siente.

Alana se veía confundida. Me transformé a Alejandro.

— No entiendo, yo no soy una loba, pero Max pudo ver mi sueño. Una loba blanca brillante está amarrada y dormida. Alejandro no entiendo, ¿Por qué me siento triste? ¿Quién es ella?

— Tú eres una loba. No eres una humana. Ana me lo había dicho, que tenías algo especial y era eso. Vístete, vamos donde Ana.

— ¿Ana es una loba?

— No, ella es una hada, al igual que Elaine.

Llegamos a casa de Ana.

— Señor Scott.

— Ella es una loba, pero porque no puedo olerla.

— No lo sé. Tal vez cuando nació alguien, mejor dicho una bruja la maldijo. Pero esto solo es una suposición.

— Ana, ¿Por qué nunca me dijiste que eras una hada?

— Alana no es el momento. Todo despertar de un lobo es a los 16 y tú tienes 18, es por eso que tu loba apenas vive, si tu loba muere, tú mueres y si tú mueres, yo también moriré. Necesitamos romper esa maldición. Llévame dónde tu padre.

— No quiero ver a ese señor, no quiero regresar a ese lugar. Todo es tan confuso que te juro que me duele la cabeza.

— Estás conmigo, nada puede hacerte daño. Tienes que ser valiente. Vencer tus miedos.

Ella se agarraba el cabello.

— Vamos. Solo no me dejes sola— ella tomó mi mano y la apretó.

Llegamos a su ciudad. Ver la expresión de su rostro me daba tristeza y enojo.

— Esa es la casa de mi papá, pero no sé si está vivo o muerto, él era un drogadicto.

Puedes quedarte en el auto si no deseas verlo. Ella asentó con la cabeza. Entré a la casa. Solo estaba una mujer joven con una niña.

— ¿Y el señor de la casa?

— ¿El señor? ¿El antiguo dueño?

— Supongo, el padre de Alana.

— Ese viejo estúpido murió hace unos tres o cuatro años, no recuerdo.

— Entiendo.

Salí de la casa, al parecer la vida ya había ajustado la cuenta.

— Tu padre está muerto. ¿Y tu madre?

— Ella me abandonó a los 5 años así que no sé nada de ella.

— Llévame dónde tu padre te vendió.

— Ahí no.

—Voy a ajustar cuentas— le sonreí.

Ella me indicó el lugar. Iba muy nerviosa. Bajé del auto, entre al burdel.

— Buenas tardes. ¿Quién es el dueño de este lugar?

— Es Martin, pero ahorita no abrimos, pero puedo coger contigo, solo díselo a él.

— Apártate, no hagas eso.

Martin salió.

— Todavía no abrimos.

— Podemos hablar en privado, quiero hacer negocios con usted.

— ¿Te gustó algunas de mis chicas?

— Si.

Fuimos a un cuarto, que parecía su despacho. Cerré la puerta y me sonreí.

Me convertí en lobo, lo sujeté del cuello y les clavé mis garras.

— Esto va por Alana, viejo asqueroso.

Lo tiré al suelo, mientras se ahogaba en su propia sangre. Me transformé de nuevo y salí de ese lugar.

—Es hora de irnos. Ese viejo asqueroso tiene su merecido. Nos vamos a la manada, tal vez mi gente puede encontrar la cura.