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Chapter 5 - Tú eres mi mate

ALEJANDRO SCOTT

Llegamos esa tarde a mi residencia, le mostré lo que sería su habitación. Si bien, es cierto que soy un lobo alfa viviendo como CEO en la gran ciudad. Tengo que mantener a mi manada próspera y tengo la ayuda de mi beta Daniel y de mi delta Omar. Mis padres, los antiguos alfas igualmente me ayudan manteniendo unida y protegida la manada.

En la casa tengo dos lobas omegas que me ayudan con la limpieza de la casa. Una de ella es una señora llamada Nana y la otra es mi amiga de la infancia, Priscila.

— A las 7 bajamos a cenar. No trajiste mucha ropa que digamos.

— Esto es toda mi ropa señor Scott.

— Mañana vamos de compras. Si eres mi asistente debes andar presentable las 24 horas.

— Pero no es necesario, además no tengo dinero.

— Eso corre por mi cuenta.

Me fui a mi habitación que estaba contiguo al de ella. Me senté en mi cama.

Gracias diosa Luna por traerme a mi Luna conmigo.

Me metí al baño y me di una ducha.

Cambié mi traje y mi cárdigan por una camiseta y unos jogger. Bajé al comedor. Alana ya estaba sentada esperándome. Pude notar cierta molestia en la cara de Priscila.

— Señor Alejandro es nuestra— miré a mi Nana muy serio y ella guardó silencio.

— Es mi asistente. Tratenla como si fuera yo— Con esas palabras le decía que ella era mi mate. Mi Nana lo entendió rápido.

Cenamos. Al terminar le pedí a Alana que fuera conmigo al despacho. Ella obedeció.

— Mañana vamos a ir de compras ya te lo había dicho. Tengo una pequeña curiosidad. ¿Por qué vives en una casa de acogida? ¿No eres de esta ciudad?

Ella se puso nerviosa. Miró a un lado.

— No soy de esta ciudad. Vivo ahí porque cuando vine aquí, no tenía donde ir, pero doña Ana me ha tratado bien y me ha ayudado a leer y a escribir.

— ¿Y por qué te viniste aquí?

— ¿Necesito responder eso, señor Scott.? Es que no me siento a gusto en decirle mis cosas a mi jefe.

— Quiero saber. Quiero que me cuentes.

— Es que no quiero decirte.

— Okey. Puedes irte a tu habitación. Descansa que mañana será un largo día.

Ella salió, pude notar que su rostro se entristeció y sus ojos se humedecieron un poco.

Me sentía enojado, le han hecho daño a Alana.

Me fui a mi habitación.

A la mañana siguiente la llevé al centro comercial a comprar ropa. Ella no quería tomar nada, al final decidí llevarme todo lo que le quedase.

La llevé a almorzar a un restaurante.

— Muero de hambre.

Ella estuvo callada todo el tiempo.

De regreso a casa.

— Algo te ha molestado. — le pregunté.

— No señor. Solo que me siento extraña que me regalen cosas.

— Es eso. Sabes que eres muy bonita— ella frunció el entrecejo.

Se ha molestado con mis palabras.

— No me diga esas cosas por favor, señor Scott.

Esta chica es difícil. ¿Cómo le voy a decir que ella es mi mate o solo la obligo? No puedo obligarla, ella decide si me acepta o no.

— Está bien, no te diré nada de eso. Solo que— la miré — nada. Tranquila. Ya casi llegamos.

Llegando a casa le dije a Nana que nadie me molestará. Que podía ella y Priscila tener el día libre. Igual le dije eso a Alana. Aunque ella prefirió descansar en su habitación.

Necesito ir con mi manada pronto. Tengo que decirle a Alana que ella es mi mate y que soy un hombre lobo. Aunque la señora hada me dijo que ella tiene algo especial, pero que es, solo veo a una humana, no tiene olor a hada ni a bruja menos de lobo.

Fui al cuarto de ella, la puerta no tenía seguro y la puerta del baño estaba abierta, ella se daba una ducha, pude verla desnuda. Ella se lavaba su cabello, estaba de espalda, pude notar algunas cicatrices de quemada de cigarros. Eso me enfureció. Me metí al baño y la saqué desnuda. Tenía su cuerpo lleno de jabón.

— ¿Qué hace?

— ¿Quién te ha quemado? ¿Qué son esas cicatrices?

— Me perdona, pero eso a usted no le importa. Y sabe que, renunció— Ella enojada y con justa razón, se envolvió en su toalla.

— Quiero que me digas ya quien te hizo eso— le grité.

— Eso no le importa.

— Me importa porque tú eres mi mate.

— Usted es un hombre guapo, pero está loco. Salga de aquí.

— Soy un hombre lobo y tú eres mi mate— Ella se quedó muda. Tenía el entrecejo fruncido, podía escuchar su respiración agitada y percibía su miedo.

Corrió hacia el baño y se encerró ahí.

Soy un estúpido. Me dejé guiar por mi enojo. Supongo que mi parte de lobo me domina.

— Alana — Ella no decía nada— Perdón, no quise gritarte, pero es verdad lo que te dije. Yo te amo, te he esperado toda mi vida.

— Usted está loco. Váyase— La escuché llorar.

— Me voy a salir del cuarto, pero no dejaré que te vayas— Sali de la habitación de Alana un poco preocupado.