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Chapter 5 - La caída del rey de Sombrafel

Azrael caminaba por el sombrío reino de Sombrafel, cuando una presencia familiar captó su atención. Su corazón se detuvo un instante al reconocerla: Nevaeh. Ella estaba ahí porque el rey creía que había entrenado.

Ella había sido enviada al reino para infiltrarse, obligada por fuerzas que no podía controlar, pero Azrael supo de inmediato que no tenía malas intenciones. Con pasos firmes, se acercó a donde estaba y la llamó por su nombre.

Azrael: Oye, Nevaeh… si no eres una caballera…. Porque esos malnacidos te mandaron? Sé que no tienes malas intenciones, pero, como te dije hace tiempo, no podemos estar juntos, ¿entiendes? Debes salir de este reino. Sé que te obligaron a venir.

Nevaeh lo miró sorprendida, con lágrimas asomando en sus ojos, pero una pequeña chispa de alegría iluminó su rostro.

Nevaeh: ¿Azrael…? ¿De verdad eres tú? ¡Te he echado tanto de menos! —dijo, con un tono emocionado.

Desde su trono, el rey de Sombrafel observaba la escena a través de su esfera mágica. Al ver que Azrael no eliminaba a la intrusa, su furia se desbordó. En un instante, apareció ante ellos, su presencia oscureciendo aún más el ambiente.

Rey de Sombrafel: ¡Azrael! ¿Osas desobedecerme? ¿Qué te dije sobre los intrusos? ¿Acaso tengo que hacer yo el trabajo de un sucio caballero como tú?

Azrael bajó la cabeza, incapaz de mirar al rey a los ojos.

Azrael: No… mi majestad. Lo siento…

Pero Nevaeh, aun sabiendo el peligro que enfrentaba, alzó la voz en su defensa.

Nevaeh: ¡Oye, no le hables así a Azra—!

No pudo terminar la frase. El rey, sin dudarlo, la golpeó con una brutalidad despiadada. Golpe tras golpe, Nevaeh se desplomó en el suelo, su cuerpo temblando mientras la sangre manchaba su ropa.

Azrael: ¡No! ¡Majestad, por favor, deténgase!

Pero el rey ignoró sus súplicas, descargando toda su ira sobre ella. Desde el mundo de los dioses arcanos, los seres inmortales observaban con atención. Nevaeh, por su inocencia, era querida por ellos, y la escena despertó su preocupación.

La desesperación de Azrael desató algo en su interior. Su poder, contenido durante tanto tiempo, explotó en un torrente de energía mágica. La tierra tembló, y una presión sofocante envolvió el reino. Incluso los cinco dominios sintieron el impacto de su ira, y el Creador Supremo observó con interés.

El rey, sin comprender la magnitud del poder que había despertado, soltó una carcajada burlona.

Rey de Sombrafel: ¿En serio? ¿Por una simple maga inútil y enemiga de nuestro reino? ¿Has perdido la cabeza, caballero?

Pero cuando intentó borrar la existencia de Azrael, se dio cuenta de su error. Ninguno de sus poderes funcionaba. Ni la manipulación de la realidad, ni la distorsión de la narrativa, ni las leyes mismas del universo podían doblegarlo. Azrael, envuelto en un aura de destrucción pura, caminaba lentamente hacia él, cada paso más aterrador que el anterior.

Azrael (susurrando al tomar al rey por el cuello): Fui yo… Fui yo quien acabó con tu querida hermana.

Hace años, Azrael había eliminado a la hermana del rey, un acto que mantuvo en secreto. Ahora, revelaba la verdad, desbordado por su furia y desprecio.

En ese momento, un rayo de luz atravesó el cielo. El sexto caballero de los Soles Crecientes descendió como un cometa, su impacto sacudiendo el suelo. Enfurecido al ver a Nevaeh herida, comenzó a eliminar a los soldados del reino de Sombrafel sin piedad mientras buscaba rescatarla.

Mientras tanto, Azrael continuaba descargando su ira sobre el rey.

Azrael: ¡Estoy harto de obedecer a un rey inferior a mí! ¿Crees que soportaré seguir bajo el mando de alguien como tú? ¿Sabes lo molesto que es escuchar tus órdenes?

Sus puños se estrellaron contra el cuerpo del rey una y otra vez, ignorando sus gritos de dolor. Ninguna fuerza en el reino podía detenerlo. Justo cuando Azrael estaba a punto de dar el golpe final, una voz débil lo detuvo.

Nevaeh: ¡Basta! ¡Por favor, Azrael! Mírame… Soy yo, Nevaeh…

Azrael titubeó. La ira y el poder que lo consumían comenzaron a disiparse.

Azrael: ¿N-Nevaeh…?

Con su voz, Nevaeh había logrado lo imposible: devolverle el control a Azrael.

Azrael realmente ama a su reino pero no el sistema que sigue, Azrael permanecía de pie, observando cómo el caballero del sexto Sol Creciente arrasaba entre las filas de los caballeros de Sombrafel. A pesar de no usar magia, su espada era suficiente para acabar con miles en cuestión de segundos. Los soldados caían, unos derrotados, otros muertos, mientras la velocidad y destreza del caballero iluminaban el campo de batalla.

Azrael apretó los puños. Aunque despreciaba el sistema que regía Sombrafel, el reino seguía siendo su hogar, y esa era su gente. Dio un paso adelante, pero Nevaeh lo detuvo, sujetándolo del brazo.

Nevaeh: Oye, Azrael, por favor… no pelees más. —Su voz, cargada de tristeza, hizo eco en el corazón de Azrael.

Azrael la miró, su expresión seria, pero con un atisbo de ternura en los ojos.

Azrael: Esa es mi gente. Quédate aquí… No lo mataré, solo esta vez.

Con una explosión de energía, Azrael se elevó a los cielos. En un abrir y cerrar de ojos, se lanzó contra el suelo, estrellándose entre el caballero del Sol Creciente y los soldados de Sombrafel. La tierra tembló bajo el impacto.

El caballero, con un cigarro entre los labios, entendió que no enfrentaba a un oponente cualquiera. Apagó el cigarro con calma y desenfundó su espada.

Azrael observaba con frialdad. El caballero, sin perder tiempo, lanzó rayos de luz en su dirección, pero Azrael los esquivó con asombrosa facilidad. En un movimiento casi imperceptible, apareció detrás del Sol Creciente y, con una serie de golpes rápidos y devastadores, lo derribó al suelo.

Por primera vez, el caballero sintió temor. Aunque era uno de los más poderosos de Aethoria, sabía que Azrael estaba en una liga completamente diferente.

Nevaeh: ¡Azrael, detente ya! —gritó desde la distancia, con lágrimas en los ojos.

Azrael se detuvo, girando lentamente hacia ella.

Azrael: ¿La ves? —dijo al caballero—. Pararé por ella. Pero no creas que voy a perdonarte por lo que le hiciste a mi gente.

El caballero, enfurecido por el insulto implícito, tomó su espada y la transformó en pura luz.

Sol Creciente 6: ¡Prefiero la muerte a rendirme ante un ser como tú! —exclamó, indignado.

En un destello cegador, atravesó el pecho de Azrael con su espada. Azrael, sorprendido por el ataque, empezó a reír, con la espada de luz aún incrustada en su torso. Se levantó lentamente su expresión transformándose en una mezcla de ira y determinación.

Con una sola mano, partió la espada de luz en dos.

Azrael: Eso… sí que fue un buen intento, Pero hay algo que debes saber. Yo no soy un ser oscuro, aunque pertenezco a este reino. Mis padres eran oscuros, sí, pero yo… yo soy diferente. Ellos solían hablar de un poder que me convertiría en algo más allá de las tinieblas. Nunca creí en ello, hasta que me impusieron el hechizo.

El caballero quedó paralizado, incapaz de comprender lo que veía.

Azrael: Me temo que soy el único en este reino que no muere con tus rayos de Aethoria. Así que… quítate de mi camino.

El caballero, consciente de la diferencia abismal de poder entre ambos, decidió retirarse. Pero antes de hacerlo, recogió a Nevaeh, dispuesto a llevarla al reino de Aethoria.

Nevaeh: ¡Espera! Azrael tiene que venir con nosotros.

Azrael negó con la cabeza, su rostro serio.

Azrael: No puedo ir, Nevaeh. Todos en tu reino me odian, y este… este es mi lugar.

Nevaeh: ¿Pero qué pasará contigo? ¡Golpeaste a tu rey!

Azrael dejó escapar una leve sonrisa, cargada de confianza.

Azrael: No te preocupes. Él se irá de este reino, porque lo echaré yo mismo. Soy el único que ha derrotado a un rey con tanta facilidad.

Nevaeh intentó protestar, pero Azrael se dio la vuelta, alejándose lentamente. Con el corazón roto, Nevaeh permitió que el caballero del Sol Creciente la llevara al reino de Aethoria.

Desde la distancia, Azrael los observó desaparecer en el horizonte. Sabía que el destino de ambos estaba entrelazado, pero también entendía que su deber estaba en Sombrafel.

Azrael (en voz baja): Adiós, Nevaeh.