Azrael: Bueno, caballeros, me voy. Tengo prisa.
Caballera Érika: ¿A dónde crees que vas? ¡Tienes que sanar primero a Adara!
Azrael: Sí, sí…
Azrael alzó su mano desde lejos, apuntando hacia Adara. Un destello de energía brotó de su palma y lanzó un hechizo de sanación que restauró su magia y cerró todas sus heridas.
Azrael: Bueno, ahora sí. Me voy.
Caballera Adara: ¡Yo te mato, Azrael! ¡Tienes que quedarte aquí!
Sin responder, Azrael desapareció, entrando a un portal que lo llevó nuevamente a Sylvaris.
Nevaeh: ¡Wow! Los elfos sois increíbles… ¡y vosotras, las hadas, también! ¡Además, cocináis de maravilla!
De repente, Azrael reapareció.
Azrael: Toc, toc… ¿interrumpo?
Nevaeh: ¿Cómo te fue?
Azrael: Pues… Tuve que matar al Sol Creciente 2. —dijo, con un tono de temor, esperando que Nevaeh se enfadara—.
Nevaeh: ¿¡Estás loco!? ¡Ahora hay un puesto libre para los Soles!
Azrael: Lo mismo digo… Mataron al Séptimo Caballero Sombrío. En fin, la Quinta Caballera se salvó.
Nevaeh: Faltaría más… Ella sí es mi amiga. Además, es muy superior a mí.
Azrael: ¿Quieres ser poderosa, Nevaeh?
Nevaeh: ¿Acaso tienes un método para que yo lo sea?
Azrael: Sí. Pero… obtendrás poderes sombríos. Luego, cuando domines ambos poderes, podrás combinarlos. Serás incluso más poderosa que yo.
Nevaeh: Increíble… ¿Y cómo lo harás?
Azrael tocó con suavidad las mejillas de Nevaeh, quien retrocedió levemente, avergonzada.
Nevaeh: ¿Q-qué haces? —dijo con las mejillas encendidas—.
Azrael: Ya, cállate, comelona.
Azrael comenzó a transferirle poder, como si de una fuente mágica se tratara.
Nevaeh: ¡Ya basta! ¡Te quedarás sin magia!
Azrael: Tranquila, comelona. Tengo magia infinita.
Nevaeh: ¿Eh? ¿Eso siquiera es posible?
Tras unos instantes, Azrael terminó la transferencia. Nevaeh cerró los ojos y, al abrirlos, estos brillaban de un intenso rojo.
Nevaeh: ¿Me veo… más poderosa?
Azrael: Hmm… Ahora mismo te compararía con el Sol Creciente 6.
Nevaeh: ¿Pero cómo uso este poder?
Nevaeh estaba ilusionada, aunque no notaba que sus ojos, antes blancos como la nieve, habían cambiado de color.
Azrael: Oye, Nevaeh… No sé si te has dado cuenta, pero ahora tus ojos son rojos. Como los míos.
Nevaeh: ¿¡Quéeeee!?
Azrael: Jajaja… Ahora eres más bonita que antes.
Nevaeh: ¿Q-qué? B-bueno, no es para tanto, ¿no? —dijo, mirando hacia otro lado, sonrojada—.
Nevaeh miró a Azrael con intensidad y dejó salir su anhelo más profundo.
Nevaeh: Te lo volveré a repetir, y quiero que lo tengas en cuenta… Quiero que te unas a los Soles Crecientes, Azrael. Quiero que estés junto a mí… Quiero que vivas conmigo en el reino, por favor.
Azrael desvió la mirada, con un deje de tristeza en los ojos.
Azrael: Lo sé, Nevaeh. Yo también quisiera estar contigo… pero, ¿cómo será posible?
Nevaeh: Yo convenceré al rey. Él siempre me mimó mucho en mi infancia. De verdad, es como mi padre.
Azrael chasqueó la lengua, fingiendo fastidio.
Azrael: Hmm, tsk… ¡Qué molestia! Pero si me matan, será tu culpa. —Dijo con una expresión exagerada de enfado que provocó una carcajada en Nevaeh—.
Nevaeh: ¡Jajajaja! Vamos, pequeñín.
Azrael: ¿¡Quééé?! ¿¡Cómo que pequeñín?!
Nevaeh no pudo contener la risa, y su alegría contagió incluso a Azrael.
Azrael: Jajaja… Bueno, tendrás que ducharte, ¿no? —añadió Azrael, con un tono descarado.
Nevaeh: ¿Eh? ¿Cómo te atreves a hablarle así a una mujer?
Sin esperar respuesta, Azrael la alzó en brazos y la llevó al baño, cerrando la puerta tras ella.
Nevaeh: Bien… Si tú lo dices, chiquitín…
Mientras Nevaeh se duchaba, sus pensamientos volaron hacia Azrael y cómo podría convencer al rey de aceptarlo en el reino.
En el salón principal, Azrael hablaba con una de las hadas guardianas.
Azrael: Oye, amiga hada, ¿aquí estamos seguros de toda vigilancia exterior, verdad?
Hada: Claro que sí, visitante. Aquí nadie puede saber que estás, ni siquiera la omnisciencia bastaría para descubrirlo. Este reino es pacífico; no estamos especializados en luchar, aunque algunos elfos problemáticos siempre causan revuelo. Pero en general, todos nos llevamos bien y cantamos junto a la hoguera por la noche, solo existe 7 caballeros poderosos compuesto por elfos y un hada, los anubis.
Azrael: Ay… ¡Demasiada ternura para mí!
Hada: Jajajaja.
Azrael: Bueno, tengo que entrenar a Nevaeh.
Nevaeh salió del baño envuelta en una toalla. Se secó rápidamente, se vistió y salió con el cabello aún húmedo, sus ojos rojos brillando intensamente. Azrael la miró con atención, notando cada detalle.
Nevaeh: ¿Qué miras, chiquitín?
Azrael: ¿Acaso un ser superior tiene que dar explicaciones? —respondió, visiblemente avergonzado.
Nevaeh: Ya cállate, se nota en tu mirada.
Azrael: Bueno, si realmente me dejan entrar a tu reino, te entrenaré allí… y cambiaré mi túnica por una blanca.
Nevaeh: ¿De verdad lo decidiste? ¿Estás seguro de tu elección?
Azrael: Sí… Pero solo por ti. Y que lo sepas, si algo llegara a pasarte, destruiría el reino.
Nevaeh: ¡Tu deber será protegerlo, no destruirlo por mí!
Azrael: Sí, sí, comelona. Venga, vamos ya.
Azrael se despidió de las hadas y los elfos, y abrió un portal hacia el Reino de la Luz.