Nevaeh: Bueno, Azrael, creo que ya es hora de seguir adelante, ¿verdad?
Mientras avanzaban, el sexto caballero de los Soles Crecientes apareció frente a ellos, bloqueándoles el paso.
Sol Creciente 6: Pero bueno, ¿qué tenemos aquí? ¡Nevaeh, la querida y amada del reino de Aethoria, acompañada de un ser oscuro!
Azrael: Déjala… o ya sabes cómo terminarás.
Nevaeh: Tranquilo, sexto caballero… Ni siquiera tenéis nombres. Una jerarquía del reino bastante ridícula, si me preguntas. ¿Cómo se supone que os tomen en serio como humanos si ni siquiera os llaman por un nombre?
Sol Creciente 6: Pero bueno, bueno… (suelta el cigarro). Sabía que algo malo iba a pasar, por eso traje a…
De repente, un estruendo resonó en el aire. La cuarta caballera de los Soles Crecientes apareció, interrumpiendo la conversación.
Sol Creciente 4: ¿Y qué pasó con la quinta caballera? ¿La abandonaste a su suerte en el campo de batalla, sexto caballero? Me repugna tu comportamiento. ¡Ella era mi amiga!
Sol Creciente 6: Ahora no es momento para reproches. Ella puede manejar a esos seres inmundos por sí sola. Nosotros necesitamos contener a Azrael hasta que lleguen los refuerzos.
Azrael: ¿Crees que alguien tan inútil como tú podrá conmigo?
Nevaeh: ¡No! Azrael, por favor, no pelees…
Antes de que Azrael pudiera responder, el sexto caballero golpeó a Nevaeh. Ella cayó al suelo, sangrando por la nariz.
Nevaeh: ¿P-por qué me pegaste? ¿Acaso te he hecho algo?
Azrael: Insolente. Te arrepentirás de esto.
La furia de Azrael se desató. Sus ojos brillaron con una intensidad casi incontrolable, pero recordó las palabras de Nevaeh: "No pelees, por favor". Cerró los ojos, respiró hondo y logró calmarse. Con cuidado, levantó a Nevaeh y la sanó con magia curativa.
Sol Creciente 6: ¿Así que también puedes sanar? Dime, ¿qué más eres capaz de hacer?
Azrael no respondió. Sin decir una palabra, tomó a Nevaeh en brazos, extendió sus alas y voló hacia una dimensión oculta que los llevó al reino de los elfos.
Al aterrizar, Azrael la dejó suavemente en el suelo.
Azrael: Bien, señorita. Final del trayecto.
Nevaeh: Buena idea. Si estamos en otro reino, nadie vendrá aquí. No querrán enfrentarse a otro reino por nosotros. Fue una jugada inteligente venir a Sylvaris.
Nevaeh no quería separarse de él. Deseaba vivir más aventuras juntos y, algún día, convencerlo de regresar a Aethoria para vivir con ella.
Azrael: Conozco a un elfo aquí, aunque fue hace 500 años. No sé si me recordará…
Azrael se detuvo frente a las enormes puertas de Sylvaris y gritó con voz firme:
Azrael: ¡Durante la noche, el fuego consume la oscuridad! ¡Durante el día, la llama aniquila la maldad!
Un guardia elfo asomó la cabeza desde una torre cercana, con una sonrisa.
Guardia: Azrael, esa contraseña se usaba cuando yo nací. Vamos, si todos te conocemos…
Nevaeh: ¿Se necesita una contraseña?
Azrael: (ríe) ¡Pero si has crecido mucho! ¡Eres Eryndor!
Guardia Eryndor: Claro que soy yo. ¿Tienes omnisciencia o simplemente no puedes olvidar nuestras tradiciones?
Azrael: ¿Y acaso se te olvida a ti que en este reino no poseo omnisciencia debido a vuestra fuerte magia antiintrusos?
Guardia Eryndor: Ah… cierto. Se me olvidó.
Nevaeh: Bueno, ¿podemos entrar ya? Tengo hambre. Hice pasteles, pero no comí ninguno.
Azrael: —Ay… qué mujer tan comelona… (comentó con una sonrisa traviesa mientras observaba a Nevaeh).
Nevaeh levantó la mirada y lo observó, curiosa.
Azrael: ¿Por cierto?
Azrael se puso serio de repente.
Espérame aquí. Tengo que volver a ayudar a los caballeros de mi reino. No tardaré.
Sin esperar respuesta, Azrael se levantó y, antes de que Nevaeh pudiera decir algo, desapareció en un destello, atravesando un portal dimensional que conectaba el reino de Sylvaris con el suyo propio.
Mientras tanto, en otro rincón del conflicto, la Quinta Caballera estaba en grave peligro. Su aliento era pesado y su cuerpo mostraba signos evidentes de agotamiento. Había logrado derrotar a uno de los seis caballeros oscuros, pero aún quedaban cinco frente a ella. Sus fuerzas no daban para más, y la sensación de desesperanza la invadía. Pensaba que sería su fin.
Fue entonces cuando, desde la distancia, apareció una figura envuelta en una capa blanca con capucha. Su caminar era firme y sereno, como si la amenaza que se cernía sobre él no significara nada.
La Quinta Caballera apenas podía creerlo. El misterioso caballero se detuvo frente a los enemigos y, con un movimiento lento y calculado, se quitó la capa, dejando al descubierto su rostro.
Sol creciente 5: ¿Es un… Sol Creciente? (murmuró ella con incredulidad, al reconocer al segundo en portar aquel título legendario).
Sol Creciente 2: —Aquellos seres oscuros que residen en la misma existencia perfecta creada por la leyenda del Creador Supremo deben ser aniquilados por el bien de la luz y del mundo. Los monstruos de las tinieblas no tienen lugar aquí. Serán destruidos por mi espada. Lo juro por mi título de Caballero Creciente.
Sol Creciente 5: —¿Con que eres tú? ¡Casi me matan! ¿Dónde están los refuerzos que prometiste?
Sol Creciente 2: —¿En serio has tenido problemas contra estas sabandijas? No mereces el título que portas, antes de que llegaras a este sitio, te dije que te ayudaría con refuerzos pero me dio pereza.
Caballera Adara: —¡Sí, sí! Dejen de decir estupideces. Vais a morir aquí, ¡los dos!
El Sol Creciente 2 desenvainó su espada dorada, rodeada de un poder puro y divino. En un abrir y cerrar de ojos, el brazo derecho de Adara cayó al suelo, cortado limpiamente.
Caballera Adara: —¡Maldita sea! ¿Q–?
Antes de que pudiera terminar su frase, un rayo de luz emanado del Sol Creciente 2 atravesó su cuerpo, infligiéndole una herida fatal.
Sol Creciente 2: —¿Acaso un ser de semejante nivel merece vivir?
De repente, el Sol Creciente 2 sintió un impacto inesperado. El brazo de Azrael lo había atravesado desde la espalda.
Azrael: —¿Y acaso un tipo que se cree alguien fantástico y todopoderoso merece vivir creyéndose superior a los demás? Escoria.
Sol Creciente 2: —Vaya, vaya. Así que tú eres el mago que se hace llamar el Primer Caballero de las Sombras. Increíble golpe… Lo admito, lo sentí porque tenía la guardia baja.
Azrael: —Oh, ¿vas a llorar? ¿En serio?
El Sol Creciente 2 desató un torrente de luz divina, haciendo retroceder a Azrael ligeramente, aunque este se mantenía claramente superior.
Azrael: —Bien… Hechizo de Sombras: Tinieblas Malditas.
Todo el campo de batalla, incluyendo gran parte del reino y varias ciudades cercanas, quedó atrapado en una niebla oscura, apenas visible, pero letal. Solo los de sangre pura de Sombrafel podían resistir su efecto mortal.
La Quinta Caballera no se quedó atrás.
Sol Creciente 5: —¡Hechizo de Luz: Espada Divina!
La Espada Divina, un arma capaz de purificar y aniquilar toda magia maldita, deshizo la niebla en un instante. Pero ya era demasiado tarde.
Azrael: —¿Jajajaja, no que eras el Sol Creciente 2?
En un movimiento brutal, Azrael atravesó al Sol Creciente 2 con su espada sombría, terminando con su vida.
Azrael: —Bueno, ¿ahora quién sigue?
La Quinta Caballera, aterrorizada, alzó vuelo hacia el cielo, creando un portal para huir al Reino de la Luz.
Azrael: —No te lo permitiré… —dijo con una sonrisa malévola.
Sin embargo, el portal se cerró.
Azrael: —Ay… vaya… Jajajaja. Se me escapó. (Se pasó la lengua por los labios con un gesto cómico).
Caballera Adara: —I… inútil. Dejaste escapar a esa caballera.
Azrael: —Ya cállate. No estás en condiciones de hablar. Además, acabé con el Segundo Caballero. ¿Qué importa? Era poderoso, pero yo lo soy mucho, mucho más. No entiendo cómo el Primer Sol Creciente puede ser tan superior al resto de su rango…
Caballera Adara: —Ya… cállate un rato.
Caballera Erika: —¡Oye, Adara! ¿Estás bien?
Caballera Adara: —Sí… Solo necesito tiempo para recuperarme. Azrael, cúrame con tu hechizo.
Azrael: —Hmm… Déjame pensarlo… Ya sé. ¡No! Jajajajaja.