Azrael estaba debilitado tras el combate, pero lo que realmente lo quebraba era la atadura que lo aprisionaba. Este hechizo era capaz de sostener incluso los cimientos del dominio entero, un dominio que mantenía unidos los cuatro reinos infinitos. La atadura no solo robaba la magia del oponente, sino que lo atrapaba eternamente bajo la voluntad de quien la lanzara.
Azrael: ¡Maldito Sol Creciente, suéltame o te mataré!
Sol Creciente 1: ¿En serio? ¡Oh, qué adorable! Si ni siquiera puedes escapar de mi atadura, mucho menos podrás enfrentarte a mí. Soy un dios en todo mi esplendor, y tú no eres más que una sombra podrida. ¿De verdad crees que alguien como tú podría matarme algún día?
Azrael: Tsk… Qué molesto eres…
Sol Creciente 1: Pronto llegaremos al reino, un reino que no mereces pisar, sucia rata asquerosa y repugnante.
Azrael: ¿Puedes callarte ya, estúpido tipo brillante?
Cuando llegaron al reino, Sol Creciente no dudó ni un segundo en llevar a Azrael ante el rey.
Rey: ¿Así que este es el causante de tantos problemas?
Azrael: No me asusta un dios como t—
Antes de que pudiera terminar la frase, Azrael sintió una presión descomunal en el pecho, una fuerza que provenía directamente del rey.
Rey: Si no has podido derrotar ni siquiera al Sol Creciente, el caballero más poderoso de este reino después de mí, ¿crees que puedes hablarme así? El Sol Creciente es la luz en medio de la noche.
"Cuando el primer Sol Creciente deja de otorgar su luz a la realidad, todo aquello que no toque su luz se consume en una noche infinita teñida de sangre: La Noche de Sangre."
Azrael: ¿Con que este es tu poder? Tsk… Qué molestia. Pero te falta algo importante: omnisciencia, ¿verdad? ¿Escondías tu poder porque sabías que yo sí tengo omnisciencia?
Rey: ¿Con qué derecho me acusas de no tener omnisciencia? ¿Te atreves a burlarte de mí, sabandija?
Azrael intentó desatar su poder, pero la atadura de luz no le permitía liberar ni una gota de magia.
Sol Creciente 1: ¿Acaso intentas liberarte? Jajajaja… Qué ingenuo.
El caballero se acercó a Azrael para burlarse aún más de él, pero Azrael le escupió con desprecio.
Azrael: ¿Crees que tus palabras me desaniman, pequeño sol de mierda? Te mataré a ti y a tu rey. Puedo ver infinitas posibilidades.
Rey: Y en ninguna de ellas sales victorioso, ¿verdad?
Azrael guardó silencio, no por rendición, sino porque tenía un plan. Entre las infinitas posibilidades que podía prever, solo existían dos formas de escapar.
El Sol Creciente lo llevó a su celda y lo empujó con fuerza.
Azrael: ¡Maldito caballero! ¿Podrías ser más cuidadoso, asqueroso sol brillante?
Mientras tanto, Nevaeh estaba repartiendo pasteles a los caballeros del castillo cuando escuchó un grito que resonó por los pasillos:
Voz lejana: ¡Malditos caballeros de la luz!
Nevaeh: Qué extraño… Esa voz me resulta familiar. Iré a ver. Espera aquí, por favor, María.
María: Claro, Nevaeh. Ten cuidado.
Cuando Nevaeh llegó a las celdas, vio a Azrael atrapado por la atadura infinita.
Azrael: ¿Nevaeh? ¿Eres tú?
Nevaeh: ¡Maldita sea! ¡Te han capturado! Y no solo eso, ¡fue el primer Sol Creciente! Ese estúpido… ¿Cómo se atrevió a tocarte? Desharé este hechizo, aunque no prometo nada. No estoy acostumbrada a luchar ni a hacer estas cosas, pero pertenezco a este reino y tengo sangre divina en mis venas.
Cualquier ser de la luz podía deshacer un hechizo de luz. Nevaeh anuló la atadura desde fuera de la celda y la reemplazó con un hechizo decorativo que imitaba el original.
Nevaeh: Recupera tu poder mientras tanto, ¿vale?
Azrael: ¡No hay tiempo para eso! Él tiene omnisciencia. Sabrá lo que hiciste. ¡Sácame de aquí rápido!
Al escuchar la urgencia de Azrael, Nevaeh rompió la celda, que también estaba hecha de luz, y juntos escaparon al bosque cercano.
En el bosque, las flores de luz creaban un ambiente mágico, un lugar perfecto para detenerse un momento.
Azrael: B-Bueno, Nevaeh… ¿Y ahora qué?
Nevaeh: Relájate. Aunque tengamos que huir, este lugar es encantador, ¿no crees?
Azrael se sonrojó al ver los ojos de Nevaeh. Sacudió la cabeza, intentando recuperar su frialdad habitual, pero sentía que algo en su interior estaba cambiando.
Azrael: ¿Y qué tal si seguimos antes de que venga el gran y poderoso Sol Creciente? (dijo con una risa nerviosa).
Nevaeh: Oh, venga. No seas tan tímido. Tus ojos te delatan.
Azrael: Ay… Qué mujer tan vulgar.
Mientras tanto, el Primer Sol Creciente ya sabía sobre la escapada de Azrael y Nevaeh. Aunque estaba indignado, no hizo nada para detenerlos. En su corazón albergaba un amor secreto por Nevaeh, pero el miedo a que ella lo odiara lo paralizó.
Azrael: No percibo ninguna amenaza… Qué raro.
Nevaeh: ¿Eso no es algo bueno? (dijo mientras se acercaba más a Azrael).
Azrael: S-Sí… Aunque debo admitir que me reconforta pasar tiempo contigo, dudo mucho que esto pueda seguir así.
Nevaeh: ¿Y por qué no te conviertes en un Sol Creciente?
Azrael: Porque tengo personas que proteger. Aunque tu querido caballero mató a 72 millones de soldados y 5 millones de habitantes en un instante, no pude hacer nada. Sabía de su llegada, pero aun así…
Nevaeh: ¿Con todo tu poder y velocidad no pudiste intervenir?
Azrael: Bueno… Él también es muy poderoso. No es tan fácil como crees. Si tan solo hubiera podido… (dijo con voz triste).
Nevaeh: Shh… Estoy aquí contigo, ¿vale? No estés triste. (dijo mientras lo abrazaba con ternura).
Azrael: Gracias, Nevaeh.