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Chapter 4 - El sabio y Azrael

Cuando el sabio partió del reino humano, se dirigió directamente al reino de Sombrafel, pero no entró; se quedó en las afueras. Desde allí, observó un ejército aniquilado compuesto por hombres, magos y brujos. Al ver esta devastación, sintió temor. A lo lejos, distinguió a Azrael. A pesar del miedo que lo consumía, el sabio se dirigió hacia Sombrafel, pues debía trasladar su taberna al dominio de los humanos. Azrael lo vio desde la distancia y se acercó.

Azrael: —Sé quién eres y dónde has estado. ¿Qué te hace pensar que saldrás ileso de aquí? —dijo con voz amenazante—. Sé todo lo que piensas, incluso puedo sentir el miedo que te rodea. Eres débil y un sabio desastroso que solo causa problemas en otros reinos. Viejo y estúpido.

Sabio: —Pero, Azrael... (respondió con nerviosismo). Yo solo vine para ver al grandioso rey de Sombrafel y ofrecerle unas cervezas de mi taberna...

Azrael: —¿En serio piensas que no puedo leer tu mente? —Azrael lo interrumpió con desprecio.

El sabio tenía un hermano, un joven guerrero que solo vivía para sobrevivir. Incapaz de disfrutar la vida, luchaba por su reino a cambio de unas pocas monedas de oro y plata, insuficientes para satisfacer a su madre. El sabio sabía por qué caminos pasaba su hermano, pero jamás lo ayudó.

Azrael: —Toma, viejo sabio... —Azrael arrojó la cabeza del hermano del sabio al suelo.

El sabio comenzó a perder la cordura y se lamentó con amargura.

Azrael: Te perdonaré, miserable viejo, pero no pienses que puedes escapar de mí. Te observaré allá donde vayas, y si haces algo que me moleste, te mataré, tal como hice con tu hermano. ¡Ja, ja, ja!

Azrael estalló en carcajadas mientras el sabio se lamentaba profundamente por la pérdida de su querido hermano.

Azrael: Por cierto, viejo sabio, sé dónde está la espada Drakon. Pero es imposible llegar a ella. Los cuatro dioses unieron sus fuerzas para sellarla junto a los dioses arcanos, y ni siquiera yo puedo acceder. No te molestes en buscarla; solo encontrarás la muerte.

Azrael lo decía sabiendo que el sabio ansiaba la espada no solo por su poder, sino por el deseo de venganza por su hermano.

Sabio: Bien... entiendo que posees omnisciencia. Déjame en paz —pidió el sabio, agotado.

Azrael: —¿Solo omnisciencia? Muchos dicen que soy omnipotente. Y, aunque no tengo omnipresencia, puedo aparecer en un instante donde desee gracias a mi magia.