El sol se alzaba lentamente en el horizonte, iluminando las aguas agitadas por una flota colosal que navegaba con determinación y furia. Más de 600 barcos avanzaban en formación, sus velas desplegadas mostrando diversos emblemas que representaban a las tripulaciones que los gobernaban. Era una alianza forjada en el odio y el deseo de venganza, un objetivo común: destruir al hombre conocido ahora como Infernus.
En el centro de la flota, destacaba un majestuoso navío de proporciones descomunales. Sus velas negras llevaban un emblema dorado: una espada cruzada con una lanza, rodeada por laureles de guerra. Este era el **"Ares' Wrath"** (La Ira de Ares), el barco insignia del rey Orión, un semidiós hijo de Ares, dios de la guerra y la violencia. El navío no era solo una obra de ingeniería naval; era un monumento a la brutalidad y el poder militar. Su casco estaba reforzado con acero negro y decorado con relieves de escenas de batalla, mientras que su proa llevaba una gigantesca figura tallada de un casco espartano con ojos rojos que parecían arder con fuego divino.
En la cubierta del "Ares' Wrath", el rey Orión se alzaba imponente, su mera presencia irradiando poder y peligro. Con más de dos metros de altura, su físico era la encarnación de la guerra misma: músculos cincelados, cicatrices que contaban historias de innumerables batallas, y una postura que intimidaba hasta al más valiente. Su piel tenía un tono bronceado, y sus ojos eran de un rojo intenso, un recordatorio de su linaje divino. Llevaba una armadura negra adornada con detalles dorados que parecían brillar con un aura violenta. Su capa, roja como la sangre recién derramada, ondeaba detrás de él, y en su cinturón descansaba su arma: una espada masiva de doble filo llamada **"Gladius Furor"**, forjada con el hierro de las puertas del Inframundo y bendecida por el mismo Ares.
Orión estaba furioso. No era una furia común, sino una que parecía nacer directamente de su sangre divina. Había sido informado del ataque al reino de Auron, un aliado suyo, y de la devastación que un solo hombre había causado. Ese hombre había tomado un barco insignia que pertenecía al rey Orión y lo había convertido en un símbolo de terror. La idea de que alguien, un simple mortal, se atreviera a burlarse de él de esa manera era una ofensa que no podía tolerar.
—¡Ese miserable se ha atrevido a deshonrarme! —rugió Orión, su voz resonando por toda la cubierta. Su puño golpeó la baranda del barco, dejando una grieta en el metal reforzado—. ¡Quemó un reino aliado, masacró a sus habitantes y robó lo que era mío por derecho! ¡Juro por mi sangre y por el nombre de mi padre que Infernus pagará con su vida!
Los soldados a bordo del "Ares' Wrath" respondieron con un grito de guerra, inspirados por la determinación de su rey. Sabían que la ira de Orión no era algo que se pudiera apaciguar fácilmente, y que luchar bajo su mando significaba una batalla sin cuartel.
### **El Capitán Pirata: El Eco de la Venganza**
A unos pocos barcos de distancia, en un navío con velas negras y una calavera roja como emblema, se encontraba el antiguo capitán pirata que había perdido su barco a manos de Infernus. Este hombre, conocido como **Rogar el Despiadado**, era un veterano de los mares, con una barba grisácea y un parche en el ojo izquierdo. Su rostro estaba marcado por arrugas profundas y cicatrices, prueba de su vida llena de violencia y traiciones. Su barco, llamado **"The Crimson Vulture"** (El Buitre Carmesí), era más pequeño que el "Ares' Wrath", pero no menos intimidante. Estaba equipado con una serie de cañones modificados para disparar municiones explosivas, y su casco llevaba clavos de hierro afilados diseñados para embestir a otros navíos.
Rogar había estado siguiendo el rastro de destrucción que Infernus había dejado a su paso. Cada puerto arrasado, cada isla desolada, era un recordatorio de su humillación. Pero ahora tenía una oportunidad de redimirse, y estaba dispuesto a usar todos los recursos a su disposición para lograrlo.
—Ese bastardo no solo me robó mi barco, sino que también asesinó a mis hombres —murmuró Rogar, mirando hacia el horizonte con una expresión endurecida—. Pero esta vez no estará solo contra nosotros. Esta vez lo haremos pedazos.
La flota había hecho una breve parada en lo que quedaba del reino de Auron. Lo que antes había sido un próspero centro de comercio y cultura, ahora era una ruina humeante. Las casas estaban reducidas a cenizas, los campos quemados y el puerto destrozado. El hedor a muerte y destrucción impregnaba el aire.
Orión caminó entre los escombros, sus botas aplastando los restos de madera y piedra. Su mirada era fría, pero su furia era evidente. Cada cadáver que encontraba, cada símbolo de devastación, alimentaba su odio hacia Infernus.
—Esto... —dijo, apretando los dientes mientras levantaba una bandera chamuscada del reino de Auron—. Esto es lo que pasa cuando un hombre cree que puede desafiarme. Pero su error será su perdición nadie que me desafía y roba sale ileso.
Rogar se acercó, observando el paisaje desolado con una mezcla de miedo y respeto hacia el hombre que había causado semejante destrucción.
—Infernus no es un enemigo común —dijo, su voz cautelosa—. No solo es fuerte, sino que también es astuto. Todo esto lo hizo con un solo barco. Si vamos a enfrentarlo, debemos estar preparados para lo inesperado.
Orión se giró hacia él, sus ojos rojos brillando con intensidad.
—Tengo a 500 barcos bajo mi mando, y tú tienes otros 100. ¿Crees que un solo hombre, por muy astuto que sea, puede enfrentarse a nosotros?
Rogar guardó silencio por un momento antes de responder.
—No subestimo a un hombre que ha sobrevivido tanto como él.
Orión asintió lentamente, su furia no disminuyendo, pero reconociendo la advertencia de su aliado.
Con el reino de Auron detrás de ellos, la flota continuó su marcha. Los barcos de Orión estaban diseñados para la guerra. Cada uno de los 500 navíos estaba equipado con múltiples filas de cañones, sus cascos reforzados con metal y sus tripulaciones entrenadas para el combate tanto en el mar como en tierra. Las velas rojas ondeaban al viento, y cada uno de los barcos llevaba un emblema del casco espartano que representaba al rey Orión.
Los barcos de Rogar, aunque menos numerosos, eran igualmente formidables. Diseñados para la velocidad y el ataque rápido, estaban cargados con cañones que disparaban municiones incendiarias, y sus tripulantes eran piratas experimentados que no conocían el miedo.
A medida que avanzaban, el ruido de los tambores de guerra y las órdenes de los capitanes llenaban el aire. Orión, de pie en la proa de su barco, miraba hacia el horizonte con una expresión decidida.
—Infernus... —murmuró, su voz apenas audible sobre el viento—. Prepárate, porque la guerra viene por ti.
Y así, la flota más grande jamás reunida comenzó su cacería, uniendo la furia de un rey semidiós y el rencor de un pirata, con un único objetivo: acabar con el hombre que había desafiado todo y a todos.