Chereads / oscuridad y dioses: el heredero del trono infernal / Chapter 19 - ### **Capítulo 18: Un Desafío Mortal**

Chapter 19 - ### **Capítulo 18: Un Desafío Mortal**

El cielo estaba teñido de gris oscuro, los relámpagos cruzaban el firmamento mientras la gigantesca serpiente marina rugía con furia, levantando olas que amenazaban con volcar el barco. Frank, de pie sobre la cubierta, sostenía con firmeza su hoz en una mano, mientras la otra canalizaba energía eléctrica. La magia del rayo, adquirida gracias al grimorio que había encontrado tiempo atrás, se manifestaba de manera única en él: relámpagos negros como el azabache danzaban a su alrededor, cargados de una energía que parecía absorber la luz en lugar de emitirla. 

—¡No me importa lo grande que seas, monstruo! —gritó Frank, alzando su mano al cielo—. ¡Serás el sacrificio perfecto para mi querida Atenea! 

La tripulación observaba desde la distancia, sin atreverse a intervenir. Algunos estaban boquiabiertos ante el poder de su capitán, mientras otros murmuraban con temor al ver la ferocidad de la serpiente marina. 

—¿Está loco? —susurró Jonas, sudando profusamente. 

—¡Es Frank! Claro que está loco, pero por eso es nuestro capitán —respondió otro, tratando de convencerse a sí mismo. 

La serpiente rugió de nuevo, abriendo sus enormes fauces para lanzar un aliento helado directo al barco. Frank reaccionó rápidamente, formando un escudo de rayos negros que absorbió parte del impacto. Sin embargo, el frío era tan intenso que logró congelar partes del campo de fuerza, haciéndolo tambalear. 

—¡Bien, bien! —exclamó Frank, sonriendo a pesar de la presión—. ¡Esto es lo que me gusta! ¡Un verdadero desafío! 

Sin perder tiempo, canalizó aún más energía en sus manos, formando una gigantesca esfera de rayos negros. La electricidad chisporroteaba a su alrededor, emitiendo un zumbido ensordecedor. 

—¡Toma esto! ¡Esfera de Rayo Negro! —gritó, lanzando la esfera directamente al cuerpo de la criatura. 

El impacto fue devastador. La esfera explotó contra la serpiente marina, arrancándole escamas y dejando una herida profunda en su costado. La criatura rugió de dolor, pero su furia solo se incrementó. Con una velocidad sorprendente para su tamaño, se lanzó hacia Frank con las fauces abiertas, intentando devorarlo de un solo golpe. 

Frank apenas tuvo tiempo para reaccionar, lanzándose hacia un lado en el último momento. Las fauces de la serpiente se cerraron con un chasquido aterrador, a escasos centímetros de donde él había estado. 

—¡Por poco y me convierto en el almuerzo! —bromeó, aunque su respiración estaba agitada. 

Aprovechando un momento de distracción de la bestia, Frank concentró su magia oscura en sus manos, formando gruesas cadenas negras que lanzó hacia la criatura. Las cadenas se enrollaron alrededor de sus mandíbulas, cerrándolas con fuerza. La serpiente, ahora incapacitada para morder, se agitó violentamente, tratando de liberarse. 

—¡Quédate quieta, grandulona! —gritó Frank, mientras se aferraba a las cadenas con todas sus fuerzas. 

Sin embargo, su confianza resultó ser su perdición. En medio de su esfuerzo por mantener a la criatura bajo control, no se dio cuenta de que la cola de la serpiente se movía rápidamente hacia él. Fue un golpe limpio y brutal. La cola de la bestia lo impactó de lleno, enviándolo volando como un muñeco de trapo. 

Frank atravesó el aire a una velocidad aterradora, chocando violentamente contra una isla cercana. El impacto creó un enorme cráter en el suelo, levantando una nube de polvo y escombros. Al levantarse con dificultad, escupió sangre, sintiendo el dolor punzante en su pecho. 

—Genial... creo que me rompí un brazo y un par de costillas... —murmuró con sarcasmo, sosteniéndose el costado. 

Desde la distancia, la serpiente marina lo observaba, con los ojos brillando de rabia. Frank, a pesar de su condición, no estaba dispuesto a rendirse. Se puso de pie lentamente, con una sonrisa desafiante en su rostro. 

—¿Eso es todo lo que tienes? —gritó, levantando su hoz con su brazo sano—. ¡Vamos, inútil! ¡Voy a arrancarte cada escama si es necesario! 

La bestia, enfurecida, lanzó un rugido que hizo temblar la isla entera. Sin dudarlo, se lanzó hacia Frank, quien esquivó sus ataques con dificultad. Cada movimiento le costaba un esfuerzo inmenso; el dolor en su cuerpo era casi insoportable. 

—Tengo que pensar en algo rápido... —murmuró para sí mismo, mientras calculaba sus próximos movimientos. 

En un momento de descuido de la serpiente, Frank aprovechó para escalar su cuerpo, utilizando las heridas que había causado antes como puntos de apoyo. Llegó hasta su cabeza, donde la criatura no podía alcanzarlo fácilmente. 

—Esto es por el golpe de antes, maldita sea —dijo, levantando su hoz. 

Con un movimiento rápido y preciso, clavó la hoja de la hoz en el ojo izquierdo de la criatura. La serpiente lanzó un grito desgarrador, sacudiéndose violentamente. Frank casi perdió el equilibrio, pero logró mantenerse aferrado. 

—¡Eso te enseñará a subestimarme! —exclamó, aunque su voz estaba cargada de agotamiento. 

La bestia, ahora parcialmente cegada, estaba más furiosa que nunca. Lanzó su cola hacia Frank, quien apenas logró esquivarla, aunque el movimiento brusco hizo que el dolor en su costado se intensificara. 

—Maldita sea... esto está empezando a doler de verdad —murmuró, apretando los dientes. 

Decidido a terminar el combate lo antes posible, Frank canalizó toda su fuerza en un solo golpe. Concentró su energía mágica en su puño, envolviéndolo en rayos negros. 

—¡Vamos, grandulona! ¡Esto es por Atenea! 

Saltó desde la cabeza de la serpiente, cayendo como un meteoro hacia su mandíbula inferior. El impacto fue tan fuerte que logró arrancarle un colmillo, que cayó al suelo con un estruendo. 

La serpiente retrocedió, herida y furiosa, pero aún lejos de estar derrotada. Frank, respirando con dificultad, levantó su hoz nuevamente, dispuesto a continuar el combate. 

—Esto apenas comienza... —dijo, sonriendo a pesar del dolor. 

Desde el Olimpo, Atenea observaba la batalla con atención. Aunque no lo admitiría, estaba impresionada por la determinación de Frank. 

—Ese chico es increíblemente obstinado... —murmuró, cruzándose de brazos. 

Zeus, por otro lado, estaba disfrutando del espectáculo. Con una copa de vino en la mano, soltó una carcajada. 

—¡Este chico es un verdadero espectáculo! —exclamó, mirando a Atenea con picardía—. ¿Seguro que no te gusta un poco? 

Atenea le lanzó una mirada fulminante, pero no dijo nada. 

La batalla continuaba, y Frank sabía que aún quedaba mucho por hacer antes de poder reclamar la victoria. Pero una cosa era segura: no iba a rendirse. No mientras Atenea lo estuviera observando.