El enfrentamiento entre Frank y Apolo continuaba en el aire, con ambos guerreros intercambiando golpes que sacudían el ambiente. El aura luminosa de Apolo y la oscura presencia de Frank chocaban constantemente, generando ondas de energía que hacían vibrar hasta las nubes cercanas. Sin embargo, lo que Frank no esperaba era que su propia arma, una lanza que había convocado por instinto, comenzara a cambiar frente a sus ojos.
La lanza se retorció y expandió, su forma alargada transformándose en algo completamente distinto. El metal se alargó, y la punta se curvó hasta convertirse en una enorme guadaña negra con un aura oscura tan intensa que incluso Frank se quedó inmóvil por un momento.
—Bueno... esto es nuevo —murmuró Frank, mirando la guadaña con cierta mezcla de asombro y escepticismo.
Apolo, desde su posición, frunció el ceño al ver el arma.
—¿Es todo lo que tienes? Una herramienta de cosecha glorificada. ¿Acaso piensas cosechar el trigo que crece bajo mi sol?
Frank giró la guadaña con facilidad, probando su peso y equilibrio, y luego levantó la mirada hacia Apolo, sonriendo con burla.
—No te preocupes, Apolo. No tengo planes de cosechar trigo... solo egos inflados.
Sin darle tiempo a responder, Frank se lanzó al ataque, balanceando la guadaña con una velocidad sorprendente. Apolo bloqueó el golpe con un escudo de luz, pero el impacto lo empujó hacia atrás unos metros.
—¡¿Cómo es posible que un ser tan despreciable tenga un arma con ese poder?! —gritó Apolo, furioso.
—No lo sé, genio. Tal vez porque no me paso el día admirándome en un espejo como tú —respondió Frank, esquivando otra ráfaga de flechas luminosas.
Apolo apretó los dientes y lanzó una serie de flechas en rápida sucesión, cada una moviéndose tan rápido que parecían rayos de luz. Frank comenzó a moverse de un lado a otro, girando su guadaña para desviar las flechas que podía y esquivando las que no. A pesar de sus esfuerzos, algunas flechas lograron rozarlo, dejando pequeños cortes en sus brazos y piernas.
Frank chasqueó la lengua al sentir el ardor de las heridas.
—Muy bien, Robin Hood. Veo que finalmente estás empezando a apuntar mejor.
Apolo se detuvo un momento, su rostro reflejando confusión.
—¿Robin Hood? ¿Quién es ese?
Frank se detuvo por un instante, inclinando la cabeza con una sonrisa burlona.
—Oh, nadie importante. Solo un personaje de una historia que será escrita en el futuro. Es como tú, pero menos ególatra y con mejores habilidades.
El rostro de Apolo se tornó rojo de ira.
—¡¿Cómo te atreves a hablarme de algo que ni siquiera entiendo?! ¡Nadie puede ver el futuro mejor que yo, el dios del sol!
Frank rió, disfrutando del efecto que sus palabras tenían en Apolo.
—Eso explica por qué no viste venir este golpe.
Con un movimiento rápido, Frank giró su guadaña y la lanzó hacia Apolo. Aunque el dios logró esquivarla a tiempo, la hoja de la guadaña pasó tan cerca que arrancó un mechón de su cabello dorado. Apolo retrocedió, llevando una mano a su cabeza con indignación.
—¡Mi cabello! ¡Es perfecto! ¡¿Cómo te atreves a dañar mi perfección?!
Frank aterrizó sobre una de las velas del barco, sujetando la guadaña que había regresado a su mano como si tuviera vida propia.
—¿En serio? Estamos en medio de una pelea a muerte y estás preocupado por tu cabello. No me sorprende que los dioses tengan tantos problemas de relaciones públicas.
Apolo rugió de furia y disparó una flecha de luz tan grande como una columna. Frank apenas tuvo tiempo de moverse, pero la explosión resultante lo empujó hacia atrás, rompiendo la vela sobre la que estaba parado y enviándolo de regreso al cielo.
Jonas, desde la cubierta del barco, observaba con preocupación.
—¡Capitán, ¿estás bien?!
La voz de Frank llegó desde el aire, con su típico tono sarcástico.
—Estoy perfectamente, Jonas. Solo estoy evaluando si este tipo realmente merece llamarse dios.
Apolo no le dio tiempo para más comentarios, lanzándose hacia él con su arco en mano. Ambos chocaron nuevamente, con la guadaña de Frank cortando el aire y el arco de Apolo generando barreras de luz para detenerla. Cada golpe resonaba como un trueno, y las ondas de choque agitaban el mar bajo ellos.
Apolo logró conectar un puñetazo directo en el rostro de Frank, enviándolo hacia atrás. Sin embargo, Frank se recuperó rápidamente, girando en el aire y aterrizando con una sonrisa torcida.
—Bonito golpe. ¿Te enseñó tu mamá, o lo aprendiste viendo telenovelas?
El comentario solo enfureció más a Apolo, quien cargó una nueva flecha con energía tan brillante que parecía contener la fuerza de una estrella.
—¡Esto terminará ahora! —gritó, disparando la flecha directamente hacia Frank.
Frank vio el ataque venir y, en lugar de esquivarlo, levantó su guadaña y canalizó su energía oscura en ella. La hoja de la guadaña comenzó a brillar con un aura negra que absorbió parte de la luz de la flecha. Con un movimiento rápido, Frank desvió el ataque hacia el cielo, donde explotó en un destello cegador.
—Vaya, vaya. —Frank bajó su guadaña, mirando a Apolo con burla.
—Tal vez deberías considerar cambiar de arma. Ese arco parece más un adorno que algo funcional.
Apolo apretó los puños, sus ojos brillando con ira pura.
—¡Eres un insulto para los dioses! ¡Voy a destruirte y borrar cualquier rastro de tu existencia!
Frank inclinó la cabeza, fingiendo estar pensativo.
—¿Sabes? Tal vez deberías relajarte un poco. No es bueno para tu piel divina andar tan estresado.
Con un grito de rabia, Apolo cargó hacia Frank nuevamente, pero esta vez, Frank estaba listo. Extendió una mano libre y generó un escudo oscuro que bloqueó el ataque de Apolo, mientras con su guadaña lanzaba un corte que dejó una marca profunda en la armadura dorada del dios.
Apolo retrocedió, jadeando mientras miraba la grieta en su armadura.
—Esto... es imposible. ¡Nadie debería poder dañarme!
Frank giró su guadaña sobre su cabeza antes de apuntarla hacia Apolo.
—Tal vez el problema no soy yo. Tal vez tú simplemente no eres tan bueno como crees.
Ambos se miraron fijamente, sus auras chocando nuevamente en el aire. Aunque Frank estaba cubierto de pequeños cortes y Apolo tenía un ojo morado y su armadura dañada, ninguno estaba dispuesto a retroceder. El combate apenas comenzaba, y ambos sabían que esto no era solo una pelea de fuerza, sino también de voluntad.
Frank respiró hondo, levantando su guadaña mientras una sonrisa sarcástica se dibujaba en su rostro.
—Muy bien, Apolo. Hagamos esto más interesante. ¿Qué tal si apostamos? Si gano, admites que tienes el peor ego de todos los dioses.
Apolo, furioso pero intrigado, respondió.
—¿Y si yo gano?
Frank se encogió de hombros.
—No te preocupes. Eso no va a pasar.
La tensión entre ellos era palpable, y el cielo parecía oscurecerse ligeramente, como si la propia naturaleza estuviera reaccionando a la batalla entre la luz y la oscuridad. El próximo movimiento decidiría el curso de este enfrentamiento épico.
Mientras Frank y Apolo continuaban intercambiando ataques que sacudían el cielo y el mar, en el Olimpo, Zeus descansaba en su majestuoso trono dorado. La gran sala de los dioses, usualmente repleta de actividad, estaba vacía ese día. Zeus, con su barba blanca perfectamente arreglada y un cáliz de néctar en la mano, se reclinaba cómodamente, disfrutando de una brisa celestial.
—Ah, qué día tan tranquilo... —murmuró, llevándose el cáliz a los labios. Sin embargo, en el instante en que el líquido tocó su lengua, la balanza del equilibrio del mundo, que siempre flotaba suspendida a un lado de la sala, comenzó a tambalearse violentamente.
Zeus abrió un ojo perezosamente, observando la balanza mientras una ceja se levantaba con desdén.
—¿Otra vez estos mortales y sus problemas? —suspiró, dejando el cáliz a un lado. Se levantó con desgano y caminó hacia la balanza, observando cómo oscilaba de un lado al otro, como si estuviera a punto de romperse.
Con un gesto, Zeus invocó un espejo mágico que mostraba lo que estaba ocurriendo en el mundo mortal. La imagen que apareció frente a él fue la de Frank y Apolo luchando con una intensidad que, honestamente, lo sorprendió. Frank, con su guadaña oscura, y Apolo, con su arco luminoso, parecían estar igualados. Sin embargo, cada choque de sus poderes estaba provocando ondas de energía que afectaban el equilibrio del mundo.
—Ah, Apolo... —Zeus chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza—. Siempre dejando que su ego lo meta en problemas.
Se giró hacia la balanza, que seguía oscilando. Aunque en un principio había decidido no intervenir, ahora las cosas parecían estar fuera de control. Suspirando profundamente, Zeus volvió a sentarse en su trono y apoyó la cabeza en una mano, pensativo.
—¿Qué haré contigo, Apolo? —murmuró. Luego, un destello de luz cruzó su rostro mientras una sonrisa se formaba en sus labios—. Bueno, no puedo dejar que este asunto arruine mi día, ¿verdad?
Zeus extendió una mano, y de inmediato un rayo de energía se disparó hacia el Olimpo, invocando una conexión directa con Apolo.
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**En el campo de batalla**
Apolo acababa de lanzar otra ráfaga de flechas hacia Frank, quien esquivó la mayoría con movimientos rápidos y gráciles. Sin embargo, una flecha logró rozar su mejilla, dejando un pequeño corte que Frank ignoró con una sonrisa sarcástica.
—Casi lo logras, Robin Hood. Ya estás mejorando. Si sigues así, tal vez en un par de siglos consigas darme un golpe decente.
—¡Cállate! —rugió Apolo, preparando otra flecha. Sin embargo, antes de que pudiera dispararla, una voz resonó en su mente.
—**¡Apolo!**
Apolo se detuvo de inmediato, como si alguien le hubiera tirado de las orejas. Sabía muy bien de quién era esa voz. Bajó el arco lentamente y frunció el ceño.
—¿Padre?
Frank, al notar el cambio en la actitud de Apolo, inclinó la cabeza con curiosidad.
—¿Qué pasa? ¿Recibiste una llamada del servicio al cliente divino?
Apolo lo ignoró por primera vez en toda la pelea, concentrándose en la voz de Zeus que resonaba en su mente.
—¿Qué demonios estás haciendo, hijo? —preguntó Zeus, con un tono de irritación mezclado con pereza—. ¿No puedes resolver tus problemas sin desequilibrar el mundo entero?
—¡Padre, este mortal insolente merece ser castigado! ¡Ha insultado mi honor como dios! —protestó Apolo, su voz cargada de rabia.
Zeus suspiró profundamente, como si estuviera tratando de explicar algo obvio a un niño pequeño.
—Apolo, hijo, sé que tu ego es más frágil que una copa de cristal, pero el mundo no puede soportar tus berrinches. Además, ¿no estás exagerando un poco? ¿De verdad necesitas demostrar tu "honor" luchando contra un mortal?
Apolo apretó los dientes, mirando a Frank, quien ahora estaba sentado en el mástil del barco, afilando su guadaña con calma.
—No es un simple mortal. Es un ser despreciable, una anomalía que no merece la luz del día.
Zeus observó a Frank a través del espejo mágico y arqueó una ceja.
—Hmm... parece un tipo interesante. Me gusta su estilo.
Apolo estaba a punto de responder cuando Frank, que había notado la pausa en la pelea, habló en voz alta:
—¿Qué pasa, Apolo? ¿Tu papá te está regañando por quedarte despierto hasta tarde?
Apolo giró hacia él, furioso.
—¡Cállate, mortal!
Zeus, que había escuchado el comentario, no pudo evitar reírse.
—Tiene sentido del humor, eso es seguro.
—Padre, por favor, no lo defiendas —gruñó Apolo.
Zeus dejó escapar otro suspiro, esta vez más largo.
—Mira, Apolo. Detén esta pelea ahora mismo. Si sigues así, voy a tener que intervenir, y honestamente, preferiría no hacerlo. Hoy tenía planeado relajarme con unas ninfas y un buen vino, no arreglar tus desastres.
Apolo dudó, pero su orgullo no le permitía ceder tan fácilmente. Zeus, notando esto, decidió presionarlo un poco más.
—Además, si pierdes esta pelea —continuó Zeus, con una sonrisa burlona en su tono—, no quiero escuchar tus quejas en el Olimpo sobre cómo "fue un golpe de suerte" o "no estaba en mi mejor momento".
Eso pareció hacer mella en Apolo. Finalmente, con un gruñido de frustración, bajó su arco y miró a Frank con desprecio.
—Esto no ha terminado, mortal.
Frank levantó una mano, saludándolo con desdén.
—Claro, claro. Puedes intentar otra vez cuando termines de llorarle a tu papá.
Apolo desapareció en un destello de luz, dejando a Frank solo en el campo de batalla. Frank suspiró y bajó del mástil, girando la guadaña antes de desvanecerla.
—Bueno, eso fue... entretenido.
Jonas, desde la cubierta, se acercó corriendo.
—¿Terminó todo?
Frank asintió, con una sonrisa sarcástica.
—Por ahora. Al parecer, el "gran dios del sol" tiene que ir a hacer su tarea.
Mientras Jonas suspiraba aliviado, en el Olimpo, Zeus volvió a reclinarse en su trono, aliviado de que la situación no se hubiera descontrolado más. Sin embargo, una sonrisa traviesa cruzó su rostro mientras pensaba en Frank.
—Ese mortal... tiene agallas. Me pregunto qué más podrá hacer, se parece a su padre Hades cuando joven. Pensó para su mismo.
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