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Chapter 13 - Capítulo 12: "El Rey Auron Von Tales y la Ira del Dios del Cultivo"

El barco terrestre avanzaba lentamente entre el caos y los restos de los soldados caídos, mientras Frank caminaba por la cubierta con las manos cruzadas detrás de su espalda. Observó los cuerpos esparcidos por el camino y suspiró profundamente. 

—Bueno, no quería llegar a esto, pero tampoco tengo todo el tiempo del mundo. 

Con un chasquido de sus dedos, un aura oscura comenzó a envolver los cadáveres. Los cuerpos se levantaron lentamente, ahora convertidos en zombis obedientes, sus ojos brillando con un resplandor púrpura tenue. 

—Perfecto. Ahora tengo mano de obra extra. 

Jonas, observando cómo los zombis comenzaban a marchar ordenadamente detrás del barco, se acercó a Frank con cierta inquietud. 

—Capitán, ¿no cree que esto es un poco… extremo? 

Frank giró la cabeza hacia Jonas y levantó una ceja. 

—¿Extremo? Jonas, ¿has visto este lugar? Está lleno de soldados que quieren matarnos. Si me disculpas, estoy optimizando recursos. 

Mientras tanto, Garrick, el futuro traidor, estaba siendo obligado a limpiar la cubierta del barco con un cepillo que parecía más viejo que el propio barco. 

—Esto es una maldita humillación… —murmuró, refunfuñando mientras raspaba una mancha que no salía. 

Frank pasó junto a él, mirándolo de reojo. 

—¿Dijiste algo, Garrick? 

El hombre apretó los dientes y fingió una sonrisa. 

—No, capitán. Solo decía que amo este trabajo… 

Frank sonrió de forma burlona y le dio una palmada en la espalda. 

—Así me gusta. Sigue trabajando duro, Garrick. Quién sabe, tal vez algún día te ascienda a limpiador jefe. 

Jonas no pudo evitar soltar una carcajada desde el otro lado de la cubierta. 

—¡Limpiador jefe! Ese es un título que debería enorgullecerte, Garrick. 

—¡Cállate, Jonas! —gritó Garrick, mientras seguía limpiando con más fuerza. 

Mientras tanto, Frank levantó una mano y comenzó a concentrarse. Un remolino de sombras apareció frente a él, y de él emergió una esfera brillante que contenía el ojo del cíclope que había enviado al Inframundo. 

—Esto debería ser útil —murmuró Frank mientras examinaba el ojo. 

Con un simple gesto, vinculó el ojo a la vista de los cuervos que había invocado anteriormente. Luego llamó a Jonas y se lo entregó. 

—Tú te encargarás de esto, Jonas. Quiero que me informes de todo lo que veas. 

Jonas asintió, aunque su entusiasmo no era tan evidente. 

—Entendido, capitán. Espero que estos cuervos sean menos aterradores de lo que parecen. 

Frank ignoró el comentario y se volvió hacia Nolex, el artillero principal del barco. 

—Nolex, tú te encargarás de los zombis artilleros. Asegúrate de que sepan apuntar y disparar. 

Nolex, aunque algo confundido por la nueva tarea, asintió. 

—Haré lo que pueda, capitán. Aunque no prometo que no se disparen entre ellos. 

Frank sonrió de manera tranquila. 

—Confío en ti, Nolex. Si alguno de ellos se dispara, bueno… siempre puedo levantar más. 

Mientras sus subordinados se ocupaban de sus tareas, Frank decidió invocar a Hécate, la diosa de la magia y las encrucijadas. Con un círculo mágico que brillaba intensamente, la figura de Hécate apareció en medio de la cubierta. Su presencia era imponente, con un aura que hacía que incluso los zombis retrocedieran ligeramente. 

—Frank, hijo de Hades. ¿A qué debo el honor de tu invocación? —preguntó Hécate con una sonrisa enigmática. 

Frank se inclinó levemente, aunque su actitud seguía siendo relajada. 

—Hécate, necesito un grimorio de encantamientos para mi próximo proyecto. Algo que me permita jugar con los hechizos a mi antojo. 

Hécate rió suavemente, colocando una mano en su barbilla. 

—Un grimorio de encantamientos, ¿eh? Sabes elegir bien tus deseos. Resulta que hay uno que me pertenece, pero está en posesión del rey de este reino. 

Frank frunció el ceño. 

—¿Y por qué tiene algo tuyo? 

El rostro de Hécate se oscureció ligeramente, su tono se volvió más serio. 

—Ese rey hizo un pacto conmigo hace años, pero no cumplió con su parte del acuerdo. Es un hombre arrogante que cree que puede desafiar a los dioses. 

Frank sonrió de lado, cruzando los brazos. 

—Déjame adivinar: quieres que destruya su castillo para recuperar lo que es tuyo. 

Hécate asintió, su sonrisa regresando. 

—Exactamente. Si lo haces, el grimorio será tuyo. 

Frank giró los ojos con exageración, pero asintió. 

—Bien, siempre quise probar lo que este barco puede hacer contra un castillo. 

Hécate rió suavemente y comenzó a desvanecerse en un remolino de sombras. 

—Buena suerte, joven capitán. Espero un buen espectáculo. 

Cuando Hécate desapareció, Frank se volvió hacia su tripulación, que lo observaba en silencio. 

—Muy bien, chicos, cambio de planes. Vamos a un castillo. 

Jonas levantó una mano con curiosidad. 

—¿Por qué vamos a un castillo, capitán? 

Frank sonrió de manera traviesa. 

—Porque quiero un grimorio y porque alguien necesita una lección sobre no romper pactos con los dioses. 

Los marineros intercambiaron miradas antes de soltar una risa nerviosa. Sabían que con Frank, las cosas siempre terminaban en caos, pero también sabían que no podían esperar un viaje aburrido. 

Mientras el barco rodaba hacia el castillo, Frank observó el horizonte con una mezcla de emoción y aburrimiento. 

—Espero que este rey tenga algo más que soldados débiles. Realmente necesito un desafío. 

Y así, con un ejército de zombis detrás de ellos y un castillo en el horizonte, el joven capitán y su tripulación se prepararon para sembrar aún más caos en el reino. 

Desde lo alto de su torre de mármol y cristal, el rey Auron Von Tales observaba con expresión altiva el horizonte de su vasto reino. La noticia de la caída del guardián del puente había llegado a sus oídos hacía apenas unas horas, traída por un soldado que se presentó con una mezcla de sudor y miedo en el rostro. 

—¿Qué me estás diciendo, soldado? ¿Que nuestro legendario guardián del puente fue derrotado por un niño? —preguntó el rey, su tono rebosante de incredulidad y desprecio. 

El soldado, temblando de pies a cabeza, trató de mantener la compostura. 

—Mi rey, no fue solo un niño... era un... un barco. Un barco con ruedas, repleto de zombis y una tripulación aterradora. 

Auron golpeó el brazo de su trono con fuerza, haciendo que los consejeros a su alrededor retrocedieran un paso. 

—¿Un barco? ¿Con ruedas? ¿Acaso estás borracho, hombre? 

—¡No, mi rey! ¡Lo vi con mis propios ojos! Ellos... ellos avanzan hacia aquí, y nada parece detenerlos. 

El rey bufó, levantándose de su trono con un movimiento dramático, su capa dorada ondeando detrás de él. 

—¡Ridículo! Si este "barco andante" es real, entonces mis legiones lo harán pedazos antes de que siquiera se acerque al castillo. 

Uno de sus consejeros, un hombre delgado con una barba rala y gafas, se atrevió a intervenir. 

—Majestad, si me permite... las fuerzas que han enviado hasta ahora no han logrado detenerlo. Tal vez deberíamos considerar una estrategia alternativa. 

Auron lo miró con desdén. 

—¿Estrategia alternativa? ¿Como cuál? ¿Invitar a este capitán insolente a tomar el té? ¡No! Mis soldados son los mejores del mundo, y ese barco insignificante no será más que leña cuando terminen con él! 

Mientras tanto, en las afueras del reino, la fortaleza andante avanzaba lentamente, aplastando todo a su paso. Los zombis artilleros disparaban proyectiles improvisados mientras los soldados del reino intentaban en vano detenerlos. 

Desde su trono móvil, Frank observaba la escena con calma, mordisqueando una manzana. 

—Jonas, ¿cómo vamos? 

Jonas, observando a través del ojo del cíclope, respondió con tono profesional: 

—Bueno, capitán, han perdido otras tres legiones en los últimos diez minutos. Parece que están enviando más tropas desde el castillo. 

Frank suspiró, lanzando el corazón de la manzana por la borda. 

—¿Y siguen enviando humanos normales? ¿No tienen nada más interesante? 

—Por ahora, no, capitán. 

Frank negó con la cabeza. 

—Qué decepción. Bueno, sigamos avanzando. 

En el castillo, la situación se volvía más tensa. Un mensajero llegó corriendo al salón del trono, jadeando mientras trataba de hablar. 

—Majestad... las tropas... están siendo aplastadas... 

El rey Auron apretó los dientes. 

—¡Esto es inaceptable! ¡No puedo permitir que este... este niño humille a mi reino! 

El consejero de gafas volvió a hablar, esta vez con más urgencia. 

—Majestad, tal vez deberíamos convocar al dios del cultivo. Él podría ayudarnos a frenar este avance. 

Auron se giró hacia él, su rostro lleno de orgullo y rabia. 

—¿El dios del cultivo? ¿Y rebajarme a pedir ayuda divina? Este es mi reino, y yo soy su soberano. No necesito la ayuda de ningún dios para manejar a un mocoso y su ridículo barco. 

Sin embargo, mientras hablaba, otro mensajero llegó corriendo, cubierto de sangre y polvo. 

—¡Mi rey! ¡El barco ha destruido las murallas exteriores! ¡Se acerca al castillo! 

El salón quedó en un silencio sepulcral. Auron respiró profundamente, tratando de controlar su ira, pero finalmente cedió. 

—Muy bien. Convocad al dios del cultivo. Si este niño quiere desafiarme, que enfrente la furia divina. 

El consejero de gafas asintió rápidamente y comenzó a organizar el ritual. Mientras los sacerdotes preparaban el altar en el centro del salón, Auron miraba con una mezcla de orgullo herido y desesperación. 

—Cuando este dios aparezca, ese niño y su barco no serán más que cenizas. 

El altar brillaba con una luz verde esmeralda mientras los sacerdotes cantaban en un idioma antiguo. Finalmente, una figura comenzó a materializarse. Era un hombre alto y musculoso, con una túnica hecha de hojas y ramas. Su piel parecía hecha de tierra, y en su cabeza llevaba una corona de espigas doradas. 

El dios del cultivo miró a Auron con desdén. 

—¿A qué debo esta interrupción, rey mortal? 

Auron se inclinó levemente, aunque su tono seguía siendo arrogante. 

—Gran dios del cultivo, mi reino está siendo atacado por un enemigo insolente. Necesito tu ayuda para destruirlo. 

El dios arqueó una ceja. 

—¿Un enemigo? ¿Qué clase de enemigo necesita la intervención de un dios? 

Auron apretó los dientes, claramente avergonzado. 

—Es un barco... con ruedas. 

Hubo un momento de silencio, seguido por una carcajada atronadora del dios. 

—¿Un barco con ruedas? ¿Es esto una broma? 

Auron se sonrojó de rabia, pero mantuvo la calma. 

—No es una broma. Este barco ha destruido nuestras tropas y está a punto de llegar al castillo. 

El dios suspiró, pasando una mano por su rostro. 

—Muy bien, mortal. Si mi intervención es necesaria, acabaré con este barco ridículo. 

Mientras el dios del cultivo comenzaba a prepararse para enfrentar a Frank, el joven capitán seguía avanzando, completamente ajeno a lo que se tramaba en el castillo. 

—Jonas, ¿algún cambio en el horizonte? 

Jonas miró a través del ojo del cíclope y frunció el ceño. 

—Parece que están preparando algo grande, capitán. Hay una extraña luz verde en el castillo. 

Frank sonrió de lado. 

—Finalmente, algo interesante. Veamos qué tienen preparado para nosotros. 

Y así, mientras el barco seguía su avance imparable, el rey Auron Von Tales y el dios del cultivo se preparaban para un enfrentamiento que definiría el destino del reino.