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Chapter 5 - capítulo 4** ajuste de cuentas!!**

Frank había encontrado un extraño placer en los días que siguieron a sus enfrentamientos con el gigante. Cada día, volvía al claro donde la mesa de comida siempre lo esperaba. Cada día, devoraba todo lo que podía. Y cada día, el gigante llegaba furioso, intentando una y otra vez acabar con él. Y, por supuesto, cada día Frank terminaba arrojándolo al río.

Sin embargo, algo comenzaba a inquietarlo. ¿Cómo demonios podía seguir vivo ese gigante después de tantos golpes, caídas y ahogamientos?

—Debe tener un contrato con algún dios —murmuró Frank mientras limpiaba una manzana con su túnica antes de darle un mordisco.

A pesar de lo absurdo de la situación, Frank no se quejaba. Su rivalidad con el gigante se había convertido en una especie de rutina, casi en un juego. Sin embargo, todo cambió un día cuando, durante una caminata por el bosque, Frank vio algo que lo dejó desconcertado.

A lo lejos, junto al río donde siempre lo arrojaba, Frank divisó al gigante sentado junto a una figura esbelta y luminosa. Era una ninfa, su piel brillaba como la luz del amanecer, y su cabello caía en cascadas doradas. Ella estaba cuidando al gigante, colocando hojas curativas sobre sus heridas mientras le hablaba con dulzura.

—¿Qué diablos...? —murmuró Frank, agachándose tras unos arbustos para observar.

La escena se veía extrañamente íntima. La ninfa acariciaba el rostro del gigante, y él la miraba con una mezcla de agradecimiento y afecto.

Frank sintió un nudo en el estómago.

—¿Están... están enamorados? —dijo en voz alta, incrédulo.

El sabueso infernal, que había aparecido silenciosamente a su lado, inclinó la cabeza.

—¿Te molesta?

—¡Por supuesto que sí! —exclamó Frank, apretando los puños. —¡Ese idiota tiene a alguien que lo cuide, mientras yo he estado sobreviviendo solo todo este tiempo! ¡Es injusto!

El sabueso suspiró.

—Tu nivel de madurez sigue siendo impresionante, como siempre.

Frank ignoró el comentario y siguió observando. Cada gesto entre la ninfa y el gigante parecía una burla directa hacia él.

Desde ese día, Frank intensificó sus ataques contra el gigante. Ya no se limitaba a defenderse o a esperar a que el gigante lo atacara primero. Ahora, buscaba al gigante deliberadamente para hacerlo sufrir.

—¡Ey, grandulón! —gritaba, apareciendo de la nada y lanzando piedras hacia su cabeza. —¡¿Tu novia te dio permiso para salir?!

El gigante gruñía furioso, pero antes de que pudiera responder, Frank ya estaba corriendo alrededor de él, atándolo con cuerdas, lanzándole redes o incluso empujándolo directamente al río.

—¡JAJAJA! —reía Frank mientras el gigante caía al agua. —¡Dale mis saludos a los peces, Romeo!

Cada encuentro terminaba igual. Sin embargo, a pesar de la diversión de Frank, el gigante siempre regresaba.

—¿Qué eres, inmortal o algo así? —preguntó Frank una vez, mientras veía al gigante arrastrarse fuera del río por enésima vez.

El gigante no respondió, pero sus ojos brillaban con una furia contenida.

Un día, mientras caminaba tranquilamente por la playa, Frank notó algo extraño. El aire se volvió pesado, y una sensación de peligro lo envolvió.

—Algo no está bien —murmuró, mirando a su alrededor.

Antes de que pudiera reaccionar, todo se oscureció.

Cuando Frank recuperó la conciencia, descubrió que estaba atado a una balsa de madera, flotando en el agua. Las cuerdas que lo sujetaban eran gruesas y estaban bien anudadas, inmovilizándolo por completo.

—¡¿Pero qué diablos es esto?! —gritó, intentando liberarse.

Giró la cabeza y vio a la orilla al gigante... acompañado por otros dos gigantes, que reían mientras observaban su situación.

—¡Vaya, parece que despertaste, enano! —dijo el gigante principal, sonriendo con satisfacción.

Frank lo fulminó con la mirada.

—¡¿Qué crees que estás haciendo, imbécil?! ¡Suéltame ahora mismo o te arrepentirás!

El gigante se cruzó de brazos, disfrutando de su victoria.

—No lo creo, mocoso. ¡Por fin me libraré de ti! Cada día vienes a robar mi comida, a golpearme y a lanzarme al río. ¿Tienes idea de cuánto tiempo he soportado tus tonterías?

Uno de los otros gigantes, un poco más bajo pero igual de corpulento, intervino:

—Es cierto. Todo el mundo habla de cómo este "pequeño demonio" está arruinando la reputación de nuestro amigo.

Frank levantó una ceja.

—¿Reputación? ¿Qué reputación? ¿De bufón del río?

El tercer gigante, que parecía el más joven, se echó a reír.

—¡Tiene sentido! ¡Siempre vuelve empapado como un pez!

El gigante principal se giró y le dio un golpe en la cabeza al más joven.

—¡Cállate, idiota! ¡Estamos en el mismo equipo!

Frank, mientras tanto, no podía contener su risa.

—¡Vaya! ¡Ni siquiera tus amigos te respetan, grandulón!

El gigante gruñó, pero decidió ignorarlo.

—Esto termina aquí, mocoso. Te hemos atado a esta balsa y te enviaremos mar adentro. Con suerte, te perderás en el océano y nunca más volveremos a verte.

Frank dejó de reírse y miró al gigante con incredulidad.

—¿Me estás diciendo que tu gran plan es... dejarme a la deriva?

El gigante asintió, orgulloso de su idea.

—Exacto.

Frank soltó una carcajada sarcástica.

—¡Wow! De todas las cosas que podrías haber hecho, elegiste la más estúpida. ¿Sabes que puedo nadar, verdad?

El gigante lo miró con una sonrisa maliciosa.

—Oh, lo sabemos. Pero estas cuerdas están encantadas. No podrás soltarte fácilmente.

Frank gruñó y comenzó a forcejear con las cuerdas.

—¡Eres un cobarde, grandulón! ¡No tienes las agallas para enfrentarte a mí de verdad!

El gigante lo miró con una mezcla de burla y alivio.

—Llámame lo que quieras, enano. Lo importante es que, a partir de ahora, no tendré que soportarte más.

Los otros dos gigantes comenzaron a empujar la balsa hacia aguas más profundas.

—¡Adiós, pequeño fastidio! ¡Espero que los tiburones te encuentren antes que nadie! —gritó el gigante más joven, riendo.

Frank, mientras la balsa se alejaba, les gritó furioso:

—¡Cuando regrese, porque voy a regresar, voy a hacer que te arrepientas de haber nacido, grandulón! ¡Y a tus amigos también! ¡¿Me oíste?! ¡ESTO NO HA TERMINADO!

Los gigantes simplemente rieron y se alejaron, dejando a Frank a la deriva en el océano.

Mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Frank dejó de forcejear y suspiró.

—Bueno... esto es nuevo —dijo, mirando el vasto océano a su alrededor.

Aunque estaba atado y perdido en medio del agua, una sonrisa comenzó a formarse en su rostro.

—Supongo que esto será interesante.

Con una mezcla de enojo y determinación, Frank comenzó a pensar en cómo salir de esa situación... y en cómo vengarse del gigante y su grupo.

 

Frank estaba furioso. Aún forcejeaba contra las cuerdas que lo mantenían atado a la balsa mientras ésta se deslizaba lentamente hacia el mar abierto. Su orgullo estaba herido, no solo por haber caído en una trampa tan simple, sino también por la humillación de haber sido arrojado al océano como si fuera un saco de basura. 

—¡Malditos gigantes! —gruñó, apretando los dientes mientras intentaba liberarse. —¡Cuando vuelva, van a desear no haber nacido! 

El sol se hundía en el horizonte, y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo. Frank, sudoroso y agotado, dejó de forcejear por un momento y miró hacia el agua. Su mente empezó a trabajar rápidamente, buscando una salida. Fue entonces cuando una idea se le ocurrió, una loca pero potencialmente efectiva. 

—Vale... desesperados los tiempos, desesperadas las medidas —murmuró, estirando el pie con dificultad hasta que tocó el agua salada del mar. 

Respiró hondo y gritó: 

—¡Oh, gran dios Poseidón, tío mío! ¡Escúchame, por favor! 

El agua a su alrededor permaneció tranquila, y por un momento Frank pensó que su idea había fracasado. Pero no se dio por vencido y añadió: 

—¡Si me liberas y me llevas de regreso a la playa, te juro que te daré como tributo cada vez que pueda una ninfa! 

El aire se volvió pesado, y el agua bajo la balsa comenzó a agitarse. **No pasó ni cinco segundos** cuando una voz profunda y resonante surgió del mar: 

—**¿De verdad? ¿Una ninfa? ¡DE UNA!** 

Antes de que Frank pudiera procesar lo que ocurría, las cuerdas que lo ataban se deshicieron como si nunca hubieran existido, y una ola gigantesca emergió del mar, levantando la balsa y llevándola rápidamente de regreso a la orilla. 

—¡Vaya! —exclamó Frank, cayendo de espaldas en la playa cuando la ola lo dejó con suavidad. 

Poseidón, el dios del mar, emergió del agua como un coloso. Su figura imponente, de piel azulada y cabello hecho de algas y espuma marina, lo observaba con una sonrisa traviesa. 

—**¿Entonces? ¿Dónde está mi tributo, sobrino?** 

Frank se levantó, sacudiéndose la arena, y miró al dios con una sonrisa confiada. 

—Dame un momento, tío. Sé exactamente a quién ofrecerte. 

Frank sabía a quién tenía en mente: la ninfa que siempre cuidaba al gigante después de sus enfrentamientos. **La misma que había sido una espina en su costado desde el día que la vio con su "rival".** 

—Esto va a ser demasiado fácil —se dijo a sí mismo mientras se internaba en el bosque, siguiendo el camino hacia el río donde solía encontrarse con el gigante y la ninfa. 

Como esperaba, no tardó mucho en encontrarla. Ella estaba recogiendo flores cerca del agua, con una gracia natural que parecía encandilar a todo lo que la rodeaba. 

Frank se acercó con su mejor sonrisa, tratando de parecer lo más inofensivo posible. 

—¡Oh, qué suerte encontrarme con alguien tan radiante en un lugar tan ordinario! 

La ninfa se giró, algo sorprendida por su presencia, pero su naturaleza amable la llevó a responder con cortesía. 

—¿Quién eres tú? No recuerdo haberte visto antes por aquí. 

—¡Ah, claro! Qué descortés de mi parte. Soy Frank, un humilde pintor. —Se inclinó exageradamente, como si estuviera en presencia de la realeza. 

La ninfa arqueó una ceja, intrigada. 

—¿Pintor? 

—Así es. —Frank asintió rápidamente. —Y debo decir que jamás en mi vida había visto una figura tan inspiradora como la tuya. ¡Sería un honor inmenso poder hacer un retrato de ti! 

La ninfa sonrió, claramente halagada. 

—¿Un retrato? Nunca nadie me ha pintado antes... 

Frank, sintiendo que su plan estaba funcionando, aprovechó la oportunidad. 

—¿En serio? ¡Eso es un crimen contra el arte! Por favor, déjame inmortalizar tu belleza en un lienzo. 

—Bueno... —La ninfa parecía dudar, pero finalmente asintió. —De acuerdo. ¿Qué necesitas que haga? 

Frank señaló hacia la playa. 

—Sólo tienes que acompañarme a la orilla del mar. La luz allí es perfecta para capturar tu esencia. 

La ninfa, emocionada, aceptó sin sospechar nada. 

 

Una vez en la playa, Frank colocó un pequeño lienzo improvisado (que en realidad era un pedazo de tela que encontró en la balsa) y le indicó a la ninfa que posara cerca del agua. 

—Perfecto, perfecto —dijo mientras se acomodaba, fingiendo trazar líneas invisibles con un palo. —¿Podrías acercarte un poco más al agua? 

La ninfa obedeció sin dudar. 

—¿Así está bien? 

Frank asintió con entusiasmo, reprimiendo una risa maliciosa. 

—Sí, sí, eso es perfecto. Ahora, sólo un paso más hacia adelante... 

Cuando la ninfa dio ese último paso, Frank levantó la mirada hacia el océano y gritó: 

—¡Ahora, tío! ¡Agárrala, que se te va! 

Antes de que la ninfa pudiera reaccionar, **una ola gigantesca surgió del agua**, envolviéndola por completo y arrastrándola hacia el mar. 

—¡¿Qué está pasando?! —gritó la ninfa, sorprendida mientras era llevada por la corriente. 

Poseidón apareció nuevamente, con una sonrisa satisfecha. 

—**Gracias, sobrino. Es exactamente lo que necesitaba.** 

La ninfa, ahora flotando junto al dios, lo miró con una mezcla de confusión e indignación. 

—¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? 

Frank, desde la orilla, se cruzó de brazos y sonrió ampliamente. 

—Nada personal, señorita, pero es el precio que hay que pagar por salvar a alguien tan increíble como yo. 

Poseidón soltó una carcajada. 

—**Me encanta tu estilo, sobrino. ¡Hasta la próxima!** 

Con un movimiento de su tridente, el dios del mar y la ninfa desaparecieron bajo el agua, dejando a Frank solo en la playa. 

Frank se dejó caer en la arena, mirando el cielo con una sonrisa de satisfacción. 

—Te lo dije, gigante de mierda... —murmuró, riendo para sí mismo. —Me las pagarías tarde o temprano. 

Aunque sabía que probablemente no había terminado con los problemas, en ese momento, Frank se sentía en la cima del mundo. Su ingenio lo había salvado una vez más, y había logrado devolverle el golpe al gigante de una manera que jamás olvidaría. 

Ahora, sólo quedaba una pregunta en su mente: **¿Qué haría el gigante cuando descubriera lo que había pasado?** 

Sea como sea, Frank estaba listo para enfrentarlo. **Porque si algo estaba claro, era que jamás dejaría que alguien se interpusiera en su camino... y menos un gigante.