Tras cinco años viviendo en soledad, Frank había aprendido a adaptarse a su nueva vida en el refugio que su padre, Hades, había preparado para él. El sabueso infernal lo había guiado hasta allí, un lugar oculto en las profundidades de una montaña, lleno de armas, provisiones y libros sobre combate y tácticas. Al principio, Frank estaba asustado, especialmente cuando el sabueso infernal le habló por primera vez.
—Este lugar fue creado por tu padre para que te entrenaras y estuvieras a salvo —le había dicho el sabueso con una voz grave y profunda.
Frank, con los ojos abiertos como platos, se tambaleó hacia atrás.
—¡¿QUÉ?! ¡¿TÚ HABLAS?!
—Sí. ¿Por qué estás tan sorprendido? Soy un sabueso infernal, no un simple perro.
—Pues... un aviso hubiera estado bien.
Desde entonces, Frank había vivido solo, entrenando constantemente en el arte de la lanza, el combate cuerpo a cuerpo y la supervivencia. Durante esos años, cazaba animales salvajes para comer, bebía agua de los arroyos cercanos y usaba cada segundo para volverse más fuerte. Aunque la soledad era difícil, Frank se mantuvo ocupado, soñando con el día en que demostraría a todos los que lo rechazaron que no era un monstruo, sino alguien digno de respeto.
Una mañana, mientras caminaba por el bosque en busca de algo para comer, un aroma delicioso llegó a su nariz. Era un olor que no había sentido en años: carne asada, pan recién horneado y frutas maduras. Siguiendo el olor, Frank llegó a un claro donde encontró una mesa gigante repleta de comida. Había carnes de todo tipo, panes dorados, jarras de vino y frutas jugosas.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la mesa y comenzó a devorar todo lo que podía alcanzar.
—¡Por fin algo que no sabe a conejo o ardilla! —dijo con la boca llena, mientras arrancaba un trozo de carne de un hueso.
Lo que Frank no había notado era que la mesa pertenecía a un gigante. Este, al volver al claro, se detuvo al ver a una pequeña figura devorando su comida como si no hubiera un mañana.
—¿Qué... qué está pasando aquí? —gruñó el gigante, su voz retumbando como un trueno.
Frank alzó la vista por un momento, vio al gigante y luego volvió a comer sin decir nada.
—¡Hey, pequeño gusano! ¿Qué haces comiendo mi comida? —rugió el gigante, dando un paso hacia él.
Frank masticó lentamente un trozo de carne, luego arrancó otro y se lo lanzó al gigante, golpeándolo en la cara.
—Relájate, grandulón. Aquí hay suficiente para los dos —dijo con una sonrisa burlona.
El gigante se quedó boquiabierto, sin poder creer la falta de respeto de aquel pequeño humano.
—¡¿Suficiente para los dos?! ¡Esta mesa es mía! ¡Cada migaja me pertenece!
Frank tomó un trozo de pan, lo mordió y luego volvió a lanzarle otro pedazo al gigante.
—Ahora también es mía. ¿Quieres compartir o prefieres llorar?
El gigante no pudo soportarlo más y, rugiendo de furia, levantó un enorme garrote que llevaba en su espalda.
—¡Te voy a aplastar como al insecto que eres! —bramó, balanceando el garrote hacia Frank.
Frank rodó hacia un lado para esquivar el golpe y, al levantarse, notó algo extraño. Por un breve instante, pudo ver lo que el gigante iba a hacer antes de que lo hiciera.
—¿Qué demonios fue eso? —murmuró, confundido pero emocionado.
El gigante volvió a atacar, pero Frank, gracias a su recién adquirida visión del futuro, esquivó cada movimiento con facilidad.
—¡Vas a tener que hacerlo mejor que eso, grandulón! —se burló, saltando sobre la mesa para tomar dos espadas cortas que encontró allí.
El gigante, furioso, intentó aplastarlo con su mano, pero Frank ató rápidamente una cuerda que tenía en su cinturón a las espadas, creando una improvisada lanza doble con cuerda.
—Bien, vamos a jugar un rato —dijo con una sonrisa, girando las espadas alrededor de su cabeza.
El gigante intentó aplastarlo nuevamente, pero Frank saltó hacia sus piernas. Usando la cuerda, lanzó las espadas hacia los tobillos del gigante, cortando profundamente los tendones de ambos talones.
El gigante soltó un grito desgarrador y cayó al suelo, causando un pequeño temblor.
—¡¿QUÉ ME HICISTE, MALDITO ENANO?! —gritó, tratando de levantarse sin éxito.
Frank se acercó tranquilamente a su cabeza, sosteniendo una de las espadas.
—Te corté los talones. Es lo que pasa cuando te metes con alguien más rápido que tú.
El gigante intentó golpearlo con su brazo, pero Frank saltó sobre él, corriendo por su brazo hasta llegar a su cabeza.
—Y ahora… vamos a terminar esto.
Con precisión, Frank cortó los ojos del gigante, cegándolo por completo. El monstruo rugió de dolor, agitando los brazos en todas direcciones.
—¿Sabes? Esto sería más fácil si simplemente te calmaras —dijo Frank, lanzando un pedazo de comida masticada a la cara del gigante. —Pero no, tenías que actuar como un drama king.
Finalmente, Frank saltó detrás de la cabeza del gigante y, con un corte limpio en la nuca, acabó con él.
El cuerpo sin vida del gigante comenzó a deslizarse por el borde del risco cercano. Frank, sin pensarlo demasiado, lo empujó al río que corría abajo.
—¡Y que el agua haga el resto! —dijo, sacudiéndose las manos como si hubiera terminado una tarea simple.
Se giró hacia la mesa, ahora completamente desordenada, y suspiró.
—Bueno, supongo que aún queda algo para el postre.
Mientras terminaba de comer, Frank reflexionó sobre lo que había ocurrido.
—¿Qué fue esa visión? —se preguntó en voz alta. —Podía ver lo que iba a pasar antes de que sucediera.
El sabueso infernal, que había estado observando desde las sombras, se acercó lentamente.
—Es una habilidad que heredaste de tu padre. Es la capacidad de ver fragmentos del futuro.
Frank frunció el ceño, pensativo.
—¿Y por qué aparece ahora?
—Probablemente porque estás empezando a desbloquear tu verdadero poder —respondió el sabueso. —Pero ten cuidado. Esa habilidad no está completamente desarrollada.
Frank asintió, decidido a dominar esta nueva habilidad tanto como había dominado el combate con la lanza.
—Bien. Supongo que esto hace que las cosas sean más interesantes.
Se levantó de la mesa, mirando el risco donde había lanzado al gigante.
—Adiós, grandulón. Gracias por la comida.
Con una sonrisa en el rostro, Frank se preparó para continuar su entrenamiento,
Habían pasado días desde el último enfrentamiento de Frank con el gigante. Su vida en el refugio continuaba como siempre: entrenamiento, caza, supervivencia, y muchas horas hablando con el sabueso infernal sobre cualquier tema que se le ocurriera, como teorías conspirativas sobre por qué los ciervos siempre corrían hacia los arbustos en lugar de enfrentarlo como hombres.
Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de algo que cazar, un aroma familiar llegó a su nariz. Era aquel **delicioso olor** que lo había llevado a la mesa del gigante la primera vez. Carne asada, pan recién horneado, frutas frescas... **todo estaba ahí otra vez.**
Frank se detuvo en seco y olfateó el aire como un sabueso.
—Espera un momento... ¿Otra vez? —murmuró.
Miró hacia el claro donde había encontrado la mesa del gigante y, efectivamente, allí estaba de nuevo: **la misma mesa gigante, repleta de comida.**
—Esto parece demasiado bueno para ser verdad... pero no voy a decir que no.
Sin dudarlo, Frank corrió hacia la mesa, se subió a una silla que parecía un tronco tallado y empezó a devorar todo lo que pudo alcanzar.
—Dioses, esto es aún mejor que la última vez. ¿Es eso queso? ¡No había queso la otra vez! —exclamó, tomando un enorme trozo y mordiéndolo.
Mientras Frank devoraba la comida, un sonido familiar retumbó detrás de él. Era el sonido de pasos pesados que hacían temblar el suelo.
Frank levantó la vista por un momento, pero en lugar de asustarse o prepararse para luchar, simplemente suspiró y siguió comiendo.
—Ah, ya volvimos con esto.
El gigante emergió de entre los árboles, con una mirada de furia en su rostro. **Era el mismo gigante** al que Frank había derrotado y arrojado al río días atrás.
—¡¿TÚ OTRA VEZ?! —rugió el gigante, señalándolo con un dedo grueso como un tronco.
Frank, con la boca llena de pan, levantó una mano para saludar.
—¡Hola de nuevo, grandulón! Me alegra verte. ¿Cómo estuvo el baño?
El gigante se detuvo, completamente confundido.
—¿Cómo... cómo sigues aquí? ¡TE MATARÉ ESTA VEZ, MALDITO INSOLENTE!
Frank se encogió de hombros y le lanzó un trozo de carne.
—Ya lo intentaste una vez, ¿recuerdas? No salió tan bien para ti.
El gigante rugió con furia y, esta vez, no perdió tiempo hablando. **Levantó su enorme garrote y lo balanceó hacia Frank con toda su fuerza.**
Frank apenas logró saltar de la silla antes de que el garrote la destrozara.
—¡Hey! ¡¿Qué te pasa?! ¡Todavía estaba comiendo!
El gigante no respondió. Estaba decidido a aplastar a Frank de una vez por todas.
—Vale, veo que no quieres hablar esta vez. Genial. Yo tampoco tengo tiempo para esto —dijo Frank, desenrollando las cuerdas que llevaba en su cintura.
**El combate comenzó.**
***
El gigante cargó contra Frank como una locomotora descontrolada. Frank, usando su agilidad, esquivó cada ataque mientras corría en círculos alrededor del gigante, buscando una oportunidad para contraatacar.
—¿Sabes? Podríamos evitar todo esto si simplemente me dejaras comer en paz —dijo, saltando por encima de un golpe horizontal.
—¡CÁLLATE Y MUERE! —rugió el gigante, intentando pisarlo.
Frank saltó hacia un árbol cercano y se colgó de una rama. Desde allí, lanzó una de sus cuerdas hacia el cuello del gigante, logrando que se enredara alrededor de él.
—¡Ahí vamos! —gritó, tirando con todas sus fuerzas para apretar la cuerda.
El gigante gruñó y trató de arrancarse la cuerda, pero Frank no le dio tiempo. Corrió alrededor de él, usando su velocidad para enredarlo aún más.
—¿Sabes lo que dicen? Si no puedes con tu enemigo, ¡estrangúlalo hasta que se caiga!
—¡TE DESTRUIRÉ, MALDITO! —gruñó el gigante, pero su voz comenzaba a sonar más débil a medida que la cuerda apretaba su cuello.
Frank tiró con toda su fuerza, usando su peso para apretar aún más la cuerda. El gigante, luchando por respirar, cayó de rodillas al suelo.
—¡Y ahí está el grandulón! De rodillas ante el maestro Frank —dijo, riendo.
El gigante intentó golpearlo una última vez, pero no tenía fuerzas. Finalmente, cayó al suelo con un estruendo, sin aire para continuar luchando.
Frank se acercó lentamente al cuerpo del gigante, asegurándose de que estaba inconsciente.
—Bueno, grandulón, parece que este no era tu día. Nuevamente.
Con un esfuerzo considerable, Frank empujó al gigante hacia el borde del risco cercano.
—¡Que tengas un buen viaje! Salúdame al pez gigante del lago —dijo, soltando una carcajada mientras el gigante caía al agua con un gran chapoteo.
***
Tras asegurarse de que el gigante no volvería (al menos por un tiempo), Frank regresó a la mesa y terminó de comer todo lo que había dejado a medias.
—Bueno, al menos esta vez no interrumpió tanto —dijo, limpiándose la boca con un trozo de tela.
El sabueso infernal apareció entre las sombras, observándolo con curiosidad.
—¿Te das cuenta de que eventualmente no podrás seguir comiendo su comida sin consecuencias, verdad?
Frank se encogió de hombros.
—Ya veremos. Mientras siga cocinando tan bien, creo que puedo manejarlo.
El sabueso suspiró y sacudió la cabeza.
—Tu arrogancia será tu perdición.
Frank sonrió, tomando un trozo de pan restante.
—Y tu pesimismo será la tuya. ¿Quieres un poco de queso?
El sabueso lo ignoró y desapareció entre los árboles. Frank, satisfecho con su comida y su victoria, se levantó y comenzó a caminar de regreso a su refugio.
—Bueno, supongo que es un día normal en la vida de Frank.
Con una sonrisa en el rostro, pensó en lo mucho que había cambiado desde que llegó a ese lugar, y en lo mucho que aún tenía por aprender. **Pero una cosa era segura:** nunca rechazaría una buena comida, sin importar cuántas veces tuviera que enfrentarse a un gigante furioso.