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Chapter 57 - cap 57

Naegi había despedido a Charla, pero mientras se alejaba, un pequeño escorpión rojo emergió de los restos de la conversación. Sin previo aviso, el diminuto insecto comenzó a escalar por su brazo, y Naegi sintió un extraño tirón en su oreja. Era como si el escorpión le dijera, con esa pequeña presión, que dejara de llorar y sonriera. "¿Es esto una broma de la suerte?", pensó, sintiendo una mezcla de sorpresa y diversión.

En un abrir y cerrar de ojos, Male apareció para quitarle el escorpión, advirtiéndole que tuviera cuidado con esas criaturas traviesas. "Aunque sea una niña, es una malcriada, así que si no tienes cuidado, te sacará los ojos", le dijo, logrando arrancarle una risa nerviosa. Naegi sonrió, comprendiendo que incluso en los momentos difíciles, la vida seguía ofreciendo momentos de ligereza.

Con el mar de arena extendiéndose ante él, Naegi se sumió en sus pensamientos. La tristeza era un lujo que no podía permitirse en aquel lugar. El tiempo siempre les jugaba en contra, así que decidió unirse a Beatriz, quien lo había llamado para que lo curaran. En ese instante, Emilia abrió la puerta de la torre y se acercó a ellos, su ropa rasgada evidenciaba que había pasado por un gran combate. Entre risas y charlas, Naegi observó cómo Emilia jugaba con el pequeño escorpión, una imagen que contrastaba con la gravedad de sus circunstancias.

Julius, siempre inquisitivo, preguntó a Emilia cómo le había ido en la prueba del primer piso. Su respuesta, aunque sencilla, reveló la dificultad del reto al que se había enfrentado. "Fue bastante difícil, pero me las arreglé", dijo con una confianza que Naegi admiraba. El momento se tornó más significativo cuando la conversación se centró en los recuerdos perdidos, y todos se dieron cuenta de que, a pesar de haber derrotado a Ley Baten Kaitos, la memoria de Rem y Julius seguía ausente.

Naegi se sintió abrumado al escuchar que el sacrificio de Rama no había regresado todos los recuerdos, y cuando preguntó por Rem, la respuesta fue un eco de desilusión: "No, no la recordamos". La idea de que la memoria de alguien tan significativo para él estuviera perdida lo llenó de una tristeza profunda. Sin embargo, Julius sugirió que tal vez la clave para recuperar esos recuerdos residía en la captura de Royal Park, el arzobispo de la gula.

La discusión se tornó intensa, y aunque Naegi propuso leer el libro de los muertos de los arzobispos, la mayoría de sus compañeros se opuso. Habían visto las consecuencias de ese intento en el pasado. Anastasia, firme en su decisión, explicó que primero intentarían obtener toda la información posible de Royal Park antes de considerar su ejecución. Naegi, sintiendo la presión del tiempo y la responsabilidad que llevaba, se alejó del carruaje donde estaba el arzobispo, sintiéndose impotente.

Fue entonces cuando se dirigió a Emilia, quien le sugirió que se dirigieran a la sala verde para descansar. En ese momento, la camaradería y la esperanza comenzaron a florecer entre ellos, un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, no estaban solos en esta lucha.

Ya en el primer piso, fueron recibidos por Volcánica, un dragón imponente que, a pesar de su poder, parecía estar sufriendo de algún tipo de demencia. La incertidumbre de su estado era palpable, y las palabras de Beatriz resonaron en sus mentes: "Su alma está vacía". Naegi no podía evitar preguntarse qué significaba eso para la batalla que se avecinaba.

Mientras discutían sobre la posibilidad de utilizar la sangre de dragón para curar a los que habían sido congelados, Naegi sentía que cada pieza del rompecabezas se unía lentamente. Sin embargo, la revelación de que la sangre que buscaban era la de un dragón muerto y que Volcánica no podría proporcionar lo que necesitaban, lo desalentó un poco. Pero la estrategia de Anastasia seguía siendo clara: usarían su poder y su influencia para tratar de conseguir lo que necesitaban.

La tensión aumentó cuando la conversación se desvió hacia la posibilidad de que el espíritu de la sala verde hubiera desaparecido. Naegi sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Era un recordatorio de que la oscuridad siempre acechaba, lista para devorar todo lo que habían construido.

A medida que los eventos se desarrollaban, la oscuridad comenzó a engullir la torre, y Naegi sintió la presión de la inminente batalla. Con cada paso que daba, la situación se volvía más desesperada. La sombra que se cernía sobre ellos era palpable, y cuando Naegi se preparó para enfrentarla, la realidad de lo que estaba a punto de suceder se hizo evidente.

La sombra se abalanzó sobre ellos, y en un intento de salvar a sus amigos, Naegi se lanzó hacia adelante. La oscuridad lo tragó, y mientras era devorado, escuchó las palabras de amor que resonaban en su mente, repetidas una y otra vez. "Te amo, te amo, te amo", la voz se tornó ensordecedora. Pero, en medio de esa cacofonía, una voz imponente interrumpió: "Soy Volcánica, y por el antiguo pacto, desafío las aspiraciones de todos aquellos que llegaron a la cima".

Y así, en un destello de luz, la oscuridad fue disipada, y Naegi despertó en un lugar desconocido, donde el sabor de la hierba y el aroma de la naturaleza lo envolvieron. Se dio cuenta de que había sobrevivido y, al mirar a su alrededor, vio a Rehn a su lado. La alegría invadió su corazón al encontrarla sana y salva, lo que lo llenó de determinación.

Naegi supo que, aunque las batallas que les esperaban eran duras, estaba listo para enfrentar cualquier desafío junto a los que amaba. Con la fuerza de Volcánica respaldándolo y su voluntad inquebrantable, sabía que no se rendiría. La nueva aventura apenas comenzaba, y con un brillo renovado en sus ojos, se preparó para lo que estaba por venir.

Naegi Makoto se encontraba en un estado de alerta. Después de lo que había sucedido en la Torre Pleyades, su mente aún estaba procesando la situación. Rem había despertado, pero la confusión en sus ojos lo preocupaba. La última vez que había visto su mirada, estaba llena de determinación y fuerza. Ahora, solo había confusión y desconfianza.

"Soy tu héroe", le había dicho, intentando aliviar la tensión en el aire. Pero la reacción de Rem fue inesperada. Con un movimiento rápido, le había tomado del cuello, exigiendo respuestas que él aún no podía dar. En su interior, Naegi se debatía entre la necesidad de proteger a Rem y la urgencia de escapar de ese lugar desconocido. La presión en su garganta aumentaba, y mientras su visión se nublaba, sintió que la situación se tornaba desesperada.

Justo cuando pensaba que todo había terminado, una figura rubia apareció de la nada, empujando a Rem. En un instante, la tensión se disipó y Naegi logró liberarse. Pero su alivio fue efímero, ya que al girar para ver a la intrusa, el instinto de protección se encendió en su pecho. "¡Aléjate de Rem, bastarda!" gritó, mientras se abalanzaba sobre la chica. La situación se había tornado caótica, pero Naegi sabía que debía actuar.

Rem, por su parte, intentaba reponerse mientras luchaba contra la debilidad que sentía en sus piernas. Había estado dormida por mucho tiempo, y la carga que Ram había compartido con ella en la batalla final había dejado su cuerpo exhausto. "Es mi culpa", murmuró Naegi, recordando las veces que había deseado poder hacer más por sus amigos.

"¿Quién eres tú y quién soy yo?" preguntó Rem, y las palabras de ella resonaron en su mente como un eco doloroso. Sabía que no recordaba nada, que su identidad estaba en riesgo, y eso lo llenaba de angustia. "Tu nombre es Rem", le dijo, intentando que esas palabras le devolvieran algo de su memoria. La repetición de su nombre parecía un primer paso hacia la recuperación.

Mientras tanto, el caos alrededor de ellos, con Luis rodando y jugando en la hierba, no ayudaba a calmar la situación. Naegi sabía que debía ser racional, que no podían quedarse ahí, pero también sentía la presión de proteger a Rem y a sí mismo. "Debemos salir de aquí", insistió, tratando de infundirle un poco de optimismo.

Sin embargo, la inquietud de Rem se hizo palpable cuando Naegi mencionó dejar a Luis atrás. "¿Por qué no salvarás a esa chica?" exclamó, y él entendió que había cometido un error al hablar de esa manera. La hostilidad que emanaba de Rem no era solo por el hecho de que él dejara a alguien atrás, sino porque su comportamiento parecía reflejar una falta de compasión hacia aquellos que estaban en peligro.

"Es complicado", respondió Naegi, esforzándose por encontrar las palabras adecuadas. "Ella no es una amiga. No puedo arriesgar mi vida por alguien que podría representar un peligro." Pero sus palabras solo sirvieron para incrementar la ira de Rem, quien lo sujetó con más fuerza, y por un momento, Naegi sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor.

Fue entonces cuando la realidad se impuso de nuevo. La sensación de ser un villano ante los ojos de Rem lo golpeó con fuerza. "No soy malo", gritó en un arranque de frustración, pero ya era demasiado tarde. El daño estaba hecho. Cuando finalmente se liberó de su agarre, la distancia entre ellos se sentía más grande que nunca.

Tras un breve enfrentamiento, Naegi se despertó sobre la hierba, aturdido y con el cuello adolorido. El miedo se apoderó de él al darse cuenta de que había sobrevivido a la confrontación, pero Rem había desaparecido. Con el corazón acelerado, se levantó y comenzó a buscarla, llamando su nombre en voz alta. "¡Rem! ¡Por favor, responde!"

La selva de Buim lo rodeaba, un lugar denso y misterioso. Mientras avanzaba, recordó los documentales sobre la selva amazónica, con sus paisajes exuberantes y peligros ocultos. La atmósfera era opresiva, y cada crujido de las ramas lo hacía saltar. "No puedo dejar que se aleje de mí", pensó, decidido a encontrarla.

Sin embargo, la naturaleza no parecía estar de su lado. De repente, una flecha silbó en el aire y se clavó en su pecho, lanzándolo contra un árbol. La sorpresa lo dejó aturdido, y el dolor inmediato lo llevó a la desesperación. La flecha había perforado su pecho, y al intentar arrancarla, se dio cuenta de que estaba atrapado. La sangre brotaba de su herida, y una sensación de desmayo comenzó a asediarlo. La fiebre y el veneno se extendían por su cuerpo.

"¡Rem!" gritó, su voz resonando en la selva. Sin embargo, su grito se desvaneció en el aire, y la oscuridad comenzó a envolverlo. En sus últimos momentos de consciencia, sintió que el mundo se desdibujaba.

Pero en un giro del destino, se despertó de nuevo en el mismo lugar donde había caído. "No he muerto", se dijo a sí mismo, recordando que había regresado al punto de guardado. Aún había esperanza.

Sin embargo, el rastro de Rem lo llevó a una nueva decisión. "Esta vez, no me detendré", murmuró, y se adentró en la selva, determinado a encontrarla y a enfrentarse a cualquier peligro que se interpusiera en su camino. La aventura apenas comenzaba, y con cada paso, Naegi reafirmaba su deseo de proteger a aquellos que amaba, incluso en un mundo tan caótico como el de Bakia.