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Chapter 59 - cap 59

El viento soplaba con suavidad entre los árboles de la densa selva de Ebadí, mientras que Naegi Makoto se encontraba en un estado de completa confusión. La última memoria que tenía era la de haber sido capturado por unos soldados del país de Bolatti. Pero antes de dejarse llevar por la desesperación, un recuerdo de su pasado lo invadió, como un rayo de luz en medio de la oscuridad.

Recordó una conversación que tuvo con Otto, su compañero de viaje, donde le preguntó si había pasado mal viajando solo. Otto, con su habitual alegría, le había respondido que nunca se sentía solo porque siempre tenía a Affur, su dragón de tierra, para hablar. Naegi sonrió al pensar en eso. La habilidad de Otto para comunicarse con los animales gracias a su protección divina siempre le había parecido asombrosa. Era un consuelo saber que, a pesar de las adversidades, había alguien que podía encontrar compañía incluso en la soledad.

El recuerdo pronto se desvaneció, y Naegi se encontró de nuevo en el presente, atado de pies y manos en el suelo de un campamento militar. Observaba el lugar cuidadosamente, notando cómo los soldados iban y venían, cada uno con una expresión de determinación en sus rostros. A pesar de la situación, la mente de Naegi trabajaba a toda velocidad, intentando analizar su entorno y encontrar un camino hacia la libertad.

"¿Qué pasó con la chica con la que estaba?" preguntó, pensando en Remy y Louis, sus amigas que habían estado con él en el río. Un soldado que se había acercado le respondió sin titubear: "Ambas están bien." La respuesta le dio un pequeño alivio, aunque no podía evitar la inquietud que le provocaba la idea de estar separado de ellas.

Sin embargo, el guerrero que había hablado con él, cuyo nombre era Jamal, parecía divertido por la calma de Naegi. "No estás actuando como un buen prisionero", dijo, mientras le hacía un gesto a su compañero para que le lastimara un dedo. Naegi sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero mantuvo la compostura. A pesar de que su cuerpo estaba atado y vulnerable, su mente no lo estaba. "Soy un prisionero, por supuesto, pero eso no significa que deba dejar de ser yo mismo", pensó.

La conversación continuó, y pronto se reveló que el campamento tenía una misión encubierta. Otto, el guerrero que parecía más razonable, explicó que buscaban a un grupo de personas que habitaban en el bosque, pero su verdadero objetivo era capturar a Vincent. Esa información hizo que la mente de Naegi se acelerara aún más. ¿Qué papel jugaba él en todo esto? ¿Y qué pasaría si los soldados descubrieran que él era un caballero de Emilia?

Mientras Otto hablaba, Naegi se dio cuenta de que el ambiente era más peligroso de lo que había imaginado. Era un lugar donde la fuerza y la violencia gobernaban, un contraste extremo al mundo de paz que había conocido en su hogar. No podía revelar su verdadera identidad, sabía que eso significaría su fin.

En ese momento, Otto le liberó parcialmente, aflojando las sogas que ataban sus pies. "Puedes caminar, pero aún estás atado", dijo, y Naegi sintió un leve destello de esperanza. La amabilidad de Otto era inesperada y, de alguna manera, reconfortante. A pesar de estar en un país hostil, había encontrado un atisbo de bondad.

Cuando finalmente se encontraron con Rem, Naegi no pudo contener su alivio. "¿Estás bien, Rem? No te hicieron nada, ¿verdad?" preguntó con preocupación, pero al intentar acercarse, tropieza y cae al suelo. La situación era cómica y trágica al mismo tiempo, pero la sonrisa de Rem lo reconfortó. La conexión que compartían era fuerte, y aunque estaban atrapados, su amistad no se vería afectada.

Naegi pronto se enteró de que Louis había sido llevada a la enfermería para curar una herida. La preocupación se apoderó de él al recordar la naturaleza peligrosa de Louis como arzobispo del pecado. "¡Debemos actuar rápido, o todos vamos a morir!", exclamó, lo que sorprendió a Otto y a los otros guerreros. Su corazón latía con fuerza mientras corría hacia la tienda de enfermería, temiendo lo peor.

Cuando entró, se encontró con Louis, quien lo recibió con una sonrisa inocente. "¡Hola, Naegi!" exclamó, como si no hubiera nada de qué preocuparse. Sin embargo, en su interior, Naegi sabía que debía mantener la calma y no dejarse llevar por las apariencias. Louis podía ser una niña dulce, pero su potencial destructivo era aterrador.

A medida que Otto explicaba la situación, Naegi se sentía cada vez más ansioso. Si Louis despertaba su poder, podría causar estragos en el campamento, y él no sabía si podría controlarla. Sin embargo, con el apoyo de Otto y Rem, se comprometió a hacer lo que fuera necesario para proteger a todos.

El capítulo terminó con Naegi y Rem organizando las carpas del campamento. Mientras trabajaban, una oleada de emociones lo invadió. Aunque estaban en medio de un conflicto, había algo reconfortante en compartir ese momento con sus amigos. Era un recordatorio de que, a pesar de la adversidad, aún podían encontrar momentos de felicidad.

Naegi se dio cuenta de que, aunque su vida estaba llena de desafíos y peligros, nunca había estado solo. Siempre había tenido a sus amigos a su lado, dispuestos a luchar por un futuro mejor. Y con esa convicción en su corazón, se preparó para enfrentar lo que estaba por venir, decidido a proteger a aquellos que amaba.

El siguiente capítulo comenzará con un recuerdo de Naegi mientras reflexiona sobre su vida en la mansión Rosal, añadiendo más profundidad a su personaje y a sus relaciones con los demás.

El campamento de soldados era un lugar bullicioso, lleno de voces y risas que resonaban por el aire. A pesar de la tensión que se vivía, había cierto calor humano que hacía que las horas transcurrieran de forma más llevadera. Sin embargo, no todo era risas y camaradería; había un peso sobre los corazones de algunos, especialmente el de Naegi. Aún recordaba la conversación que había tenido con Rem, donde le había preguntado sobre el olor a bruja que emanaba de ella y de Louis.

"¿Por qué permites que esté cerca de ti?" La pregunta había salido de su boca sin pensar, y aunque su intención no era ofender, sabía que había tocado un tema delicado. Rem había respondido con un tono firme, desestimando sus preocupaciones. "Louis no tiene el olor de la bruja, o tal vez simplemente no lo percibes".

Naegi sintió que la conversación había dejado un eco en su mente. ¿Era realmente capaz de ignorar lo que debía ser una advertencia? Se dio cuenta de que, a veces, la bondad y la inocencia podían llevar a la gente a ignorar los peligros que acechaban. Esa noche, mientras Rem y Louis se retiraban a descansar, Naegi decidió salir a caminar. Necesitaba organizar sus pensamientos, reflexionar sobre lo que había aprendido y lo que aún no comprendía.

Mientras caminaba, sintió que el dolor en sus dedos había disminuido. La medicina parecía haber funcionado, al menos por ahora. Recordó un momento más tranquilo en la mansión, cuando estaba con Emilia. La imagen de ella sosteniendo un trapo mojado, limpiando, le dio una sensación de calidez. "Deberías descansar más", le decía Emilia, siempre preocupada por su bienestar.

"Cada segundo a tu lado me hace feliz", le había respondido él, y Emilia había sonreído con esa luz que iluminaba su ser. Hablaron sobre el futuro, sobre sus vidas, y Naegi se dio cuenta de que, a pesar de las adversidades, había una esperanza en el aire. Allí, entre risas y promesas, él se sintió más vivo que nunca.

Al regresar al presente, Naegi se dirigió a las tiendas negras para ayudar a organizar las cosas. El deseo de demostrar su agradecimiento lo impulsaba. Sin embargo, su esfuerzo se vio interrumpido cuando Louis apareció en la tienda. "Al fin has venido a revelar tu verdadero rostro, arzobispo de la gula", le dijo, tratando de desviar su atención de las tareas.

Louis no respondió de manera hostil. Se sentó y comenzó a jugar, como si no le importara lo que sucedía a su alrededor. Naegi continuó su trabajo, pero pronto se encontró en una situación incómoda. Jamal, un soldado de mal carácter, irrumpió en la tienda y lo hizo caer al suelo.

Los recuerdos de su infancia regresaron a Naegi mientras yacía en el suelo, recordando cómo el bullying que había soportado en la escuela era trivial en comparación con la brutalidad que enfrentaba ahora. "¿Qué estás haciendo aquí, Naegi?" le dijo Jamal, mientras lo pateaba sin piedad. "No eres más que un estorbo".

Con el dolor punzante en su estómago, Naegi se levantó, decidido a mantener su dignidad. "Sabes que tenemos permiso para estar aquí", replicó, su voz temblando, pero firme. Jamal solo se rió, "¿De verdad crees que eso importa? Cualquiera puede ser aplastado si así lo decido".

A pesar de las palizas y el dolor, Naegi no iba a dejar que Jamal lo intimidara. La imagen de Rem apareció en su mente, y en ese momento, supo que debía resistir. Si tenía que soportar el dolor por ella, lo haría.

El conflicto terminó en un instante cuando una figura apareció y Jamal retrocedió. Era un hombre que parecía tener un aire de autoridad, y por un momento, Naegi sintió alivio. Pero el alivio fue breve. Las palabras de Tot, su compañero, resonaron en su mente: "Jamal está ascendiendo. Uno de esos hombres que busca poder a toda costa".

Los días pasaron entre la lucha y la camaradería, pero una sombra se cernía sobre el campamento. La tensión crecía, y nadie sabía cuándo estallaría. Durante el almuerzo, Naegi probó un nuevo enfoque. "¿Cómo es que cuando cocinas, tu cuerpo parece recordar cómo hacerlo?" le preguntó a Rem. Ella, sorprendida, admitió que había algo de verdad en sus palabras, pero también expresó su confusión sobre su identidad. No sabía si su nombre era realmente Rem.

El ambiente se tornó pesado de nuevo, y Naegi sintió la necesidad de cambiar de tema. Cuando Tot mencionó a una tribu poderosa que podrían encontrar, Naegi reflexionó sobre la lealtad de estas tribus y la inevitable tensión que se avecinaba.

Fue entonces cuando la conversación tomó un giro inesperado. Tot se levantó con una energía renovada, y Naegi lo miró con curiosidad mientras se apuraba a compartir la noticia de una bestia en el bosque. "¿Una bestia?" repitió Naegi, recordando las leyendas que había oído.

La noticia se esparció rápidamente, y la preocupación creció entre los soldados. El bosque estaba lleno de misterios, pero la idea de una bestia real era suficiente para hacer que todos se prepararan. Naegi se sintió dividido entre la emoción de la aventura y la inquietud por lo que esto significaba.

Al caer la noche, el campamento se preparó para lo peor. Todos se reunieron, y Naegi observó cómo la tensión se transformaba en una energía palpable. Las discusiones entre los generales resonaban en el aire, y él se sintió pequeño entre ellos. Sin embargo, en medio de la confusión, un nuevo problema surgió.

Un incendio se desató en el bosque, y las llamas comenzaron a devorar todo a su paso. La escena era aterradora; el fuego se extendía sin control, y Naegi se sintió impotente. "¿Qué pasará con la bestia?" preguntó, pero su voz se perdió entre los gritos de alarma.

La realidad se desmoronó a su alrededor. La propaganda de la guerra, la lucha por el poder, y la vida de seres inocentes se desvanecían en las llamas. El horror de la masacre que se estaba llevando a cabo lo abrumó. No quería participar en esto; no quería ser parte de un mundo que solo sabía destruir.

Mientras el caos reinaba, Naegi se encontró más cerca de Rem. "¡No me toques!", le gritó, su voz llena de dolor. Ella estaba furiosa, no solo por el fuego, sino por lo que significaba. En esos momentos de desesperación, una flecha encontró su camino hacia él, y todo se volvió negro.

"Es veneno", escuchó a Rem gritar, y antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, su mundo se desvaneció. La última imagen que tuvo fue la de una niña tribal, vestida con ropas que hablaban de un pasado que no podía entender. La ira en sus ojos era un reflejo de su propia impotencia.

En su último suspiro, Naegi pensó en todos los momentos que había vivido. La amistad, el amor, la lucha. Todo se evaporó mientras el fuego consumía el bosque y su vida se desvanecía en la oscuridad. El ciclo de la vida y la muerte se había cerrado una vez más, llevándose consigo la esperanza de un nuevo amanecer.

Y así, Naegi murió, una vez más, atrapado entre el deber y sus sentimientos más profundos, dejando atrás un mundo que ardía en llamas.