La brisa suave de la tarde acariciaba el rostro de Naegi mientras avanzaba hacia la ciudad de Huaral. Rem, a su espalda, se aferraba a su mochila con una mezcla de curiosidad y ansiedad. El paisaje había cambiado, pero un sentimiento de familiaridad lo invadía, como si cada paso que daba resonara con ecos de un pasado que no podía recordar del todo. Era un día como cualquier otro, pero la atmósfera estaba cargada de tensión; la guerra se cernía sobre ellos, y el destino parecía estar jugando sus cartas.
"Espera un minuto..." murmuro Naegi, deteniéndose en seco. Las palabras habían salido de su boca antes de que pudiera procesarlas completamente. "Acabo de usar el regreso de la muerte en una situación cotidiana." Su mente intentaba hacer sentido de lo que acababa de decir. Había muerto aquí, en este mismo lugar, hace pocos momentos, pero no sabía cómo, ni por qué. La confusión se apoderaba de él, pero esa misma confusión era un recordatorio de su naturaleza: siempre buscando respuestas, siempre buscando entender.
La imagen de Vincent anunciando la guerra aún resonaba en su cabeza, como un eco persistente. Su deseo de regresar a su hogar junto a Rem era fuerte, pero sabía que el camino no sería fácil. "No quiero involucrarme en esto", se había repetido, pero las circunstancias parecían obligarlo a seguir adelante. A su lado, Rem lo miraba con expectación. "¿Qué sucede, Naegi?" preguntó, un ligero temblor en su voz.
"Es complicado", respondió él, intentando articular sus pensamientos. "Parece que este lugar tiene una historia que aún no he descubierto completamente. Pero lo que sé es que debemos avanzar. No podemos quedarnos aquí."
El Encuentro con los Guerreros
Mientras se dirigían hacia la puerta de la ciudad, Naegi sintió que el peso de la historia lo seguía. Había sido acompañado por dos guerreras, que se habían convertido en sus guardaespaldas durante el viaje. Eran fuertes y decididas, pero también compartían un sentido del humor que hacía que la travesía fuera más llevadera. En medio de cacerías y fogatas, él había intentado acercarse a Rem, pero la conversación había tomado un giro inesperado. Hablar sobre su hermana gemela había sido un intento de conectar, de mostrarle que no estaba sola. Pero cuando Rem se negó a creer en su historia, Naegi sintió que un muro invisible lo separaba de ella.
"Tal vez es por la distancia", había sugerido, intentando mantener la esperanza. La conversación había terminado en un silencio incómodo, pero Naegi no se rendiría. Sabía que había algo más profundo entre ellos, un hilo que los unía más allá de las palabras.
La Ciudad de Huaral
Finalmente, la ciudad de Huaral se alzaba ante ellos, majestuosa y amenazante al mismo tiempo. Los guardias en la puerta eran una barrera que Naegi temía no poder cruzar. Sin identificaciones y con la sombra de su pasado acechando, el corazón le latía con fuerza. "No tenemos identificaciones", le susurró a Rem, que permanecía cerca de él, sintiendo su nerviosismo. Era como si una corriente eléctrica fluyera entre ellos, y Naegi no podía evitar preguntarse si era la conexión que había intentado explicarle antes.
Fue entonces cuando, por una combinación de suerte y astucia, se acercó a un grupo de comerciantes. "Voy a mostrarte lo que puedo hacer", le dijo a Rem con una sonrisa nerviosa, mientras negociaba su paso como parte de un grupo. Las palabras de Flap, un comerciante que conoció en el camino, resonaban en su mente. "Siempre tienes que saber cómo jugar tus cartas".
La Posada y el Plan
Después de pasar la casilla de control, llegaron a una posada donde el cansancio se hizo presente. La habitación se dividió en géneros, y mientras se acomodaban, Naegi no podía evitar reflexionar sobre lo que había logrado. Había cruzado una puerta que lo había hecho sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, había encontrado aliados inesperados.
Mientras se recostaba en la cama, la suavidad del colchón contrastaba con la dureza del camino. "Este lugar es diferente", pensó. "Tal vez aquí pueda encontrar lo que he estado buscando". Pero el pensamiento no duró mucho, ya que su mente estaba llena de preocupaciones. La guerra, la confusión sobre el emperador y la posibilidad de que Vincent estuviera en peligro lo mantenían alerta.
Cuando salió en busca de información, se dio cuenta de que la ciudad estaba llena de secretos. Las palabras de Flap sobre el "camino imperial" resonaban en su mente. "No todos nacen para ser grandes soldados", había dicho. Y, de alguna manera, Naegi sentía que su camino era diferente. No era un guerrero, pero su corazón era fuerte y su deseo de ayudar a los demás lo guiaba.
El Escolta y el Déjà Vu
El encuentro con un posible escolta en una taberna le recordó a las historias que había escuchado en su hogar. Pero había algo inquietante en el aire. La sensación de déjà vu se intensificó. Las calles parecían conocidas, como si hubiera estado allí antes. "¿Por qué siento que ya he vivido esto?", se preguntó. Era como si el tiempo se repitiera, y esa sensación lo desconcertó.
"Espera un minuto..." repitió, sintiendo que la historia se entrelazaba con su propia vida. "Esto no es un simple viaje. Hay algo más profundo aquí". La idea de que había muerto en este lugar antes lo asustaba, pero también lo motivaba. Tenía que descubrir la verdad.
Con el destino incierto ante él y la sombra de la guerra cernida sobre su cabeza, Naegi sabía que debía seguir adelante. Con Rem y sus nuevos amigos a su lado, se adentró en la oscuridad de la noche, listo para enfrentar lo que viniera. La historia apenas comenzaba, y él estaba decidido a convertirse en el héroe que su mundo necesitaba.
Conclusión
Así terminaba otro capítulo en la vida de Naegi. Un capítulo lleno de desafíos, emociones y descubrimientos. Con el peso de sus recuerdos y la esperanza de un futuro brillante, se preparó para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. Porque, al final, lo que verdaderamente importaba era tener el coraje de seguir adelante, sin importar cuán oscura fuera la noche.
El aire estaba cargado de tensión mientras Naegi Makoto se encontraba en la taberna, el lugar que había elegido para encontrar un poco de seguridad en medio del caos que lo rodeaba. Todo había sucedido tan rápido; la muerte de su amigo, la inminente amenaza que lo acechaba en cada esquina. ¿Cómo había llegado a esta situación? Se preguntó mientras intentaba recomponer sus pensamientos.
La última vez, antes de ese parpadeo fatídico que lo había llevado de regreso a la vida, había sentido el frío acero del cuchillo en su garganta. La desesperación lo había llevado a buscar respuestas, y ahora, después de haber muerto tres veces, sabía que tenía que estar más alerta que nunca. La idea de regresar a la posada y proteger a Rem se había convertido en una obsesión. Ella era el único faro de luz en su vida en medio de la oscuridad que lo rodeaba.
Mientras los murmullos de los demás clientes llenaban el aire, Naegi miró a su alrededor en busca de cualquier signo del peligro que había sentido tan cerca. La mirada de Flap, su nuevo amigo, lo sacó de sus pensamientos. Flap siempre había sido amable y comprensivo, pero en ese momento, su expresión de preocupación se hizo evidente. "¿Todo bien, Naegi?", preguntó con un tono que denotaba más que curiosidad.
"Sí... solo... estoy un poco nervioso", respondió Naegi, tratando de mantener la calma. La verdad era que no estaba bien. La sombra del asesino que lo había seguido hasta aquí lo llenaba de terror. A pesar de su disposición a ayudar, Flap no era un guerrero. No podía protegerlo de lo que estaba por venir.
"Tal vez deberíamos salir de aquí", sugirió Flap, su voz llena de preocupación. Naegi asintió, sintiendo que era la decisión correcta. Pero a medida que se movían hacia la salida, la sensación de peligro se intensificó. Algo en su interior le decía que no estaba a salvo, que el verdadero peligro aún los acechaba.
Justo cuando estaban a punto de salir, la atmósfera cambió drásticamente. Un grito desgarrador resonó desde el exterior, y Flap se detuvo en seco. "¡Cuidado, Naegi!", gritó, pero ya era demasiado tarde. Antes de que pudiera reaccionar, un carruaje desbocado se abalanzó sobre él, arrollándolo con una fuerza devastadora.
Naegi sintió como si el tiempo se detuviera. El impacto fue brutal; su cuerpo fue lanzado por los aires, golpeando el suelo con un dolor agudo que lo atravesó como una descarga eléctrica. Sentía que su visión se nublaba, y el grito de Flap se desvanecía en un eco lejano. A medida que el mundo se desvanecía, su mente se aferró a un solo pensamiento: "Debo proteger a Rem".
En un parpadeo, se encontró de regreso en la taberna, consciente de que había regresado a la vida una vez más. El alivio y la frustración se entrelazaban en su pecho. Había sobrevivido, pero sabía que debía actuar rápidamente. "Este lugar no es seguro", murmuró para sí mismo, sintiendo el sudor frío en su frente.
Volvió a mirar a Flap, cuya expresión de confusión le recordaba la gravedad de la situación. "Flap, tenemos que salir de aquí. No puedo quedarme un segundo más", dijo, su voz temblorosa pero decidida. Flap lo miró, y aunque estaba preocupado, asintió con firmeza. "Entendido. Hagamos esto juntos".
Mientras corrían hacia la salida, Naegi se dio cuenta de que cada segundo contaba. La idea de que el asesino podía estar al acecho lo llenaba de dread. "No puedo dejar que me atrape otra vez", pensó, sintiendo el peso del destino sobre sus hombros.
Una vez afuera, el bullicio del mercado los envolvió. Gente iba de un lado a otro, ajena a la lucha interna que Naegi enfrentaba. Pero él sabía que no podía dejarse llevar por la multitud. "Necesito un guardaespaldas", se dijo, recordando las palabras del tabernero. "Alguien fuerte, alguien que pueda enfrentar a este asesino".
A medida que se adentraban en el mercado, Naegi buscó a alguien que pudiera ayudarlo. Fue entonces cuando sus ojos se posaron en un hombre robusto, apoyado contra la pared. Su cabello azul y la mirada cansada delataban a un borracho, pero Naegi no podía permitirse ser selectivo. Este era su único camino hacia la seguridad.
"¡Oye! ¡¿Puedo hablar contigo?!", gritó Naegi, acercándose al hombre. Su corazón latía con fuerza, y la ansiedad se apoderaba de él. "Necesito que seas mi guardaespaldas".
El hombre lo miró con desdén. "¿Por qué debería hacerlo?", preguntó con voz rasposa. Naegi comprendió que necesitaba ofrecerle algo que no pudiera rechazar. Así que, con determinación, sacó su bolsa de dinero y la extendió hacia el hombre. "Te pagaré bien. Todo lo que tengo. Solo, por favor, ayúdame".
Cuando el hombre vio la cantidad de monedas, su expresión cambió. La sorpresa reemplazó su escepticismo. "¿Estás loco? Esto es mucho dinero", murmuró, mientras Naegi sentía que la esperanza comenzaba a florecer en su interior. "Sí, lo es. Pero necesito protección. No puedo hacer esto solo".
El hombre aceptó finalmente, y mientras la tensión se desvanecía, Naegi sintió un rayo de esperanza. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el destino volviera a jugarle una mala pasada. "¡Cuidado!", gritó Rowan, el nuevo guardaespaldas, justo cuando un hombre fue lanzado a través de la puerta de la taberna.
El caos estalló de nuevo. Una explosión de llamas iluminó el lugar, y Naegi se sintió atrapado en un ciclo interminable de muertes y destrucción. Con cada segundo que pasaba, el tiempo se deslizaba entre sus dedos como arena. "No puedo dejar que esto termine así", pensó con desesperación.
A medida que las llamas devoraban la taberna, Naegi se dio cuenta de que debía luchar por su vida y por la de Rem. La determinación lo invadió mientras se preparaba para enfrentar lo que fuera que estuviera por venir. Pero, al final, su destino estaba sellado. La sombra del asesino era implacable, y no había forma de escapar de la muerte.
La tarde se desvanecía, tiñendo el cielo de un naranja intenso que contrastaba con la sombría atmósfera de Huaral. Naegi Makoto, cuyas experiencias con la muerte se habían vuelto casi tan cotidianas como el amanecer, se encontraba nuevamente en la encrucijada de la vida y la muerte. La última vez que había sentido el frío acero del destino en su piel, había sido a causa de un hacha que había surcado el aire con una precisión mortal, pero esa no era la única herida que llevaba consigo. En su mente resonaban los gritos de Flap, su compañero, mientras luchaba por sobrevivir.
"Todo ha cambiado", pensó Naegi, mientras la realidad se desvanecía a su alrededor. La muerte no le era extraña, pero cada vez que regresaba, la sensación de ser un mero peón en un juego cruel se intensificaba. Había revivido, una vez más, gracias a su capacidad especial, la autoridad del retorno por muerte, pero el precio de este poder se sentía más alto con cada resurrección.
Al abrir los ojos, las palabras de Flap aún reverberaban en su mente. "Debemos salir de aquí, Naegi. No podemos quedarnos." La urgencia en su voz era palpable, y aunque Naegi trataba de mantener la calma, la incertidumbre lo devoraba por dentro. Después de todo, no solo su vida estaba en juego, sino también la de aquellos que había llegado a considerar amigos.
—Flap, ¿estás bien? —preguntó Naegi, intentando ocultar la preocupación en su tono.
—Estoy... Vivo, pero eso no significa que estemos a salvo. Debemos movernos antes de que ese loco vuelva a intentarlo —respondió Flap, mientras se levantaba con dificultad. Su herida en la pierna parecía dolorosa, pero la determinación en su mirada era aún más fuerte.
Naegi sabía que no podían quedarse allí. La amenaza de Todo, el asesino que había desatado el caos, aún rondaba como una sombra. Recordaba cómo había observado a su enemigo con una mirada fría, como si estuviera evaluando su próxima jugada. "No puedo dejar que eso suceda de nuevo", pensó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
Con un plan rudimentario en mente, Naegi decidió que necesitaba contactar a Rowan. Si podían unir fuerzas, tal vez tendrían una oportunidad de sobrevivir. Sin embargo, antes de que pudiera moverse, un grito desgarrador resonó en la penumbra de las calles.
—¡Flap! —gritó Naegi, al ver a su amigo caer al suelo, con una herida en la pierna. El instinto de Naegi lo llevó a lanzarse hacia él, pero en el proceso, un hacha cortó el aire y se dirigió hacia él.
El golpe fue brutal. Naegi sintió cómo su cuerpo volaba, el impacto contra el suelo fue ensordecedor. La lucha entre la vida y la muerte se desató una vez más. Desde el suelo, vio cómo Todo se aproximaba, una figura imponente y aterradora. "No puedo dejar que mate a Flap", pensó, mientras la adrenalina corría por sus venas.
Con una determinación renovada, Naegi se levantó, pero antes de que pudiera hacer algo, Flap, a pesar de su estado, se lanzó contra Todo, intentando salvar a su amigo. Naegi sintió su corazón acelerarse. Flap estaba arriesgando todo por él. Pero la lucha fue breve. Todo, con una frialdad escalofriante, se deshizo de Flap como si fuera una molestia, eliminándolo de la existencia frente a los ojos atónitos de Naegi.
—¡No! —gritó Naegi, el dolor incontrolable inundando su pecho. —¡No tienes que hacer esto!
Todo lo miró con una expresión de desprecio.
—¿Rencor? No, no es eso. Simplemente elimino problemas. Tú eres un problema, y por eso, debo eliminarte —respondió, mientras levantaba su hacha, listo para dar el golpe final.
Pero en un giro inesperado, Flap, a pesar de sus heridas, se lanzó a la carga, intentando desviar la atención de Todo. Fue un acto de valentía, pero también de desesperación. Naegi, paralizado por el horror, sintió cómo todo su mundo se desmoronaba.
—¡Basta! —gritó, su voz resonando con una fuerza que no sabía que poseía. —No voy a permitir que mates a más personas.
Todo se rió, una risa fría y siniestra.
—¿Así que crees que puedes desafiarme? Eres una broma —dijo, y antes de que Naegi pudiera reaccionar, se lanzó hacia él.
Sin embargo, el instinto de Naegi lo salvó. Con un movimiento rápido, desvió el ataque con una espada que había recogido del suelo. El acero chocó, y la fuerza del impacto lo empujó hacia atrás, pero pudo mantenerse en pie. Naegi sintió que, a pesar de su mala suerte, había encontrado un destello de esperanza.
—¡Flap, levántate! —gritó, sabiendo que no podían rendirse. Pero el destino tenía otros planes. Todo, desquiciado y decidido, se abalanzó sobre Flap, y en un instante, la vida de su amigo se apagó.
La rabia y la tristeza se apoderaron de Naegi. No podía dejar que todo terminara así. Recordó las veces que había enfrentado situaciones imposibles, y cómo siempre había encontrado una salida. Esta no sería la excepción.
—¡Tú no ganarás! —gritó, su voz resonando con determinación. Sabía que su tiempo se agotaba, y que si quería salir de allí, debía actuar rápido.
Con una táctica improvisada, Naegi decidió atraer a Todo hacia él, gritando y provocándolo. Logró que Todo se distrajera, y en ese momento, Flap, aunque herido, le dio tiempo para escapar.
Naegi se dio cuenta de que su única opción era alejarse de Huaral. Junto a Flap, se dirigieron hacia la posada donde Rem, la hermana de Flap, los esperaría. La misión de Naegi se había transformado: no solo sobrevivir, sino proteger a aquellos que había llegado a amar en este mundo extraño.
Al llegar a la posada, la tensión era palpable. Abrió la puerta con cuidado, y al ver a Rem, su corazón se llenó de alivio.
—¡Rem, estás a salvo! —gritó, pero la alegría fue efímera. Ella lo miró con desconfianza y acercó su espada a su cuello.
—¿Por qué regresaste tan pronto, Naegi? —preguntó, la ira y la preocupación entrelazadas en su voz.
—¡Debemos irnos ahora mismo! —respondió Naegi, la urgencia en su tono no dejaba lugar a dudas.
Mientras Rem y Flap discutían, Naegi sintió que el tiempo se les escapaba. Algo no encajaba. Las mochilas de Rem y Luis estaban listas, como si ya se prepararan para abandonar Huaral.
—¿Por qué no has desempacado? —preguntó Naegi, un nudo formándose en su estómago. La mirada evasiva de Rem solo confirmaba sus peores sospechas: ella había planeado irse sin él.
Antes de que la situación pudiera escalar, Flap intervino, insistiendo en que debían concentrarse en escapar. Guiados por la urgencia, pagaron por su estancia y se dirigieron rápidamente hacia su montura, un enorme buey llamado Bote Cliff, que parecía más dragón que bestia de carga.
Bote Cliff, aunque de movimientos lentos, obedeció a la voz de Medium, quien gritó con humor:
—¡Corre, Bote Cliff, o serás la cena!
El buey comenzó a correr, y Naegi sintió que la esperanza renacía en su interior.
Sin embargo, al llegar a la puerta de la ciudad, se encontraron con soldados. Eran los mismos que servían al país, y la sensación de peligro llenó el aire. Con la determinación de enfrentar a su destino, Naegi se preparó para luchar.
Fue entonces cuando Medium saltó como un rayo, aterrizando entre los soldados con una fuerza devastadora. Naegi quedó maravillado, observando cómo su amiga se enfrentaba a los enemigos con una habilidad que nunca había visto.
—¡Cielos, Medium, eres increíble! —gritó, mientras ella arrasaba con los soldados. Pero pronto, uno de ellos, un guerrero llamado Llamar, se interpuso en su camino.
El combate entre Medium y Llamar se intensificó, y Naegi supo que debía actuar. Se unió a la lucha, y mientras el caos se desataba a su alrededor, recordó la importancia de la unidad. Juntos, podían vencer cualquier adversidad.
Con cada golpe y cada movimiento, Naegi sentía que la victoria era posible, pero el peligro no se había ido. En un momento de distracción, un hacha surcó el aire, y Naegi, con reflejos rápidos, la bloqueó con su espada.
—¡No dejaré que mates a más personas! —gritó, mientras la adrenalina corría por sus venas.
Todo había aparecido nuevamente, y Naegi supo que debían unir fuerzas para enfrentarlo.
—¡Haz lo que une! —gritó, mientras un hechizo fue lanzado. La batalla había llegado a un punto crítico, y la ayuda había llegado en el momento justo.
Finalmente, con la ayuda de sus amigos y el apoyo de los guerreros amazonas, lograron escapar de Huaral. Exhausto, pero aliviado, Naegi se desplomó sobre el carruaje, sintiendo que, a pesar de todas las adversidades, habían logrado salir.
—Ese maldito emperador lo sabía todo —murmuró, mientras una nueva determinación crecía dentro de él. —La próxima vez que lo vea, le daré una paliza.
La lucha no había terminado, y Naegi sabía que el camino por delante estaría lleno de desafíos. Pero con amigos a su lado y la determinación de no rendirse, se sintió listo para enfrentar cualquier adversidad que se presentara.