El cielo estaba teñido de un azul claro, pero en el corazón de la selva, la oscuridad reinaba. Naegi había regresado a la vida, una vez más, después de aquella flecha envenenada que había puesto fin a su existencia. Despertó en una pradera, un lugar que no había sido su destino final, y la confusión invadía su mente. Recordaba la conversación con Beatrice, su espíritu acompañante, quien le había advertido sobre el peligro de acumular maná en su cuerpo. La idea de ser una bomba de maná le dio escalofríos, pero al menos contaba con Beatrice para drenar esa energía.
"Así que, ¿realmente he muerto?", pensó, palpando su pecho donde la flecha lo había atravesado. Las heridas habían desaparecido, y aunque el recuerdo de la agonía aún le pesaba, ahora debía confrontar la realidad que lo rodeaba. La preocupación por Rem lo invadió. Ella había quedado atrás, y no podía soportar la idea de que el cazador la hubiera encontrado.
Sin más tiempo que perder, Naegi se adentró en el bosque. Sus pasos eran cautelosos, el eco de sus pensamientos resonaba en su mente. "Si grito, revelaré mi posición", reflexionó, recordando cómo había sido víctima de su propia impulsividad en el pasado. Esta vez, sabía que debía ser más astuto. Su mente trabajaba mientras se adentraba en la espesura, y la idea de activar su autoridad, Corazón de León, cruzó su mente. Sin embargo, su radar no mostraba rastro de Rem. La posibilidad de que ella no lo considerara su aliado le dolía.
Mientras avanzaba, la idea de camuflarse con barro le llamó la atención, pero decidió que no había tiempo para eso. La selva era un laberinto, y cada segundo contaba. Finalmente, llegó al final del bosque y se encontró frente a una gran cascada, donde la luz del sol brillaba intensamente. Pero no había tiempo para admirar la belleza del lugar, ya que el rastro de un campamento cercano lo alertó. Con precaución, se acercó y notó una pequeña hoguera, lo que indicaba que alguien había estado allí recientemente.
Su instinto lo llevó a actuar con precaución. "Tal vez pueda encontrar algo útil aquí", pensó al acercarse. Pero justo cuando comenzó a revisar, una voz lo sorprendió desde atrás.
—¿Quieres una espada? —preguntó un extraño, extendiendo un arma hacia él mientras la amenaza vibraba en el aire.
Naegi, con su habitual amabilidad, se dio cuenta de que el hombre era más joven de lo que esperaba, y sin embargo, la tensión era palpable. Su mente trabajó rápidamente para encontrar una salida.
—Qué mala suerte, ¿verdad? —dijo, intentando aliviar la tensión con un toque de humor.
El extraño, a quien más tarde conocería como Vincent, no estaba dispuesto a dejarse llevar por las palabras. La situación se tornó peligrosa, y Naegi sintió que estaba al borde de un abismo. Sin embargo, una chispa de curiosidad brilló en los ojos de Vincent cuando se dio cuenta de que Naegi no era una amenaza.
—¿Por qué llevas esas ropas? —preguntó Vincent, al notar lo inusual de su vestimenta.
Naegi, sintiendo la presión, intentó mantenerse relajado, recordando la conversación que había tenido con Clint, su mayordomo, sobre cómo manejar situaciones difíciles. "Debes correr si te encuentras en una situación terrible y estás solo", resonaba en su mente. Pero, en esta ocasión, no podía simplemente huir. Tenía que encontrar a Rem.
Cuando finalmente se dio cuenta de que Vincent no era el cazador que buscaba, una sensación de alivio lo invadió. Sin embargo, la conversación pronto giró hacia el peligro inminente. Vincent le explicó que el campamento era un señuelo, una trampa para atraer a los desprevenidos. Naegi entendió que debía encontrar a Rem antes de que fuera demasiado tarde.
—No puedo dejar que te pase nada —dijo Naegi con determinación, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.
Vincent le ofreció una daga adornada, un regalo inesperado que Naegi tomó con gratitud. Agradeció a Vincent, prometiendo que algún día pagaría el favor, antes de lanzarse de nuevo hacia la selva, decidido a encontrar a Rem.
Sin embargo, el bosque estaba lleno de trampas, y al seguir el rastro de Rem, Naegi fue víctima de una trampa bien elaborada. La conciencia se desvaneció brevemente cuando una rama lo golpeó en la cabeza, dejándolo colgando de una liana, atado y vulnerable.
"¿Esto es un sueño o una pesadilla?", pensó mientras se sacudía del dolor. Con esfuerzo, logró liberarse, sorprendido de que una trampa de caricatura realmente funcionara. Sin embargo, sabía que debía seguir adelante.
El rastro de Rem lo llevó a través de más trampas, cada vez más complejas, mientras reflexionaba sobre la situación en la que se encontraba. "Siempre metido en problemas", se lamentó, pero en su interior, esa determinación de proteger a los que le importaban se volvió más fuerte. A medida que se acercaba a ella, recordó su primera impresión, y cómo había luchado por ser un protector.
Finalmente, encontró a Rem, pero no sin problemas. En medio de su persecución, se dio cuenta de que Luis estaba interfiriendo, dejando marcas que complicaban el escape de Rem. "Esto no puede seguir así", pensó, y mientras avanzaba, fue consciente de que debía cambiar su enfoque.
Cuando finalmente se enfrentó a Rem, ella no estaba dispuesta a escuchar sus explicaciones. La tensión entre ellos era palpable, sus instintos chocaban. Pero Naegi, en su característico estilo, se arrodilló y le suplicó a Rem que le diera otra oportunidad.
—Soy el hombre que se convierte en su propio látigo, y estoy aquí para protegerte —dijo, su voz llena de sinceridad.
Pero las dudas de Rem eran profundas. Sin embargo, en el momento más crítico, cuando el cazador estaba a la vista, Naegi actuó. Gritó su nombre, llevándola a la seguridad justo a tiempo para esquivar una flecha mortal.
La escena estaba cargada de adrenalina, y aunque el peligro parecía inminente, la conexión entre ellos comenzaba a formarse. A pesar de las sombras que los rodeaban, Naegi se negaba a rendirse, y con cada acción, cada palabra, estaba decidido a demostrar que era digno de su confianza.
Mientras las flechas volaban y la selva se convertía en un campo de batalla, Naegi sabía que su destino estaba ligado al de Rem. Juntos, tendrían que enfrentarse a los peligros que acechaban en la oscuridad, y aunque el camino sería difícil, su determinación brillaría como una luz en la penumbra.
La historia comienza con un repaso de los eventos recientes, donde Naegi Makoto, un chico común con una extraordinaria mala suerte, se encuentra en medio de una selva densa y peligrosa. La última vez que había cerrado los ojos, se encontró a merced de un enorme monstruo, una serpiente de diez metros. Sin embargo, justo cuando el destino parecía sellado y la muerte se cernía sobre él, un cazador misterioso apareció como un rayo de esperanza. Con un disparo certero, la flecha atravesó el pecho de la serpiente, salvando a Naegi de un destino inminente, aunque el cazador, con su aura enigmática, se presentaba como un aliado cuestionable.
Mientras la serpiente, aún herida, emitía un chillido desgarrador y se preparaba para atacar al cazador, Naegi se debatía entre la confusión y el alivio. "¿Es el cazador mi enemigo o mi aliado?" Las preguntas resonaban en su mente como ecos en un vasto vacío.
Sin embargo, el cazador, en un acto de desesperación, falló su segundo tiro y decidió escapar, dejando a Naegi en un mar de dudas. En ese momento, el chico no pudo hacer más que regresar al agujero donde había dejado a Rem y Louis, su fiel compañera. La incertidumbre lo envolvía, pero su instinto le decía que debía actuar.
—¡Reme! —llamó, mientras su corazón latía con fuerza. La ansiedad nublaba su mente, pero la imagen de las dos chicas lo impulsaba a seguir adelante.
Cuando Rem apareció, Naegi se sintió un poco más seguro. Ella lo miró con una mezcla de preocupación y determinación. Sin embargo, antes de que pudiera compartir su plan de escape, Rem comenzó a escalar por su cuenta, mostrando una fortaleza que le sorprendía. Pero no podía dejarla atrás. Ella era su responsabilidad, su compañera en esta aventura.
Naegi se ató a Louis en su espalda, como un guerrero que lleva el peso del mundo, y se giró hacia Rem con una expresión decidida.
—Debemos escapar de aquí. ¡Ahora! —exclamó, extendiendo la mano hacia ella.
—¿Y Louis? —preguntó Rem, su voz un tanto temerosa.
—Ella está bien, solo duerme. ¡Confía en mí! —Naegi insistió, tratando de infundirle optimismo.
Con una mezcla de desesperación y esperanza, Naegi llevó a Rem hacia un camino que creía seguro. Sin embargo, la selva no era un lugar amable; un rugido ensordecedor resonó detrás de ellos. La serpiente, furiosa y aún viva, había recuperado su ímpetu y estaba en busca de venganza.
—¡Corre! —gritó Naegi, su voz llena de determinación.
Mientras corrían, Naegi se dio cuenta de que su resistencia comenzaba a desvanecerse. La carga se hacía más pesada, y su cuerpo empezaba a dar señales de fatiga. Justo cuando pensaba que todo estaba perdido, Rem, siempre atenta, gritó:
—¡Escucha! ¡Agua! ¡Hay un río cerca de aquí!
Naegi sintió un pequeño destello de esperanza. Si podían llegar al río, podrían perder el rastro de la serpiente. Con un nuevo objetivo en mente, se lanzó en la dirección que Rem le había indicado. Pero cuando llegaron al borde del río, se encontraron con una impresionante cascada que se precipitaba hacia el abismo.
—No podemos saltar, es una locura —murmuró Rem, su voz llena de temor.
—Quizás no tengamos otra opción —respondió Naegi, su mente trabajando a toda velocidad.
En un repentino acto de valentía, Naegi decidió que no podían rendirse. Se volvió hacia Rem y le dijo con firmeza:
—Soy tu héroe y concederé tu deseo de salir de aquí. ¡Confía en mí!
Las palabras resonaron en el aire, y Rem, a pesar de su miedo, sintió que algo dentro de ella se encendía. Sin más tiempo que perder, Naegi tomó impulso y saltó, sintiendo la adrenalina correr por sus venas mientras caían hacia el agua helada.
La caída fue tumultuosa. Al sumergirse, el agua los envió girando, y Naegi luchó por mantener la calma mientras el peso de Louis y Rem lo arrastraba hacia el fondo. Sin embargo, su determinación no flaqueó. Con un último esfuerzo, se aferró a una rama que se extendía a su lado, utilizando toda su fuerza para emerger a la superficie.
Desplomado en la orilla, respiró hondo, expulsando el agua que había tragado. Pero su alivio fue breve; al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que Rem no respiraba. El pánico se apoderó de él, y sin dudar, comenzó a practicarle primeros auxilios, su corazón latiendo con fuerza mientras luchaba por salvar a su amiga.
—¡Vamos, por favor! —murmuró, con la voz entrecortada por el esfuerzo. Finalmente, logró que Rem expulsara el agua, y un suspiro de alivio llenó el aire.
Pero la victoria fue efímera. Exhausto y con su cuerpo al borde del colapso, Naegi se desplomó en la hierba, cerrando los ojos mientras la oscuridad lo envolvía.
Cuando despertó, la confusión lo rodeaba. Un dolor punzante en el estómago le indicó que algo andaba terriblemente mal. Abrió los ojos, solo para descubrir que estaba atado, con vendas cubriendo su visión. La voz de un desconocido resonó a su alrededor.
—Lamento que te hayan despertado de esta forma. Pero ahora eres nuestro prisionero.
Las palabras cayeron sobre él como un balde de agua fría. Estaba en un campamento lleno de soldados, y su corazón se hundió al darse cuenta de que la lucha no había terminado; de hecho, había comenzado una nueva batalla por su libertad.
—¿Qué planean hacer conmigo? —preguntó, la voz temblorosa, pero con un brillo de desafío en sus ojos.
El hombre que lo había despertado le ofreció una mirada de compasión, pero en sus ojos brillaba una fría determinación.
—Eso depende de tus respuestas, héroe. Pero por ahora, estamos muy interesados en el chico que parece que has estado buscando.
Naegi se sintió atrapado en un laberinto oscuro, donde cada decisión podría llevarlo a un desenlace fatal. Sin embargo, en su interior, una chispa de resistencia se encendió. Sabía que debía luchar, no solo por su propia vida, sino también por Rem y Louis, quienes una vez más dependían de él.
—No me rendiré tan fácilmente —murmuró para sí mismo, sintiendo que su determinación se fortalecía.
Mientras el campamento se llenaba de murmullos y risas, Naegi se preparaba para enfrentar su destino, decidido a convertirse en el héroe que todos necesitaban, incluso en las sombras más profundas de la desesperación.
Y así, en la oscuridad de la selva de Bolatti, el verdadero desafío de Naegi estaba por comenzar.