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Chapter 39 - cap 39

El silencio envolvía la oscura caverna donde Naegi Makoto se encontraba, un eco lejano de sus pensamientos resonaba en su mente. Después de su encuentro con la bestia infernal, había regresado de la muerte, pero no sin un costo. La sensación de haber sido incinerado y el miedo a lo que había visto permanecían grabados en su memoria. Sabía que el camino que estaban a punto de tomar podría ser aún más peligroso que aquel al que habían enfrentado anteriormente.

Mientras caminaba junto a Rahm y Anastasia, la atmósfera se tornaba pesada. La conversación se movía ágilmente entre bromas y temores, pero para Naegi, cada palabra era un recordatorio de su misión: mantener a sus amigos a salvo. Recordaba la bestia que lo había atacado, un ser que parecía disfrutar de la agonía de sus víctimas.

"Creo que estamos bajo el desierto", dijo Anastasia, su voz llena de incertidumbre.

"Sí, opino lo mismo", respondió Naegi, aunque su mente divagaba en pensamientos más oscuros.

"No seas grosero, al menos escucha la pregunta", le reprochó Rahm, claramente molesta por su distracción. Naegi no podía evitar sonreír ante su fervor, aunque sabía que el peso de la situación no se podía ignorar.

La conversación se tornó más ligera, pero un comentario descuidado de Naegi llevó a Anastasia a quemar su cara accidentalmente con un cristal caliente. La broma, aunque dolorosa, rompió un poco la tensión que les envolvía. "Lo siento, su barón, mi mano se resbaló", dijo ella, con una mezcla de preocupación y risa.

Naegi se obligó a concentrarse. "De verdad creo que estamos debajo de las dunas de arena", insistió, viendo la mirada de sorpresa en el rostro de Anastasia.

"Vaya, de verdad me escuchaste. Bueno, podríamos estar en la madriguera de una lombriz de arena", respondió ella, intentando mantener el ánimo elevado, aunque sabía que la realidad era mucho más sombría.

La conversación se adentró en territorios más oscuros cuando Naegi comenzó a hablar de la bestia que lo había eliminado en el bucle anterior. Sus descripciones provocaron repugnancia en las chicas, y finalmente Rahm le preguntó, "Si viste algo tan peligroso, ¿por qué no nos lo dijiste?"

"Lo vi cuando estábamos descansando por la noche, cuando estábamos protegidos por el poder de Mail. Pensé que no era importante", respondió Naegi, sintiendo la presión crecer en su pecho.

"Por ahora lo llamaré centauro, pero reconozco que es muy peligroso y tal vez no podríamos hacerle frente", concluyó, sintiendo que la gravedad de la situación se hacía cada vez más evidente.

Justo en ese momento, el grupo llegó a una bifurcación en el camino. Naegi sabía lo que les esperaba del lado izquierdo, y su instinto lo instaba a advertir a sus compañeras. "Es mejor ir por la derecha. Según algunos estudios, las personas perdidas tienden a elegir el camino de la izquierda", explicó, tratando de mantener la calma.

Rahm, con su habitual escepticismo, le respondió: "Dices cosas muy inteligentes, Varus, pero ¿te has dado cuenta de esa aura oscura que sale del camino derecho?" La atmósfera se intensificaba, y Naegi sintió el peso de la responsabilidad.

"Pero no hemos encontrado más bestias durante casi una hora. Esto debe ser parte de alguna clase de desafío del sabio", argumentó Naegi, intentando convencerlas.

El aura oscura del camino derecho era inquietante, y las chicas se mostraron reacias a ir por allí. Sin embargo, Naegi se aferró a su convicción de que el camino correcto no siempre es el que parece seguro.

Con cada paso que daban, la presión del lugar se hacía más palpable. "Mi cuerpo se siente pesado", comentó Naegi, y la respuesta de Rahm fue instantánea.

"Cállate. ¿Acaso has olvidado por qué estamos haciendo esto?" El tono de Rahm era cortante, como si la atmósfera pesada hubiera amplificado su irritación.

Naegi sintió que su paciencia se desvanecía, y un impulso de frustración lo llevó a levantar la voz. "Si estás planeando algo, dilo. No siempre estoy en tu mente, Rahm".

El silencio que siguió fue ensordecedor, y las tensiones entre ellos crecían. La atmósfera se tornó hostil, y Naegi no podía dejar de pensar en lo que había perdido. A medida que las palabras se intensificaban, sus emociones también lo hacían, hasta que finalmente se desató el caos.

"Eres detestable", pensó para sí, mientras la ira se acumulaba en su interior. Su mente racional se desvanecía, y lo que una vez fue una búsqueda por la salvación se había convertido en un campo de batalla personal.

En el fragor de la discusión, las palabras se convirtieron en gritos, y Naegi, impulsado por sus emociones, empujó a Rahm, quien cayó al suelo. La violencia de la situación lo sorprendió, y al ver la expresión de incredulidad en su rostro, se dio cuenta de que había cruzado una línea. Pero ya era demasiado tarde.

El caos se desató. Rahm, furiosa y herida, contraatacó, y en un instante, el ambiente cambió drásticamente. La arena a su alrededor parecía cobrar vida, y antes de que pudieran reaccionar, una explosión los lanzó por los aires.

El estruendo se desvaneció, y cuando Naegi se levantó, la escena que presenció lo dejó helado. Rahm, gravemente herida, y Anastasia, quien había tomado una decisión rápida y letal, yacían en el suelo. Una mezcla de confusión y desolación invadió su ser.

"¿Por qué hiciste eso?" gritó Naegi, su voz cargada de desesperación mientras observaba el caos a su alrededor. La lógica de Anastasia era fría, pero él no podía aceptar lo que había sucedido.

Las palabras de Anastasia resonaban en su mente. "Tuve que tomar una decisión rápida. Si ustedes se peleaban, terminarían lastimados, y yo no puedo escapar sola, ¿sabes?"

Naegi sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La traición y el dolor se entrelazaban en su corazón, y mientras la oscuridad se cernía sobre ellos, una sombra aún más ominosa se acercaba.

La llegada de la miasma, la influencia de la bruja, había llevado a todos a un punto de no retorno. Y en ese momento de desesperación, cuando la traición se hizo palpable, el dragón que acompañaba a Naegi, Patrasche, se convirtió en un monstruo voraz, incapaz de discernir entre amigos y enemigos.

La escena se tornó grotesca. La desesperación de Naegi se transformó en horror cuando vio a Patrasche devorar a Rahm, la cabeza de su amiga desapareciendo entre los dientes del dragón. La realidad se desvanecía, y un grito ahogado escapó de sus labios, un lamento por la pérdida y el dolor que había causado.

"¡No!" gritó, sintiendo que su mente estallaba en fragmentos. La traición, la ira, el horror, todo se entrelazaba en una vorágine de emociones incontrolables.

El ciclo de la muerte y la desesperanza se repitió, y con cada grito, con cada lágrima, Naegi se dio cuenta de que su lucha por cambiar el destino se había convertido en un camino hacia su propia destrucción.

En ese abismo de desesperación, donde la amistad se había transformado en rivalidad y la confianza en traición, Naegi comprendió que el verdadero enemigo no eran las bestias, sino la oscuridad que habitaba en el corazón de cada uno.

Y así, en medio del horror y la desesperanza, su viaje continuaba, enfrentando la culpa y el dolor, y la pregunta que resonaba en su mente era: ¿podría alguna vez encontrar la luz en medio de tanta oscuridad?

Naegi Makoto despertó de su experiencia cercana a la muerte en un estado de confusión y desorientación. Su mente aún daba vueltas con los ecos de la pesadilla que había enfrentado, donde la imagen de sus compañeros siendo devorados por los padres lo persiguió. La risa macabra resonaba en su memoria, una burla cruel que lo dejó sintiéndose impotente. Sin embargo, el llamado insistente de Rahm lo trajo de vuelta a la realidad: "Varus, ¡despierta! Si no lo haces, te quemaré los párpados".

Con un esfuerzo titánico, Naegi forzó a su cuerpo a levantarse, sintiendo cada fibra de su ser protestar por el movimiento. La arena que caía sobre él le recordaba lo que había perdido, pero ahora no era el momento de rendirse. Miró a su alrededor y vio a Rahm con una linterna, iluminando el oscuro lugar donde se encontraban. Había regresado, pero el peso de su experiencia aún lo oprimía.

El silencio que envolvía al grupo era casi palpable, y Naegi sintió la tensión en el aire. Rahm lo miró con preocupación, como si pudiera leer sus pensamientos. "¿Te preocupas por ellos?", preguntó. La pregunta lo hizo tambalear. Sabía que la respuesta era complicada. En los bucles anteriores había dejado que el miedo y la desesperación lo dominaran, pero ahora, una nueva determinación comenzó a florecer en su interior. "No quiero mentir… pero tampoco quiero que se sientan desalentados", pensó, mientras su varón trataba de encontrar el equilibrio entre la esperanza y la realidad.

Naegi se sintió perdido en sus pensamientos, pero la voz de Rahm lo sacó de su ensimismamiento. "Hemos perdido tiempo por culpa de Varus. Debemos movernos". En ese momento, Anastasia se unió al grupo, trayendo consigo un aire de urgencia. "¿Qué estamos esperando? El tiempo no se detiene", dijo, y Naegi sintió un escalofrío recorrer su espalda. La experiencia de ser atacado por la criatura aún lo atormentaba.

Mientras el grupo avanzaba, la arena crujía bajo sus pies, y Naegi no pudo evitar recordar el horror que había presenciado. Pero sabía que no podían rendirse. Golpeándose las mejillas, se obligó a calmarse. "No es culpa de nadie. Este camino… es solo una ilusión", se decía a sí mismo. Sin embargo, las palabras eran difíciles de creer.

La conversación se volvió densa a medida que Anastasia reclamaba la necesidad de mantener la comunicación. "Debemos hablar más, Naegi. No podemos permitir que el silencio nos consuma", dijo. Era un recordatorio de que el grupo debía permanecer unido, y de que su papel como mediador era crucial. Sin embargo, Naegi no pudo evitar sentirse un poco aislado. "¿Y si realmente no les importa lo que pienso?", reflexionó.

Después de un rato, llegaron a la bifurcación. Un aire helado emanaba de la ruta de la derecha, y todos sintieron un escalofrío recorrer sus espinas. "Este viento… es el que nos causa malestar", dijo Anastasia, y todos asintieron, reconociendo la ominosa presencia que emanaba del camino derecho. Finalmente, decidieron avanzar por el camino izquierdo.

Mientras caminaban, Naegi compartió su experiencia con la criatura, un centauro de pesadilla que escupía fuego. Las chicas mostraron desagrado ante su relato, pero Naegi sintió que era su deber advertirles. "Debemos estar preparados. Esa cosa es más fuerte de lo que imaginamos", les dijo, aunque las miradas de desprecio y desdén que recibió hicieron que su corazón se hundiera.

"Los rumores dicen que las bestias odian el miasma de la bruja", explicó Anastasia, brindando un poco de claridad a la situación. Sin embargo, Naegi sabía que había algo más en juego. "La bruja…", murmuró, recordando su propia conexión con ella. El miasma que había experimentado antes era algo que no debía tomarse a la ligera.

El grupo continuó avanzando, y pronto llegaron al final del camino, donde se encontraban con la curva que Naegi temía. "Huele a carne quemada", dijo Rahm, y una sensación de pavor se apoderó de él. Sabía que cualquier paso en falso podría significar su fin. "Estamos acorralados", murmuró Anastasia, y Naegi sintió que el peso del mundo recaía sobre sus hombros.

"Primero, debemos detenernos y compartir toda la información", dijo Naegi, intentando mantener la calma. Era un intento de crear un plan, de encontrar una manera de enfrentar a la bestia. La idea de haber muerto en vano lo atormentaba, pero sabía que aún podían encontrar una salida. Con el corazón en la mano, compartió lo que había aprendido sobre la criatura, su ceguera, y cómo había sobrevivido en su encuentro anterior.

La tensión aumentó a medida que se movían con sigilo, lanzando distracciones para mantener al centauro alejado. Sin embargo, algo extraño estaba ocurriendo. Las llamas comenzaron a acercarse a él, y Naegi sintió un escalofrío que le recorría la columna. "¿Cómo sabe dónde estamos?", se preguntó. La respuesta llegó rápidamente: "Bart usó el eco de la cueva", explicó Rahm. La bestia no necesitaba verlos; su grito resonante le proporcionaba la información que necesitaba.

Cuando la bestia embistió contra ellos, Naegi sintió que la desesperación lo consumía. "No puedo dejar que esto termine así", pensó, y con un grito de determinación, lanzó su hechizo. "Providencia invisible", invocó, pero el dolor atravesó su cabeza como un rayo. El monstruo se abalanzó sobre él, pero en ese instante, Para Tres apareció, salvando su vida.

La confusión reinó mientras la batalla se desataba. Las heridas del monstruo se cerraban rápidamente, y la desesperación de Naegi crecía. Pero en ese momento de crisis, las palabras de Rahm resonaron en su mente. "No te atrevas a morir, Naegi", le dijo, recordándole que había más en juego que su propia vida. Esa chispa de ira y determinación lo impulsó a levantarse una vez más.

Con un grito de impotencia, una luz blanca apareció, destruyendo lo que quedaba del centauro. La batalla había alcanzado su clímax, y la imagen de la criatura siendo aniquilada fue un espectáculo aterrador pero a la vez liberador. Sin embargo, la victoria era efímera. Al igual que antes, la bestia comenzó a regenerarse, y Naegi comprendió que estaban enfrentando algo más allá de su capacidad de lucha.

El caos se desató. La criatura se transformó, adoptando una forma aún más aterradora, y Naegi sintió que el tiempo se detenía. Era el momento de la verdad. "No puedo dejar que esto termine aquí", pensó con fuerza, y en un último esfuerzo, invocó su magia. La luz blanca brilló una vez más, y el centauro fue finalmente destruido.

La batalla había terminado, pero Naegi se encontraba al borde de la inconsciencia. La figura de una chica apareció ante él, su rostro lleno de lágrimas y una sonrisa que brillaba con esperanza. "Al fin te encontré", dijo, y en ese momento, Naegi sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor.

Con un suspiro de alivio, su conciencia se apagó, y todo se volvió oscuro. La lucha había terminado, pero la verdadera aventura apenas comenzaba.