El eco de la batalla contra el gran centauro del desierto aún resonaba en la mente de Naegi Makoto. Aunque había sido salvado por Chawla, el encuentro había dejado una marca indeleble en su ser. Sin embargo, antes de poder pensar en todo lo que habían vivido, se encontró atrapado en un sueño. Un sueño extraño, donde la oscuridad lo rodeaba por completo y, a la vez, lo llenaba de un inquietante sentido de paz.
En ese vasto vacío, Naegi se sentía como una simple luz, una chispa flotante junto a dos luces más. Ambas hablaban entre sí con voces etéreas y misteriosas. La primera luz anunció con solemnidad: "Finalmente le damos la bienvenida a la conclusión de este período de alegría". La segunda voz, con un tono casi burlón, interrumpió: "Por Dios, no es ningún chiste, actúa un poco más sensato. Tu imprudencia ha llegado demasiado lejos". Naegi sintió que esas palabras resonaban dentro de él, una especie de juicio que lo empujaba a reflexionar sobre sus decisiones.
Ambas luces continuaron discutiendo, y aunque sus palabras parecían confusas, Naegi no pudo evitar pensar que eran como dos partes de su propia mente, una que le recordaba ser cauteloso y otra que lo empujaba a seguir adelante sin miedo. En ese momento, un destello de luz atrajo su atención. A lo lejos, vislumbró a una figura femenina que se acercaba, su rostro oculto en la oscuridad, pero sus manos eran claras y definidas. Sin pensarlo, Naegi extendió su mano hacia ella, y en un susurro, ella pronunció: "Te amo". Su reacción fue instintiva, una sonrisa tímida brotó de sus labios antes de que despertara de aquel extraño sueño.
Cuando sus ojos se abrieron, el mundo real lo recibió con su característico brillo. Las luces suaves de las lámparas y el resplandor de los musgos brillantes lo rodeaban. La sensación de calor era reconfortante, y a su lado, encontró a Emilia, dormida y con su mano entrelazada con la suya. La imagen le trajo una sonrisa, pero la tranquilidad fue interrumpida por la voz de Beatriz, quien observaba la escena con una mezcla de preocupación y alivio.
—Emilia estuvo muy preocupada por ti. No ha dormido en dos días —informó Beatriz con un tono que mezclaba reproche y cariño—.
Naegi, sintiéndose un poco avergonzado, se levantó cuidadosamente de la cama, tratando de no despertar a Emilia. Cuando finalmente se puso de pie, miró a Beatriz y preguntó, algo ansioso:
—¿Todos están bien?
—Sí, todos estamos a salvo —confirmó Beatriz, aunque su expresión mostraba una leve preocupación—. Aunque te preocupaste mucho, ¿verdad?
Al ver el puchero en su rostro, Naegi no pudo evitar reírse. Era una de esas pequeñas interacciones que siempre lograban levantar su ánimo.
—¿De verdad no te preocupaste? —insistió, sabiendo que era una broma entre ellos.
Beatriz hizo un gesto de desdén con la mano.
—No, no me preocupé. No hay pruebas que lo demuestren —dijo, con una sonrisa traviesa.
Naegi no pudo evitar soltar una pequeña risa. Sin embargo, al recordar lo que habían pasado, su expresión se tornó seria.
—¿Qué pruebas? ¿Dónde estamos? —preguntó, sintiéndose un poco perdido.
—Estamos en la Torre de Vigilancia Pléyades —respondió Beatriz, señalando hacia la ventana donde la luz se filtraba por las rendijas—. Este es el sexto piso, el más bajo. Algunos pisos están enterrados en la arena.
A medida que Beatriz explicaba, Naegi se maravilló con la belleza de la torre, sus adornos intrincados y la forma en que la luz iluminaba los espacios. La estructura parecía un refugio en medio de la desolación del desierto. Beatriz continuó explicando la distribución de los pisos, y Naegi prestó atención, tratando de memorizar cada detalle.
—Y en el cuarto piso están todos los heridos. Allí hay espíritus que pueden curar —añadió Beatriz, mientras Naegi sentía un nudo en el estómago al pensar en sus amigos.
—¿Está Rem bien? —preguntó de inmediato, recordando la última imagen de ella herida.
—No te preocupes. Ella está recibiendo cuidados. Pero deberíamos subir y ver cómo están todos —respondió Beatriz, con una mirada decidida.
—¿Y cómo subimos? —preguntó Naegi, viendo las escaleras en espiral que parecían no tener fin.
—Por las escaleras, como cualquier persona normal —dijo Beatriz, un tono de diversión en su voz.
Naegi frunció el ceño. Las escaleras parecían un desafío monumental, un camino serpenteante que se extendía hacia las nubes.
—¿Y si usamos Murac para flotar? Así podríamos subir más rápido —sugirió, esperanzado.
—No podemos. Nuestro maná es muy limitado. Es mejor guardarlo para una emergencia —Beatriz le recordó, justo cuando un escalofrío recorrió el ambiente.
—¡Agáchate, Naegi! —gritó Beatriz, y él no tuvo más remedio que seguir su instinto, abrazándola mientras se agachaban.
Una ráfaga de viento los golpeó, levantando polvo y arena a su alrededor. Cuando el aire se disipó, Naegi vio a una figura acercándose. Era una persona vestida con una extraña capa que cubría casi todo su cuerpo, dejando ver solo un par de ropas que apenas lo cubrían. Su cabello largo, atado en una cola de caballo, se movía con el viento.
—Tú eres el sabio —dijo Naegi, su voz llena de incredulidad.
La figura no respondió, se acercó a él con un aire de misterio. Naegi sentía su corazón latir con fuerza, temiendo lo que podría venir.
—Oye, ¿me escuchas? Sé que estás cuidando de mis amigos. No tienes intención de atacarme, ¿verdad? —preguntó, tratando de mantener la calma. Pero el silencio de la figura lo incomodaba.
Finalmente, la chica habló.
—¡Por fin te encontré! —exclamó, lanzándose a abrazar a Naegi con una fuerza descomunal.
—¡Espera! —gritó él, tratando de liberarse—. ¿Quién eres?
—Soy Chawla, la guardiana de estrellas de la Torre de Vigilancia Pléyades. ¡Soy la aprendiz del maestro Aula! —respondió, sus ojos brillando de alegría.
Naegi no podía creer lo que estaba escuchando. Se resistía a aceptar que esta chica, a quien había visto como una figura poderosa durante la batalla, era en realidad la aprendiz de un sabio. Justo en ese momento, Emilia despertó y salió del carruaje, sólo para ver la escena de Naegi siendo abrazado por Chawla.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —dijo Emilia, y sin pensarlo, le dio una patada a Naegi.
—¡¿Por qué me pateas?! —respondió él, aturdido.
—No estoy segura, pero estaba realmente molesta —dijo Emilia, cruzando los brazos, mientras el caos y los gritos llenaban el aire.
La situación se tornó confusa y divertida, pero Naegi sabía que había cosas más serias en juego. Con sus amigos a salvo, pero con un nuevo desafío por delante, se preparó para enfrentar lo que viniera. La batalla contra el sabio de la Torre Pléyades apenas comenzaba, y él estaba decidido a salir adelante, porque, después de todo, la esperanza era lo único que realmente tenían.
La reunión había comenzado con un aire de confusión y un poco de incomodidad. A mi alrededor, mis amigos y aliados se habían agrupado en un círculo, cada uno con sus propias inquietudes y pensamientos. Chawla, la joven que se había presentado como la aprendiz del sabio, aún se encontraba abrazada a mi brazo, su expresión era de una mezcla de admiración y determinación. Mientras tanto, las miradas de mis amigos fluctuaban entre la sorpresa y la incredulidad.
—¿Por qué me llamas maestro? —pregunté, tratando de entender la situación. Chawla sonrió, pero había un brillo en sus ojos que me decía que había más detrás de esa simple palabra.
Julius, que había estado observando la escena con una mezcla de diversión y preocupación, se acercó. —Me alegra verte a salvo, Naegi. Pero, eh, ¿podrías despegarte de Chawla un momento?
—No me mires así, no he hecho nada malo —respondí, intentando desviar la atención de la situación incómoda. Era cierto que Chawla estaba presionando mi cuerpo contra el suyo de una manera que podría interpretarse de muchas formas, pero en mi mente, solo deseaba que todo volviera a la normalidad.
—Justo cuando estaba pensando que eras alguien de confianza… —murmuró Run, mientras observaba la escena con una expresión de incredulidad.
Subaru, siempre directo, se dirigió a Chawla. —¡Suéltalo, por favor! —dijo, pero ella solo sonrió más ampliamente, como si estuviera disfrutando del momento.
La tensión se disipó un poco cuando Ram, con una sonrisa traviesa, comentó: —Mira, Naegi, está sonriendo como un pervertido. ¿Te gusta esta situación?
Bram, que había estado callado hasta ese momento, decidió intervenir con su peculiar sentido del humor. —Le llamaremos "perder uso", una mezcla entre "pervertido" y "baroso". Aunque, la verdad, parece que Naegi no se queja de la compañía.
—¿Es en serio? —dije, tratando de mantener la compostura. —No estoy disfrutando de nada, solo quiero salir de esto.
Emilia, en un intento de ayudar, comenzó a tirar del cabello de Naegi. —¡Emilia, eso no ayuda! —protesté, sintiendo que la situación se estaba volviendo cada vez más ridícula.
—Lo siento, no estaba tratando de ayudarte —respondió Emilia, su tono era serio, pero había un destello juguetón en sus ojos.
Finalmente, la reunión se llevó a cabo en un ambiente más tranquilo, aunque Chawla seguía muy cerca de mí. Julius tomó la palabra y recordó que había tres personas en el cuarto de curación, y que, tras la reunión, podríamos visitarlas. Me sentí aliviado de que, a pesar de todo, mis amigos estaban bien.
—Por cierto, Emilia estuvo muy preocupada por ti —dijo Mail, interrumpiendo mis pensamientos. —Se enfrentó al sabio, y solo recordar eso me da escalofríos.
—No es necesario que digas esas cosas —interrumpió Emilia, un leve tono de enfado en su voz.
La conversación continuó, y Ram parecía nerviosa, sin saber cómo reaccionar ante la atención que Chawla le estaba brindando a Naegi. Era evidente que había cierta tensión en el aire, y todos parecíamos estar buscando respuestas.
—Chawla, quiero que contestes todas nuestras preguntas —dije, intentando tomar el control de la reunión.
Chawla asintió, y comenzó a hablar sobre su maestro, que había sido un personaje misterioso en su vida. Mientras ella narraba su historia, no pude evitar pensar en cómo la dinámica había cambiado. Chawla se comportaba de manera similar a mí, haciendo bromas en momentos serios, lo que hizo que me preguntara si realmente era mi aprendiz.
—Tu maestro parece una persona horrible —dije, intentando hacer que se riera.
—Si mi maestro es horrible, debería demandar —respondió Chawla con una sonrisa.
—¿Es así como me ves? —pregunté, sintiéndome un poco abrumado por la atención.
Beatriz, siempre la más directa, interrumpió. —Están actuando de manera empalagosa con Naegi. Esa es una sensación que solo yo y Chawla podemos permitirnos.
Los intercambios cómicos continuaron, pero en medio de la diversión, la conversación se tornó más seria. Ram le pidió a Chawla que compartiera información sobre el Santo de la Espada y el Dragón Divino. Su reacción fue instantánea; parecía desagrada al escuchar esos nombres.
—Los conozco, Sticks Wind, el rey y el cínico Volcánico. Ambos son amigos míos —dijo, mostrándose un poco más abierta.
La mención de esos nombres llenó la sala de murmullos. Era evidente que había historias detrás de ellos. Pero la parte más intrigante fue cuando Chawla mencionó a mi "maestro", cuyo nombre, según ella, era Flux.
—¿No es ese el nombre del sujeto que plantó el gran árbol? —pregunté, sintiendo cómo un escalofrío recorría mi espalda.
Al escuchar eso, todas las miradas se dirigieron hacia mí, y el aire se volvió pesado con la revelación. Flux era un nombre que había sido mencionado varias veces en nuestras aventuras, y ahora parecía estar entrelazado con el destino de todos nosotros.
La reunión continuó, pero la atmósfera se había vuelto más seria. Había un aire de misterio y anticipación en cada palabra que se decía. Mientras reflexionaba sobre todo lo que había aprendido, me di cuenta de que mi papel en esta historia era mucho más grande de lo que había imaginado. Las sombras del pasado comenzaban a revelarse, y no sabía si estaba preparado para enfrentar lo que vendría a continuación.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, y la luz dorada llenaba la sala, me senté junto a mis amigos, sintiendo que, a pesar de las dificultades, no estaba solo. Había un camino por delante, y juntos lo recorreríamos, enfrentando cada desafío que se interpusiera en nuestro camino.
naegi pero naegi se puso a pensar si es como en el caso de satella entonces de algun modo no puedo perderla , em beako puedes acercarte ella asintio y le susurro eh enserio ella parpadeo pero lo acepto y se acerco a sahula y le lanzo un hechizo cosa que shaula noto peor no dijo nada ya que s elo había ordenado su maestro ell asintio esta listo em naegi que fue eso llamo un seguro de vida todo parecieorn confundido, como me mantube vivo tanto tiempo vaya naegikun no esperab que tu , cortalo roswaal no tengo el menor interes en hacer bromas quiero saberlo porque cada dia esta siendo ridiculamente complejo ademas con lo que le habia pasado a rem eso significaba que podia perder a sus seres queridos de forma permanetne y eso le dolireia por la eternidad el asintio bien la verdad esque no es tan facil peor tiene un metodo interesante la alma tienes que fijarlo a algo necesariamente algo fisico? el nego puedo ser un ser vivio eso explicaria lo de regulus eso si debes tener poder d ela bruja para hacer algo asi oh haber tenido contacto con una bruja bien eso era facil ,y leugo de fijarlo idealmente beatriz puede ayudarte con ese paso hacer una copia una copia hacies la conciencia a es como una cajita si copias la cajita en varios lugares no moriras técnicamente eh incluso puedes cambiarte de cuerpo eso asusto a anegi roswaal no me digas que cambiaste de cuerpo a una mujer ,roswaal se sonrojo claro que si queria ver que tan placentero seria,naegi se alejo era como decia ram era un pervertido en el fondo bueno con eso adelante te dare alunas inscripciones ah y algo mas no es tan facil necesita un cuerpo adecuado ,por lo demas no desaparecer ni su alma ni su conciencia naegi despues de la conversacion aplico este metodo primero probandolo con hadas para ver si lograban permanecer y luego sutilmente se lo aplico a la gran mayoria de su grupo conectandolo con su alma eso si se aseguro que nadie lo supiera y que no se conectara con la bruja de la envidia,