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Chapter 38 - cap 38

La última batalla había sido brutal. Aquel campo de flores, que antes había representado un lugar de paz, se había convertido en un escenario de caos y desesperación. La imagen de Beatriz, con lágrimas en los ojos, se había grabado en la mente de Naegi de forma indeleble. Él había hecho lo posible por consolarla, a pesar de que su propio cuerpo estaba destrozado, y había sentido el peso de su sacrificio al final de la lucha. La muerte había llegado a él de la forma más violenta, pero en un giro inesperado del destino, se había visto devuelto a la vida.

Despertar en un lugar familiar, pero a la vez diferente, era desconcertante. Los ecos de la batalla aún resonaban en su mente, pero lo que más llamó su atención fue el sonido de voces distantes. "¿Es eso... la lengua de E-mail?", pensó, recordando su peculiar forma de hablar y regañar a los demás. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar cómo había caído, pero se obligó a concentrarse. "No puedo quedarme aquí. Necesito actuar".

Al forzar a su cerebro a funcionar, empezó a recordar los momentos previos a su muerte. Beatriz había sufrido profundamente en aquel bucle. La imagen de su rostro, lleno de dolor, lo impulsó a actuar. "No puedo dejar que esto vuelva a suceder", pensó mientras se acercaba a ella. Con una mano oculta, un poder que solo él podía invocar, la abrazó y susurró silenciosamente en su mente: "Providencia invisible".

La mano oculta emergió del centro de su pecho, extendiéndose hacia el dragón de Julius, Guían. Era un gesto que parecía sencillo, pero la conexión que estableció fue profunda. Al acariciar al dragón, se dio cuenta de que su poder no era visto por los demás, pero su intención era clara como el agua. Guían, que antes mostraba signos de agitación, se calmó bajo su toque. Julius, al notar el cambio en su dragón, tomó las riendas y lo dominó, lo que permitió que Naegi se sintiera un poco más aliviado.

Sin embargo, la energía que había gastado al usar su mano oculta lo dejó fatigado. Su estómago se revolvió, recordándole que no todo podía ser tan fácil. Pero una chispa de esperanza surgió cuando se dio cuenta de que su habilidad era más accesible que antes. Después de un breve intercambio de palabras con Beatriz, se volvió hacia Julius con determinación.

"Las cosas están un poco mal. Hagamos una retirada estratégica", sugirió Naegi, consciente de que sus amigos no comprenderían la gravedad de la situación. Male y Ram, aún incrédulas, se opusieron a la idea, pero Naegi sabía demasiado bien lo que estaba en juego. Había visto el desastre que se desataba si no tomaban precauciones.

La decisión se tomó y regresaron a la última torre de hielo creada por Emilia. La tensión en el aire era palpable mientras se debatían entre la necesidad de avanzar o retirarse. Finalmente, Emilia, con su fe en Naegi, propuso que si contaban con el poder de Apac, podrían eliminar a todos los osos cortesanos en la pradera. Naegi sonrió, recordando el potencial de ese poder, pero sabía que la situación era más complicada.

"No importa cuánto matemos. Siempre habrá más", explicó con un tono de voz que intentó que fuera tranquilizador. Fue un momento tenso, pero Male, aunque enojada, asintió. Comprender la dinámica del peligro era vital, y Naegi sabía que era su deber llevar la voz de la razón.

Las discusiones continuaron, girando en torno a la luz que Naegi había visto brillar en la torre. Anastasia lo cuestionó, pero él insistió en que había algo más, algo que podía significar un mecanismo antiguo que aún operaba en ese lugar. La idea de que el sabio pudiera estar vigilándolos, incluso después de su muerte, llenó a todos de inquietud.

La conversación giró hacia la luz que había visto, y Naegi, sintiendo el peso de la responsabilidad, defendió su intuición. "No subestimen lo que he visto. Podría ser peligroso", advirtió, recordando las múltiples veces que su instinto había guiado al grupo a través de peligros.

Mientras organizaban la información, Male hizo un comentario sobre la lombriz de arena que había traído consigo. La tensión se disipó brevemente entre risas, pero Naegi sabía que la amenaza no había desaparecido. La situación era crítica y necesitaban actuar con rapidez.

"Emilia, crea una torre lentamente. Necesitamos un punto de referencia, pero debemos ser silenciosos", ordenó Naegi. La torre se formó con delicadeza, pero en el momento en que la luz se disparó desde la torre, la situación se tornó sombría. "¡Lo sabía!", gritó Naegi, sintiendo que el tiempo se agotaba.

Beatriz, siempre a su lado, le preguntó si estaba bien. A pesar de que las luces no lo dañaban, su instinto de supervivencia lo llevó a gritar. Era una reacción humana, pero no podía permitirse rendirse. La magia de Beatriz intentó protegerlo, pero el ataque era implacable. Julius, Emilia y él se unieron en un esfuerzo desesperado por detener la luz, pero incluso sus defensas más fuertes parecían insuficientes.

"¡Retirémonos por ahora!", exclamó Naegi, con el corazón latiendo con fuerza. Sabía que su hechizo no podría sostenerse por mucho tiempo. La presión aumentaba, y la distorsión de la realidad se hacía cada vez más evidente. En un instante, el mundo que conocían se desmoronó, y se encontraron cayendo en un vacío oscuro.

Mientras gritaban, una sombra apareció entre ellos. La voz de una chica resonó en medio de la oscuridad, una voz que parecía alegre a pesar del caos. "¡Te encontré!", exclamó la sombra, y en ese momento, Naegi comprendió que su lucha aún no había terminado. La batalla continuaría, pero ahora había un nuevo aliado en el horizonte.

Así concluyó el capítulo, marcado por la angustia, la lucha y la esperanza. Con cada desafío, Naegi se mantenía firme, recordando que aunque la muerte había sido una constante en su vida, la amistad y la determinación siempre lo guiarían hacia adelante. El futuro aún estaba lleno de incertidumbres, pero sabía que no estaba solo.

Naegi Makoto se encontraba en una situación que hasta su propia mala suerte no podría haber imaginado. Había caído en un abismo de incertidumbre, un oscuro y rocoso sótano que parecía no tener fin. A su lado, Rahm también se despertó, y la preocupación se reflejaba en sus rostros. La mente de Naegi se centró en Rem, quien había quedado atrás, y no podía evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en lo que podría estar sucediendo con ella.

—¿Dónde está Rem? —preguntó Naegi, su voz temblaba ligeramente.

Rahm le miró con seriedad.

—No eres el único que está preocupado por ella, Barusu. Pero tenemos que mantener la calma y evaluar la situación.

Naegi asintió, aunque su mente continuaba divagando hacia las posibilidades más sombrías. Si Rem se encontraba sola en este lugar, podría ser devorada por cualquier bestia que merodeara a su alrededor. Esa idea le llenaba de inquietud, y su malestar lo llevó a un estado de desesperación. Pero Rahm, con su habitual aplomo, le instó a tranquilizarse.

—Recuerda, no estamos solos. Anastasia debe estar aquí también.

En ese momento, una luz parpadeante apareció a su lado, y la voz familiar de Anastasia resonó en el aire.

—Parece que al fin te calmaste, Naegi.

La joven sostenía una linterna, iluminando el entorno con una luz cálida y acogedora. Sin embargo, su expresión era grave. Mientras los tres se reunían, Anastasia explicó que había explorado la zona, pero no encontró a nadie más del grupo, lo que aumentó aún más la ansiedad de Naegi. Sin embargo, trató de convencerse de que Emilia y Julius estarían bien, ya que ambos poseían un poder mágico considerable. Su fe en Emilia lo mantenía esperanzado, aun cuando se preguntaba si ella podría encontrar la manera de salir de este lugar.

—¿Cómo están los alrededores? —preguntó Naegi, intentando mantener la calma.

—Parece que estamos en el sótano de las Dunas —respondió Anastasia, ajustándose la bufanda que llevaba puesta, sintiendo el frío inusual del lugar.

Naegi miró hacia arriba, y no pudo evitar fruncir el ceño al no ver el cielo. La inquietud creció en su interior.

—Maldición, espero que esto no sea la guarida de una lombriz de arena.

La preocupación del grupo era palpable. Ninguno de ellos era un combatiente, y Naegi se dio cuenta de lo vulnerables que eran. Rahm había perdido parte de su poder desde que había perdido su cuerno, Anastasia no podía usar su magia sin consecuencias, y él mismo era solo un humano común y corriente. Una sensación de impotencia lo invadió.

—¿Y tu conexión con Beatriz? —preguntó Rahm, rompiendo el silencio tenso.

—No puedo sentirla —respondió Naegi, un tanto abatido—. Sin su puerta, no puedo establecer conexión como lo haría un espiritualista normal.

Rahm le miró con desdén.

—Inútil.

A pesar de la acidez de las palabras de Rahm, Naegi no se desanimó. En su interior, sabía que debían seguir adelante. Anastasia, al ver la situación, afirmó que podría pelear si la situación lo requería, aunque preferiría evitarlo debido a las consecuencias que esto podía tener sobre su vida.

Finalmente, decidieron explorar el lugar. Las chicas montaron a Padrés y Naegi fue a pie, lo que le pareció justo y apropiado, aunque en el fondo, le molestaba un poco la actitud de Rahm. Mientras avanzaban, Naegi no podía evitar sentirse inquieto por la falta de sus amigos y la situación en la que se encontraban.

—No puede ser que estemos atrapados en un espacio fuera de estas dimensiones, ¿verdad? —se preguntó en voz alta, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

Anastasia, con su característico humor, bromeó sobre el viento que sentían.

—¿De dónde crees que viene, Barusu? ¿De un gran monstruo?

Naegi no encontró la broma graciosa y decidió ignorarla. La tensión era palpable, y cada paso que daban parecía más pesado que el anterior. Eventualmente, llegaron a un cruce donde se presentaban dos caminos: uno a la izquierda y otro a la derecha.

—Según mis conocimientos —comenzó Naegi—, en situaciones como esta, tomar el camino de la derecha es lo adecuado.

Rahm le miró confundido.

—¿Quién te ha enseñado eso? —preguntó, intrigado.

—Cura Pica, de "Hunter x Hunter" —respondió Naegi con una sonrisa, recordando su serie favorita—. Las personas tienden a elegir inconscientemente el camino de la izquierda cuando están perdidas.

A pesar de su intento de hacer la situación más ligera, la seriedad del momento no se disipó. Al final, Naegi, guiado por su intuición y un mal presentimiento respecto al camino de la derecha, decidió que sería mejor ir por el izquierdo.

Mientras avanzaban, el silencio se volvió ensordecedor. Naegi rompió el hielo con una pregunta.

—Me pregunto si habremos tomado el camino correcto…

—Después de tanto silencio, ¿solo abres la boca para quejarte? —replicó Rahm, exasperado.

Naegi se sintió un poco herido por la respuesta, pero no quería discutir. Intentó cambiar de tema.

—Esas luces en la torre, ¿qué crees que eran?

—Eran agujas —respondió Rahm—. Algo en la torre disparaba agujas encantadas con magia. No conozco los detalles, pero parecían imbuidas con mucho calor.

Naegi se quedó callado, reflexionando sobre lo que eso significaba. Si el sabio era hostil hacia ellos, la situación se complicaba aún más. La idea de atar al sabio y forzarlo a hablar no le agradaba, pero también sabía que la desesperación puede llevar a decisiones difíciles.

Mientras continuaban, algo en el ambiente cambió. Padrés comenzó a gruñir, y Naegi sintió que algo se acercaba. La tensión era palpable.

—Huele a quemado —dijo Rahm, frunciendo el ceño.

—Puede que haya fuego —murmuró Naegi, sintiendo que la esperanza de encontrar a otros se desvanecía.

Finalmente, decidieron apagar la linterna para acercarse con más sigilo. Sin embargo, mientras avanzaban, Naegi tropezó y cayó por una pendiente de diez metros. Cuando se levantó, tocó algo duro en el suelo, y al levantarlo, se dio cuenta de que era la pata carbonizada de una bestia. Su corazón se detuvo al ver el horror a su alrededor: el suelo estaba cubierto de cadáveres de más bestias carbonizadas.

Sin poder evitarlo, lanzó la pata y comenzó a correr, pero no pudo escapar del rugido aterrador de una criatura que lo atrapó en su mirada.

Era un centauro de cinco metros, una criatura infernal con un cuerpo de caballo y un cuerno imponente. La boca de la bestia emanaba fuego, y cada paso que daba resonaba como un eco de muerte. Naegi sintió que el pánico lo invadía y comenzó a correr hacia la pendiente por donde había caído, pero el fuego disparado por la criatura lo alcanzó.

El dolor fue inimaginable. El fuego lo rodeó, y su cuerpo fue consumido en un instante. En medio de su agonía, escuchó una voz familiar.

—¡Idiota! ¡Te dije que escaparas! —gritó Rahm, y en ese momento, todo se volvió blanco.

Cuando Naegi volvió a abrir los ojos, se encontró en la misma oscuridad, pero esta vez, con la voz de Rahm resonando en su cabeza.

—¿Cuánto tiempo vas a dormir? Levántate, perezoso Barusu.

Naegi se levantó, sintiendo un calor familiar en sus mejillas. Rahm estaba ahí, y él estaba vivo. Todo había sido una ilusión, una muerte temporal. Su punto de guardado se había movido, y a pesar de las adversidades, seguía avanzando.

Con una mezcla de alivio y determinación, Naegi se preparó para enfrentar lo que fuera que el destino tuviera reservado para él y su grupo. La lucha apenas comenzaba.