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Chapter 35 - cap 35

La intensa reunión en el ayuntamiento había dejado una atmósfera densa y tensa en el aire. La propuesta de dirigirse a la Atalaya del Sabio había sido un rayo inesperado en medio de la tormenta de incertidumbre. Todos los presentes compartían miradas de incredulidad y miedo, como si les hubieran revelado un secreto que no deseaban escuchar.

Naegi, sentado al fondo, sintió ese peso aplastante de la situación. Era extraño, pero la suerte parecía jugarle en contra una vez más. La idea de buscar a un ser tan temido como el Sabio Shaula le hacía sentir un escalofrío recorrer su espalda. Se decía que él había estado en la batalla contra la Bruja de la Envidia, un ser que había causado estragos en el mundo hace cuatro siglos. La historia de Sad, la bruja, resonaba en su mente, una sombra que se cernía sobre todos ellos.

"¿Por qué siempre acabo en situaciones así?", pensó con un suspiro. La reunión continuaba, y las palabras de Julius resonaban en su mente: "La Bruja está encerrada en un santuario en la gran cascada en el extremo este de Lugo Única". Naegi se preguntó cómo un lugar así podía ser tan peligroso, y la respuesta no tardó en llegar. La emanación de "mi asma oscuro" era un claro indicador de la maldad que aún persistía en el mundo.

"Pero si era tan poderosa, ¿cómo lograron sellarla?", preguntó Naegi, con una pizca de desesperación en su voz. Julius, siempre tan erudito, respondió con la seguridad de quien ha estudiado los antiguos textos. "Tres grandes héroes contribuyeron al sellado. Uno de ellos fue el Santo de la Espada, Rey de Astrea".

Naegi asintió, la historia parecía encajar, pero la pregunta seguía atormentándolo. "¿Y el Sabio seguirá vivo después de 400 años?". La respuesta de Julius, severa y directa, fue un golpe bajo. "Sí, se ha confirmado que sigue vivo. Y ha estado eliminando a cualquiera que intente acercarse a la torre".

El silencio que siguió fue pesado. Todos pensaban lo mismo: era un suicidio intentar acercarse al Sabio. Felix, con su habitual optimismo, intentó alentar a los demás. "Puede que haya una forma de llegar a él". Pero Reinhardt frunció el ceño, desalentándolo. La atmósfera se tornó sombría, y el ambiente era tan tenso que Naegi podía sentir el sudor en su frente.

"¿Por qué intentas conocer al Sabio?", preguntó Naegi, intentando cambiar el rumbo de la conversación. Reinhardt, con un tono de nostalgia, explicó su fallida misión de hace dos años. La enfermedad que había asolado al castillo real era un recuerdo amargo. Naegi sintió una punzada de compasión hacia Reinhardt. "A veces, la historia se repite de maneras crueles", reflexionó.

La conversación continuó, y la desesperanza comenzaba a infiltrarse en sus corazones. Sin embargo, fue Anastasia quien propuso la idea de que, si alguien pudiera encontrar un método para cruzar el desierto lleno de bestias, deberían intentarlo. Felix, con su característica energía, reveló el secreto de su espíritu compañero, un zorro que supuestamente conocía el camino. Pero Naegi no podía evitar sentir desconfianza hacia esa bufanda. La historia de Ekina, el espíritu travieso, le daba escalofríos.

Mientras la reunión avanzaba, los pensamientos de Naegi eran un torbellino. Ya había enfrentado demasiadas situaciones peligrosas, y la idea de adentrarse en un desierto lleno de sombras y criaturas salvajes era, sin duda, una de las más aterradoras. "No puedo dejar que mi mala suerte me detenga", se dijo a sí mismo, intentando reunir su coraje.

La conversación se desvió hacia la situación de Emilia, quien había estado utilizando su poder para ayudar a los afectados por la plaga. Naegi sintió un peso en su corazón al pensar en aquellos que habían sido transformados por la gula. Sabía que debía apoyar a sus amigos, pero la incertidumbre sobre su propia capacidad seguía pesando en su mente.

Las palabras de Julius sobre su hermano perdido resonaron en su cabeza. La tristeza y la desesperanza que sentía su compañero eran palpables. "Olvidar o ser olvidado, ¿cuál es más doloroso?", Naegi reflexionó. "Ambos caminos son horribles". Decidido a no permitir que la negatividad dominara, se enfrentó a Julius. "No te dejaré mostrar tu lado débil, amigo. Juntos, podemos lograr lo imposible".

Las palabras de aliento resonaron en la habitación, y poco a poco, el ánimo de Julius empezó a levantarse. Naegi sintió que, a pesar de su propia mala suerte, su determinación podía ser contagiosa. "Si vamos a la Atalaya, lo haremos juntos. No dejaremos que el miedo nos detenga".

Con un nuevo sentido de propósito, Naegi y sus amigos comenzaron a trazar un plan. La búsqueda del Sabio Shaula no sería fácil, pero juntos, estaban dispuestos a enfrentarse a lo desconocido. La Atalaya del Sabio los esperaba, y con cada paso, la esperanza comenzaba a reemplazar la desesperación. Al fin y al cabo, en un mundo lleno de sombras, incluso la más pequeña chispa de luz podía hacer la diferencia.

El aire fresco de la mañana llenaba la mansión Rosal, mientras Naegi Makoto se encontraba de pie frente a sus amigos, sintiendo la mezcla de ansiedad y optimismo que siempre lo acompañaba. Habían regresado de su última misión, una aventura que había dejado a todos exhaustos pero también emocionados por lo que estaba por venir. Sin embargo, en el fondo de su corazón, Naegi sabía que su famosa mala suerte podría volver a asomarse en el momento menos esperado.

Mientras se acomodaban en la mansión, una pequeña sirvienta salió corriendo hacia Naegi. Sin previo aviso, saltó a abrazarlo, y él se sintió un poco abrumado. Su rostro se sonrojó mientras intentaba recordar si había hecho algo tan especial como para merecer tal atención. "Eres tú, Naegi-san, ¡te extrañé!", exclamó la niña, su voz llena de alegría.

Petra, que había estado organizando las maletas, se acercó con una sonrisa, pero Naegi podía notar que había un dejo de tristeza en sus ojos. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar, Julius y Anastasia, quienes habían decidido unirse a ellos en esta nueva aventura, bajaron del carruaje con una expresión de determinación. La reunión en la mansión no sería solo un momento de descanso, sino el comienzo de otro viaje hacia lo desconocido.

"Ross Vall está esperando," dijo Anastasia, mientras todos se dirigían a la sala principal. Al entrar, fueron recibidos por Ross Vall, quien mantuvo una expresión neutral. Naegi sintió una ligera tensión en el aire. Sabía que Ross era un personaje complicado, especialmente porque él y Anastasia eran rivales en la selección real. Pero en ese momento, lo que más le preocupaba era su propia inseguridad.

"Bienvenidos, mis estimados," dijo Ross, su tono un tanto sarcástico. "Escuché que tuvieron éxito en su enfrentamiento con los arzobispos. Todo salió bien, pero..." Su mirada se centró en Anastasia. "No puedo evitar recordar que todo esto comenzó por una carta que enviaste, ¿cierto?"

"Si desea que me disculpe, lo haré," respondió Anastasia con frialdad, preparada para lo que viniera. La carta había sido un intento de atraer a todos a Priestella, y aunque había tenido éxito, también había desatado una serie de eventos desafortunados.

Ross, a pesar de su tono burlón, elogiaba los esfuerzos de todos en la batalla, pero Naegi sintió que había algo más en juego. La conversación fluyó hacia la búsqueda del Omnipotente y Omnisciente Sabio, una figura que todos creían casi divina. "¿Te refieres a esa torre en el desierto donde nadie ha podido llegar antes?" preguntó Ross, intrigado.

Anastasia asintió. "He encontrado un método para llegar de manera segura. Debo guiar a este grupo."

Mientras la discusión continuaba, Naegi sintió que la presión aumentaba. La misión no solo era peligrosa, sino que también era incierta. Ross Vall luego hizo un comentario que hizo que el estómago de Naegi se encogiera. "Recuerda, Naegi, hay personas en el mundo que se esfuerzan por cumplir sus objetivos, pero no todos tienen el don que tú posees. Aprovéchalo."

"¿Don?" murmuró Naegi para sí mismo. Siempre había considerado su mala suerte como una carga, algo que lo seguía a todas partes. Pero quizás, en algún lugar de su corazón, había una chispa de esperanza.

Tras la charla, Naegi y su grupo se dirigieron a la prisión donde Miley estaba recluida. La mansión Rosal, aunque un eco de su antigua gloria, ahora contenía secretos oscuros. Abrieron la puerta y se encontraron con Miley, una niña que había sido una de sus peores enemigas en el pasado, jugando con peluches. La imagen contrastaba tanto con su historia que Naegi no pudo evitar reírse.

"¿Eres tú, vaca o nissan?" preguntó Miley, con un tono de broma que lo hizo sentir un poco más aliviado. Pero Julius, al ver la escena, se llevó la mano a la cabeza, frustrado por la aparente trivialidad de la situación. "¿Esto es lo que llamas poderosa, Naegi?"

"Ella es realmente poderosa," insistió Naegi, tratando de defender su punto. Anastasia intervino, señalando la dulzura de Miley. "Qué niña tan linda, encaja con los gustos de su varón," dijo, provocando un sonrojo en el rostro de Naegi.

A medida que la conversación avanzaba, se hizo evidente que Miley tenía un profundo conocimiento de las ma beast, criaturas temibles que rondaban el desierto. Sin embargo, su actitud infantil contrastaba con el potencial destructivo que poseía. "No quiero que me guarden rencor," dijo Miley, mirando a Naegi con seriedad. "Yo solo he estado aquí dos veces en las dunas de Auria. La última vez, solo fue para reclutar mis cartas de triunfo."

La conversación se tornó más seria cuando Miley expresó su preocupación sobre la misión. "Cualquiera que no sea yo morirá," dijo, y el grupo sintió un escalofrío recorrer sus espinas. Sin embargo, su presencia también ofrecía una oportunidad. Podía manipular a las ma beast, lo que podría ser esencial para su supervivencia.

Finalmente, el grupo decidió que Miley los acompañaría, a pesar de las dudas que algunos tenían sobre su lealtad. Al final, su capacidad podría ser la clave para salir vivos del desierto. "De acuerdo, puedo ayudar," dijo Miley con una sonrisa, y todos sintieron que la tensión se disolvía un poco.

Mientras se preparaban para partir, Naegi sintió que había mucho más en juego. Había hecho una promesa a Petra de regresar, y la idea de dejarla atrás lo atormentaba. Fue a hablar con ella, disculpándose por dejarla sola. "No te preocupes, no estoy enojada," dijo Petra, aunque su voz traicionó su verdadera preocupación. "Solo quiero que estés a salvo."

"Lo haré, lo prometo," Naegi respondió, sintiendo el peso de su responsabilidad. Sabía que su mala suerte podría volver a manifestarse, pero debía seguir adelante. Se despidieron con un abrazo, y Naegi sintió que su determinación crecía.

Antes de salir, se detuvo en la habitación de Rem, donde encontró a su hermana dormida. "He regresado," murmuró, deseando poder despertarla. Pero justo cuando estaba a punto de tocar su mano, Ram apareció. "No tomes su mano tan fuertemente," advirtió, y Naegi se sintió avergonzado.

Ram decidió unirse a la expedición, y con su ayuda, el grupo ahora contaba con ocho miembros. Con un viaje de veinte días por delante, Naegi sintió una mezcla de ansiedad y emoción. Sabía que el camino sería peligroso, pero también presentaba una oportunidad para aprender y crecer.

Así, con la esperanza en el corazón y la mala suerte a su lado, Naegi y su grupo se dirigieron hacia el desierto de Auria, listos para enfrentar lo desconocido y encontrar al Sabio. La aventura apenas comenzaba, y aunque cada paso podría llevarlos a la tragedia, también podría ser la clave para salvar a aquellos que amaban.